Por darío soto
Otra vez inmersos en un nuevo proceso electoral, cuesta comprender
que este sea el mismo país que hace poco mas de cinco años
pedía a voz en cuello por las calles de nuestras ciudades:
“QUE SE VAYAN TODOS”.
Aquella expresión que sonaba como una suerte de ruego con alto
contenido moral y que, no dejaba dudas, estaba dirigida a todos aquellos
que hasta ese momento hubieran tenido alguna responsabilidad pública
en los asuntos de gobierno, se nos antoja hoy deslucida y carente
de todo sentido –y nos preguntamos si aquello realmente sucedió
o fue solo una ilusión una mala jugada de los recuerdos- frente
a los nombres que se inscriben en las listas de los partidos que pretenden
participar de la contienda y que son exactamente los mismos que pedíamos
que se fueran aquél lejano diciembre de 2001. Y si los protagonistas
no cambiaron uno puede preguntarse por que habría de cambiar
el argumento?
Río Negro no está ni cerca de ser la excepción,
al menos si nos atenemos a las dos fuerzas mayoritarias que se supone
disputarán la gran batalla por la gobernación y el parlamento
provincial. Las expectativas de muchos nuevos dirigentes y militantes
quedó ahí, en expectativa ya que las listas solo contuvieron
a los mismos de siempre con algunos enroques necesarios: algún
intendente que buscará sentarse en una banca de legislador,
o algún legislador que pretende volver a su lugar de origen
para ocupar el sillón de intendente. La promoción en
la política provincial parece estar ausente.
Lo que pareciera estar más presente que nunca son las viejas
prácticas de las roscas, los aprietes, las traiciones, el transfuguismo
y hasta las riñas con acciones de pugilato. Más de los
mismo, como las actitudes de silenciar a la prensa atacando a los
corresponsales que cubren sus eventos como si el logro de esta acción
pudiera borrar las actitudes que pretenden ocultar y al no conseguirlo
descalificar a quienes solo cumplen con la responsabilidad republicana
de informar.
Mientras no se produzcan los recambios necesarios de hombres y actitudes
nuestra democracia continuará caminando renga. Mientras prevalezca
el interés personal y/o grupal por encima del interés
general continuaremos esperando con pocas expectativas que la situación
mejore, sobre todo para aquellos que más perdieron en las últimas
tres décadas.
La democracia recuperada hace veinticuatro años aún
no logró recuperar la situación de bienestar que ostentaba
la Argentina antes del golpe militar de 1976. Basta solo un ejemplo:
La participación de los salarios en el PBI en 1975 era del
45%; en 1983 era del 27% y hoy apenas si supera este último
porcentaje si nos atenemos a los datos poco confiables del Indec kirchnerista.
El mejor homenaje a los 30 mil compatriotas que ya no están
es mantener vivos sus sueños de un país justo, educado,
sano y próspero y luchar para lograrlo; terminar con la injusta
distribución de la riqueza, modificar el sistema tributario
y que paguen mas los ricos que los pobres, e inundar de libros las
bibliotecas populares, de los que quemaron los inquisidores del 76
y de los nuevos, los que están escribiendo los hijos de aquella
generación que cada vez tienen más claro el valor de
la memoria, que hay que acordarse para que no haya más pena
ni olvido, ni perdón.
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