Por Ramiro Morales
Los pronósticos más desalentadores, en efecto, se cumplieron.
Y los primeros calores intensos de la temporada estival volvieron
a empujar a miles de vecinos de Neuquén capital a un calvario
cada vez más tortuoso: vivir sin agua.
(Probablemente el drama de familias enteras, como el que se describe
en las páginas 6 y 7 de la presente edición, explique
con mayor nitidez el estado de la situación).
Buena parte de las actuales autoridades -provinciales y municipales-
transitaba las campañas proselitistas cuando se advertía
la magnitud del problema este verano.
Es decir, no eran ajenos a este cuadro, ni desconocían lo que
finalmente encontrarían.
Tal vez, el estado real de las cuentas públicas a heredar podía
deparar relativas sorpresas, como ocurrió en la mayoría
de las municipalidades del territorio neuquino y en el Ejecutivo provincial.
Pero no el problema del agua con cañerías obsoletas,
bombas insuficientes y redes colapsadas.
Alentador
Probablemente se haya entendido de una vez que garantizar un servicio
óptimo no es otra cosa que hacer lo que marcan “la Constitución
y las leyes” (un eslogan que últimamente los políticos
utilizan, como jaculatorias, para justificar cualquier cosa) y que,
asimismo, se haya entendido que se trata, no de un asunto, sino de
un verdadero problema de Estado.
Acaso los seis millones de pesos que el Gobierno provincial acaba
de disponer para la ejecución de obras urgentes no alcancen
para remediar un cuadro tan severo.
Pero sí es alentador que funcionarios de la Provincia y la
Municipalidad de Neuquén se hayan sentado alrededor de una
misma mesa, dejando las diferencias a un lado, para acordar políticas
conjuntas.
El del agua es un problema-síntesis.
Es humano, social, de infraestructura y financiero. Si no se comprende
de ese modo, a lo mejor, el costo termine siendo mucho más
caro de lo que podría imaginarse.
Las obras que deben realizarse para paliar la escasez de agua no son
de sencilla construcción y sus costos son altos, pero son una
necesidad ya.
El futuro
También hay otra variante que puede colaborar, en el corto
plazo, que es que los vecinos de los sectores que no tienen grandes
inconvenientes hagan un uso racional del servicio.
Es probable que dentro de dos meses, cuando el termómetro comience
a bajar, haya pasado otro verano en el que falta de agua sea el reclamo
principal de los vecinos.
Estará en manos de las autoridades que esta situación
no sea tan profunda por estos días y que para la próxima
temporada no haya problemas.
Pero al pensar en el futuro, también se plantea otro interrogante,
si se pretende que la Meseta y todo el Oeste capitalino sigan creciendo,
qué medidas se tomarán para que se pueda satisfacer
las necesidades de la gente, que hoy, con menos extensión demográfica,
la situación es insostenible.
Además será fundamental que obras estructurales se concreten
para abastecer a las localidades del interior, en donde en varias
de ellas también el cuadro es más que alarmante como
en Picún Leufú y Rincón de los Sauces.
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