Por María Argel
El mensaje de las urnas del pasado domingo fue claro: la administración
Saiz recibió un contundente respaldo de los rionegrinos, pero
a la vez, una nueva responsabilidad para que la provincia crezca y
genere riqueza y bienestar para todos los sectores.
Más allá de los errores de la oposición, cuya
autocrítica comenzaron a hacer tímidamente sus referentes,
los rionegrinos le dieron un nuevo voto de confianza al gobernador
Miguel Saiz, quien, tal como lo pregonó en su campaña,
conoce palmo a palmo el territorio rionegrino y a pesar de algunas
situaciones conflictivas, supo escuchar, atento, los reclamos.
Ese gobernador que asomaba como tímido y con una aparente falta
de liderazgo, allá por 2003, demostró tener una fuerte
llegada al habitante común de Río Negro y ejerció
el poder exhibiendo cohesión, capacidad y visión de
futuro. Sin duda, su inteligente acercamiento al gobierno del Presidente
Kirchner fue clave para convencer la voluntad de los votantes.
Pero, ya a esta altura todos los políticos lo saben, el nuevo
voto de confianza que obtuvo el pasado domingo es volátil y
le exige a Saiz aún más. El escenario es dinámico
y cambiante, tanto como el ánimo de los votantes, que esta
vez, quizás votaron más al hombre, a la figura, que
al Partido.
El Frente
Tras la derrota y el notable “error de cálculo”
que quedó en evidencia en lugares como Bariloche o Cipolletti,
el Frente para la Victoria deberá replantearse su rol en función
a su nuevo peso político y además deberá dejar
aparecer a nuevos líderes emergentes.
Miguel Pichetto tardó en reconocer que había perdido
la elección. Probablemente imaginó que esta vez iba
a cambiar la historia definitivamente. Pero ¿Quién se
animará a tomar la posta ahora?, ya lo intentaron sin éxito
todas las figuras fuertes del justicialismo. Un candidato natural
hubiera podido ser el intendente de Bariloche, Alberto Icare, pero
su frágil salud no le permite proyectarse hoy más allá
de las fronteras del lago Nahuel Huapi.
Además, así como la Concertación se mostró
unida hacia dentro y fuera y tuvo la habilidad de llegar a acuerdos,
por ejemplo, con el PPR, pareciera que en el Frente el proceso fue
inverso y no se exhibió otra cosa que heterogeneidad.
Indudablemente, Julio Arriaga quedó en una posición
muy incómoda respecto de su ciudad, que le había “respondido”
en las últimas elecciones de modo vehemente.
Aunque no lo admita, lo mismo deberá replantearse el intendente
Icare en Bariloche. Los resultados del pasado domingo demostraron
que no tiene el “arrastre” que supo tener en otras épocas
electorales y su figura ha sufrido un importante desgaste.
Lo Municipal
Bariloche siempre quiso elecciones simultáneas, pero el gobierno
provincial no se lo permitió. Ahora, las autoridades de la
ciudad están decididas a votar el 1° de julio, dos meses
antes de la fecha que propuso el gobierno provincial.
El costo económico será alto para la ciudad, pero parece
que no importa al Centro Cívico ni a Viedma, que abortó
cada intento barilochense de votar en la misma fecha o en una cercana
al 20 de mayo.
Los resultados del pasado domingo fueron como un duro golpe al orgullo
y la seguridad que venía acuñando el partido del intendente
Icare. Ahora deben asumir que el archirival del intendente, el legislador
Hugo Castañón, ha quedado muy bien posicionado y, tal
como ocurrió con Saiz a nivel provincial, ya se está
procurando la adhesión de figuras claves en el escenario político.
Cada contienda electoral deja lecciones categóricas, que los
políticos deben recibir con humildad para actuar luego con
sabiduría.
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