Por alfredo celani
Parece que el golpe sufrido el 20 de mayo cuesta de ser asimilado
del todo en el justicialismo. Ello está a la vista con las
divergencias que desde entonces ha venido experimentando la dirigencia,
no sólo en el seno mismo de ese partido sino en la configuración
que electoralmente se grafica en el Frente para la Victoria.
Congresos abortados por el escándalo, candidaturas aún
en suspenso y con procesos judiciales mediante, un socio como el Frente
Grande que en ciertos municipios ha preferido despegarse de la coalición
para competir individualmente en los comicios del 2 de septiembre,
muestran un panorama tan particular en el movimiento peronista que
ni siquiera la recordación –el jueves 26- del 55 aniversario
de la muerte de Evita los encontró, al menos, a todos unidos
en el homenaje.
El eje del principal conflicto pasa por la candidatura a diputación
nacional, algo todavía irresuelto con elecciones legislativas
a tan sólo noventa días.
Si el fallido congreso del pasado sábado 7 tensó al
máximo la situación cuando el desborde de algunos militantes
impidió lo que se creía iba a ser la proclamación
de Osvaldo Nemirovsci, los capítulos posteriores no han hecho
otra cosa que profundizar la incertidumbre. El consejo superior del
PJ decidió hace dos semanas ir a internas el 19 de agosto y
al momento de cerrarse esta semana el plazo para oficializar las listas
con Jorge Cejas, Ernesto Paillalef y Jorge Ahumedes confirmados para
la competencia, la autoexclusión de Nemirovsci le añadió
más duda al proceso por su anuncio de recurrir a la Justicia
a fin de validar lo que entendió un resultado a su favor aquel
parcial conteo de votos en el bochornoso y frustrado congreso de Godoy.
Pero no todo quedó ahí. A comienzos de la semana que
se va, la autopostulación de Silvina García Larraburu
para esa candidatura legislativa nacional interpuesta como prenda
de paz y a fin de facilitar el arribo a un consenso, muy lejos estuvo
de atenuar los ánimos. La dirigente de Bariloche y electa diputada
provincial en mayo, recibió más reproches que respaldos
a una iniciativa que vaya a saber si fue forjada en su fuero íntimo
o bien la idea estuvo inducida por algún otro delfín
partidario.
Así es la historia de este justicialismo rionegrino. Mucho
disenso, nervio y relativa proyección con posibilidad de éxito.
Por algo, quizá, dirigentes como Alberto Weretilneck –gobernante
de una ciudad con un peso importante como Cipolletti- dejó
a un lado la sociedad frentista con el justicialismo para presentarse
en forma individual -en lo partidario- a un comicio clave en su ciudad
como será el intento de la reelección.
Cerca de allí, otro desencuentro entre Ignacio Del Mazo y Claudio
Sepúlveda -ambos de extracción justicialista- en sus
aspiraciones de gobernar la comuna de Cinco Saltos se vieron por ahora
bloqueadas a raíz de las impugnaciones que tuvieron ambas listas
por parte del Tribunal Electoral Municipal, lo que deja el futuro
en ascuas y dependiendo también ello de la Justicia.
En fin, todas vivencias propias de un justicialismo, cada vez más
acostumbrado a vivir de un cimbronazo a otro.
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