|
Por Gloria vila
Sucedió en la sala de conferencias de la Asociación
de Entidades Periodísticas de la Argentina (ADEPA).
El destacado periodista Jorge Halperín, director de Le Monde
Diplomatic, que ha hecho de la entrevista periodística casi
una especialización y su hijo Fernando, editor de la sección
internacional del diario La Nación, presentaron al emblemático
Carlos Ulanosky para ser entrevistado por colegas periodistas del
interior del país en el ámbito de la Asociación
de Entidades Periodísticas (ADEPA).
En la introducción, Jorge Halperín dijo: “Como
ya sabemos que la «más jorobada» es la primera
pregunta, les sugiero que empiecen por la segunda.”
“Cuando nosotros nos iniciamos,-reflexiona Carlos Ulanosky apenas
iniciada la entrevista - en los ’60, la pregunta más
brava se hacía con el pie en el pasillo, por miedo a ser expulsado,
a ser echado. Pero por suerte a mí me expulsaron siempre...
en la segunda pregunta. Si me preguntan cuándo me sentí
bien, les digo que fue cuando trabajé con gente que me gustaba.
Trabajé en medios grandes y chicos; trabajé en medios
muy comprometidos, muy vinculados al poder y también en el
medio más independiente que hubo en el país que fue
«La Maga».
De cada uno puedo sacar conclusiones diferentes... Me parece que lo
que me hizo sentir mejor fue el vínculo con las personas que
tuve a mi alrededor. En «La Maga» dependíamos de
muchos factores: de nuestros lectores, de los avisadores que nos recibían
pero no todos nos daban publicidad.. Y dependíamos también
de aquellas áreas oficiales que sí nos daban publicidad.
En ese momento el secretario de Cultura era «Pacho» O’Donell
que se portó muy bien con nosotros en esos términos.
Medios grandes, medios chicos
¿Dónde me sentí más libre? En realidad
no le doy un valor supremo a ese tema. Trabajé años
en un medio muy grande donde todos sabíamos que nos «bajaban
línea» acerca de que aquéllo no se podía
y aquéllo otro no se podía y que mejor entrevisten a
éste y no entrevisten a tal otro. Y así sobreviví.
No trabajé nunca en ningún medio absolutamente independiente.
Hay una tensión permanente entre los límites que establece
la empresa donde trabajás y lo que querés hacer vos.Yo
creo que uno, sin tener necesidad de decirlo, transgrede, y ve qué
posibilidad tiene de «meter» las cosas que uno tiene ganas
de meter. La verdad, muy pocas veces tuve que hacer notas que me dieran
vuelta el estómago. Y sí me di el gusto de hacer centenares
de notas que yo tenía ganas de hacer, desde personajes pequeños
hasta grandes personajes, desde pequeños temas a grandes temas.
Tuve en claro mi vocación desde chico, yo quería ser
periodista. Mi familia decía que era un mentiroso, porque cada
vez que volvía de la calle decía: ¿A qué
no saben quién estaba en tal lugar? A lo mejor mentía,
probablemente, por lo cual ya era periodista. Luego, en el secundario,
tuve la suerte de tener compañeros muy buenos. Uno de ellos
fue Rodolfo Terragno con el que hicimos una revista estudiantil, éramos
unos «cholulos» de cierta gente y la excusa de la revista
nos permitía llegar a ellos. En esa época yo admiraba
a Leopoldo Torre Nilsson. Rodolfo admiraba a Borges y admirábamos
a Augusto Bonardo, a Pinky. A mí me encantaba cómo escribía
Horacio De Dios y cómo escribía Neustadt (con esto me
ganaré, quizás, el repudio de todos ustedes ), pero
esta es la verdad, me encantaba Neustadt.
Ser periodista
Y esa revista estudiantil me definió, quería ser periodista.
Dije « quiero participar en esa mesa de la inteligencia».
Hasta ese momento, todo estaba en el mundo de la intuición.
Con Rodolfo fuimos a buscar laburo a revistas de «mala muerte»,
esas que se imprimían en papel ordinario y en color sepia,
donde dejábamos sumarios.
Hasta que un día caí en la «Editorial Abril»,
donde conocí a dos personas que fueron importantes en mi carrera,
allá por el año 63, cuando yo tenía 19 años.
Conocí a Osvaldo Seigerman y a Enrique Rau, que era de esos
maestros que se preocupaban en agarrar la nota y decirte: “Mirá,
esto ponelo abajo. Abrí con esto. Sacá tal cosa”.
Tuve esa suerte de tener un extraordinario maestro. Y a partir de
eso, la gran cantidad de laburos que conseguí fue a través
de amigos. Y, aparte, porque creo que no hago mal lo que hago. Luego
vino la revista a la que me convocó Osvaldo Seigerman, que
la sacó Jacobo Timerman cuando se fue de «Primera Plana»,
se llamaba «Confirmado». Ese fue mi primer laburo en relación
de dependencia, en el año ’65.
En Clarín trabajábamos en la “Sección opinión”
y nos pedían notas de gente que desconocíamos; era gente
que tenía que ver con compromisos del diario. Y eso nos obligaba
a postergar una nota que hubiéramos querido hacer. Después
me llevé sorpresas. Un día en Clarín, el secretario
general de redacción me llama y me dice: «Quiero que
le hagas una entrevista del domingo a Canela» Y yo para mis
adentros pensé, «Canela, esa b...» Y ahí
actué mal, me dejé llevar por prejuicios, cosa que no
es buena, siempre es bueno dejarse sorprender. La fui a ver a Canela
y me encontré con una persona fantástica, que tiene
toda una historia y me transmitió unos «perfumes informativos»
que yo desconocía por completo. Una persona que cuando chica
había sufrido la guerra en Italia. Me transmitió una
cantidad de experiencias que yo no tenía. En ese sentido la
cosa fue al revés: Primero me dio vuelta el estómago
y después dije ¡qué tonto! Era una persona muy
interesante. En Página 12, lo mismo: la empresa tenía
un compromiso con la municipalidad y había que dedicarle los
viernes un espacio muy importante del diario a los recitales de fin
de semana que organizaba el municipio conjuntamente con el diario.
La verdad, no lo hacía a gusto, lo hacía por obligación.
Humor, Satiricón, Perdón
“Cuando volví, la revista «Humor» ya era
un gran éxito. Y lo llamé a mi amigo Cascioli y le dije
que quería colaborar allí. Y me puse a hacer columnas
de medios, que es uno de los temas que me han acompañado toda
la vida. Y trabajé hasta que me dijeron que no había
más guita, poco antes del cierre.
Yo casi todo el proceso estuve afuera. Me fui porque tenía
miedo de vivir acá. Así de simple, así de sencillo.
Primero me fui en el ’74 cuando clausuraron «Satiricón»
y volví, con la perspicacia política que siempre me
caracterizó, en enero del ’76, cuando todo el mundo sabía
que en marzo iba a haber un golpe. Pero así es la vida y así
es la dimensión de la negación de las personas. Entonces
estuve hasta abril del 77 cuando me volví a ir. En ese período
fui colaborador de «El Ratón de Occidente», de
Oscar Blotta, el inventor de «Satiricón». Con Cascioli,
Guinzburg, Abrevaya, Alicia Galloti y Laura Linares hicimos una revista
que se llamaba «Perdón», un nombre muy simbólico.
Era una revista de espectáculos anticipada a su tiempo pero
no le interesó a nadie. Fue uno de los fracasos más
grandes que viví en la carrera. Inmediatamente me fui a laburar
como redactor publicitario, que fue mi oficio alternativo. Y ahí,
de la mano de un amigo, entré en la agencia Ricardo De Luca.
Del Proceso mucho no puedo decir, porque lo viví desde afuera.
Cuando nos fuimos en el ‘74 la “riple A estaba en su apogeo
y recibimos presiones. La sensación que tuve fue que me iban
a matar.. La segunda vez no tanto. Había vuelto a salir «Satiricón»
y los militares hicieron un operativo y la cerraron. Se llevaron por
diez días a Oscar Blotta, Mario Mactas y una correctora. En
los interrogatorios les preguntaron dónde estaba yo; cuando
quedaron en libertad me avisaron. Acababa de nacer mi hija menor y
nos fuimos. Apenas llegué a México en el ’74 tenía
unos contactos, que me llevaron a Televisa donde estaban por arrancar
con publicaciones gráficas. Después trabajé en
el suplemento cultural del diario «El Universal». Y la
segunda vez también, trabajé en las revistas «Proceso»
y en la versión mejicana de la revista española «Interviú»
donde me divertí muchísimo. También en «Unomasuno»
que era un diario muy parecido a «Página 12» y
en los últimos años en el «Instituto Nacional
de Defensa de los Consumidores» donde dirigí toda la
parte de publicaciones y una revista que contenía lo que yo
considero que debe ser una parte del periodismo, el servicio. Hacíamos
campañas para el día del niño, de la madre, del
padre, fin de año. Y decíamos: «Regale afecto,
no lo compre».
Diario de cabecera
Me crié en una casa donde no abundaron los libros pero sí
llegaban muchas revistas y dos diarios, «El Mundo», y
«La Razón» que salía a la tarde. En «El
Mundo» empecé a leer las primeras crónicas de
las cosas que me interesaban. Tenía entre 10 y 11 años
cuando leía con un espíritu crítico. Me situaba
frente a las crónicas de Edgardo Daboglio, las crónicas
de Jorge Koremblit o las críticas cinematográficas de
Calki. Me fascinaban las investigaciones que hacía Horacio
De Dios, las notas de Villita en deportes y las contratapas de Neustadt.
Me acercaban cosas que me resultaban reconocibles y eso me ayudó
también en mi formación.. Bueno, después con
los años me fui enterando cómo eran y quiénes
integraban la redacción del diario ; la verdad es que era una
redacción impresionante. Lamentablemente el diario no tuvo
la suerte que se mereció. En la última etapa, «El
Mundo» era un diario del «ERP». Y yo siempre digo
que siempre hay que tener un diario de cabecera. Y utilizarlo casi
como elemento de laboratorio, ir leyéndolo de una manera teórico-práctica.
Ver, por ejemplo, cómo fulano “arranca” las notas.
Yo me sigo fijando en eso. Creo que en eso me ha ayudado mucho tener
una actitud de aprendiz eterno, a mí me gusta aprender, todo
el tiempo. Lamentablemente, en este oficio nuestro, hay un elemento
que se nos ha perdido y que es el tiempo libre. Carecemos de tiempo
libre. Y tengo en cuenta lo azaroso que resulta encontrarse con amigos
para nada... para hablar de temas de interés común.
Antes, en el tiempo libre, nos encontrábamos en el café
o íbamos a almorzar, o recorrer Florida, Lavalle o Corrientes
para nada, simplemente para eso. Y mirar, y observar, y tomar nota
con la libretita de algo que, a lo mejor, originaba una nota. Bueno,
eso se ha perdido por completo.
Hoy, en las redacciones, me asombra cómo hablan por teléfono
los redactores. Las notas más importantes del día se
hacen por teléfono, yo no lo puedo entender porque cuánto
mejor es ir a hacer una nota, salir. Bueno, y en eso está la
precarización en la que ha caído el oficio nuestro..
¿Por qué? Porque esa es una cosa impulsada y alimentada
por las empresas. No salgas así no te pago viáticos,
así no te pago el remisse, así no te pago el taxi. No
salgas, hacélo todo por teléfono. Y hablale a los ministros
por teléfono. “Ministro, tengo la 3 abierta, tengo la
tapa abierta”. Todo esto que escucho, me asombra muchísimo,
porque me parece mucho mejor el contacto personal, es mucho más
rico.
Sin parar
Desde el año ’79 trabajo ininterrumpidamente en radio,
y en el ’69 escribí mi primer libro. He llegado a tener
hasta seis o siete laburos a la vez.. En el año ‘91 me
llamaron de «Planeta» para hacer un libro sobre el lenguaje
de los argentinos. Y ahí en vez de un libro salieron tres.
Luego en el ’94 me ofrecen hacer la historia de la radio. Y
yo, irresponsablemente dije que sí, sin saber en qué
me estaba metiendo.
El primer libro, lo hice cuando se empezaba a hablar de biografías
no autorizadas. Galerna, me encargó una biografía no
autorizada de Palito Ortega que, en ese momento, era un ídolo
impresionante. El libro se llamó «Palito Ortega, indagación
de un ídolo». Y en el momento en que salió, Palito
hizo un juicio. Secuestraron la edición y por una decisión
judicial la quemaron en un juzgado.
Superstición y cautiverio
“Me parece que la prensa escrita cayó cautivada ante
la superstición de la televisión. Desde 1975 en Estados
Unidos empezaron a diseñar los diarios a semejanza de la televisión.
Algún genio dijo: “A la gente no le gusta leer más”
y eso quedó consagrado. Hoy, todo diario que se precie, tiene
que atravesar el filtrado del “rediseño”. Sacrificar
el espacio escrito a favor del espacio del diseño, de la fotografía,
del blanco. Me parece un error porque de ese modo la gráfica
pierde identidad. Me parece que se ha perdido casi por completo el
análisis, el comentario diferenciador, la opinión propia.
Los desafíos son iguales para el diario que se edita en la
Capital Federal o en el interior. Me parece que está avanzando
mucho toda la información vía electrónica. Los
diarios han sufrido otro fenómeno, que es el de la tematización.
En los diarios de los domingos no hay menos de ocho suplementos distintos.
Porque el marketing dice ahora que hay que atender diversas necesidades,
por razones estrictamente comerciales.
Ese estilo, lo empezó un diario estadounidense que se llama
«US Today», con noticias de no más de 50 líneas,
a todo color para que la gente no extrañe la televisión
y con multiplicidad de entradas en cada una de las páginas.
Marcó toda una época, es un diario que se sigue editando
y tuvo una profunda influencia en Latinoamérica.
En teoría se supone que la gráfica tiene un lector más
preparado y con más tiempo para dedicarse a un análisis
un poquito más sofisticado que los que les da la televisión
o la radio.
Regionales
En el primer mundo, la gente se dio cuenta un día
que los diarios nacionales ya no le servían. Y empezaron «a
tallar» los diarios locales que le contaban a la gente lo que
pasaba en el barrio. Hubo experiencias de Clarín y La Nación,
sin demasiado éxito. En Estados Unidos y en Europa los canales
locales son muy exitosos. Yo creo que tienen mucho futuro esos medios,
en tanto y en cuanto puedan sobrevivir.
Gran maestro
En los últimos tiempos Carlos Ulanosky le dio un lugar a su
vocación como formador de las nueva camadas de periodistas.
Sobre esta experiencia dijo: “Estuve diez años en la
Escuela de TEA. Fueron años a puro sacrificio.
Y en el momento en que podía gozar de cierta estabilidad y
comodidad, me fui. Se dieron una serie de circunstancias que me llevaron
a decidir que no tenía más ganas de estar allí
y renuncié.
Lo mismo fue lo que me sucedió con Radio Municipal; confieso
que fue algo absolutamente personal.
Era un lugar de mucha pelea cotidiana, y dije: «No estoy en
condiciones. Necesito un lugar donde me hagan mimos en la espaldita».
Y fui a ver a mi amigo Jorge Guinzburg y le dije: protegeme”.
Y así lo hizo; y se lo agradezco.
En un momento dado, en la Escuela de TEA hicimos convenios de pasantías
con diversos medios.
Uno de los medios fue «Página 12». Recuerdo cuando
fuimos por primera vez, casi como si lleváramos a nuestros
hijos al jardín de infantes, con unos chicos que estaban en
tercer año, para que hicieran la pasantía.
La experiencia para los pibes fue buenísima, estaban en el
mejor lugar y en el mejor momento. Pero también había
una parte oscura porque la mayoría de los periodistas sentían
que eran una carga extra. Igual que nos pasó a nosotros cuando
llegó a Clarín la primera camada de becarios. Los periodistas
decían «¿Qué vienen a hacer estos «plomos»
acá? Tenemos que enseñarles, tenemos que atenderlos;
con todo lo que nos pasa, con todo lo que tenemos que hacer ¡
encima esto!». Esa fue la actitud inicial. El único que
se preocupó por ellos, que los alentó, que les enseñó,
que perdió el tiempo, digamos, pero se lo hizo ganar a todos,
fue Homero Alsina Thevenet. ¿Y por qué? Porque, tal
vez, tenía determinada edad que le permitía entender
el asunto.
Pero la mayoría trataba de “cadetizar” a los jóvenes.
Los jóvenes venían a aprender, a hacer una extensión
de sus conocimientos en el lugar más práctico, pero
los mandaban a comprar las facturas, los cigarrillos y a preparar
el mate.»
Terragno, el amigo de toda la vida
“Con Rodolfo lo pude compatibilizar a través del afecto.
Le tengo un afecto histórico invariable. Me parece que es una
persona sumamente inteligente y valiosa. Me parece que es un tipo
digno de tener en cuenta. Está en la política y está
en ciertas cosas que a mí no me gustan demasiado pero le tengo
un afecto muy sólido. Me parece que es una persona que merece
tener suerte, y espero que pueda realizarse en la política
más de lo que hasta ahora le tocó.”
Sus afectos
Embargado por el profundo dolor de la reciente pérdida de
su esposa, Ulanosky hizo una cálida referencia de sus seres
más queridos. “Mi hija tiene 29 años, se llama
Inés, es fotógrafa, me acaba de hacer abuelo. Y tengo
otra hija de 37 años que se llama Julieta y que es diseñadora
gráfica. Son divinas personas.”
|
|