Ser ferroviario: Una profesión en la sangre

 
  Esta es la conclusión a la que se llegó en el curso de capacitación para conductores de locomotoras.


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Las clases, organizadas por el gremio «La Fraternidad, funcionan como un lugar de encuentro de dos generaciones.

Neuquén > Para muchos puede ser un trabajo simple como cualquier otro, donde tan sólo hay que saber como funciona la maquinaria y que señales se pueden encontrar en el camino. Pero la realidad demuestra que el ser ferroviario es una actividad donde la memoria, la destreza y, sobre todo el amor por lo que se hace son factores fundamentales.
Desde marzo, la profesión comenzó una etapa de renovación en la zona con el inicio del curso para conductores de locomotoras que el gremio “La Fraternidad” está llevando a cabo. A estas clases concurren un grupo de jóvenes, dispuestos a aprender todo sobre los trenes, quienes son ayudados por aquellos hombres con años de experiencia sobre sus espaldas.
Sin importar las diferencias de edad, los dos grupos saben que, más allá de los problemas que puedan surgir en las vías, la camaradería los une, dándole mayor fuerza al concepto de trabajo en equipo.

El legado
El curso, que se está dictando en la calle Bahía Blanca al 187, tenía varios requisitos. Entre ellos se había impuesto como condición ineludible para los asistentes ser mayor de 21 años. A pesar de estar en una edad donde los sueños personales cobran un mayor peso, muchos de los alumnos, desde que eran chicos, querían seguir la tradición de familia. Y el curso les permitió que sus deseos sean una realidad.
“En mi caso, es algo que yo decidí. Mi abuelo y mi viejo eran trabajadores. Es algo que, desde siempre, quise hacer. Hoy se me dio la oportunidad y no iba a dejar de aprovecharla.”, comenta Martín, uno de los alumnos. “Yo era chiquito cuando vi un tren por primera vez y me impresionó desde un primer momento. Ahí fue cuando dije que de grande quería ser conductor y mi familia me dijo que estaba bien. Pensé que iba ser fácil pero es mas complejo de lo que me imaginaba”, admite entre las risas cómplices de sus compañeros.
El caso de Ricardo es similar. El legado familiar supo ser parte de su vida al punto influyó en su vida y sus estudios en electromecánica, que en la actualidad le significaron una salida laboral en Ferrosur, son una prueba de ello. “El curso lo elegí, básicamente, por la parte monetaria. Yo ya me independice de mis viejos, y el sueldo que vamos a tener una vez que obtengamos la licencia, es un gran incentivo como para anotarse”, destaca Ricardo.
No importa lo que se haga, el entorno de amigos siempre se transforma en crítica para lo que hacen cada uno de sus integrantes. “Yo no sé manejar un auto, entonces, cada vez que alguien me pregunta “Ah, ¿cómo no vas a saber conducir?” y me muestran el carnet de conductor, yo le repregunto si alguna vez van a tener uno que los habilite para conducir tren”, cuenta Martín.
“De todas formas, a pesar de que estamos estudiando para ser ferroviarios, si en el futuro se presenta otra cosa, seguramente, y si puedo la voy hacer”, aporta Diego, dando una clara señal de que, a iguales que la locomotora y los vagones, está en permanente movimiento.

Trabajo
“Nosotros retomamos el curso porque ya nos estamos jubilando, a los 55 años”, explica Hugo Tamborindegui, secretario general de “La Fraternidad”. “Desde que estamos aquí no ha habido un cambio entre los empleados que quedaron, y por ello estamos haciendo estas capacitaciones para incorporar chicos, ya que la empresa se quedaría, en el futuro, sin empleados”.
El gremio, que representa Tamborindegui, desde su fundación en 1887, siempre se caracterizó por tener una escuela técnica para formar conductores. A diferencia de años anteriores, en esta oportunidad los asistentes a los cursos saldrán con el carnet de conductor a su finalización, que será habilitado por un inspector nacional. Una vez superada esta etapa, los alumnos podrán tomar experiencia durante un año en una locomotora para conocer todo lo referente a lo ferroviario.
El curso, que se dicta en Bahía Blanca 187 de la ciudad capital, tiene una duración aproximada de 8 a 10 meses. Lo primero que se instruye son el reglamento y los tipos de señales. Luego, se procede a física, mecánica básica y electricidad. Después siguen los planes eléctricos y los de freno. Es decir, todo lo relacionado a la máquina en sí.
Cada una de las clases cuenta con las frecuentes visitas de todos los integrantes de “La Fraternidad”, quienes les preguntan a los jóvenes sobre los temas que están estudiando. De esta forma, se puede saber de una forma mucho más exacta lo que necesitan para su formación.
“La recepción de los alumnos ha sido muy buena, al margen de que todo esto se hace a voluntad”, comenta el gremialista ferroviario. “No importa que no se les pague mientras están cursando. Ellos saben que cuando terminen van a tener una salida laboral inmediata, sobre todo por las perspectivas de trabajo que hay acá en Neuquén, como el transporte de metanol y de potasio, entre otros derivados, y las posibilidades que generaría el Trasandino, una vez concluido”.
El tránsito en las vías tiene sus complicaciones. «Muchas veces algunos graciosos amagan a cruzar cuando nosotros estamos pasando, y nos obligan a frenar», informa Armando Echevarria, el instructor del curso. Aunque sea una aparente pérdida de tiempo, aquí radica la importancia de que los alumnos presten atención en las clases. «Se debe saber reaccionar ante cualquier tipo de accidente», aclara Echevarría.

Elección
Si hay algo que se nota apenas se ingresa al grupo es el aire de camaradería que hay en él. Cada vez que uno habla, los otros escuchan atentamente. Se tratan de “vos” y nadie da señales de creer estar por encima del resto. Siempre se ayudan y el que se equivoca no es reprendido. Se lo asiste para que salga del “pozo de dudas” en el que se encuentra.
Al final de la primera semana del curso, la idea de hacer un asado prendió enseguida. Uno de los chicos aportaba la casa y la parrilla y el resto la carne, las bebidas, los platos y demás elementos necesarios para pasar bien la velada. Gran sorpresa para los instructores, todas los jóvenes eran músicos. No se limitaban a “rascar” las cuerdas de una vieja guitarra, sino que la batería y el bajo se contaban entre sus habilidades. Los improvisados recitales no tardaron en llegar y todos aportaron sus cuerdas vocales. Esta reunión les permitió unirse aún más.
La tristeza aflora en el lugar cuando se recuerdan los tiempos de esplendor de las viejas estaciones de trenes. “Son pocas las que han quedado en condiciones como sucede en Neuquén, Zapala y Fernández Oro, por que la agarraron los municipios. El resto está todo abandonado y además se han llevado muchas de las cosas que allí se encontraban” informa Tamborindegui. “En el Museo ferroviario, por suerte, han quedado objetos que permiten dar a conocer nuestra historia.
Ser un laburante de los trenes golpea fuerte en la vida de los gremialistas y de los chicos que asisten al curso, al margen de su legado familiar. Saben qué significa ser ferroviario y cuando expresan lo que sienten, no hay que hacer mucho esfuerzo para notar que sus ojos se han tornado vidriosos.
“Para mí, se nace así. Cada vez que pasan estas cosas, donde parte de nuestra historia es dañada, me afectan mucho. El ver que se arreglan las estaciones, me pone las pilas y me emociona”, confiesa René Rada. “Hace catorce años que no se hacía este curso, y por eso, yo lo veo como una conquista no sólo fraternal, sino que también a un nivel de familia ferroviaria, donde se comparte mucho con los compañeros en los trenes, con un mate. Es algo muy especial”.
Está vinculación es compartida por los alumnos como por sus referentes. De hecho, hace una semana se realizó un asado para reconocer a compañeros jubilados con 50 años de trayectoria, donde se entregaron 5 medallas de oro. Una forma de reafirmar que se nace y se muere siendo ferroviario. Y esta es la verdadera razón por las cual, tanto los chicos como los más grandes, eligieron su profesión. Una decisión de la cual no se arrepienten.

Sobre señales y posibles choques

Neuquén > El salón donde se dictan los cursos posee una mesa donde se halla una enorme maqueta de un complejo sistema de vías.
Con ella, el instructor enseña, a medida que pasan las clases, el sistema de señales y que informa cada una de ellas, según su posición en cada uno de los tramos del circuito, entre otras cuestiones.
Para ello, hace pasar a los alumnos, a quienes les pregunta todos los pasos que debe superar un tren cuando ingresa a la estación.
A veces los engaña y les cambia las señales con el fin de averiguar si lops chicos pueden percatarse de la posibilidad de un choque.
El tener presente en que parte está ubicada la maquinaria es fundamental para evitar la colisión. «Una vez, sin darse cuenta, los chicos chocaron. pero es en estos errores donde se aprende sopbre las formas correctas para proceder», cuenta Echevarría. «Como si fuera en la secundaria, a veces se soplan mientras les preguntó, Siempre tratan de ayudarse».

Convivencia y logros

Neuquén > «Es fundamental el trabajo en equipo», repite Armando Echevarría, el instructor qdel curso. «Tenemos jornadas laborales de doce horas, y salimos de nuestras casas para estar tres cuatro días que compartimos con nuestros compañeros. Así que, al no estar mucho tiempo con nuestra familia, aprendemos a convivir con quienes estamos todo el tiempo».
Este hecho encuentra su punto más importante en las residencias, más conocidas como «comunas», donde los trabajadores se dividen las tareas. Unos cocinan, otros limpian y el resto ordena el lugar.
Los accidentes, en los que una persona fallece, son duros para el trabajador. «Siempre nos apoyamos unos al otro, pero ahora, tras muchos años de lucha, conseguimos que nos dieran asistencia psicológica. Y esto es un auténtico logro del gremio, ya que, a veces se hace díficil salir de esa depresión», concluye el instructor.

 

 


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