El laberinto del biodiesel

 
  Por ley Argentina debe mezclar las naftas y el gasoil que consume con un 5% de biocombustibles a partir de 2010. La producción de biodiesel crece año a año, pero aún no es rentable como alternativa a los hidrocarburos. Las claves de un negocio aún anárquico.


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  Neuquén > La matriz energética argentina, altamente dependiente del gas y del petróleo, y la declinación de los yacimientos hidrocarburíferos, hacen prever que el país se convertirá en un importador neto de fuentes de energía en el corto plazo.
En este contexto, entran en juego los combustibles alternativos como una de las medidas para reemplazar, aunque sea en una mínima parte, a los fósiles. Si bien ha quedado demostrado que las energías verdes no son la panacea y que requieren de regímenes legales y económicos que las sostengan, su desarrollo equilibrado puede significar un nuevo mercado rentable y un sustituto de las escasas fuentes de energía tradicionales. Argentina cuenta con la gran ventaja de tener amplias extensiones de tierras fértiles y una larga experiencia en el desarrollo de variedades agrícolas y en el manejo de técnicas de siembra y tecnologías.
En el mundo se apuesta al biodiesel y al etanol para reemplazar gradualmente y de forma acotada a los hidrocarburos. Se trata de un combustible renovable y más ecológico. Pero su estímulo debe tener condiciones y reglas claras, para no derivar en una desmedida fiebre por la siembra que se traduzca en más desmontes de los ya devastados bosques nativos del país. Además, se debe evitar que el cultivo para su producción compita con el mercado alimenticio.
En Argentina el biodiesel puede contribuir a potenciar el crecimiento del sector agropecuario y de algunas economías regionales.
El gas y el petróleo componen el 86 por ciento de la matriz energética del país. Las fuentes renovables, como la nuclear y la hidráulica, son marginales. El combustible más utilizado es el gasoil, que explica el 66% del total, seguido por la nafta (17%) y el GNC (17%).
En 2006 se promulgó en Argentina la Ley 26.093 que establece un régimen de promoción para la producción y el uso de los biocombustibles. La norma establece incentivos fiscales y la obligatoriedad de mezclar la nafta y el gasoil con un mínimo del 5% de bioetanol y biodiesel a partir de 2010. Así, se crea un mercado interno que demandará alrededor de 700 mil m3 de biodiesel y 250 mil m3 de etanol a partir de ese año. La ley deja la gran incertidumbre de qué precios se pagarán por ese combustible verde.
El biodiesel se puede usar puro o mezclarlo con gasoil.
Según un informe de los economistas Jorge Schvarzer y Andrés Tavosnanska, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), hasta hace unos años, en el país sólo se producía biodiesel a pequeña escala. Recién desde 2005 la producción comenzó a crecer. El año pasado se produjeron unos 200 mil m3. a mediados de 2007 se construyeron dos plantas de gran porte, una de Aceitera general Deheza-Bunge y la otra de Vicentín-Glencor.
Según la secretaría de Agricultura, ganadería y Pesca de la Nación, las plantas de biodiesel se dividen en pequeñas, medianas y grandes y cada una tiene sus particularidades:

Pequeñas:
Capacidad: hasta 5 mil m3.
Inversión de entre 18 y 30 mil dólares.
Ventajas: posibilidad de autoconsumo. Desventajas: alto costo en control de calidad y problemas de estandarización del combustible. Alto costo del manejo de efluentes y de las medidas de seguridad. Dificultad para controlar las ventas fuera del mercado formal.
Medianas:
Capacidad: entre 5 mil y 33 mil m3.
Inversión: hasta 8 millones de dólares.
Ventajas: menos costos operativos. Posibilidad de comercializar el biocombustible y sus subproductos.
Desventajas: mayor riesgo empresario debido a la volatilidad de los granos y los aceites.

Grandes:
Capacidad: mayores a 33 mil m3
Inversión: 8 a 12 millones de dólares. De más de 100 mil m3 requieren montos de unos 30 millones de dólares.
Ventajas: menos costos operativos por la mayor escala de producción. Obtención de glicerina de alto valor comercial. Posibilidad de ser elegibles para la obtención de bonos de carbono.
Desventajas: alta inversión. Mayor riesgo empresario debido a la volatilidad de los granos y los aceites.

Las plantas pequeñas son recomendables para los productores agropecuarios que a menudo tienen complicaciones para conseguir gasoil, más aún en época de cosecha.

La producción argentina
El informe de los economistas de la UBA asegura que entre las plantas en funcionamiento, en construcción y las anunciadas, Argentina produciría en los próximos años más de tres millones de m3 de biocombustibles.
En la actualidad en Argentina existe una capacidad de producción de 740 mil m3. A eso se le debe sumar la construcción de plantas que aumentarán la capacidad en 1,5 millones y los anuncios de proyectos, por unos 800 mil m3.
El consumo actual de gasoil en el país ronda los 14 millones de m3 anuales. Con la capacidad productiva proyectada de biodiesel, se podría sustituir el 18 por ciento del consumo de gasoil, si ese biocombustible se destinara sólo al mercado interno. Pero eso no va a ser posible, ya que la mayoría de las plantas se radican para exportar, debido a los altos precios internacionales.
De concretarse los pronósticos, Argentina se convertiría en un productor mediano de biodiesel a nivel mundial. A las plantas de AGD-Bunge y de Vicentín-Glencor, se sumarán en los próximos años las de Dreyfus, Patagonia Bioenergía, Eurnekian y Molinos, entre otras, las cuales inaugurarán la producción a gran escala.
Éstas serán las responsables del 91% de la producción total, mientras que las medianas tendrán el 8% y las pequeñas el 1% restante.
El mercado argentino de los biocombustibles se ha transformado sensiblemente en los últimos años. Se pasó de la escala del autoconsumo a las grandes productoras. Entre los grandes inversores hay cuatro argentinos (Oil Fox, Eurnekián, Patagonia Bioenergía y Molinos Río de La Plata), tres multinacionales (Dreyfus, Greenlife y Explora) y dos alianzas entre capitales nacionales y foráneos (Vicentín-Glencor y Aceitera General Deheza-Bunge). Estas 9 empresas sumarán una capacidad productiva de 2 millones de m3 al año y concentrarán el 88% de la oferta de biocombustibles.
El mayor productor del país será Dreyfus, que construye en General Lagos, Santa Fe, la planta más grande del país, con 340 mil m3 anuales. En segundo lugar aparece Oil Fox, que construye una fábrica en San Nicolás, Buenos Aires, con capacidad para 275 mil m3 de biodiesel a base de algas.
Más allá de la idea de la Ley de Biocombustibles de impulsar el desarrollo de las Pymes, parece que el negocio quedará en manos de las grandes empresas aceiteras. El aceite vegetal es el principal insumo de la producción de biodiesel, y como ya ha ocurrido, las grandes empresas se han negado a vender aceite de soja a las productoras de biodiesel. Para evitar el oligopolio del aceite de soja, las opciones son producir aceite de girasol, colza, algas, etc. Por ahora sólo Oil Fox ha tomado esa iniciativa con las algas.
El biodiesel tiene un margen de ganancia muy bajo, pero las aceiteras ven una oportunidad de exportarlo con retenciones de tan sólo del 5%, contra las altas retenciones móviles que tiene la soja.
La mayoría de las plantas de biodiesel se ubica cerca de las aceiteras, para ahorrar costos en fletes, y porque a su vez esas últimas están linderas a los puertos para poder exportar. El 91 por ciento de la capacidad productiva de biocombustible proyectada está instalada en el sur de Santa fe y norte de la provincia de Buenos Aires.

Escalada de precios
Los biocombustibles generan una gran polémica en torno a dos problemas: la posibilidad de que se dispare el precio de los granos ante el aumento de la demanda, y de su mano el alza del precio de los alimentos, y por otro, la degradación del medioambiente.
Si embargo, se pueden usar cultivos como la colza para evitar que compitan con los cereales destinados a los alimentos. En Argentina se optó por la soja, ya que los productores de biodiesel manejan la cadena sojera.
La soja tiene bajo rendimiento relativo, con unos 500 litros por hectárea. Mientras que con el girasol asciende a los 906 litros. Y la jatrofa y el ricino rinden 1.290 y 1.419 litros por hectárea, respectivamente. Esas son opciones para utilizar menos extensiones de tierras y de esa manera que no compitan por el espacio con los cultivos destinados a los alimentos, y evitar la deforestación.
Para llegar al 5 por ciento de corte reglamentado por ley, se necesitarán 1,4 millones de hectáreas de soja, o sea casi el 10% de la superficie sembrada en la actualidad. Si se habla de girasol, se necesitarían 772 mil hectáreas, es decir el 35 por ciento de lo sembrado hoy en día.
La soja y el girasol tienen la desventaja de que se cultivan en las tierras más fértiles del país, las cuales ya están en producción. Así, la producción de esos cultivos para elaborar biodiesel, compiten con el consumo humano. Aunque la soja se consume poco en el país, la mayoría se exporta.
El aceite de girasol es poco tenido en cuenta por el alto precio en que se cotiza en el mercado. La poca disponibilidad de tierras para expandir la producción hace diícil imaginar a la soja como un reemplazo sustentable de los combustibles fósiles.
La jatrofa es un cultivo exótico con poco desarrollo en el país. Tiene un alto porcentaje de aceite (55%). Se puede adaptar a las tierras del Noreste del país, muchas de las cuales están improductivas. Lo mismo sucede con el ricino, el cártamo y la colza. Estos cultivos se pueden desarrollar en tierras que actualmente están improductivas, excepto la colza que se puede sembrar en los campos de la soja, por ejemplo, durante el invierno.
Sin embargo estos cultivos alternativos presentan dificultades como que aún no se ha mecanizado su cosecha, lo que requiere mucha mano de obra.

¿Es competitivo?
La competitividad del biodiesel depende de la evolución relativa de los precios de la soja –principal costo de producción- comparados con el barril de petróleo. A nivel mundial, el barril de biodiesel se ubica por encima del valor del barril de petróleo, aunque el primero tiene un costo de producción del 60 por ciento menos. Pero esa brecha se ha ido achicando, y de su mano la posibilidad de que el biodiesel sea un sustituto de los combustibles fósiles.
En Argentina la rentabilidad del biodiesel se desconoce, ya que no se sabe a qué precio será comprado cuando deba ser mezclado con el gasoil a partir de 2010. Además, a ello se suma la incertidumbre de cuál será el valor de su principal insumo: el aceite de soja. Por eso es que las grandes plantas de biodiesel del país están pensadas para exportar, ya que ese biocombustible tiene sólo un 5 por ciento de retenciones.
Y a ello se suma que el precio interno del barril de petróleo es de 42 dólares en el país, debido a las retenciones que aplica la Nación. En ese contexto, las posibilidades competitivas del biodiesel son prácticamente nulas.
Cuando Argentina, la principal exportadora de aceite de soja del mundo, deba aplicar biodiesel al gasoil, en 2010, tendrá que reducir su exportación de aceite en 2 toneladas anuales para producir la fuente de energía verde. Se estima que ello, sumado a una medida similar en Brasil, el segundo exportador, hará que se reduzca la oferta de aceite de soja a nivel mundial y que por ende se dispare su precio. Por lo tanto, el impacto de la industria del biodiesel en la cadena sojera sería marginal en cuanto a su valor agregado, pero puede resultar decisiva por su influencia en los precios de exportación.

Etanol
Por otro lado, en Argentina hay una pequeña producción de etanol (se elabora de la caña de azúcar), que se puede mezclar con las naftas. Actualmente se elaboran unos 200 mil m3 al año.
Además de los 23 ingenios azucareros en funcionamiento, hay una serie de anuncios de inversiones que elevarían la capacidad de producción de etanol a 770 mil m3 al año. Eso permitiría reemplazar un quinto del consumo de naftas.
Quince de los 23 ingenios que producen etanol en el país están en Tucumán.
El precio del barril de etanol está en unos 70 dólares el barril, valor inferior al del precio actual del barril de petróleo a nivel internacional, pero muy por encima de los 42 dólares que vale el crudo en el mercado interno argentino.

Interrogante abierto
La expansión del biodiesel se ha acelerado por dos causas: la brusca suba del precio del petróleo y las políticas de incentivo.
La demanda de materias primas para producir biocombustibles produjo en los últimos años un aumento en los precios de los cultivos, hay consenso en que el alza de los precios del maíz y la soja obedecen a este fenómeno.
Por otro lado, la competencia por el maíz y la soja como alimentos humanos o fuentes de energía, está provocando un conflicto potencial en el mundo. Puesto que la oferta agrícola es limitada, el resultado es un aumento de precios que afecta a los pobres. El aumento del maíz, por ejemplo, produjo un problema en México, cuya alimentación básica de la población es a base de ese cereal.
Por sus ventajas naturales, Argentina tiene buenas condiciones para producir biocombustibles para el mercado interno y para la exportación. Pero su rentabilidad es aún un misterio. Todo dependerá de las políticas oficiales que se apliquen.

 

 


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