El campo hace escuela

 
  Una escuela de gestión privada que este año tendrá su sexta promoción de técnicos en producción agropecuria funciona a 16 kilómetros de Junín de los Andes.


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Contiene a 195 adolescentes provenientes de parajes rurales, la mayoría descendientes de mapuches, que conviven durante nueve meses por año.

Sancabao (enviado especial)>El sábado habrá una fiesta en la escuela agrotécnica del valle de Sancabao. Será la sexta promoción de egresados con el título de técnicos en producción agropecuaria, una educación dirigida a adolescentes de la zona rural donde la mayoría son de comunidades mapuches.
Sergio Colligual y Julio Rañinqueo son dos jóvenes mapuches que recibirán el título tras haber cursado los seis años en la escuela agrotécnica, a unos 16 kilómetros de Junín de los Andes, provincia de Neuquén.
Estos dos flamantes profesionales ingresaron al Centro de Educación Integral San Ignacio cuando tenían 14 años. Hoy planifican su futuro volviendo hacia sus lugares de origen para aplicar los conocimientos en el trabajo agropecuario sin dejar de tener en cuenta la posibilidad de continuar una carrera terciaria.
A orillas del mundialmente conocido río Chimehuín - uno de los pesqueros más prolíficos- Sergio y Julio compartieron seis años con sus compañeros durante las 24 horas de septiembre a mayo –el régimen escolar de este tipo de establecimientos cordilleranos donde las vacaciones son en invierno-, en los que, cada dos meses, podían ir a visitar a sus familiares.
Recorrer con ellos las 15 hectáreas que tiene la escuela pública de gestión privada que administra la fundación Cruzada Patagónica permite comprobar el nivel de conocimiento de la actividad agraria que han adquirido en su tiempo de estudio que a ellos les ha sido totalmente gratuito. Es la única escuela en su tipo en el sur de la provincia que brinda la posibilidad de realizar estudios secundarios de jornada completa vinculados a la actividad agraria a sus 195 alumnos. El sistema público de media jornada sólo los habilitaría para recibirse de bachilleres o de peritos mercantiles.
Los jóvenes mapuches explican con lujo de detalles los distintos sistemas de riego que utilizan en las huertas para poder producir verduras o frutas que luego consumen en el albergue del CEI y cuyos excedentes venden en un local que tiene la fundación en el centro de la ciudad de Junín de los Andes. Se entusiasman intentando describir cómo se observan los viveros o las huertas al aire libre cuando es época de cosecha dado que la visita que se le realizó fue en pleno otoño y culminando la actividad escolar. “Esto es todo verde, hemos obtenido una muy buena cosecha”, dicen mientras una alumna del ciclo superior aprende a manejar un tractor en el curso de tractorista.
Los guías se trasladan hacia el apiario y con orgullo muestran un premio por las mieles claras que obtuvieron hace dos años, mientras aseguran que la preparación de la tierra la realizan los mismos alumnos munidos de palas y picos para preparar un humus que permita arrancar de esa tierra yerma, alimentos sanos y nutritivos. La abonan con el estiércol de las vacas, ovejas y pollos que crían y que faenan en una planta en la que pueden poner en práctica los conocimientos teóricos que absorben en las aulas ayudados por los 35 profesores que tiene el establecimiento.

Albergue
Este secundario agrotécnico es para ambos sexos. Los varones tienen el albergue en la misma escuela mientras que las mujeres lo tienen en la localidad de Junín donde son trasladadas todos los días en un colectivo de la fundación. Además de las materias curriculares del tercer ciclo de la Enseñanza General Básica y el Polimodal, cursan diversos talleres de formación técnico profesional: forestación, apicultura, huerta, ovinos, aves, cerdos, bovinos, elaboración de alimentos, carpintería, electricidad y tractorista.
En la escuela todo se pone en marcha a las 7.30 cuando sirven el desayuno. Desde esa hora el grupo de alumnos que está de guardia es el encargado de preparar el desayuno para el resto, limpiar y mantener el orden dentro del albergue. El grupo se divide las tareas con una precisión admirable, al igual que el otro grupo que le toca estar de guardia para hacer el mantenimiento de toda la estructura de producción experimental, desde el riego en las huertas, hasta la comida de los animales.
Saben que mientras reciban la educación en la escuela, todo va a depender de ellos, y cuando no está directamente a su cargo, la tarea la va a realizar algún compañero.

El apoyo del exterior

Sancabao> La trascendencia que ha tomado el Centro de Educación Integral San Ignacio a partir de que la Fundación Cruzada Patagónica consigue fondos para su mantenimiento, está globalizada. La muestra de ello es que durante el ciclo lectivo es común que lleguen voluntarios de puntos tan distintos del mundo como Suecia o Alaska.
La institución tiene organizada este tipo de tareas para lo cual tiene un albergue y prepara actividades en las que pueden compartir las tareas con los alumnos.
El director del tercer ciclo de la Enseñanza General Básica y Poimodal Trayecto Técnico Profesional Agro, Christian Hick y la directora de la Primaria de Adultos y formación Profesional, Laura Costa, son quienes tienen a su cargo llevar adelante la educación en esta escuela albergue, la única en su tipo en la provincia. Hay otras dos que son estatales –Plottier y Las Ovejas- pero no tienen albergue.
«Recibimos alumnos desde Chos Malal hasta Bariloche y desde La Rinconada hasta la Línea Sur de Río Negro», comentó Costa para indicar que por el hecho de ser gratuita y técnica tienen muchos interesados de centros urbanos. Hick aclaró que el objetivo con el cual fue creado el establecimiento era brindar educación a jóvenes de áreas rurales.
Uno de los aspectos que destaca los directores es el aumento de la retención que han logrado luchando con hábitos culturales como el bajo incentivo familiar frente a los hábitos del estudio, y las necesidades sociales que, a veces, obligan a los estudiantes a abandonar la escuela. Su presencia para la ayuda familiar es más urgente.
Según el anuario de la fundación, el CEI San Ignacio fue desde sus inicios una escuela primaria y de formación profesional para adolescentes de comunidades rurales y mapuches. Los alumnos aprendían a producir a contraturno. Aportes del exterior permitieron poner en marcha producción a mediana escala que se comenzaron a comercializar en la localidad de Junín de los Andes. El aporte permitió elaborar alimento balanceado y adquirir el primer camión. Hace doce años una conocida empresa de Estados Unidos hizo un aporte que permitió comenzar a poner en marcha el proyecto del secundario agrotécnico que vio la luz en agosto de 1995.
Hick y Costa tienen a su cargo la elaboración de proyectos que viabilizan a través de la fundación. Una de las instalaciones que están aprovechando, la cocina, también fue una donación proveniente de exterior, al igual que la ampliación del sector sanitarios del establecimiento.

 

 


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