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El incendio no logró destruir
sus entrañas; el comandante permaneció a bordo hasta
el destino final.
El rompehielos partió desde Buenos Aires el 12 de diciembre
pasado y durante una nueva Campaña Antártica efectuó
el reaprovisionamiento y retiró los deshechos de las bases
Esperanza, Jubany, San Martín, Primavera, Orcadas, Cámara,
Petrel, Decepción, Melchior, Brown, Marambio, Belgrano II y
Matienzo.
Luego de realizar con éxito su recorrida y, en la etapa de
retorno, a poco de partir del puerto de Ushuaia, un siniestro sorprendió
a los tripulantes. La crónica del viaje, de los sucesos y el
desenlace, engrandecen mucho más el perfil naval de este auténtico
“coloso naranja”.
6 de abril
La tripulación comenzaba a sentir los «aires»
de Pascuas, extrañaban mucho más a sus familias. Un
día soleado los despertó en cercanías del Puerto
de la ciudad de Ushuaia.
El segundo comandante, Capitán de Fragata Luis Isidro Romero
presidió la formación en la cubierta de vuelo del rompehielos.
Elogió el trabajo del personal a bordo tanto en la unidad como
en las Bases Antárticas. Destacó la acción de
los departamentos de abastecimientos, máquinas, operaciones,
sanidad y cubierta, pese a que en ocasiones las exigencias fueron
adversas. Después vino la “Puerta Franca”. La dotación
cambió de ropas para pasar el día en la ciudad.
11 de abril
El rompehielos “Almirante Irizar” sufrió un incendio
a bordo a 250 km al este de Puerto Madryn (Chubut). Los 296 tripulantes
y pasajeros abandonaron el buque en veinticuatro balsas salvavidas.
No hubo víctimas. El siniestro había comenzado en la
navegación de regreso desde Ushuaia, luego finalizar la Campaña
Antártica de verano 2006/2007.
El comando del buque señaló que las llamas se originaron
en el cuarto de generadores y se propagó de forma tal que se
tornó incontrolable. Como consecuencia de ello, el comandante,
Capitán de Fragata Guillermo Tarapow, ordenó que abandonaran
la nave toda su tripulación y pasaje. Entre ellos, personal
civil de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) y
efectivos del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada.
Buques que navegaban en inmediaciones acudieron en auxilio del “Irízar”.
Los primeros en arribar fueron el petrolero de bandera panameña
“Scarlet-Ibis” y el pesquero uruguayo “Magrit”,
quienes embarcaron un grupo de náufragos.
Un avión de reconocimiento B-200 de la Armada y un caza de
la Prefectura Naval sobrevolaron la zona y localizaron las balsas.
Un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea y
un Fokker F-28 de la Armada fueron destacados en Trelew para colaborar
en la evacuación de los tripulantes para transportarlos a la
Base Naval Puerto Belgrano y al Destacamento Aéreo Naval del
aeropuerto internacional de Ezeiza.
Desde la Base Naval de Mar del Plata zarpó la corbeta “Granville”
y el guardacosta “Thompson” de la Prefectura Naval Argentina
para colaborar en las tareas de rescate.
12 de abril
Con caras de frío, sueño y cansancio pero con el ánimo
alto, llegaron los tripulantes del rompehielos “Almirante Irizar”
a Puerto Madryn, rescatados en una colosal operación. En el
salvataje intervinieron los pesqueros “Don Cayetano” y
“Magritte” de bandera argentina y el petrolero de bandera
panameña “Scarlet-Ibis”, asistidos por aeronaves
de la Fuerza Aérea, Prefectura Naval y de la Armada Argentina.
Los tripulantes vestidos con ropa y calzado que les cedieron los pescadores,
festejaron con aplausos, gritos de alegría y abrazos el final
de una experiencia que los llevó a sentir incertidumbre por
sus propias vidas.
En la zona del siniestro permanecía el guardacostas Thompson
de la Prefectura Naval Argentina, con jefes de máquinas, operaciones
y control de averías. Mientras tanto, en el rompehielos,el
comandante, Capitán de Fragata Guillermo Tarapow permanecía
en la unidad.
El destructor Almirante Brown, y las corbetas Guerrico y Robinson,
con dos helicópteros AS-555 Fennec de la primera Escuadrilla
Aeronaval, fueron destacados a una milla náutica del Irízar,
para estudiar la situación, hacer los peritajes y ver la posibilidad
de remolcarlo hasta la Base Naval Puerto Belgrano. A estas unidades
se sumó el aviso “Castillo”, en apoyo de la nave
siniestrada.
13 de abril
El rompehielos continuaba fondeado, inmóvil, a 250 km de la
costa. Una estela de humo blanco se elevaba desde su popa. Cerca,
navegaban el aviso “Castillo”, el destructor “Almirante
Brown” y las corbetas “Robinson” y “Granville”.
Fiel a las tradiciones navales, el comandante del Irízar, capitán
de fragata Guillermo Tarapow, permanecía en su puesto.
El capitán de navío Alejandro Losada, comandante del
Comando Antártico junto al jefe de máquinas, capitán
de corbeta Osvaldo González, el jefe de operaciones, Maximiliano
Mangiaterra y el jefe de control averías, teniente de navío
Esteban Lorenzatti, regresaron a la unidad para iniciar el rescate.
Ellos, junto a personal del Servicio de Salvamento de la Armada y
de la Agrupación de Buzos Tácticos, conforman un grupo
de treinta hombres que realizaron la búsqueda de focos de incendio
y examinaron los daños causados por el fuego.
Mientras tanto, el aviso “Castillo”, que participó
en la campaña antártica de verano junto al Irizar, con
su cañón hidrante comenzó a refrigerar la banda
de babor. Cuando un buque de las características del Irízar
arde, sus paredes pueden alcanzar cientos de grados de temperatura
pudiendo ocasionar incendios posteriores. La operación no fue
fácil. La falta de energía a bordo complicó las
tareas. Además, los vientos fuertes y olas de hasta tres metros
de altura, complicaron la situación.
Mientras tanto, los tripulantes que regresaron a tierra no perdían
las esperanzas de que salvaran al barco que los cobijó y fue
su hogar durante los últimos cuatro meses.
14 de abril
Las grandes olas que rodean al herido “Coloso Naranja”,
hacen que se mueva como si quisiera escapar del lugar.
Se iniciaron los trabajos para acondicionar el rompehielos y remolcarlo
hacia la Base Naval de Puerto Belgrano. En su espera, el destructor
“Almirante Brown”, las corbetas “Robinson”
y “Granville” y el aviso “Castillo” permanecieron
en la zona del siniestro.
El comandante y treinta hombres de diferentes dotaciones de las Unidades
Navales, personal Buzos Tácticos y del Servicio de Salvamento
sumaron capacidades. Las tareas de refrigeración con agua de
las secciones externas posibilitaron el ingreso para combatir o retardar
el fuego y exterminar los focos ígneos. Poco después,
el buque volvió a ser náuticamente seguro. Las condiciones
hidrometeorológicas de la zona se presentaban con vientos fuertes,
la temperatura del agua de mar se mantuvo a 11 º.
El comportamiento de las olas fue moderado. Todo esto hizo que, casi
por milagro, la naturaleza les diera una mano.
16 de abril
Las condiciones meteorológicas se volvieron repentinamente
adversas y demoraron el acondicionamiento del buque para remolcarlo.
Los fuertes vientos y un mar con olas de hasta siete metros, alcanzaron
el puente de comando, complicando la reparación.
A bordo, el comandante en la cabina de mando con treinta hombres de
diferentes dotaciones navales de salvamento. El personal embarcado,
dividido en dos grupos. Uno dedicado a achicar el agua existente a
bordo; el otro inspeccionando y ventilando todos los sectores.
El destructor “Almirante Brown” las corbetas “Robinson”
y “Granville” y el aviso “Castillo”, listos
para brindar apoyo al “Coloso Naranja”. El aviso “teniente
Olivieri», en cercanías de Puerto Madryn para abastecer
con repuestos, grupos electrógenos portátiles y grilletes
de cadena que complementarían el tren de remolque.
La Armada Argentina aceptó el ofrecimiento de la empresa “Satecna”
que puso a disposición el remolcador “Libertador”.
17 de abril
Aprovechando el mejoramiento de las condiciones meteorológicas
imperantes en la zona de operaciones, los buques de la Armada Argentina
inician el tan esperado «Operativo rescate».
19 de abril
Se inició el remolque del rompehielos Irizar con destino a
la Base Naval Puerto Belgrano. El remolcador «Libertador»
y el aviso “Castillo” iniciaron el traslado de la unidad
a una velocidad de ocho kilómetros por hora. El tren de remolque
tenía una longitud de un kilómetro de largo , contabilizando
el largo de cada buque. Inició el tren el remolcador «Libertador.
De él parten 350 metros de cable de acero que fueron tomados
por el Aviso “Castillo”. Este último buque posee
un guinche con un regulador automático de tensión de
donde sale una combinación de cables de acero y cabos (sogas)
de perlon (nylon de alta resistencia) de una longitud de 450 metros.
La combinación del guinche y el cabo de perlón proveen
la elasticidad necesaria para absorber las tensiones provocadas en
la línea de remolque.
Las corbetas “Robinson” y “Granville” y el
aviso “Teniente Olivieri” navegaron en apoyo del Rompehielos,
en tanto que el destructor “Almirante Brown”, iba al encuentro.
20 de abril
El «Irizar»en Puerto Belgrano. Gran expectativa se generó
en torno a su reparación para que, en la próxima Campaña
Antártica regrese a las bases argentinas en el continente blanco.
El comandante Guillermo Tarapow cumplió con la tradición
naval de mantenerse, sin abandonar el navío. Una salva recibió
al «Coloso Naranja» que, muy pronto, cicatrizará
sus heridas.
El nombre
Fue bautizado Almirante Julián Irízar en homenaje
a quien comandó, con el grado de teniente de navío,
la Corbeta Uruguay en su memorable expedición de rescate de
una misión sueca varada en los hielos antárticos, en
1903.
Guerra de Malvinas
Durante la contienda bélica, el Irízar fue
pintado de blanco con una gran cruz roja que lo convirtió en
buque hospital.
A pocos años de su llegada al país, el rompehielos
Almirante Irízar tuvo un papel protagónico en la Guerra
de Malvinas. En la bautizada «Operación Rosario»,
que constituyó el desembarco del 2 de abril de 1982 en las
islas Malvinas, el Irízar sirvió de transporte de varios
buzos de la Armada que, junto con sus equipos, realizaron tareas tácticas
de la ocupación argentina.
Luego, durante la contienda bélica, el Almirante Irízar
dejó de lado su clásico color naranja para ser pintado
de blanco con una gran cruz roja y convertirlo así en buque
hospital.
El 17 de junio de 1982, tras la capitulación argentina, y rumbo
al continente, el rompehielos zarpó por última vez desde
Puerto Argentino atestado de conscriptos y militares argentinos heridos
y mutilados.
Retornó luego a sus habituales campañas antárticas
hasta que, en junio de 2002, su rutina se interrumpió.
El gobierno argentino fue requerido por una compañía
naviera extranjera para el rescate del buque científico alemán
«Magdalena Oldendorff», atrapado en los hielos antárticos.
Ante un Atlántico Sur agitado, vientos huracanados y temperaturas
bajo cero, el Almirante Irízar, con 177 tripulantes, puso proa
al Polo Sur. Luego de atravesar casi mil kilómetros de masas
espesas de hielo, ubicó al buque en problemas. Lo reaprovisionó
con combustible, medicamentos y alimentos. Luego lo remolcó
y sacó de la difícil situación hasta llevarlo
a una zona de hielos menos peligrosa. Días después,
centenares de familiares, amigos y curiosos se agolparon en la Dársena
Norte, en el puerto metropolitano, para recibir triunfal al veterano
gigante de los mares.
Multifunción
Buenos Aires (NA) > El rompehielos «Almirante
Irízar» tiene como principal misión el reaprovisionamiento
de las bases instaladas en la Antártida y el traslado de contingentes
de científicos, aunque su capacidad para los rescates en el
continente blanco lo han hecho participar de numerosos operativos
de emergencia.
Sin embargo, este buque, uno de los más imponentes de la flota
argentina, es utilizado para realizar investigaciones durante sus
extensos periplos de cuatro meses por las aguas más australes
del mundo.
De hecho, el inmenso barco posee en su interior laboratorios e instrumental
para realizar mediciones sobre temas de biología, oceanografía
y climatología, entre otras especialidades. El «Irízar»
está capacitado para remolcar a otras embarcaciones
y cuenta con un importante equipamiento médico, por lo que
es muy valorado en materia de rescates. De hecho, el «Irízar»
cuenta a bordo con un quirófano, un consultorio odontológico
y un laboratorio de análisis clínicos.
Esto, sumado a que posee 24 botes auto-inflables y dos helicópteros,
lo transforman en una de las naves más requeridas en la Antártida,
cuando se trata de participar en evacuación de naves encalladas
y cualquier otro tipo de emergencias náuticas.
Hombre de honor
Perteneciente a una familia de marinos, el comandante Tarapow
cumplió a rajatablas con la tradición naval.
Buenos Aires (NA) > En cumplimiento del viejo
axioma marino que reza que un capitán debe permanecer en su
barco pase lo que pase, el hombre a cargo de los destinos del «Almirante
Irízar» se rehusó a abandonar su nave en alta
mar y se obstinó en permanecer a bordo tras dar la orden de
evacuar el rompehielos. El capitán de fragata Guillermo Tarapow,
integrante de una familia de arraigada tradición naval y máximo
responsable del inmenso buque destinado a las expediciones antárticas,
resolvió permanecer a bordo mientras las otras casi 300 personas
que se encontraban en la embarcación eran evacuadas por los
buques de auxilio.
Tarapow pertenece a una familia con arraigada tradición naval
ya que tanto su padre como algunos de sus hermanos pertenecen a la
Marina.
Como pequeña muestra de esta devoción por las artes
de los mares, fue bautizado con tres nombres: el primero de ellos
es Guillermo, al igual que el almirante Brown, máximo héroe
naval de la Argentina; y el tercero es Nelson, como se apellidaba
el mítico almirante de las flotas inglesas que enfrentó
y venció a las fuerzas de Napoleón Bonaparte en la batalla
de Waterloo.
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