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Quizás por confusiones o
simplemente errores en la transcripción, las denominaciones
de algunos accidentes geográficos del Neuquén fueron
cambiando, de acuerdo a los tiempos.
«En el año 1945 hice dos viajes de Viedma a General
Roca en el Ferrocarril del Sud. Observé desde Choele Choel
las barrancas que cierran el valle del río Negro. En mayo de
1946, cuando llegué a Neuquén noté lo mismo.
Al mes siguiente, con dos compañeros llegados desde Rosario
y Buenos Aires, fuimos a recorrer lugares de la ciudad y sus alrededores.
Saqué fotos con una vieja cámara Kodak, y así
nos quedó un recuerdo imborrable.
Tomamos fotos en la Estación del Ferrocarril del Sud y en la
del Automóvil Club Argentino cuando todas las esquinas vecinas
no tenían ningún edificio. Seguimos hacia el norte y
nos fotografiamos en la esquina de lo que hoy es Diagonal España
y Tte1º Ibáñez, de espaldas al sur. En esta foto
se puede ver, solitaria, la antigua Sala de Primeros Auxilios..
Desde allí seguimos, por detrás del cementerio, hasta
el lugar que llamaban “La Boca del Sapo”. Era un promontorio
que, visto a contraluz desde el río Neuquén, daba la
impresión de ser un batracio gigante. Junto a ese lugar encontramos
un “chivero” y en la fotografía aparecemos con
los chivitos . De ahí seguimos hacia la costa, hasta la zona
de los puentes. Las fotos muestran qué solitaria era la zona
en aquella época.
Hasta la “Boca del Sapo” llegaban camioneros para levantar
ripio y arena para las obras en construcción.
Borde de la meseta
Tiempo después comencé a escuchar la palabra “bardas”,
con la que designaban el borde de la meseta. En mi Patagones natal
y en Viedma no usaban ese término. Entonces fui al diccionario
y, si bien no figura un significado como el que se usaba en la región,
encontré dos términos que probablemente fueron acuñados
por los españoles que aquí se afincaron.
El borde de nuestros valles, mirados desde la costa del río
por donde se transitaba, parecía una “pared bardada”,
es decir con espinos o vidrios, para evitar que las atravesaran personas
o animales. En la Patagonia, esa era una vieja costumbre.
Otra posibilidad era que el término “barda” derivara
de “bardal” que significa “lugar lleno de zarzas
o espinillos”.
Don Alberto Vúletin, en su tratado “Neuquén”
apunta en su “Geomorfonimia”, que las “bardas”
son formas tabulares de cima, cualquiera sea la altura donde se encuentren.
Y lo llama «localismo neuquino».
Argentinismo
Por esta razón estimamos que aquí y en otras partes
de la Patagonia cuando se habla de “barda”, siempre se
refiere al borde, que ve el viajero, de una meseta desde la llanura
u hondonada donde se ubica el viajero. Esto sucede en Neuquén,
en todo el Alto Valle, en Barda Negra, Barda Colorada.
Recién cuando uno asciende hasta arriba de la “barda”
se encuentra con que lo que sigue es terreno llano. No escuché
que las llamaran “meseta” o “sierra”, y eso
que este último término también figura como un
«argentinismo». Sierra es una cordillera de poca altura
o extensión según los diccionarios de Espasa Calpe y
de Planeta.
En nuestra geografía regional la Patagonia se caracteriza por
la serie de mesetas escalonadas con alturas que descienden desde el
oeste cordillerano hasta la costa del océano Atlántico.
Quien llega a la zona siguiendo el cauce de los ríos, especialmente
el Negro y su afluente el Neuquén, lo hace por el veril del
río, desde la depresión más baja del terreno.
Entonces al mirar el faldeo de la meseta observa como “una altura”
o una simple “pared”. Esto, seguramente, les ocurrió
a los primeros exploradores que vinieron a la Confluencia de nuestros
ríos Neuquén y Limay.
Cuando llegaron al paso del río Neuquén utilizado desde
antaño por los indígenas y observaron desde la costa
rionegrina hacia nuestro territorio, pudieron ver una pequeña
serranía, lo que nosotros conocemos como borde de la meseta.
Esto lo suponemos con el fundamento que nos dan los relatos y las
cartas y mapas que así lo testifican.
Testimonios
Cuando el general Ángel Pacheco, con gente de la vanguardia
de la División Izquierda, llegó en octubre de 1833,
durante la campaña contra el indígena, dejó constancia
en su “Libro de Marcha” que al llegar al Neuquén
vieron que en el actual territorio de nuestra provincia se levantaba
una «pequeña serranía rosada», a la que
designaron “Sierra Rosas”, igual que el apellido del comandante
de la División Expedicionaria, Juan Manuel de Rosas, cuyo asiento
estaba en el fortín “Mercedes” (Pedro Luro) sobre
la costa bonaerense del río Colorado.
Esa referencia aparece por primera vez en la “Carta General”
de la Provincia de Buenos Aires publicada en 1837, con informes de
la campaña de 1833.
Aquí se rectifica el nombre del río Neuquén,
que en la «Carta Esférica» de 1833 del Departamento
Cartográfico el uso del General Juan Manuel de Rosas, figuraba
como “Río Diamante”.
Esta denominación de nuestro bravío río nació
de las narraciones de Falkner, que luego copió Basilio Villarino
en su «Carta» de 1873. Las tropas no exploraron el Neuquén
ni el Limay. Este mapa hace referencia a la Confluencia de los ríos
y el cauce del Negro, advirtiendo la existencia de un “Río
Neuquén” que hacían nacer de dos ríos,
al noroeste, y aclaran que ”por aquí, dicen los indios,
va a unirse con el río Negro donde creyó Basilio Villarino
que era el Diamante”. Queda en claro que todavía no conocían
con certeza su auténtico recorrido.
Posición y conformación desconocidas
El «Diario de Marcha» se conoció en Buenos Aires
y otras ciudades. La Carta no tuvo mucha divulgación. Los geógrafos
que tomaron el dato, del «Diario de Marcha», no sabían
cuál era la verdadera conformación de la “Sierra
Rosas” ni su posición geográfica exacta.
Esto ocurrió también con la referencia del «Diario
de Marcha de 1879» que llevaba el coronel Manuel de Olascoaga.
Los geógrafos y dibujantes de mapas y cartas apuntaron la «Sierra
Rosas» sin conocer su ubicación.
Al observar en el mapa de John Arrowsmith, de 1842, editado en Londres,
aparece en la Confluencia, del lado neuquino “S. Rosas”.
La copia de la Fundación Castaño-Raone, está
reducida a una página. En ella no se lee bien el nombre asentado
sobre una línea de color que bordea el río Negro, el
Limay y la cordillera de los Andes.
En el mapa de Augusto Paterman hecho en Inglaterra por pedido de Woodvine
Parish (Cónsul y Encargado de negocios inglés ante el
gobierno de Rosas entre 1824 y 1832) incluyó la «Sierra
Rosas» en su libro “Buenos Aires y las Provincias del
Río de La Plata”, de 1852. Allí se observa que
al oeste de la Confluencia del río Neuquén y el Limay
aparece una pequeña “Sierra Rosas”, con leve declinación
hacia el sudoeste.
El “Plano Topográfico Militar de la República
Argentina proyectando una línea general de defensa de fronteras
interiores”, fue dedicado al general Wenceslao Paunero, por
su secretario, el teniente coronel Manuel J. Olascoaga, en diciembre
de 1862. En él figura la línea del río Neuquén,
incluyendo a sus afluentes “Macun” (Agrio) y Covunco y
en la Confluencia con el Limay-Leufú figura:”S. Rosa”,
en singular.
En el «Nuevo Mapa de las Provincias de la Confederación
Argentina y de las Repúblicas del Uruguay, Paraguay y Chile»(París
- 1863), figura, en francés, al oeste del río Neuquén,
al llegar a la Confluencia “S. Roses”.
Rosa o de las Rosas
En la “Carta de las Pampas del Sud”, del coronel Álvaro
Barros, de 1872, sobre dibujo de elevaciones en la Confluencia, del
lado neuquino, figura la “Sierra Rosas”, y en el lado
rionegrino el “Paso de los indios”.
En el ”Nuevo Mapa de la República Argentina”, de
los Ing. Seelstrang y Torrente, publicado por Ernst Nolte –
Librería Alemana 1876, aparece “Sierra Rosas” bordeando
el final del río Neuquén.
En el “Plano General de la Nueva Línea de Fronteras sobre
la Pampa” de 1877, ordenado por el ministro de guerra Adolfo
Alsina, para ser presentado al Congreso Nacional, el dibujante sargentoJordán
puso en la zona rionegrina del dique Ballester “Sierra Rosa”,
mientras que bordeando la parte sur de la orilla derecha ubica “Sierra
de las Rosas”.
Este mapa fue utilizado por el Congreso para separar las tierras nacionales
de las provinciales en 1878. Era considerado el más informado
de la época.
En el mapa de Stieller, de 1881 y reproducido en la “Hoja 94”
de su “Handatlas de 1888, se lee bien claro al oeste de la Confluencia,
lado neuquino: “S. Rosas”.
Este cambio sucede en 1879, con la Campaña de ocupación
de los ríos Negro y Neuquén.
En abril el ministro de guerra Julio A. Roca, llega hasta Carhué
y avanza con la “1ª División Expedicionaria”
hasta Choele Choel (24 de mayo). Envía al Tte. Cnel. Fotheringham
con cincuenta hombres para instalar un Fortín en la Confluencia.
Roca luego lo hizo con su Estado Mayor y cien hombres. Como el Neuquén
venía crecido lo cruzaron Fotheringham, el mayor Fábregas
y un soldado.
Según consta en el «Diario de Marcha», Manuel de
Olascoaga escribió: “A los tres los vimos rodear la Sierra
por la izquierda y remontarla hasta su cima. Esta Sierra fue bautizada
por aclamación con el nombre de «Sierra Roca».”
Este Diario de Olascoaga fue insertado en su “Estudio Topográfico
de la Pampa y Río Negro” en 1880, aunque se cree que
hizo dos versiones diferentes del mapa. Uno habría sido enviado
a las Esposiciones Mundiales de Italia y Norteamérica, mientras
que al otro le agregó la división política de
la parte chilena. En ambos mapas llama “Sierra Roca” a
la meseta de la margen neuquina del río. Esta misma Sierra
Roca apareció después en planos de los marinos Eduardo
O’Connor y Edgardo Moisés. El dato se repitió
en algunos mapas publicados más tarde, como en el “Plano
de la Confluencia de los ríos Limay y Neuquén”,
con datos del relevamiento de los marinos Eduardo O´Connor y
Eduardo Moisés. Este plano luego fue reducido por el teniente
Santiago J. Albarracín que realizó el “Plano general
del Río Negro y Limay” y lo agregó a su obra “Estudios
generales de los ríos Negro, Limay y Collón Curá
y el lago Nahuel Huapi”, 1884.
Oficializan Sierra Roca
En 1887 Mariano Felipe Paz Soldán en su «Atlas de la
Republica Argentina» indica la «Sierra Roca» y del
otro lado “Paso Neuquén”, “Colonia La Huerta”
y “Fuerte 1ª División”. En el “Mapa
parcial de la República Argentina” que el teniente coronel
Jorge J. Rohde dedicó al presidente Juárez Celman en
1889, figura, al norte de Arroyito, “Sierra Roca”. Rohde
pasó varias veces por la zona y al explorar las bardas del
lado sur de la Confluencia se topó con indios “bomberos”.
Desde Stefenelli a Rohde le tocó trasladar fuerte y pueblo
al nuevo emplazamiento de la ciudad de General Roca. Ese mismo año
el Instituto Geográfico publicó un mapa de la Gobernación
del Neuquén, litografía de José Ruland, donde
se observa del lado rionegrino “Colonia Gral. Roca” y
“Fortín. 1ª División”. Al oeste, a
unos 10 Kms. en la margen izquierda final del río Limay, antes
de la Confluencia, aparece otra vez, la perdida “Sierra Roca”.
Sobre textos de Juan Mario Raone, Academia Nacional de la
Historia. Junta de Estudios Hist.de Neuquén.
Historias desconocidas
La virgen de Guadalupe en Neuquén
En el ala de la derecha de la catedral se encuentra un óleo
que fue pintado en la década del ’70.
El Dr Aldo Robiglio narró que a fines de la década
del 70 “la Dra. Beatriz de Peláez le comentó que
en Neuquén había muchas devotas de la Virgen de Guadalupe,
y por esta razón, y conociendo sus dotes en el arte de pintar,
le solicitó un cuadro para nuestra Catedral. Para este fin
“me trajo un librito con la historia de la aparición
de la Virgen y una estampita que aún conservo en mi mesa de
luz, de donde tomé el modelo para pintarla”-recuerda
Robiglio. Del mismo librito saqué la idea de hacer un cuadro
original. El marco lo realizó el señor Baldo Dalla Torre,atrás
del cuadro le puse mi nombre y el de mis cinco hijas, y les hice dar
una pincelada a cada una. Tardé más o menos veinte días
en terminarlo -memora Aldo y amplía la historia-. Don Jaime
de Nevares no quería que se colocaran cuadros en el templo,
entonces, esperaron a que se fuera de gira. Se hizo una misa concelebrada
con el párroco, Padre Jesús. Cuando terminó la
misa, -continuó relatando el Dr. Robiglio - se descubrió
el cuadro, que estaba cubierto con un lienzo. Luego fue bendecido
y todas las “guadalupanas” lo besaron y le colocaron flores.
En un primer momento estuvo cerca del altar, pero más tarde
fue ubicado en el ala derecha de la Catedral, donde puede ser apreciado
en la actualidad.
Sobre textos de la investigación realizada por la
Lic. Vicky Chávez
Historias desconocidas
Los primeros poetas del Neuquén surgieron entre los indios
pehuenches, que habitaron nuestro territorio desde los primeros tiempos.
Los pehuenches con su expresión, animista, transmitieron oralmente
los contenidos poéticos que con los años se fueron perdiendo.
Al llegar la civilización europea los pehuenches se encontraban
en plena decadencia. En las ceremonias rituales, como la fiesta anual
de las rogativas, están presentes elementos de la poesía
pehuenche, heredada de los araucanos. En esta celebración anual
le piden al “dueño de los hombres” la lluvia para
que proteja el fruto del trabajo. Este pedido lo hacen a través
de la poesía, rica en giros retóricos, que en su naturaleza
es triste y habla del dolor y la congoja de la raza por el pasado
perdido, por los antecesores perdidos y la falta de esperanza por
una mejor vida en el más allá.
Luego de los pehuenches, el primer prosista inspirado por las bellezas
de la región fue el perito Francisco Pascasio Moreno que en
tono entrañablemente poético escribió: “La
cortina de brumas que cubría durante la noche del 18 de enero
de 1880 el gran escenario de esta naturaleza estupenda, en lugar de
levantarse de una manera
uniforme delante de nuestros ojos, que no querían perder el
menor detalle de la decoración, se desgarró en torbellinos
de tules acerados y rosas”.
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