Los sucesos, día a día
Operación rescate

 
 


La estampa del rompehielos Almirante Julián Irízar, desde 1978 a servicio de la soberanía en aguas antárticas.

Objetivos científicos y de reabastecimiento de las bases antárticas conforman el periplo anual del rompehielos Irízar.

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El incendio no logró destruir sus entrañas; el comandante permaneció a bordo hasta el destino final.

El rompehielos partió desde Buenos Aires el 12 de diciembre pasado y durante una nueva Campaña Antártica efectuó el reaprovisionamiento y retiró los deshechos de las bases Esperanza, Jubany, San Martín, Primavera, Orcadas, Cámara, Petrel, Decepción, Melchior, Brown, Marambio, Belgrano II y Matienzo.
Luego de realizar con éxito su recorrida y, en la etapa de retorno, a poco de partir del puerto de Ushuaia, un siniestro sorprendió a los tripulantes. La crónica del viaje, de los sucesos y el desenlace, engrandecen mucho más el perfil naval de este auténtico “coloso naranja”.

6 de abril

La tripulación comenzaba a sentir los «aires» de Pascuas, extrañaban mucho más a sus familias. Un día soleado los despertó en cercanías del Puerto de la ciudad de Ushuaia.
El segundo comandante, Capitán de Fragata Luis Isidro Romero presidió la formación en la cubierta de vuelo del rompehielos. Elogió el trabajo del personal a bordo tanto en la unidad como en las Bases Antárticas. Destacó la acción de los departamentos de abastecimientos, máquinas, operaciones, sanidad y cubierta, pese a que en ocasiones las exigencias fueron adversas. Después vino la “Puerta Franca”. La dotación cambió de ropas para pasar el día en la ciudad.

11 de abril

El rompehielos “Almirante Irizar” sufrió un incendio a bordo a 250 km al este de Puerto Madryn (Chubut). Los 296 tripulantes y pasajeros abandonaron el buque en veinticuatro balsas salvavidas. No hubo víctimas. El siniestro había comenzado en la navegación de regreso desde Ushuaia, luego finalizar la Campaña Antártica de verano 2006/2007.
El comando del buque señaló que las llamas se originaron en el cuarto de generadores y se propagó de forma tal que se tornó incontrolable. Como consecuencia de ello, el comandante, Capitán de Fragata Guillermo Tarapow, ordenó que abandonaran la nave toda su tripulación y pasaje. Entre ellos, personal civil de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) y efectivos del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada.
Buques que navegaban en inmediaciones acudieron en auxilio del “Irízar”. Los primeros en arribar fueron el petrolero de bandera panameña “Scarlet-Ibis” y el pesquero uruguayo “Magrit”, quienes embarcaron un grupo de náufragos.
Un avión de reconocimiento B-200 de la Armada y un caza de la Prefectura Naval sobrevolaron la zona y localizaron las balsas. Un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea y un Fokker F-28 de la Armada fueron destacados en Trelew para colaborar en la evacuación de los tripulantes para transportarlos a la Base Naval Puerto Belgrano y al Destacamento Aéreo Naval del aeropuerto internacional de Ezeiza.
Desde la Base Naval de Mar del Plata zarpó la corbeta “Granville” y el guardacosta “Thompson” de la Prefectura Naval Argentina para colaborar en las tareas de rescate.

12 de abril

Con caras de frío, sueño y cansancio pero con el ánimo alto, llegaron los tripulantes del rompehielos “Almirante Irizar” a Puerto Madryn, rescatados en una colosal operación. En el salvataje intervinieron los pesqueros “Don Cayetano” y “Magritte” de bandera argentina y el petrolero de bandera panameña “Scarlet-Ibis”, asistidos por aeronaves de la Fuerza Aérea, Prefectura Naval y de la Armada Argentina.
Los tripulantes vestidos con ropa y calzado que les cedieron los pescadores, festejaron con aplausos, gritos de alegría y abrazos el final de una experiencia que los llevó a sentir incertidumbre por sus propias vidas.
En la zona del siniestro permanecía el guardacostas Thompson de la Prefectura Naval Argentina, con jefes de máquinas, operaciones y control de averías. Mientras tanto, en el rompehielos,el comandante, Capitán de Fragata Guillermo Tarapow permanecía en la unidad.
El destructor Almirante Brown, y las corbetas Guerrico y Robinson, con dos helicópteros AS-555 Fennec de la primera Escuadrilla Aeronaval, fueron destacados a una milla náutica del Irízar, para estudiar la situación, hacer los peritajes y ver la posibilidad de remolcarlo hasta la Base Naval Puerto Belgrano. A estas unidades se sumó el aviso “Castillo”, en apoyo de la nave siniestrada.

13 de abril

El rompehielos continuaba fondeado, inmóvil, a 250 km de la costa. Una estela de humo blanco se elevaba desde su popa. Cerca, navegaban el aviso “Castillo”, el destructor “Almirante Brown” y las corbetas “Robinson” y “Granville”.
Fiel a las tradiciones navales, el comandante del Irízar, capitán de fragata Guillermo Tarapow, permanecía en su puesto.
El capitán de navío Alejandro Losada, comandante del Comando Antártico junto al jefe de máquinas, capitán de corbeta Osvaldo González, el jefe de operaciones, Maximiliano Mangiaterra y el jefe de control averías, teniente de navío Esteban Lorenzatti, regresaron a la unidad para iniciar el rescate. Ellos, junto a personal del Servicio de Salvamento de la Armada y de la Agrupación de Buzos Tácticos, conforman un grupo de treinta hombres que realizaron la búsqueda de focos de incendio y examinaron los daños causados por el fuego.
Mientras tanto, el aviso “Castillo”, que participó en la campaña antártica de verano junto al Irizar, con su cañón hidrante comenzó a refrigerar la banda de babor. Cuando un buque de las características del Irízar arde, sus paredes pueden alcanzar cientos de grados de temperatura pudiendo ocasionar incendios posteriores. La operación no fue fácil. La falta de energía a bordo complicó las tareas. Además, los vientos fuertes y olas de hasta tres metros de altura, complicaron la situación.
Mientras tanto, los tripulantes que regresaron a tierra no perdían las esperanzas de que salvaran al barco que los cobijó y fue su hogar durante los últimos cuatro meses.

14 de abril

Las grandes olas que rodean al herido “Coloso Naranja”, hacen que se mueva como si quisiera escapar del lugar.
Se iniciaron los trabajos para acondicionar el rompehielos y remolcarlo hacia la Base Naval de Puerto Belgrano. En su espera, el destructor “Almirante Brown”, las corbetas “Robinson” y “Granville” y el aviso “Castillo” permanecieron en la zona del siniestro.
El comandante y treinta hombres de diferentes dotaciones de las Unidades Navales, personal Buzos Tácticos y del Servicio de Salvamento sumaron capacidades. Las tareas de refrigeración con agua de las secciones externas posibilitaron el ingreso para combatir o retardar el fuego y exterminar los focos ígneos. Poco después, el buque volvió a ser náuticamente seguro. Las condiciones hidrometeorológicas de la zona se presentaban con vientos fuertes, la temperatura del agua de mar se mantuvo a 11 º.
El comportamiento de las olas fue moderado. Todo esto hizo que, casi por milagro, la naturaleza les diera una mano.

16 de abril

Las condiciones meteorológicas se volvieron repentinamente adversas y demoraron el acondicionamiento del buque para remolcarlo. Los fuertes vientos y un mar con olas de hasta siete metros, alcanzaron el puente de comando, complicando la reparación.
A bordo, el comandante en la cabina de mando con treinta hombres de diferentes dotaciones navales de salvamento. El personal embarcado, dividido en dos grupos. Uno dedicado a achicar el agua existente a bordo; el otro inspeccionando y ventilando todos los sectores.
El destructor “Almirante Brown” las corbetas “Robinson” y “Granville” y el aviso “Castillo”, listos para brindar apoyo al “Coloso Naranja”. El aviso “teniente Olivieri», en cercanías de Puerto Madryn para abastecer con repuestos, grupos electrógenos portátiles y grilletes de cadena que complementarían el tren de remolque.
La Armada Argentina aceptó el ofrecimiento de la empresa “Satecna” que puso a disposición el remolcador “Libertador”.

17 de abril

Aprovechando el mejoramiento de las condiciones meteorológicas imperantes en la zona de operaciones, los buques de la Armada Argentina inician el tan esperado «Operativo rescate».

19 de abril

Se inició el remolque del rompehielos Irizar con destino a la Base Naval Puerto Belgrano. El remolcador «Libertador» y el aviso “Castillo” iniciaron el traslado de la unidad a una velocidad de ocho kilómetros por hora. El tren de remolque tenía una longitud de un kilómetro de largo , contabilizando el largo de cada buque. Inició el tren el remolcador «Libertador. De él parten 350 metros de cable de acero que fueron tomados por el Aviso “Castillo”. Este último buque posee un guinche con un regulador automático de tensión de donde sale una combinación de cables de acero y cabos (sogas) de perlon (nylon de alta resistencia) de una longitud de 450 metros. La combinación del guinche y el cabo de perlón proveen la elasticidad necesaria para absorber las tensiones provocadas en la línea de remolque.
Las corbetas “Robinson” y “Granville” y el aviso “Teniente Olivieri” navegaron en apoyo del Rompehielos, en tanto que el destructor “Almirante Brown”, iba al encuentro.

20 de abril

El «Irizar»en Puerto Belgrano. Gran expectativa se generó en torno a su reparación para que, en la próxima Campaña Antártica regrese a las bases argentinas en el continente blanco. El comandante Guillermo Tarapow cumplió con la tradición naval de mantenerse, sin abandonar el navío. Una salva recibió al «Coloso Naranja» que, muy pronto, cicatrizará sus heridas.

El nombre

Fue bautizado Almirante Julián Irízar en homenaje a quien comandó, con el grado de teniente de navío, la Corbeta Uruguay en su memorable expedición de rescate de una misión sueca varada en los hielos antárticos, en 1903.

Guerra de Malvinas

Durante la contienda bélica, el Irízar fue pintado de blanco con una gran cruz roja que lo convirtió en buque hospital.

A pocos años de su llegada al país, el rompehielos Almirante Irízar tuvo un papel protagónico en la Guerra de Malvinas. En la bautizada «Operación Rosario», que constituyó el desembarco del 2 de abril de 1982 en las islas Malvinas, el Irízar sirvió de transporte de varios buzos de la Armada que, junto con sus equipos, realizaron tareas tácticas de la ocupación argentina.
Luego, durante la contienda bélica, el Almirante Irízar dejó de lado su clásico color naranja para ser pintado de blanco con una gran cruz roja y convertirlo así en buque hospital.
El 17 de junio de 1982, tras la capitulación argentina, y rumbo al continente, el rompehielos zarpó por última vez desde Puerto Argentino atestado de conscriptos y militares argentinos heridos y mutilados.
Retornó luego a sus habituales campañas antárticas hasta que, en junio de 2002, su rutina se interrumpió.
El gobierno argentino fue requerido por una compañía naviera extranjera para el rescate del buque científico alemán «Magdalena Oldendorff», atrapado en los hielos antárticos.
Ante un Atlántico Sur agitado, vientos huracanados y temperaturas bajo cero, el Almirante Irízar, con 177 tripulantes, puso proa al Polo Sur. Luego de atravesar casi mil kilómetros de masas espesas de hielo, ubicó al buque en problemas. Lo reaprovisionó con combustible, medicamentos y alimentos. Luego lo remolcó y sacó de la difícil situación hasta llevarlo a una zona de hielos menos peligrosa. Días después, centenares de familiares, amigos y curiosos se agolparon en la Dársena Norte, en el puerto metropolitano, para recibir triunfal al veterano gigante de los mares.

Multifunción

Buenos Aires (NA) > El rompehielos «Almirante Irízar» tiene como principal misión el reaprovisionamiento de las bases instaladas en la Antártida y el traslado de contingentes de científicos, aunque su capacidad para los rescates en el continente blanco lo han hecho participar de numerosos operativos de emergencia.
Sin embargo, este buque, uno de los más imponentes de la flota argentina, es utilizado para realizar investigaciones durante sus extensos periplos de cuatro meses por las aguas más australes del mundo.
De hecho, el inmenso barco posee en su interior laboratorios e instrumental para realizar mediciones sobre temas de biología, oceanografía y climatología, entre otras especialidades. El «Irízar» está capacitado para remolcar a otras embarcaciones
y cuenta con un importante equipamiento médico, por lo que es muy valorado en materia de rescates. De hecho, el «Irízar» cuenta a bordo con un quirófano, un consultorio odontológico y un laboratorio de análisis clínicos.
Esto, sumado a que posee 24 botes auto-inflables y dos helicópteros, lo transforman en una de las naves más requeridas en la Antártida, cuando se trata de participar en evacuación de naves encalladas y cualquier otro tipo de emergencias náuticas.

Hombre de honor

Perteneciente a una familia de marinos, el comandante Tarapow cumplió a rajatablas con la tradición naval.

Buenos Aires (NA) > En cumplimiento del viejo axioma marino que reza que un capitán debe permanecer en su barco pase lo que pase, el hombre a cargo de los destinos del «Almirante Irízar» se rehusó a abandonar su nave en alta mar y se obstinó en permanecer a bordo tras dar la orden de evacuar el rompehielos. El capitán de fragata Guillermo Tarapow, integrante de una familia de arraigada tradición naval y máximo responsable del inmenso buque destinado a las expediciones antárticas, resolvió permanecer a bordo mientras las otras casi 300 personas que se encontraban en la embarcación eran evacuadas por los buques de auxilio.
Tarapow pertenece a una familia con arraigada tradición naval ya que tanto su padre como algunos de sus hermanos pertenecen a la Marina.
Como pequeña muestra de esta devoción por las artes de los mares, fue bautizado con tres nombres: el primero de ellos es Guillermo, al igual que el almirante Brown, máximo héroe naval de la Argentina; y el tercero es Nelson, como se apellidaba el mítico almirante de las flotas inglesas que enfrentó y venció a las fuerzas de Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo.


 

 


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