Por darío soto
Mientras las campañas avanzan abusando de descalificaciones
más que preocupándose por el debate de ideas y proyectos,
asistimos azorados - los días pasados- primero, cómo
pretendió utilizarse como objeto de campaña un caso
doloroso como la desaparición de Otoño Uriarte y cómo
ahora, con la posibilidad cierta de que el cuerpo aparecido se corresponda
con el de la infortunada adolescente, la conciencia pareciera haberlos
llamado a la reflexión y, a mitad de semana, todos se llamaron
a silencio, respetando el dolor que excede el marco familiar y repercute
en todos los sectores de la comunidad rionegrina. Fue como si de pronto
se iniciara un luto que permaneció embargado durante varios
meses.
Pero esa reclusión, ese silencio posterior no alcanza si no
existe convencimiento pleno, arrepentimiento si cabe, por el abuso,
el avasallamiento de la dignidad individual de una familia, cuya desgracia
se usó como escaparate desde donde vilipendiar al enemigo,
por que eso es lo que parecen ser más que contrincantes circunstanciales
en una contienda política.
El perjuicio de la duda
Pero además esta semana dejo también la sensación
que en esta compulsa no solamente intervienen los naturales actores
políticos, sino que el escenario estaría siendo enrarecido
por acciones provenientes del sector empresario provincial, con intereses
en la producción y comercialización de frutas.
Al menos esto es lo que parece desprenderse de los acontecimientos
que derivaron en la exclusión de los equipos técnicos
del Frente para la Victoria del economista y consultor Miguel Giacinti.
No se le acusó de cometer actos al margen del ordenamiento
jurídico, pero se planteó la duda sobre actitudes éticas,
que obviamente debe observar quien pretenda ocupar un cargo relevante
en una administración de gobierno. Rápido de reflejos
la fórmula del FpV lo apartó como un leproso, preservando
su imagen aunque para ello privó al imputado del legítimo
derecho de defensa y en todo caso a ser considerado inocente hasta
tanto se demuestre lo contrario.
Pero mas allá de la acción, reprochable o no, del economista
y su posterior defensa, queda planteada la duda si todo no fue producto
de la presión ejercida por empresarios que jugaron sus fichas
sacando del tablero a quien podría no convenir a futuro a sus
intereses individuales.
Así como rápidamente la duda condenó a Giacinti,
¿no sería necesario profundizar en la otra duda, en
ésta que parece mostrar acciones indebidas de presión
a potenciales gobernantes para orientar políticas cuando no
imponer las personas indicadas para llevarlas a cabo? Sería
ingenuo pensar que esto no sucede a menudo en muchos ámbitos
de las administraciones de gobierno en sus distintos estamentos, pero
sería deseable que ante el presunto establecimiento de acciones
orientadas en este sentido, se reaccione analizándolas en profundidad
y corrigiéndolas de ser necesario.
No es malo que existan alianzas estratégicas entre los administradores,
actuales o potenciales, de la cosa pública con los sectores
productivos, económicos y financieros de un estado, pero sería
deseable que esas alianzas no deriven en la pretensión de cogobernar
o cuando menos obtener beneficios indebidos, sujetos a la presión
que se pudiera ejercer aunque para ello se deba recurrir a operaciones
reñidas con las buenas prácticas de la que debería
estar impregnada la actividad política que derivará
en el gobierno de un estado.
Mirar para otro lado y alejarse silbando bajito como si nada hubiera
pasado no parece ser la mejor acción para enfrentar éste,
al menos, enrarecido escenario.
|