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Carta abierta de un maestro rural
a Cristina
«Señora Cristina”
Si ya sé. Debería haber dicho Señora Presidenta.
No se enoje, pero intencionalmente he querido darle a mi carta un
tinte de vieja escuela rural, esas que usted tanto pondera.
Y contarle, decirle, porque quizás usted no lo sepa o lo haya
olvidado, lo importante que fueron los trenes rurales para nuestra
querida patria. Mis alumnos siempre me enseñan en los trabajos
que realizamos la importancia del tren en el campo. A través
de los recuerdos de sus mayores me traen viejas historias repletas
de orgullo y de nostalgias.
Me dicen por ejemplo cuando los pueblos rurales, nacidos a la vera
de las estaciones de campo recibían los cereales estibados
en largos y sólidos galpones para luego ser llevados a puerto.
O las vacas que esperaban desde el día anterior para ser transportados
a las ferias. Si se podían oír sus mugidos durante las
noches y el griterío de la peonada por las mañanas cuando
las subían los vagones.
Los más viejos aún recuerdan las duras madrugadas de
invierno cuando esperaban en las puertas de las tranqueras el paso
del lecherito, ese tren que paraba en todos los tambos que orillaban
las vías.
Y tantas cosas más, como esas tardes de verano cuando los jóvenes
se acercaban a las hermosas estaciones de madera para esperar la llegada
de los vecinos que volvían de la Capital, o ver arribar a esos
primos que venían a pasar unos días; cuánta ansiedad,
ese tren que no llegaba más…. Pero llegaba, siempre y
a horario y además con encomiendas, repuestos, cartas, medicamentos.
¡Sí hasta los presidentes hacían su campaña
política en tren! ¡Parece Mentira!
El tren no sabía de malos tiempos ni de embotellamientos, quizás
no era muy rápido pero era muy seguro, cumplía y los
pueblos rurales prosperaban a su cobijo. El tren era correo para unos,
salud para otros, estudios para aquellos, pagos, afectos, noticias,
cultura, educación, pero por sobre todas las cosas era para
todos la sensación y la certeza de pertenecer a una misma sociedad,
a un mismo país.
Eso no tiene precio, no tiene igual, no es comparable ni reemplazable
por nada.
Luego vinieron dictaduras militares que devastaron nuestros sueños
y prepotencias democráticas que no los repararon. Se acuerda
Señora de «ramal que para, ramal que cierra», un
presidente de su propio partido amenazó y cerró estos
servicios. ¡Cuánta tristeza! ¡Cuánta impotencia!
Nuestros pueblos rurales empezaron a languidecer, algunos ya no existen,
otros deambulan en una especie de purgatorio, la mayoría resiste
a desaparecer. Pero no es fácil, aislados, rodeados de caminos
sin asfalto o en mal estado, sin peso político.
Usted sabe de esto porque la Patagonia sufre de estar lejos.
El tren, el viejo tren es el vehículo más democrático,
no se necesitaba ser rico para viajar, es más, en él
viajan todos juntos, todas las clases, todas las gentes, sin otra
distinción.
Yo soy docente en un CEPT (Centros Educativos para la Producción
Total), una escuela de alternancia bonaerense que precisamente trabaja
en la estación de trenes de Ireneo Portela, (partido de Baradero).
La comunidad, sabiamente, transformó una vieja estación
abandonada en un lugar de estudio y progreso. La Argentina de la mediocridad,
la mentira y la corrupción fue reemplazada por la de la esperanza,
el trabajo y la dedicación. En esos ramales casi muertos los
pibes aprenden a ser mejores técnicos y mejores personas. Fue
una hermosa y lúcida manera de transformar la decadencia en
progreso y que nuestro pueblo rural tenga un soplo de vida nueva.
Con mis alumnos leímos la conferencia donde usted anuncia la
llegada del «tren bala». Este pasa por nuestra querida
estación, ya hablan de trasladarnos, de llevarnos a un edificio
moderno, lejos de la turbulencia de este bólido.
Señora Cristina; queremos contarle por si usted no lo sabe,
que no es ese el tren que mis paisanos necesitan, no queremos uno
que pase a toda velocidad uniendo grandes ciudades, necesitamos el
viejo tren (un poco más arreglado claro) que pare todas las
mañanas y todas las tardes. Que lleve nuestros productos, nuestra
gente, que nos de vida, no que nos muestre fugazmente un lujo que
no nos pertenece.
Si los pueblos rurales se siguen muriendo mucha gente irá al
conurbano donde los esperan trenes rotos, desvencijados también,
que nuestros compatriotas sufren a cada día.
Mis alumnos me preguntan si usted quiere un tren bueno para ricos
y ricos y no volver a los trenes rurales de nuestros abuelos... ¿Qué
les decimos Señora Cristina?
Mientras tanto los pueblos rurales esperan. Esperan que una bala veloz
no les deje roto un maltrecho corazón y los deje definitivamente
fuera de la sociedad.
Oscar Dinova,
Profesor de Ciencias Sociales
DNI 12109132
Cipolletti:
«La Justicia divina se va a encargar de que paguen»
«Siento la necesidad de escribir estas líneas sólo
para asentar el dolor en el que estoy viviendo. Quizás la posibilidad
de comunicar mi dolor me haga sentir más libre de esta
tristeza que me abarca desde hace nueve años.
En Argentina no hay justicia. Se espero nueve años para poder
realizar este juicio que lo único que logró fue remover
todo el dolor que nos ha causado. Jugaron con nuestros corazones y
recuerdos; sólo para dejarnos con el vacío que el crimen
de mi tía todavía sigue impune. No se cuales son las
pruebas que el jurado necesitaba. Pero a mi no me quedan dudas de
que los Aguirre estaban involucrados en el asesinato de mi tía.
No me queda dudas de una reacción violenta de Juan Manuel cuando
vieron la firmeza de Ana para no dejarles nada a ellos.
Delante mío Juan Manuel Aguirre le pego a su padre simplemente
por que éste le pedía que piense qué hacer de
su vida. A ese dulce nene que llora y proclama inocencia en su blogg
yo le conocí sus dos personalidades.
Los jurados dieron su veredicto y sólo espero que ahora Ana
pueda descansar en paz y que nosotros nos quedemos con lo más
valioso que ella nos dejo. Su personalidad, sus ideales. A mi personalmente
me dejó sus valores. La ideología de ser una persona
independiente, profesional y buen corazón. La curiosidad
de viajar, conocer el mundo y la gente. El orgullo de valerme por
mi misma y la satisfacción de mis logros. Tía Ana creo
que no te defraudé.
Yo se que ella prefirió que la mataran que ver principios quebrados.
La justicia humana dirá que son inocentes, pero la justicia
divina se va a encargar de que paguen por sus culpas. Y ya a empezó
el castigo a mostrarse, los Aguirre son y serán nadie toda
su vida, por más que estén libres.»
María Eugenia Moreno
DNI: 22.455.055
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