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Por mariana percovich
Su último libro, «El horizonte del nuevo siglo»,
se centra en retomar el antiguo diálogo entre la paz y la justicia.
En el inicio del siglo
XXI, ¿por qué cree que es interesante reflexionar a
partir de estos dos conceptos?
El diálogo entre justicia y paz, plagado de conflictos, confrontaciones,
atrocidades, retrocesos y avances recorre la historia. Desde que se
constituye la ciencia política, justicia y paz son dos términos
ineludibles, tanto en el plano interno de las naciones como en el
plano de las relaciones de las naciones entre sí. Entonces,
lo que buscamos fue circunscribir este diálogo a tres problemas,
que son cruciales en el mundo actual, que se ha achicado por los procesos
de globalización. Primero abordamos la justicia y la paz en
la esfera internacional. En segundo lugar, los problemas de justicia
y paz en el plano interno de las naciones en relación a ese
problema crucial como es el problema de la legitimidad - mucho más
problemático para los argentinos que para los europeos-. Y
por fin, enfrentamos un problema que es central en la Argentina de
los últimos 30 años, que es el problema de la justicia
y la paz frente a los crímenes del pasado. Es decir, el tema
de aquellos países que llegan a montar procesos democráticos
y tienen que lidiar con una herencia del pasado teñida de sangre.
Esto no sólo toca a los argentinos respecto de la antigua dominación
militar, también toca a los chilenos. Y en Europa se están
planteando problemas muy interesantes porque no hay que olvidarse
que los países del Este, que han vuelto a la democracia y que
ahora se han incorporado a la Unión Europea, también
heredan regímenes de violencia severos de toda la etapa comunista.
¿Cómo concebir la justicia en un mundo que
nos dicen está en permanente guerra contra el terrorismo?
Ahí viene el gran problema. Por un lado está el concepto
de paz, que puede evocar la tranquilidad en el orden, como decía
la famosa frase de San Agustín, la tranquilidad en el orden
justo, como lo retoma Calvez; lo que evocaría un clima de justicia
al que muy pocas naciones en el mundo se han aproximado; ahora, en
el plano de las relaciones internacionales, lo que hay es pax, en
el sentido que los romanos hablaban de pax romana. Es una paz impuesta
que resulta de conflictos, guerras y hoy en día de la expansión
imperial. Porque la novedad de este comienzo del siglo XXI es que
el sistema internacional ya no está más constituido
por la balanza entre dos o más superpotencias, sino que es
el resultado de una superpotencia que tiene imperio militar en todo
el planeta. ¿Qué se entiende por imperio militar? La
capacidad de hacer la guerra en cualquier punto del planeta. Entonces
la cuestión se plantea en dos niveles. En primer lugar, qué
se puede hacer en el plano general de las Naciones Unidas, daría
la impresión que en este momento estamos pasando por una etapa
opaca en esta materia porque la guerra en Irak es resultado de que
pasaron por encima de cualquier ordenamiento internacional. Pero,
por otro lado, los ordenamientos internacionales en algunos aspectos
siguen teniendo vigencia, los últimos ejemplos son los juicios
por tribunales internacionales a los genocidas de Ruanda y Kosovo
y la intervención en Haití.
Una de las críticas más escuchadas hacia el
Penal Tribunal Internacional es que su banquillo de acusados está
pensado únicamente para los vencidos.
Eso descriptivamente es cierto, pero no quita que el vencido haya
sido un genocida. Porque de esa manera no hubiéramos justificado
tampoco los tribunales de Nüremberg y los que fueron a los tribunales
de Nüremberg, aunque vencidos, fueron los responsables del holocausto
de seis millones de judíos.
¿Cuál es la tarea en el orden regional?
Lo que postula el libro es una salida interesante que se expresaría
en esta fórmula: si no podemos hacer la paz perpetua en el
sentido de Kant en el orden mundial, por lo menos procuramos hacerla
en el orden regional. Y aquí sí creo que los hallazgos
de los últimos años en algunos aspectos son positivos.
La partera de la guerra moderna es Europa, las dos guerras mundiales
son en su origen guerras europeas, y este continente ha hecho la increíble
hazaña de que ahora es una zona de paz y de garantía
absoluta de los derechos desde el Atlántico hasta los Urales.
¿Quién hubiese pensado eso? Yo, con mis 67 años
si me hubiera hecho esta pregunta hace 40 años, hubiese contestado
un no rotundo. Este mismo debería ser el objetivo del Mercosur
y yo creo que en alguna medida hemos avanzado, pese a las enormes
dificultades de índole económica y social que afectan
a nuestras democracias. En el Mercosur no hemos tenido efectos económicos
muy importantes, pero es muy importante que sea capaz de crear comunidades
de paz entre las naciones. El Mercosur hasta hace muy pocos años
no era una comunidad de paz, era un territorio donde las hipótesis
de guerra estaban a la orden del día. No hay que olvidarse
que estuvimos al borde de entablar una sangrienta guerra con Chile,
esto para un historiador está muy cerca, pasaba a fines de
la década del 70, principios de los 80. Luego tuvimos una guerra
en Malvinas, donde felizmente algunas
naciones latinoamericanas no se volcaron al lado del Reino Unido,
pero otras sí. Es decir, había problemas de guerra muy
serios, lo que pasa es que como en este ciclo de declinación
la Argentina no hace más que mirarse a sí misma, la
mayoría de los argentinos ni se daban cuenta de esto, pero
el país y los otros países estaban rodeados de hipótesis
de conflicto. Teníamos hipótesis de conflicto con Brasil,
hipótesis de conflicto con Chile, ¡hasta hubo hipótesis
de conflicto con Uruguay! Un absurdo. El Mercosur ahora es una comunidad
de paz de protección de la democracia; y creo que ha tenido
una acción muy eficaz frente a crisis de desestabilización
democrática como las que han soportado Bolivia, Paraguay y
otros países.
En sus escritos habla de que se está formando una ciudadanía
regional y global por sobre la nacional. ¿Cómo puede
percibir una persona que vive en una pequeña ciudad de la Argentina
la idea de ciudadanía regional y global?
Bueno, es muy difícil porque en general cuesta mucho trabajo
percibir los conceptos de ciudadanía nacional. Es posible que
no todos lo vean, pero el hecho de que algunos ya lo vean es muy importante.
Lo que tratamos de transmitir en el libro es una percepción
que tenemos del mundo que es el apetito por el largo plazo, el apetito
de futuro. En algún momento de su historia Argentina lo tuvo.
La obra de Sarmiento, Alberdi y Mitre da cuenta de cómo allá
por 1850 ellos estaban pensando el siglo XX, de cómo iba a
ser la Argentina en el siglo XX. Eso Argentina lo perdió desde
hace muchas décadas, no logra recuperar el largo plazo. Ahora
si en algún momento recuperamos el largo plazo, estas ideas
de las ciudadanías y las legitimidades superpuestas son muy
importantes porque son una doble garantía acerca del goce de
los derechos.
Ahora a nivel continental tenemos el Tribunal de Justicia
de Costa Rica...
Que ha dado resoluciones importantes en el plano del sistema interamericano,
sistema raro porque tenemos la jurisdicción del tribunal de
Justicia de Costa Rica para nosotros pero no para los Estados Unidos.
Porque el gran problema que hay en el mundo es que los Estados Unidos
no se pliegan a ningún ordenamiento jurídico internacional
con excepción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Esta posición de Estados Unidos, ¿puede llegar
a cambiar en el mediano o corto plazo?
En el corto plazo no. Si gana Kerry yo creo que lo menos que podríamos
esperar en una perspectiva razonable es que Estados Unidos salga de
esta trampa terrible de la guerra en Irak. Los Estados Unidos tienen
que volver al espíritu de 1945 y 1948, el espíritu que
sopló sobre la fundación de las Naciones Unidas.
La Corte Suprema argentina revocó esta semana un fallo
que beneficiaba a un agente de inteligencia chileno que asesinó
en nuestro país a un militar y su esposa en 1974, lo que da
a entender que para la Corte los crímenes de lesa humanidad
no prescriben. ¿Qué análisis hace de este fallo?
Es en un caso, no es una regla general. Hay varios caminos para lidiar
con la herencia del pasado. En algunos países el camino de
la amnistía funcionó, como en el caso de España,
aquí no funcionó. Entonces, cuando no se dan esas circunstancias,
porque la amnistía requiere un consenso, hay que jugar a fondo
la carta de la legalidad y reconocer que las democracias con división
de poderes, como es el caso de la Argentina, hay una última
instancia que es la Corte Suprema de Justicia y esa última
instancia debe ser obedecida.
Quiere reinstalar el apetito de futuro, la perspectiva del
largo plazo, ¿le parece que en la Argentina hay a veces un
apetito de pasado?
Lo que hay en la Argentina es un choque no resuelto de memorias contrapuestas,
memorias blindadas. Es el blindaje del pasado, memorias que no terminan
de entenderse. Entonces uno se pregunta, este museo de la memoria
que van a hacer en los terrenos tan trágicos de la ESMA, ¿qué
va a representar? ¿va representar todo un ciclo de violencia
o va a representar una parte de ese ciclo de violencia - tal vez la
más importante en cuanto el número de víctimas
que cobró-? No hay que olvidarse que también hubo otra
violencia, en términos menores en cuanto al número de
víctimas.
¿Quién es hoy la oposición en la Argentina?
Hay dos tipos y un partido hegemónico. Una es la oposición
de la calle, que se expresa en manifestaciones, en forma de piqueteros
o de reclamos de seguridad. Eso significa una movilización.
Pero que no resuelve el problema de las democracias contemporáneas
que es la mediación representativa. Una buena democracia funciona
cuando hay un partido de gobierno y un partido de oposición
que ofrece una alternativa. Ahora, en el vértice superior del
triángulo está el partido hegemónico del justicialismo,
en un vértice de la base están los piqueteros y las
manifestaciones; y en el otro hay una mirada de partidos de oposición,
todos desarticulados. En el plano de centroderecha está lleno
de caciques con poca tropa y lo mismo está pasando en el plano
de la centroizquierda, con un agravante que es la declinación
de la Unión Cívica Radical que era el partido de alternativa. |
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