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Llegó a Neuquén en
la década del ’80. Había aprendido el oficio con
un
maestro italiano. Con rapidez se insertó en el medio dando
a conocer
sus innegables cualidades artísticas.
Carlos Alberto Quinteros, nació en Plátanos, provincia
de Buenos Aires. Su habilidad para modelar se manifestó en
la temprana infancia. “A los ocho años, en el campo,
solo, casi como un hobbie, casi como jugando, agarraba barro y modelaba
animales. Caballos, vacas, conejos, todo lo que veía lo convertía
en un juguete hecho con barro. Recién a los diez años
comencé a tallar madera, lo hacía con un simple cuchillo
de cocina –indica Carlos, mirando de lejos su pasado- A los
once años hice una escultura utilizando un hacha de mano. Elegí
el tronco de un alerce viejo de tres metros y medio de altura que
había en el campo de la estancia La Martona. Y así,
tomándome mi tiempo, hice la cabeza de un cacique piel roja
con una gran corona de plumas. Y el trabajo que tanto me gustó
hacer tenía hechas las plumas, palo por palo. El que quedó
admirado con la obra fue don Vicente Casares, dueño de la estancia.
Tanto le gustó mi cabeza de indio que lo llamó a mi
padre y le dijo que era conveniente que yo estudiara pintura y artes
plásticas .En esos años yo ayudaba a mi padre en la
realización de recados artesanales, con soga y cuero sobados
a mano. Luego les colocaban incrustaciones de plata”.
Higinio le quería enseñar su técnica pero Carlos,
espontáneamente, hacía hebillas talladas en hueso, con
cabezas de caballo; también rastras y cinturones. Además
hacia tallados en madera para regalarlos. En San Vicente estudió
con un italiano, don Chicho, quien era un gran exponente del arte
de la escultura. “Trabajaba con arcilla, modelábamos
y vaciábamos en cemento. Hacíamos pequeños trabajos
con hierro –enfatiza Carlos- Con don Chicho estuve estudiando
casi tres años a la par que trabajaba en el campo con mi padre.
Como yo dibujaba bien, don Chicho me interiorizó en las técnicas
escultóricas. Una de mis escultoras favoritas es Lola Mora,
a quien admiro mucho, considero que fue una mártir por el ejercicio
de su arte”.
Del arte al guardarropas
En la actualidad, Carlos trabaja en la sede neuquina del Museo Nacional
de Bellas Artes. Su tarea la desarrolla atendiendo la ropería,
detrás del mostrador, y no como artista plástico, que
es su especialidad.
“Llegué a Neuquén casi entrando en el año
’82 para quedarme ya que venía desde el año ’69.
Venía a visitar a mi hermana Elida que ya se había afincado
en esta capital”-indica el talentoso escultor.
Carlos se crió en el campo ordeñando vacas, cuidando
animales porque su padre Higinio Quinteros desde muy joven, por un
problema de salud, se tuvo que ir a vivir al campo. Su madre Blanca
López se destacó siempre por ser una gran bailarina
de tangos. “Yo soy cantor de tangos –indica Carlos- canté
con Héctor Varela en clubes privados, también participó
cantando con las “Voces Blancas” y también con
la orquesta de Horacio Malvicino.”
Carlos tiene otra hermana, Haydee, quien también es una habilidosa
con las manos en su profesión de peluquera-estilista, profesora
de peluquería y –según afirma Carlos- ha ganado
grandes premios internacionales. “Mi hija mayor Verónica–indica
Carlos- es también peluquera y cancionista de tangos, y hace
también todo el repertorio de Isabel Pantoja. Mi segunda hija
Leila, estudió pintura y escultura y modeló para los
encuentros de peinados que se hacían en Buenos Aires.”
Los aires de Neuquén le dieron a Carlos otra oportunidad. En
Neuquén formó un nuevo hogar y sumó seis retoños
neuquinos: Norma, maestra en Chos Malal; Nahuel que estudia para ser
técnico en energía con orientación petrolera;
Nehuen; Pehuen, músico, toca cinco instrumentos; Antú
gran guitarrista y Malén, de once años. Son todos músicos
y formaron su propia banda “Asocialipsis”.
Artesano
“Trabajé con hierro, esculturas, trabajé haciendo
artesanías. Y en Neuquén trabajé como artesano
en la plazoleta. Trabajaba alabastro, mármol y piedras de todo
tipo, especialmente la piedra toba. En esos momentos tuve la oportunidad
de trabajar también en carrozados Pehuén, en casas rodantes
de Tamani y Agostino. Hasta que me presenté en la plaza para
trabajar como artesano tuve la oportunidad de que mis trabajos fueran
expuestos en Holanda, Francia, España, Japón y en Estados
Unidos, en el barrio Latino de Nueva York. Tiempo después me
hice muy amigo de don Atilio Morosín y de don Emilio Saraco,
con ellos logré aprender muchas cosas. Y en la actualidad reconozco
mucha gente, grandes maestros como Jorge Micchelloti, y Barbeito con
quien colaboré en la realización del monumento al inmigrante
realizando algunos escudos. También hice la rueda más
grande, la de los Rotarios en San Juan y Av. Argentina. En madera
hice el Arcón del Centenario, los escudos de la entrada del
Concejo Deliberante y restauré el carretón de los Rosa,
con la colaboración de Pérez, jefe de carpintería
del municipio.”
Sanmartiniano
“Tiempo después me conecto con la Asociación Sanmartiniana,
con su presidente don Camilo Raffy, y comienzo a hacer el primer busto
del general José de San Martín –indica Carlos-
y a la vez fui autor de los dinosaurios que se exhibían en
el Museo Gregorio Álvarez. Pero me encuentro con algo muy desagradable
que me perjudicó como artista. De un día para el otro
me echaron de los vagoncitos del Paseo de los Artesanos donde había
trabajado durante diez años. Mi hora favorita para crear era
la noche. Cuando me echaron estaba haciendo el busto a San Martín
del Paso Samoré. En la actualidad tengo mi atelier en el barrio
Gregorio Álvarez, bajo un techo precario, casi a la intemperie.
Allí estoy trabajando y espero poder construír el gran
taller que necesito para seguir creando.
San Martín es un prócer muy grande. La realización
de la obra me resulta apasionante, es un gran desafío. Tengo
previsto hacer el monumento ecuestre del Santo de la Espada para el
municipio de Senillosa. Este trabajo necesita una base de no menos
de seis metros de altura.
Dentro de sus obras, Carlos Quinteros hizo un monumento al General
Manuel Belgrano, de Bernardo de O’Higgins y Simón Bolívar
que serán emplazados en un nuevo paseo, la Plazoleta de la
Hermandad donde estarán en su pedestal todos los grandes hombres
que lucharon por la independencia de América. Todo este trabajo
es, también, para el municipio de Senillosa. Al igual que un
Cristo que tendrá alrededor de quince metros de altura.
“Durante mucho tiempo me dediqué casi exclusivamente
a la restauración de monumentos que hacía a través
del Museo Gregorio Álvarez. Está previsto que se recomience
con esa tarea por lo que hice el relevamiento fotográfico del
estado de los monumentos que tiene la ciudad de Neuquén. Antes
restauraba los monumentos y lo hacía a través del Museo
Gregorio Álvarez.
Historias desconocidas
Acción
Sanmartiniana
Neuquén> En su incesante labor en pro
de la difusión de la vida y la lobra del general José
de San Martín, todos los años, la Asociación
Sanmartiniana de la región, realiza innumerables acciones.
Una de ellas, quizás la más tierna, es el obsequio que
le brinda al primer bebé nacido en la capital neuquina el día
del natalicio del Libertador de América.
El obsequio, realizado por las Damas Sanmartinianas, es un ajuar completo
para el bebé nacido el 25 de febrero. Este año, el beneficiado
fue una niña, Natalia Soledad Ferrari, que nació en
el Hospital Heller y fue visitada por la señora Didi Rivas
de Raffy quien compartió los primeros minutos de vida de la
agraciada niña.
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