Por ramiro morales
El gobierno generó expectativas. Había accedido al
pedido de los sectores más ruidosos y los más pacíficos
que, como ocurre en otros órdenes de la economía, se
sentían discriminados. En el Estado neuquino se impuso el mecanismo
de que “el que no llora no mama”, por lo que se adelantó
que iba a haber una recomposición para los sectores que no
habían sido alcanzados por los aumentos parciales y el viernes,
el gabinete encabezado por Federico Brollo hizo el anuncio. Algunos
quedaron satisfechos y levantaron las medidas de fuerza, otros quedaron
disconformes e igual levantaron las retenciones de tareas, y otros
directamente adelantaron que profundizarán las medidas. Es
un hecho que el aval a una medida de protesta puede tener mayor o
peor en función de las condiciones particulares que le toca
vivir al común de los trabajadores. Estos, al ver satisfecho
el primigenio pedido de una recomposición y la promesa de ingresar
a las bondades de la estabilidad que tiene el empleo público,
son cuestiones que acicatean la concurrencia a desórdenes que
caracterizaron al centro de la ciudad de Neuquén a razón
de hasta 7 marchas por día.
Como ya se había dicho en esta columna, el suelo fértil
para el crecimiento de las protestas estaba dado por un gobierno en
transición, un gobierno electo que asumirá en pocos
meses, y la necesidad de las autoridades de tejer un tramado de paz
social para mostrar hacia afuera, por necesidades políticas.
El gobierno prometió que en los próximos días
enviará el proyecto de presupuesto para el año que viene
que prevé un gasto que se ubicará entre los 3.400 y
los 3.500 millones de pesos. Las comparaciones son odiosas, pero Mendoza
con 1,5 millón de habitantes gastó el año pasado
3.100 millones de pesos y Río Negro, con muy pocos habitantes
más que Neuquén, gastará, el año que viene,
3.000 millones de pesos.
La semana estuvo marcada a fuego por la campaña electoral.
Se recibió la visita de Julio de Vido, ministro de Planificación
Federal, quien vino a Neuquén a anunciar la construcción
de viviendas. Ya nadie se asombra que los funcionarios nacionales
hagan campaña a favor de la esposa del presidente y lo hagan
utilizando las ventajas que tiene el tener un cargo político.
Pero más allá del uso de medios de transporte que para
el común de la gente están vedados por su costo, nadie
parece asombrarse de que se use la política de estado para
la campaña, y encima hacia un municipio porque la provincia
de Neuquén ya tiene su gobernador electo.
En la capital, la campaña terminó en un clima de “amor
y paz” como impulsaban los adherentes a la cultura que hizo
famosa la década de los 70. No hubo agresiones y tampoco se
pudo observar, como puede ocurrir en otros países, un debate
en serio entre los candidatos.
Para un observador externo no había ninguna propuesta que sea
diametralmente opuesta a la del oponente, todos prometieron viviendas,
cloacas, asfalto, servicios, seguridad, obra pública en los
barrios, entre otras cosas.
Esta situación generó la apatía generalizada
en los electores (como ocurrió en la mayoría de las
provincias del país), que ya toman el sufragio como una carga
y no como una instancia de real participación democrática.
En este contexto, Martín Farizano, del Frente Para la Victoria,
y José Brillo, del Movimiento Popular Neuquino, se disputarán
la intendencia en una elección que ya se polarizó hace
varias semanas.
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