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Pinceladas de la historia de un
galeno que, desde su Córdoba natal, en los años en que
reinaba el peronismo en el país, decidió plantar su
futuro en las poco pobladas bardas neuquinas.
En su despacho de la Clínica Pasteur ubicada a pocos pasos
del Parque Central, el doctor Víctor Peláez, con voz
pausada y rico lenguaje, fue desovillando momentos que fueron fundamentales
en su historia personal, que se fueron enlazando, con el correr del
tiempo, en el desarrollo mismo de la capital norpatagónica.
“La década más dura para mí fue la del
año ’60. Yo dormía en esta pieza –refiriéndose
a su despacho- este era mi dormitorio. En la década del ‘60
me levantaban en promedio una vez y media por noche. Había
trabajo para reventar. Tanto que íbamos a Córdoba con
los familiares por caminos de tierra que hacíamos en dos etapas.
Había que parar en Santa Rosa donde había un viejo hotel
atendido por un español con sus hijos. Cuando me preguntaba
la profesión, yo decía “comerciante” ¡porque
quería dormir!. Porque si había algún pasajero
con algún cólico ¡que lo atendiera el médico
del pueblo!
Matrimonio de médicos
“Me llamo Víctor, igual que mi padre; mi madre se llamó
Josefa Llambaspiedra, o sea que soy cruza de madrileño con
italiano toscano, nacido en Córdoba capital, el 24 de noviembre
de 1928. Viví en Córdoba hasta los veintiséis
años de edad en que vine a instalarme a Neuquén en el
año 1955 como médico y ya casado con Beatriz Batisti,
también médica especializada en pediatría. Con
Beatriz estudiamos en la Universidad de Córdoba
Yo era médico interno ad-honorem de la que fue la única
maternidad que había en la “docta”, que dependía
de la Universidad. Había sido practicante y luego médico
interno pero no estaba afiliado al partido gobernante. En el practicanato
no se exigía la afiliación. Y bueno, llegó el
16 de junio del ’55, se produjo el conato revolucionario del
16 de septiembre, fueron las hordas y quemaron la casa radical; yo
era radical.
Me invitaron a una fiesta, trajeron unos sandwiches, una bebida para
tomar, yo estaba de guardia ese día y no fui. Y al día
siguiente me echaron. Y bueno, me dije, acá tengo un problema.
En Córdoba yo no tenía “padrino”, no tenía
ningún amigo ni pariente que fuera un médico destacado,
no era de la Acción Católica, que era algo muy importante
en esa época y no era del partido peronista. Entonces, no tenía
nada que hacer.”
El primer mapuche
“Y un día me encontré con un médico de
Gral. Roca, un pediatra, ya fallecido, quien me entusiasmó
para que viniera. Y fui a Roca y en uno de los paseos que hice, y
el último día de mi estancia, con un cordobés
vago al que llamaban “Maní parado” porque era gordito,
llegamos a Neuquén. Ahí conocí al primer mapuche
que era el chofer del ómnibus, a quien le conté mis
intenciones de contactarme con otros médicos. El mapuche cambió
el itinerario y me dejó frente a la farmacia de don Bernardo
Goldenberg, en la calle Sarmiento entre Pampa y San Luís, que
en la actualidad es atendida por su hijo. El chofer me bajó
ahí y me dijo: «Pregúntele a este señor
que sabe todo». Coincidentemente estaban los médicos
en huelga por la muerte de un médico rosarino, Inganinella.
En la época de Perón –indicó el Dr. Peláez-
se mató mucha gente y se siguió matando después
con López Rega. Sabemos que el primer genocida fue Perón
-enfatizó y continuó con su relato- Don Bernardo Goldenberg,
era amigo de todos los médicos, sabía que algunos estaban
de guardia, pero a media cuadra estaban tomando el té el Dr.
Gervasoni con el Dr. Andrés Linares, en la casa de Linares.
Me recibieron con mucho entusiasmo y ya “armamos la cosa”
y me gustó Neuquén. Cuando vi Neuquén, vi los
álamos dije “acá voy a dejar mis huesos”
y por lo menos acá, bajo este cielo neuquino están mi
madre y mi mujer”.
Con destino a Neuquén
“Nos casamos un 19 de noviembre, porque yo había venido
en julio, en septiembre y el 3 de diciembre, el día del médico,
llegamos a Neuquén. Nos recibió un viento infernal que
paró el 15 de enero. Y yo andaba en motoneta así que
era un infierno en esa época. No es que fuera más fuerte
el viento, era porque estaba más desprotegido y no había
pavimento. Apenas llegado me contacté con un señor Aquestapace
y me llevó a ver al Dr. Manuel Kohon, una gran persona (el
hijo está en el Tribunal Superior de Justicia) una excelente
persona. Al lado del estudio, tenía una propiedad en alquiler
y pactamos mil doscientos pesos. Pero diciembre no pude pagar, tampoco
enero ni febrero. Recién pude pagarle en marzo. Entonces fui
y le dije al Dr. Kohon: «Aquí tiene el importe de los
tres meses que le debo», y don Manuel me respondió: “¡No
me debe nada! Este es el primer mes.”
Ahí mismo tenía mi consultorio, en Independencia 114,
que también era mi casa. Trabajábamos allí, en
el Hospital que se llamaba en esa época, Local, no se por qué,
curiosidades.”
Hospital Materno Infantil
“Fue en el año ’58 cuando el Dr. Eduardo Castro
Rendón me nombró director del primer instituto provincial
que tuvo Neuquén, el «Centro Materno Infantil»
que había sido pensado como centro pero se convirtió
en un pequeño “Hospital Materno Infantil”. Estaba
ubicado en la misma manzana del Hospital Local, precisamente en la
esquina de Buenos Aires y Maestro Alderete. Cuando llegamos estaba
en construcción, el gobierno peronista no lo había querido
terminar porque estos centros venían de “La gota de leche”,
un programa socialista. Por esa razón lo dejaron abandonado
al nivel de los dinteles de las ventanas y de las puertas.”
Apertura
“El Dr. Luis Ramón que fue ministro de Bienestar Social
del interventor Ricardo Hermelo, capitán de navío de
la llamada “Revolución Libertadora” terminó
la construcción del “Materno Infantil” y el 8 de
marzo del ’58 la i-naugura aunque ya había resultado
vencedora la fórmula Edelman-Asmar que estuvo presente en el
acto de la inauguración ya que estaba prevista la asunción
para el 1º de mayo de ese mismo año. En septiembre de
ese mismo año, el Dr. Castro Rendón ocupaba el cargo
dejado por el Dr. Ramón. Esto lo hicimos entre todos, el Dr.
Ramón, el Dr. Castro Rendón, el Dr. Chevallier que era
director de Salud Pública en esa época. Todos empujamos
para esto, y Ricardo Hermelo que había entrado en el ’55
y hasta el ’57, que no había hecho nada, optó
por dejar alguna obra como el canal que nace en Arroyito y el Centro
Maternal.”
Males de los tiempos
“Hay enfermedades que los médicos de hoy no ven y que
hemos visto nosotros. Como también hay enfermedades que no
vi que quizás las vio Castro Rendón. Yo no vi viruela,
porque la vacuna había sido muy efectiva. Vi lo que llamamos
“picados por viruela”, los que la habían contraído.
Yo lo que más vi fue tifoidea, Chagas y también una
patología de ojo inflamado, lagrimal inflamado, ganglios pre
auriculares inflamados, todo producido por vivir en un rancho».
Detallista y dueño de una memoria selectiva, el Dr. Peláez
evoca instantes de su dura vida profesional en la región-.
«La gente, en general, los políticos, los profesionales,
los periodistas caen en frases y palabras hechas, vacías de
contenido. La palabra “digna” hace a la esencia humana,
es lo que se merece una persona por ser simplemente una persona. Quizás
antes el rancho era una vivienda digna porque los cubría de
la lluvia, del sol. Hoy no es una vivienda digna. Antes había
pobreza pero había trabajo. Era una pobreza bien llevada o
era gente que sabía ser pobre. El rancho desapareció.
En esos años lo que más nos torturaba era la diarrea
infantil. Cuando llegamos era imposible hacer estadísticas
porque había que tener un gran equipo. Yo iba a los registros
civiles, por ejemplo fui a investigar al Registro Civil de Chos Malal,
y la causa de muerte era “natural” ó “accidente”
ó “suicidio” o “asesinato” y la otra,
“ahogado”. Esto da la sensación de que la mortalidad
puede haber sido del ciento cincuenta por mil, cuando ahora está
por debajo del diez por mil.”
Dura experiencia
“Una de las cosas más duras y fuertes que pasé
siendo director del “Centro Materno Infantil” donde mi
esposa era Jefa de Pediatría, en el mes de noviembre, debe
haber sido en el año ’60 ó 61, un 10 de noviembre
teníamos veintitrés casos de diarrea, en el Bouquet
Roldán que era uno de los barrios marginales más poblado,
creado durante el gobierno de don Felipe. Las casitas tenían
la letrina y a ocho metros un pozo donde sacaban agua con la napa
a cuarenta o cincuenta centímetros. Y no tenían posibilidad
de hervir el agua, porque todo lo cocinaban a fuerza de leña.
Evidentemente que la salud no pasaba por los hospitales. Pasaba por
una provisión de agua, una infraestructura con vivienda, temperatura
de la vivienda, cloacas. Recuerdo que atendí una vez un parto
en una chacra, ya que también atendía los partos a domicilio.
Después de esta experiencia me negué a continuar con
esa vieja costumbre. Ahora bien, dentro de la casa había cero
grado de temperatura, lugar donde iba a nacer la criatura.. Entonces
los convencí y trasladamos a la parturienta al “Centro
Materno Infantil”. Morían chicos de tos convulsa, muchísimos.
Además, era habitual que se calentara el ambiente con estufa
a kerosén que dejaba hollín, humo. El chico se congestionaba,
se intoxicaba.”
Ocho hijos
“Cuando el hospital se provincializa el 1º de septiembre
del ’58 me nombraron director y el 1º de septiembre del
’69 renuncié. Fue una tontera mía, en el año
en que se provincializaron los hospitales. Antes todo era nacional
el Servicio de Obstetricia y el Servicio de Pediatría del Hospital
también. Con Betty tuvimos ocho hijos que llenaron nuestra
casa de alegría. Salvo el primer parto que lo atendió
el Dr. Bensimon, todos los demás partos los atendí yo.
Con los años uno va teniéndole miedo a las cosas, cuando
se es joven no es que sea valiente, se es irresponsable. En los últimos
partos me cuidaban las espaldas al Dr Romero y al Dr. Abraham. De
mis hijos, María Cristina es médica y directora de la
clínica; el segundo hijo, Pancho es contador, luego nació
Víctor que también es médico; Beatriz, abogada;
Teresita es bióloga, luego Santiago que es escribano, Genoveva
que es psicóloga y Juan, abogado, todos recibidos en Córdoba,
y los nietos mayores también. Ahora a mis nietos les voy a
mandar unos pesos por mes para que entre ellos hagan una fiesta. En
Córdoba había quedado mi madre, mi padre falleció
en el año ’39. Mi madre triangulaba Córdoba donde
vivía mi hermana, Buenos Aires donde vivía mi hermano
y Neuquén que era lo que más le gustaba porque era una
casa de puertas abiertas, con muchos amigos, amigos de los chicos,
movimiento de gente, y además venía a pasar el invierno
porque el de aquí era mucho más cálido que el
de Córdoba. En la actualidad mis hijos Cristina y Juan atienden
ciertas cosas, asuntos laborales de la Clínica, por otra parte
otro de mis grandes orgullos son mis 19 nietos.”
Conclusiones
“Debido a que la política es insalubre, en la actualidad
me dedico a la política del café y de la sobremesa.
Fui legislador en los períodos ’93-97 y ’99-2003.
¿Qué cosa importante saqué? La derogación
del Servicio Militar Obligatorio. Después, que me la hicieron
pedazos, la intangibilidad de los depósitos, Porque vino la
emergencia económica y Cavallo nos lo quitó. Otra cosa
importante fue
que los discapacitados pudieran viajar no sólo para ir al médico
sino también para actividades recreativas. Hay que tener en
cuenta que antes había ingobernabilidad porque los militares
eran un ejército de ocupación nacional, ocupaban la
Argentina en ocho horas. Ahora, con el legado que nos dejó
Perón, la Argentina depende de Moyano. La Argentina es ingobernable.”
A fuerza de trabajo
“La clínica surgió a fuerza de trabajo –indica
el Dr. Víctor Peláez- Primeramente fue la “Clínica
Peláez” que surgió cuando hice mi casa y abajo
hice una pequeña clínica con seis camas que tenía
su quirófano y su sala de parto. Y a los doctores Abraham y
Romero les gustó mucho y ahí estuvimos los tres, además
de otros médicos. Arriba mi casa y abajo la clínica.
Yo a esta casa vine a vivir el 17 de febrero del año 1962,
el 5 de octubre del año ’63 inauguré la “Clínica
Peláez”. Hasta recuerdo de quien fue el primer parto,
el padre se llamaba Hugo Piro, gerente del Banco Industrial. Este
terreno de veinte por cincuenta era de los doctores Bensimon y Chevallier
que iban a hacer una clínica que nunca construyeron. Entonces
a Chevallier le compré su parte. Para la construcción
había comprado 20 mil ladrillos, 600 kilos de fierro y no sé
cuantas bolsas de cemento. Empecé con un albañil y dos
peones y así hice el edificio.
El otro terreno era de Bensimon que se fue a Estados Unidos. Un señor
Gómez, que trabajaba en el correo, era muy amigo de Bensimon
y le hacía todos los trámites. Este hombre vino una
vez a hablarme, a decirme que Bensimon ponía en venta este
terreno. Entonces les dije a Abraham y a Romero si querían
que compráramos este terreno para ampliar la clínica
y estuvimos de acuerdo. En esas décadas del ‘60 al ‘70
tuvimos unas quinientas horas anuales de quirófano, estábamos
todos los días juntos. “Pasteur” fue un nombre
que le gustó a Abraham que admiraba a Louis Pasteur. Y así,
el 19 de diciembre del ’70 inauguramos la “Clínica
Pasteur”, y antes de la inauguración Abraham falleció,
y seguimos con Romero hasta que tuvo un infarto y quedé yo
solo.”
La política, otra pasión
“Cuando vino la democracia en el año ’83, siempre
fue una pasión mía como también de Romero, la
política. Y yo dije que me iba a convertir en un militante
activo. Como les he costeado la vida a mis ocho hijos, es hora que
me mantengan. Fui dos veces legislador nacional por la Unión
Cívica Radical. Recuerdo que tenía seis o siete años,
en 1935 , y le hacía la campaña a Amadeo Sabatini rompiendo
insignias del Partido Demócrata que tenía un comité
en la esquina de mi casa”.
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