Por Laura E. Rotundo
La economía es tema de debate en todos los sectores: la inversión,
el sistema impositivo, la política de precios son temas que
siempre están presentes.
Con el economista Gustavo Lazzari, director de Políticas Públicas
de la Fundación Atlas, La Mañana de Neuquén dialogó
extensamente sobre cuáles son los desafíos del gobierno
en materia económica para 2006.
¿Cómo observa el escenario económico
local y cómo cree que será el comportamiento de las
principales variables en 2006?
Argentina está frente a una inmejorable oportunidad. Ningún
gobierno democrático tuvo los precios internacionales actuales,
una oposición fragmentada, congreso afín y apoyo popular.
Los buenos resultados macroeconómicos a veces enceguecen. La
economía crecerá entre un 6 y 7 por ciento en 2006.
La tasa de inflación (salvo imponderables) rondará el
14 por ciento y el desempleo estará amesetado en torno al 9
ó 10 por ciento.
El año 2006 será un buen año y deberemos agradecer
al viento de cola externo. El gobierno debe aprovechar la circunstancia
para realizar las reformas necesarias.
Y puntualmente, ¿a qué cree que debería
abocarse?
La Argentina tiene reformas pendientes desde hace muchos años,
incluso antes de la década del noventa. El hecho de que, por
circunstancias externas, podamos financiar un buen momento no soslaya
la enorme reforma económica que hay que realizar. Me refiero
a una profundísima desregulación laboral y a dar vuelta
como una media el sistema impositivo. En los noventa estas reformas
no se hicieron -los intentos fueron por demás tibios y no estructurados-
porque la deuda financiaba el gasto público y parecía
que no teníamos problemas. Ahora, las reformas no se encaran
porque los precios externos y la inflación permiten mantener
una burbuja de bienestar.
La reforma laboral debe incluir desde la creación de un régimen
de trabajadores libres (sin las ataduras de la ley de contrato de
trabajo) hasta una reforma integral de las obras sociales para que
dejen de ser la caja inexplicable de los sindicatos. Debe revisarse
el tema de las indemnizaciones por despido que desprotegen al trabajador
y fomentar más flexibilización laboral.
En relación al sistema impositivo, que desde algunos
sectores se lo cuestiona como injusto por la existencia de una serie
de impuestos distorsivos, ¿qué propondría?
Nuestro país tiene una auténtica hiperinflación
tributaria. Un argentino promedio paga el 48 por ciento de sus ingresos
en impuestos. Un rico casi un 55 por ciento y un pobre, que está
por debajo de los 831 pesos mensuales que dice el Indec, paga más
del 30 por ciento de impuestos.
Debe reformarse todo el sistema de coparticipación federal,
debemos mostrar los impuestos para dejar de engañar a la gente,
deben eliminarse aunque sea gradualmente media docena de impuestos
(mínima presunta, impuesto al cheque, retenciones, tasas de
abasto municipales, ingresos brutos, sellos, etcétera).
Es muy importante desterrar la voracidad fiscal. Impuestos bajos recaudarán
tanto o más que esta enmarañada estructura tributaria.
Lamentablemente, estos temas no están en la agenda del gobierno.
Los impuestos son una suerte de vaca sagrada latinoamericana. En muchos
países como Irlanda, Nueva Zelanda, República Checa,
Polonia, Estonia, los impuestos se han reducido sin poner en riesgo
la recaudación fiscal. El resultado es que hoy esos países
son la estrella del mundo en materia de crecimiento, reducción
de la pobreza e inversiones.
Debemos volver -aunque sea en el mediano plazo- al sistema impositivo
de la Constitución Nacional. Esto es, que las provincias tengan
autonomía en la determinación de qué impuestos
van a cobrar y a qué tasa. La Nación debería
tener uno o dos impuestos nacionales importantes (por ejemplo, parte
de IVA y Ganancias Corporativas) y las provincias el resto. Eso generaría
una competencia jurisdiccional de manera que las provincias que cobren
menos impuestos van a atraer capitales y personas.
En Estados Unidos, un análisis del Cato Institute (una fundación
de estudios públicos, no partidista) muestra que en un período
de 10 años los estados que bajaron sus impuestos incrementaron
la recaudación, el crecimiento y la población. Los estados
que más subieron sus impuestos mostraron indicadores peores.
La gente vota con los pies... en definitiva, busca lugares donde los
impuestos sean bajos, claros y correctamente administrados.
Debería haber también un límite institucional
a la carga tributaria máxima sobre personas y empresas. De
manera de otorgar seguridad jurídica a un tema donde claramente
no tenemos.
Yendo al tema de la inflación, ¿cree que el
oficialismo está
trabajando correctamente?
El gobierno está trabajando sobre los efectos y no sobre las
causas de inflación. En términos sencillos, los “acuerdos”
(o aprietes) de precios son como si el médico en lugar de tratar
la infección rompiera los termómetros. Claramente luce
ridículo y es una gran pena que se dilapide tanto esfuerzo
en controlar precio por precio.
La causa de la inflación es monetaria. Radica en la intención
inconsistente del gobierno de mantener un tipo de cambio elevado.
Eso es bueno para los sectores exportadores y competitivos de importaciones
pero tiene un costo. Alguien paga el dólar de $ 3. Ese alguien
es la emisión monetaria con su correlato directo que es la
tasa de inflación.
Recordemos que la inflación es un impuesto regresivo pues lo
pagan más los pobres que los ricos. Los ricos pueden dolarizar
sus ingresos o comprar stock de mercaderías antes que suban
los precios. Los pobres no pueden hacer eso. Gastan los pocos pesos
día a día y deben soportar todo el impacto del aumento
de precios.
Paradójicamente, los gobiernos progresistas terminan cobrando
el impuesto más regresivo.
¿Cuánto hay de cierto en el argumento: “si
se aumentan los sueldos, la inflación también se incrementa”?
Técnicamente no es cierto. Si suponemos que hubiera un fuerte
aumento de salarios pero no hay emisión monetaria, tendríamos
una caída en la rentabilidad de las empresas sin aumento de
precios. Pues los aumentos de costos no se pueden trasladar (todos
y al mismo tiempo) si no existe emisión monetaria.
Los aumentos de salarios son inflacionarios cuando generan una puja
distributiva que redunda en mayor emisión monetaria. Así
sucedió en los setenta y de allí viene la confusión.
Como economista, ¿cómo observó el alejamiento
de Lavagna en la cartera económica y el reemplazo de Miceli?
El momento del cambio sonó desprolijo. Claramente, la política
pisaba la recomendación técnica. No quedó claro
por qué se fue Lavagna y creo que la gente merecía una
explicación.
La ministra Miceli está aportando a la confusión con
frases difíciles de digerir como “la palabra ajuste está
desterrada” o “un poco de inflación no hace mal”,
“prefiero la inflación a la paz del sepulcro”,
etcétera.
¿Por qué?
Porque son ideas equivocadas. La palabra ajuste está endemoniada.
No obstante, debemos buscar un sinónimo para decir que el estado
merece una profunda reforma. Hoy se gasta mucha plata y la productividad
del gasto público es claramente lamentable. Tanto a nivel nacional
como en cada una de las provincias se observan indicadores surreales
respecto al derroche del dinero de los argentinos. Para citar algunos
ejemplos: la provincia de Buenos Aires tiene 438.000 empleados públicos
y casi 600.000 Planes Jefas y Jefes. Un millón de personas
sirven a la provincia más insegura, y con bolsones de pobreza
africanos.
Otro caso: en el Congreso Nacional hay mas de 10.000 empleados. En
el Parlamento Europeo 8000. ¿Cuál es la diferencia?
Aquí se sesiona entre diez y quince veces al año. En
el parlamento europeo, la labor de los eurodiputados es intensa y
todo lo que se dice y vota es traducido inmediatamente a los veintitrés
idiomas oficiales. Es decir, que con menos personal hacen una tarea
ciclópea en relación a la labor del personal de nuestro
congreso.
Los ejemplos pueden repetirse en miles. Claramente, si no es ajuste,
llamémoslo de otra manera. Pero es necesario racionalizar todo
el gasto público en todos los niveles. Hay mucho desprecio
por el esfuerzo de los argentinos.
Por último, ¿cuál cree que sería
la medida crucial a tomar por el Gobierno para trabajar fuertemente
en la erradicación de la pobreza?
Hace más de 200 años, en 1776, Adam Smith decía
que “para que un reino deje la condición de miseria y
pase a la opulencia hace falta bien poco: impuestos bajos, paz y una
tolerable administración de justicia”.
Hoy sigue siendo así. Erradicar la pobreza significa crear
trabajo. El mejor plan social es que todos los argentinos tengamos
oportunidades de trabajo. La única manera que los sueldos suban
es que los empresarios se peleen entre ellos para conseguir trabajadores.
Todos los demás intentos son falsos y generalmente mal intencionados.
Para crear trabajo hacen falta impuestos bajos, pero además
seguridad o paz y que la justicia funcione correctamente. Todo lo
demás viene solo y más rápido de lo que la gente
supone.
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