Opinión: La Semana en Río Negro
La salud de un intendente

 
 
Por primera vez, se empezó a hablar abiertamente en Bariloche de la salud de Icare y sus implicancias en la vida institucional.


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Por maría argel

El mundo de la política en Río Negro se estremeció a principios de la semana pasada con la noticia de la internación en terapia intensiva del intendente de Bariloche, Alberto Icare, uno de los referentes más importantes y decisivos de las elecciones de los últimos años en la provincia.
El estado endeble del Intendente, por la diabetes, no era ningún secreto. Por el contrario, estaba en boca de todo el mundo. Sin embargo, la súbita internación no dejó de preocupar y abrió la puerta hacia una difícil etapa institucional en el Centro Cívico que anuncia un incierto futuro en cuanto al nuevo período de gobierno.
Icare aún permanecía con asistencia respiratoria en su sala de internación cuando estallaron las primeras discusiones acerca de quién lo sucederá en el gobierno.
Sus colaboradores más cercanos hablan por ahora sólo de un “período de licencia por enfermedad”, y de que la situación no lo inhabilita para volver a gobernar. Pero, en sus convicciones íntimas saben que Icare desde hace mucho tiempo dejó de ser el que era y así lo demuestra el marcado deterioro físico y mental que pueden percibir los que están en su entorno. No hubiera hecho falta ser un especialista para notar los evidentes signos de cansancio y el temblor que mostró el Intendente, por ejemplo, el día que ganó las elecciones en julio pasado, en el Centro Cívico. Sin embargo, jamás hasta esta semana se había hablado abiertamente de su salud. Según dicen sus colaboradores, “él mismo” (Icare) es el que quiere mantenerse en el poder, mientras su estado se lo permita.

Vendaval
La enfermedad del Intendente, tema que provocó destellos de discusión en la última campaña a las elecciones municipales, volvió a ser el eje de un debate obligado y ya sin tapujos en Bariloche.
Por estos días, el asunto desató un vendaval político que hasta rozó la delgada línea que separa la vida privada y la pública no sólo del Intendente, sino de uno de sus principales colaboradores, el secretario de Gobierno, Adolfo Fourés.
Con un tono de agresión llevada a una expresión lastimosa, Fourés se trenzó esta semana en una discusión con uno de los máximos referentes radicales, el legislador y ex rival político de Icare, Hugo Castañón.
El hombre cercano de Icare acusó al radical de lanzar rumores acerca de un empeoramiento, e inclusive, de la muerte del Intendente, tras su internación; y el legislador negó toda acusación y cuestionó severamente la conducta personal y como funcionario de Fourés.
Lo cierto es que los barilochenses empezaron a dudar acerca de la continuidad institucional en el Municipio. La principal incógnita, que los políticos deberán resolver con responsabilidad, es si Icare podrá afrontar un nuevo período de gobierno, a partir de diciembre próximo.
Para ello, habrá que llegar a un equilibrio entre la ambición de conservar el poder de unos, y las ansias de acceder a él, de quienes están en la vereda de enfrente.

Latente
Las noticias sobre la salud del Intendente Icare desplazaron otros dos asuntos no menos importante que involucran responsabilidades de quienes gobiernan: el nuevo accidente del cerro Catedral, por un lado; y la falta de control en la venta de alcohol a menores, una de las razones que provocaron la tragedia que le costó la vida a cuatro jóvenes en Bariloche, por otro.
La expuesta falta de seguridad en el manejo de los medios de elevación en el cerro Catedral mantiene una exigencia que por ahora quedó latente de parte del gobierno rionegrino. Más allá del impacto negativo que el asunto traiga aparejado para el turismo, desde el simple sentido común se percibe que lo que está en juego no es nada más ni nada menos que vidas humanas. Entonces, ¿qué medidas se tomará desde la órbita oficial para actuar como control de los privados?
En lo que respecta a la venta de alcohol a menores, el Municipio de Bariloche quedó en una incómoda e incompetente situación por la ineficacia de los controles y de firmeza frente a un empresario que no respetó una clausura. Así como en la trágica noche de Cromañon, aquí se empezó a hablar de una cadena de responsabilidades y de supuestos actos de corrupción, que permitieron que un lugar clausurado siguiera operando. Ahora, la defensora del pueblo de Río Negro, Ana Piccinini, inició una actuación de oficio por la trágica muerte de los cuatro jóvenes y habló de “hipocresía” en la manera de hacer cumplir las legislaciones vigentes. ¿Hacen falta más tragedias para actuar?

 

 


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