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  Presentaron un libro donde se recogieron las experiencias de cuatro años de un programa que instaló invernaderos en 29 escuelas rurales de la Patagonia.

A orillas del Limay, del lado rionegrino, la directora de una escuela rural no podía creer que iba a recibir visitas una vez por semana y con el valor agregado de que llevaban capacitación e instrumentos para poder instalar una huerta. “Cuando fuimos por primera vez, nos presentamos como representantes de la Fundación Cruzada Patagónica y que veníamos a traerles la idea de instalar un invernadero, no nos creían”, contó el director del Centro de Educación Integral San Ignacio, Christian Hick.
El programa Una granja una escuela nació hace cuatro años mediante un convenio de cooperación entre la fundación, líder en la educación rural privada de la Patagonia, y la petrolera Chevron. La experiencia que tuvieron en 29 escuelas de Neuquén, Río Negro y Chubut, les permitió a Hick y Patricio Sutton escribir un libro donde resumieron las experiencias sobre la vinculación que experimentaron entre la didáctica de las materias teóricas en las escuelas y el tema productivo en la granja.
Hick dijo que el libro es una suerte de guía para que otros directores de escuelas puedan encarar la construcción de una granja en sus escuelas y lograr que en el comedor del establecimiento se consuman los productos que los mismos chicos siembran y cuidan para que crezcan.
El libro Una escuela, una granja se presentó en el auditorio del Consejo Provincial de Educación y antes de que hablaran sus protagonistas, Ian Partridge, director de Chevron y Matías Dumais, representante de la fundación, se mostró un video en cuyas imágenes se resumió el programa. Hick se detuvo en una foto, hasta que contó su esencia. Era un chico con guardapolvos que tenía la mejilla pegada en el suelo como si estuviera viendo crecer una pequeña planta color verde. “Esa foto fue sacada hace cuatro años, cuando estaba eligiendo las imágenes, ese chico se acercó y me dijo que era él. Ahora va a primer año y es alumno del Centro Integral San Ignacio. Hace cuatro años iba a una escuela de Aguada Guzman”, relató el director del CEI.
“Una escuela, una granja nos genera una gran esperanza”, dijo el directivo de la petrolera y contó que cuando en el 2003 los integrantes de la fundación le plantearon la posibilidad de financiar un programa para instalar un invernadero en cada escuela de la Patagonia, “no lo dudamos, dijimos que sí”.
Partridge dijo que “Una escuela, una granja es más que un programa, sino un compromiso que nos integra” e indicó que ojalá el libro promueva granjas en otras escuelas porque “si hay un grupo que lo intente ya se habrá cumplido el objetivo”.
El director Ejecutivo de la Fundación Matías Domais, no pudo dejar de mencionar el incendio del 24 de agosto en la escuela del valle de Sancabao y aprovechó para agradecer el acompañamiento del Estado y organizaciones intermedias que ayudaron a reconstruir la escuela secundaria técnica. Sostuvo que el programa Una escuela, una granja no fue pensado a corto plazo y resaltó el esfuerzo de los organizadores y los técnicos por sostenerlo durante estos cuatro años.
Al finalizar el acto de presentación del libro se mostró una gigantografía con la resolución 1.460 del Consejo Provincial de Educación donde se declara de interés educativo el programa Una escuela, una granja.

Una frase
En la presentación que hizo Patricio Sutton en el libro se puede leer: “huertas e invernaderos fueron el puente que hizo posible acercarnos a conversar, aprender y enseñar dentro y fuera del aula. Un acercamiento complementario al del maestro rural, para relacionar los contenidos de las diferentes materias con hechos cercanos a sus vidas, mentes y corazones; una planta que produce determinada cantidad de tomates en una época en particular del año, una estructura geométrica semicircular capaz de explicar qué produce el famoso efecto invernadero, una emotiva carta d eun alumno de una escuela rural de Salta, la Antártica, Chile, España o Ghana, una zanahoria que da pie para contar historias de conejos o hablar de las vitaminas de los vegetales”.
En una suerte de diagnóstico el co autor del libro describió que por encontrarse las escuelas rurales en zonas donde los índices de pobreza son muy altos, no se puede esperar a que la suerte permita que alguno de los chicos pueda tener acceso a la escuela secundaria.
Finaliza con una frase de Nelson Mandela: “la educación es la gran locomotora del dearrollo personal. Es a través de la educaciomo la hija del campesino puede llegar a ser médico; el hijo del minero, jefe de la mina; el hijo de unos granjeros, presidente de un gran país. Lo que distingue a una persona de otra es lo que conseguimos con lo que tenemos y no lo que se nos da”.

25 años quedaron bajo las llamas

Unos 5 millones de pesos en infraestructura de los edificios y 1,5 millones en equipamiento es el cálculo que hizo la Fundación Cruzada Patagónica de las pérdidas del Centro de Educación Integral San Ignacio del mes de agosto. Quedaron bajo las llamas, más de 1.500m2 de construidos, 35 computadoras y una fotocopiadora, 120 camas del albergue de los alumnos, libros de texto y técnicos y literatura recolectados a lo largo de 25 años, y toda la documentación administrativa y técnica.
Un documento que difundió la fundación recordó que el CEI San Ignacio es el fruto de 25 años de dedicación, esfuerzo y trabajo continuo de muchas personas.
Transitaron sus aulas más de 1500 jóvenes provenientes de parajes y comunidades rurales de Neuquén y Río Negro, de un radio de 500 Km. de Junín de los Andes.
Brinda educación secundaria agrotécnica a 250 alumnos por año, otorgando el título de Técnico Agropecuario.Más de 150 alumnos acceden a la educación gracias a poder alojarse en los albergues de varones y mujeres y brinda educación semipresencial a más de 70 adultos.
El 95 % de sus egresados obtiene empleos calificados, desarrolla sus propios emprendimientos o bien continua estudios terciarios o universitarios
Las instalaciones del CEI se componen de 7 aulas, oficinas administrativas: dirección, secretaría, sala de profesores, biblioteca, sala de informática y sala de multimedios,
cocina, depósito de alimentos y lavadero, baños, albergue de varones. Todo esto se perdió en el incendio.
La fundación convocó a la solidaridad de instituciones y entidades privadas de ayuda y logró la reconstrucción parcial que permitió reiniciar las clases. «Gracias a las inversiones que veníamos realizando en los últimos años en materia de seguridad, no tuvimos que lamentar heridos; sin embargo, las pérdidas materiales fueron cuantiosas y apelamos a que el apoyo de quienes están comprometidos con este proyecto», dijo Hick

 

 


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