Por Lucía Pysny
Se termina el verano, la comúnmente llamada “temporada
alta”, y con ella las fiestas que vive Junín de los Andes
que, de alguna manera, son el centro de la acción, opinión
y distracción. Este “veranito”, que cuando finaliza
deja en evidencia errores y aciertos de todos los sectores y, a veces,
obliga a modificar rumbos.
No es sorpresa para nadie que Junín tiene un intendente, Rubén
Enrique Campos, con sobrada experiencia en el arte de gobernar: este
es su tercer período al frente de la comuna, además
de los cuatro años como diputado provincial, y si bien transcurrió
poco tiempo desde que asumió, hasta ahora sólo se han
vislumbrado anuncios con buenas intenciones.
Lo acompaña un gabinete que todavía no se amoldó
a la función pública, y que ya sufriría reducciones
y cambios en pocos días más. Varias renuncias presentadas,
denuncias del gremio por un exagerado ingreso de personal contratado
y declaraciones reiteradas de supuestos problemas financieros, que
no impidieron otorgar un aumento importante de haberes a la planta
política – aunque los funcionarios todavía no
cobraron-, fundamentado en la adecuación de liquidación
conforme a lo establecido en el Convenio Colectivo de Trabajo y Carta
Orgánica Municipal. Finalmente, otros problemas internos que
por ahora aparecen como runrunes pero que cada vez suenan más
fuerte.
En otras áreas tampoco lo que brilla es oro.
La salud pública continúa en crisis y sigue el éxodo
de profesionales hacia el sector privado. En estos días renunciaron
dos reconocidos médicos, con posibilidades de que se sumen
otros dos, diezmando aún más al pobre plantel existente.
La comunidad sigue en riesgo ante la escasa atención en consultorios
externos y el cansancio de los pocos médicos de guardia. Se
insinuó judicializar la situación. Vinieron el ministro,
el subsecretario, se hizo cargo de la conducción el Jefe de
Zona, ingresó temporalmente un nuevo director y parece que
todo siguiera como entonces. ¿Será tiempo de arremeter
con acciones extremas?
En seguridad nos acercamos al fondo con la gresca descomunal del domingo
a la madrugada. El consumo de bebidas alcohólicas es alarmante
y fácilmente comprobable aún en la vía pública.
La circulación de estupefacientes es verificable, pero compleja.
La crisis familiar y la falta de compromiso comunitario hace todo
más complicado y, además, pareciera que los mecanismos
de control no son suficientes. La Policía está desbordada
y cuasi desmantelada, y dicen muy por lo bajo que hasta ahora no han
tenido mucho apoyo para gestionar. El Ejecutivo acaba de anunciar
la convocatoria para conformar un “consejo social” que
aborde tremenda problemática.
En educación por ahora todo está tranquilo. Las clases
comenzaron con edificios aparentemente en condiciones, excepto con
algunos problemas de agua en el área rural, que obligaron a
suspender clases, incluso de manera definitiva. Pero no se escucharon
otros comentarios adversos.
El fin del verano también avecina horas críticas para
la obra pública y la construcción privada. Existe un
plan ambicioso que despertó en muchos la esperanza de obtener
un puesto de trabajo. ¿Llegarán los fondos? Es la gran
incógnita.
La gobernabilidad, la salud, la educación y la seguridad, temas
que preocupan y generan demandas de una comunidad que crece con los
problemas lógicos, pero que igualmente en los últimos
años supo mantener la paz social y, seguramente, aspira a conservarla.
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