Tradición de 40 años

 
 


Jorge Hernández, cuatro décadas al servicio del paladar de varias generaciones de neuquinos.

La pizzería “Horacito” cumplió cuatro décadas, una de las más viejas de está ciudad. De la mano de Jorge Hernández un virtual museo boquense.

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Historia de un hombre dedicado a satisfacer a una clientela que heredo la tradición familiar de continuar consumiendo una pizza distinta.

Neuquén > Habría que hacer una investigación profunda e irse a los archivos para saber si es la pizzería más antigua, que creció y vio crecer la ciudad. Lo real es que “Horacito” cumplió sus 40 años y aún sigue en vigencia como ese 23 de octubre de 1966 cuando abrió sus puertas en la calle Perito Moreno 440.
Su fundador es Jorge Hernández, tal como dicta su Documento Nacional de Identidad, aunque son muchos los que lo llaman por el nombre del negocio.
Trabajador empedernido desde sus nueve años de edad. A los 72 se lo puede ver a las cinco y media de la mañana amasando para satisfacer a su clientela, que por estos días es mucha.
Por casualidad, el local se decoró con los colores del club Boca Junior. Para muchos nacidos y criados en esta provincia es una especie de museo xeneise. Se pueden apreciar grabados de jugadores históricos como Ubaldo Rattin, Roberto Mouzo, Hugo Orlando Gatti, Silvio Marzzolini y Pancho Sá.
Más atrás en el tiempo están los campeones del ’43: Severino Varela, Claudio Vacca, Valussi y Marante. A ellos se suman Roberto Cherro, Ludovico Bidoglio y Ernesto Cherro entre otros nombres históricos que habitan el reducto.
Si bien sus primeros pasos se dieron en la calle Perito Moreno, fue en los ’70 que el Barrio Nuevo recibió a “Horacito” con los brazos abiertos. En la esquina de Chile y Don Bosco, Hernández continuó con la actividad. Sin embrago en el ’81 se mudo a su dirección actual: Felix San Martín 644 donde cumple con el mismo ritual desde años.
Pizza que no abunda por sus cualidades, manufactura y por ser alta, de molde –como la que se acostumbra a comer en varios comercios de Buenos Aires- “Horacito” es un producto genuino. De esos que trae recuerdos para algunos y que se disfruta junto a la pasión que lleva los colores azul y oro.
A su dueño se lo observa medio cansado, pero la rutina lo lleva a activarse. La faena es igual hace 40 años. Cinco y media el reloj suena y comienza su día.
“Desde los nueve años trabaje en panadería. De ahí surge el oficio. En el ’51 mi hermano puso un local en Centenario hasta que en el ’60 instaló una confitería y comenzamos hacer las pizzas”, señaló Hernández cuando hurga en sus recuerdos y regresa a La Colonia. En 1965 instaló una pizzería “Las Palmeras” hasta que un año después se mudo a la capital.
El tiempo, la maduración y las ganas de proyectarse lo llevaron a instalarse en Perito Moreno 440, lugar que fue bautizado como “Horacito”. Según comentó Hernández el nombre salió de apuro. Poco acostumbrado a los trámites correspondiente, cuando se le preguntó por la denominación del local, en un segundo le surgió: “Horacito”, nombre que directamente se relaciona con su hijo mayor, que en esa época apenas tenía tres meses. Así, fue como se puso en marcha el pequeño salón, en tiempo en que la calle Perito Moreno corría en dirección opuesta a la actual y la ciudad era gobernada por Angel «Lito» Della Valentina.
Hernández rememoró que “los primeros meses no pasaba nada. Se vendían pocas facturas y el resto se regalaba”.
Sin embargo algo cambió cuando los transeúntes observaban cómo se elaboraban los productos. Quizás por esa sencilla razón el pizzero con más trayectoria en la ciudad no duda al manisfestar: “trabajaba en una mínima mesada. Diría sin querer que fui una especie de adelantado. Hacía todo a la vista del público que pasaba y miraba por la ventana cómo amasaba. De esa manera fue que la gente comenzó a entrar al negocio”. Fue un adelantado.
En esa época no abundaban las pizzerías como ahora. Estaban «El Álamo” ubicada junto a la terminal de colectivos El Valle (entre Chubut y Río Negro), “La Boca” sobre Alberdi y después se agregó “Cabildo”, en Alcorta casi San Luis.

Antiguos pobladores
El doctor Eduardo Castro Rendón fue uno de los clientes de la pizzería. Iba atrás del mostrador para observar la elaboración de la masa y charlar un rato, según comentó Hernández. También el padre del ex gobernador Pedro Salvatori era otro de los clientes, quien lo hacía acompañado por su mujer por los problemas que tenía en una de sus piernas.
Salvador Oses, quien poseía una de las casas de repuestos de automóviles, era otro acudía al local. Hoy su hijo Antonio es uno de los clientes que sigue la tradición de ir a la pizzería al igual que sus hijos.
En la memoria de Hernández los nombres son infinitos y se suceden uno tras otros. Pero lo cierto es que existen hasta tres generaciones de familias que siguen pasando por la pizzería.

Traslado y “boom”
Hasta el ’76 “Horacito” estuvo radicado en Perito Moreno. Si bien emprendió el negocio dedicado a la pizza, de acuerdo a lo manifestado por Hernández “la gente consumía mucha pastelería”, especialidad a la que también se dedicaba.
Con la mudanza a Chile y Don Bosco, el “boom” de la pizza desembarcó. En esos cuatro años que estuvo en el Bajo neuquino, “Horacito” alcanzó a despachar 180 pizzas por día. En aquel tiempo el expendio del producto era algo increíble teniendo en cuenta que hoy existen locales del mismo rubro que por maquinaria y personal llegan a duplicar las ventas.
Ya con propiedad, en el ’81 la familia Hernández se mudo para anclarse definitivamente en Félix San Martín.
Si hay algo que caracteriza a esta pizzería son sus clásicos gustos. Jamón y queso, jamón, queso y morrón, muzzarella, fugazza, fugazza y queso más la completa con anchoas.
El propietario comentó que “apunte a eso porque nunca quise tener empleados. Para la familia era más fácil. Además la clientela sabe que es lo clásico y con que se va encontrar”.
La construcción de la represa El Chocón (en 1967 la empresa Nacional Hidronor S.A. inició las obras del complejo Chocón-Cerros Colorados con el propósito de controlar las crecidas de los ríos, disminuir los efectos de las bajantes prolongadas, aumentar las superficies bajo riego y producir energía eléctrica) trajo consigo a trabajadores provenientes de diferentes puntos del país.
Estos nuevos habitantes de Neuquén, mediante el denominado “boca a boca” fueron a “Horacito” por recomendación, curiosidad o simplemente para probar.
Cómo serán las vueltas de la vida que algunas de esas personas se radicaron en la ciudad y siguen consumiendo la pizza, mientras que otros regresaron después de años y se sorprendieron al volver al reducto “boquense”.
Jorgito, como lo llaman los allegados, manifestó que “hay gente que volvió y se sorprende porque pensó que no estaba más. Sin embargo hoy hay casos de familias que ya van por la tercera generación. Eso que sucede es una alegría y satisfacción porque quiere decir que hice las cosas bien».
Quien le puso el nombre a la pizza neuquina aseguró que «dentro de lo clásico siempre me interesó que la gente vuelva contenta sin importar la ganancia. Existieron casos de pizzerías que abrieron hicieron su dinero y cerraron”.

La pasión azul y oro
Jamás se le cruzó por la cabeza que iba a tener cierto impacto o que llamaría la atención. Hernández sólo poseía, por su gusto por el tango, un cuadro de Gardel rescatado de la revista Antenas y otro de Rattin, lámina editada por El Grafico, que en esos tiempos era por excelencia la revista de deportes más vendida del país.
El arribo de un asiduo comprador con póster inédito para la época inundó el salón con formaciones campeonas del ’62, ’64, ’58, ’54. De esa manera cada parroquiano que llegaba era atraído por las fotos. Hoy, las láminas conviven con otras más recientes, algunas regaladas por gente que concurre al local.
Entre algún que otro obsequio figura una bandera de Boca con inscripción en japonés que, traducido al español, da como nombre Neuquén. Según afirmó Hernández “la bandera fue regalada por la familia Arroyo que fue a la final de Boca y Milán. Como ese obsequió también tengo gorros, bufandas entre otras cosas”.
Si hay algo que le llama la atención a este trabajador es cuando abuelos y nietos llegan juntos a comprar. El abuelo trata de trasmitirle o bien contarle quién era tal jugador o a qué futbolista vio jugar, como si se tratara de una especie de documento que atesora en su memoria. Esto también sucede con viejos amigos que se toman un tiempo para cruzar anécdotas e historias sobre lo que vivieron.

Historia sin fin
El adiós de Delia hace dos años quizás fue la parada más difícil que le tocó vivir a este equipo. La otra mitad y sostén de la pizzería hizo replantear el futuro. Es que según Hernández “después del fallecimiento de mi señora la idea era vender el fondo de comercio y alquilar el local”.
Aún faltaban dos años para cumplir las cuatro décadas y el futuro era incierto y no había mucho para pensar. De todos modos la decisión de seguir adelante con el apoyo incondicional de sus hijos, hizo que el equipo se alineara nuevamente para que la persiana se siga levantando como siempre.
Si bien cree que el negocio debería seguir su rumbo en manos de sus hijos. Hernández, duda y hasta lo ve difícil por el sacrifico que se corre.
De todas maneras la ilusión y sueño está intacto. Solo habrá que aguardar por el destino o decisión que marcará cual será el futuro.
Mientras tanto….Cinco y media de la mañana de hoy. Cinco y media de la mañana como todos los días. El reloj suena. La tarea siempre es la misma. La faena entre el mate y radio AM de por medio no cambia. Aparenta cansado por los años que le dio la vida. Sin embargo hay un solo objetivo a cumplir. Amasar como ese primer día de un 23 de octubre de 1966. Abrir las puertas y aguardar por esa clientela. La que lo sigue, la que lo adoptó, la que sigue llegando de generación en generación para llevarse la tradicional pizza. La que se puede imitar pero no igualar. En una ciudad cosmopolita que supo ser pueblo y que mantiene una tradición y pedazo de historia que se llama “Horacito”. (L.C)

No al delivery

Para algunos puede ser fuera de moda. Fuera de tiempo. Pero todo tiene una explicación: “el producto debe llegar bien. Como sale del horno. De tener delivery la pizza no sería la misma. Llegaría fría y con el queso o muzzarella desparramada”.

El Bajo

En tiempo en que nadie imaginaba en que se iba a trasformar el microcentro hacia el Alto, la zona del Bajo era el lugar predilecto para los comerciantes. La calle Perito Moreno la albergaba la Cooperativa IOSE, la Rotiseria “Lastre”, el almacén de ramos generales “Torren”, el edificio del Doctor Linares, “El Ancla”, dedicado a la venta de embutidos y fiambres y la Farmacia Fittipaldi, que hasta el día de hoy se mantiene en la misma dirección y a metros de la Escuela 121.
También había una carnicería a cargo de la familia Ferramola y la despensa de Don Porfirio, un italiano que se instaló en el sur dejando la guerra atrás. Según comentó “el movimiento comercial se daba por la instalación de la Terminal “El Valle”, ubicada entre Chubut y Río Negro”.

Cargada sana

Como suele suceder después de cada domingo las cargadas de acuerdo al resultado de la fecha están a la orden del día. Hernández Que supo ver en acción a Paulo Valentín, habilidoso delantero dijo “la generación de ahora te carga. Antes había como esa risa gozadora y nada más. Pero es un buen momento sin ofender a nadie y algo que pasa en todos los locales comerciales”

La familia unida

“El negocio siempre lo lleve adelante con Delia, mi señora. Ella envolvía, cortaba y cobraba. En mi caso elaboraba y cocinaba. Siempre fue así. Luego se agregaron Claudio y Horacio que armaban las cajas”, así se encarga de describir Hernández este comercio familiar que por cuestiones de comodidad y evitar problemas nunca pensó en expandirse o permitirse soñar con una colosal pizzería.
Si bien hoy la otra mitad del alma de “Horacito” no se encuentra físicamente, los tres Hernández siguen adelante cumpliendo su respectivos roles para que día a día se levante la persiana.

Limitaciones

Dedicado cien por ciento a la producción, más de 200 pizzas son las que se preparan diariamente. Es verdad, que en algún momento se pensó en agrandar el salón. Pero el físico se limita a la cantidad citada. A pesar de ser conciente que la demanda que a veces es mucha, a está altura Hernández no sé extralimita en el amasado. Eso sí. Solo piensa en la calidad del producto y que la masa salga tal como le gusta al cliente.

Vida esclavizante

“Si se quiere llevar bien las cosas hay que ser esclavo del negocio. Esto es así. No hay vuelta que darle”, sentencia Hernández. Aunque parezca sorprendente este hombre que se sumerge empedernidamente en su negocio, no hace mucho pudo conocer el estadio Ruca Che o disfrutar después de largos años de carreras de Turismo Carretera.
Sin duda esto refleja el tiempo y dedicación a un negocio que le deja los lunes libres para el descanso o para pequeños paseos por la ciudad.

Ningún secreto

Cada panadero o repostero tiene su mano y secreto. Para Hernández no hay receta o técnica oculta alguna. Solo agua, sal y levadura, más el tiempo de cuidado necesario para que salga todo bien. Precisamente respecto al armado dijo: “el trabajo de la pizza lleva sus horas tiempo. Tiene que llevar su punto necesario para poderla cocinar. Depende la cantidad se le da un período. A la masa hay que llevarla. Quizás ese sea el secreto”.
Al hacer modesta observación hacia otros locales, Hernández señaló “la mayoría de las pizzería cocinan a la piedra. Esto hace que la masa sea finita. Su procedimiento de trabajo sea diferente. Es una masa que no lleva punto. Se aplasta el bollo, se le pone un toque de salsa y va al horno directamente”.

 

 


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