Por Darío Soto
Haciendo gala de un inusual pragmatismo el gobernador, Miguel Saiz,
mandó a Hugo Cuevas a votar a favor de la reforma del Consejo
de la Magistratura. Es probable que públicamente nadie reconozca
esta acción pero es notable cómo actuaron en consonancia
con el rionegrino los santiagueños Daniel Brue y Cristian Oliva,
el catamarqueño Genaro Collantes y el correntino Ricardo Colombi,
todos radicales que ayudaron a convertir en ley la iniciativa de la
senadora Cristina Fernández.
Si bien el gobernador rionegrino, al menos todavía, no defendió
expresamente el voto de su correligionario condenado a ser expulsado
del partido de Alem, si salió a poner la cara el gobernador
de Mendoza, el radical Julio Cobos, quien al mismo tiempo que descartó
una alianza con Néstor Kirchner —con el que mantiene
una excelente relación— de cara a las elecciones del
2007, defendió la reforma del Consejo de la Magistratura.
Contradictoriamente su correligionario, comprovinciano y presidente
de la Unión Cívica Radical, Roberto Iglesias, fue muy
duro, al punto que propicia la expulsión de su partido de los
cinco diputados radicales que avalaron la reforma. Cobos apenas lamentó
que las segundas minorías se quedaran afuera del organismo
rediseñado, pero advirtió: «La ley no refleja
ningún avasallamiento del Presidente sobre la Justicia».
Paradójicamente el duro Iglesias, quien pretende defender a
ultranza la disciplina partidaria, no integra el bloque oficial de
la UCR en la Cámara Baja presidido, también paradójicamente,
por el rionegrino Fernando Chironi.
Resulta difícil creer que los comités distritales a
los que pertenecen los diputados presuntamente rebeldes dispongan
su inmediata expulsión, tal como lo solicitó el Comité
Nacional a través de un parte oficial. Nadie en su sano juicio
podría imaginarse al Dr. Pablo Verani presidiendo una reunión
del Comité Central con el único objetivo de cumplir
la orden impartida por Iglesias: expulsar a Cacho Cuevas.
Está claro que los diputados radicales que votaron alineados
con el oficialismo kirchnerista, no lo hicieron únicamente
para lograr «algún» beneficio para sus provincias,
como lo señalara oportunamente el ex presidente Raúl
Alfonsín. No parece afortunada la descalificación en
boca de quien mantuvo relaciones carnales con un gobernador riojano
que luego lo sucedería en el poder. Mucho menos si se tiene
en cuenta el modo en que ejerce el poder el actual presidente, capaz
de ahogar a los disidentes de su propio partido, o de ningunear a
provincias cuyos mandatarios osan oponérsele, como sucede con
Neuquén y su gobernador Jorge Sobisch.
Aunque no se espere una respuesta a vuelta de correo, está
claro que Saiz privilegia una buena relación Nación-provincia
frente a la que mantiene con la dirigencia nacional de un partido
que pareciera dispuesto a enfrentarse con dirigentes distritales que
exitosamente superaron las elecciones del año pasado y hoy
gobiernan estados provinciales con el sello radical, constituyéndose
en la última frontera que contiene a un partido casi en vías
de extinción, al menos como herramienta de política
nacional.
Qué país este país en los que los gestos se transforman
en mercancías con la pretendida excusa de lograr un intercambio
que beneficie la calidad de vida de la gente. Dos siglos atrás
José Hernández decía: Hacete amigo del juez /
no le des de qué quejarse/ que siempre es bueno tener/ palenque
ande ir a rascarse.
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