El avance de las obras sociales
fue el detonante que los impulsó a ser todos igualmente prestadores,
para que cada neuquino pudiera elegir a su facultativo predilecto.
En los primeros años en que Neuquén fue Territorio
Nacional, el único médico de la capital era el doctor
Pellagatti. Años más tarde el Dr. Eduardo Castro Rendón
al igual que el Dr. Francisco Benedetti y el Dr. Luis Ramón
fueron los únicos tres facultativos de la ciudad por lo que
hegemonizaron la atención en sus consultorios y en el hospital
local de las diferentes afecciones que quebrantaban la salud de los
neuquinos.
Colegas y amigos
Según afirman quienes los conocieron, además de colegas
fueron grandes amigos. Según trascendidos, los doctores Castro
Rendón, Benedetti y Ramón eran tres individualidades
que se conectaban más en la esfera de las relaciones sociales
que en lo profesional.
El hospital regional era el ámbito donde hicieron gala de su
sabiduría, de sus conocimientos y de su entrega total para
con sus pacientes, que eran también sus vecinos, en el pequeño
poblado que constituía Neuquén en las décadas
del ’30 y del ’40.
En aquellas primeras décadas años no existían,
como en la actualidad, las obras sociales por lo que los pacientes,
mayoritariamente particulares, les pagaban, sobre todo la gente de
chacras, en especies: gallinas, lechones, chivos, frutas. Pero el
mundo continuaba su marcha y las primeras organizaciones de servicios
médicos nacieron por obra y gracia de los sindicatos. Así
surgieron las obras sociales sindicales a finales de la década
del ’60.
Las primeras mutuales con representación en la región
correspondieron a los ferroviarios, docentes, bancarios, vialidad,
correos y a las fuerzas de Gendarmería y Ejército.
Cada uno elige su médico
Y cada uno de los pioneros de la medicina atendía a un gremio.
Según cuentan los memoriosos, el Dr. Eduardo Vitale era el
médico de los ferroviarios, el Dr. Eduardo Castro Rendón
de los docentes y el Dr. Luis Ramón dedicaba su atención
exclusivamente a los empleados de correos y telecomunicaciones.
En el caso de la obra social de los bancarios había una característica
que las diferenciaba de las otras existentes, ya que permitía
a sus asociados elegir para la consulta a cualquiera de los pocos
médicos que desarrollaban su actividad en Neuquén capital.
El slogan de aquellos años, la bandera que enarbolaron a posteriori
las obras sociales, era la de la libertad de elección. Cada
uno de los beneficiarios podía elegir a “su” médico
dentro de los que figuraban en la cartilla, y en Neuquén el
número era muy reducido.
A partir de esta “elección” que cada uno podía
hacer del facultativo, los doctores decidieron, casi espontáneamente,
reunirse para reflexionar, ponerse de acuerdo y decidir qué
hacer para lograr adaptarse a esta nueva manera de concebir la medicina,
la medicina «mutualizada».
Cincuenta años atrás
El broche de oro de este cambio en la evolución de la sociedad
argentina hizo que en Neuquén la medicina también cambiara.
Todo sucedió en febrero de 1957, cuando agonizaban los días
del territorio que, al terminar ese mismo año, proclamaría
su propia constitución para dar paso al nacimiento de la nueva
provincia.
Y una tarde de febrero, en un bar de escasas dimensiones en la intersección
de Diagonal Alvear e Hipólito Yrigoyen, en un predio donde
luego se construyó el Jardín de Infantes Nº1 Padre
José María, conocido popularmente como “Conejito”,
se reunieron los médicos. La tórrida presencia del verano
hizo que los doctores compartieran una mesa y bebieran cerveza bien
helada. En una conversación amena y distendida llegaron a la
conclusión de que era el momento indicado para la formación
del Colegio Médico de Neuquén.
En ese momento era una necesidad, ya eran más de una docena
los médicos que se habían radicado en las bardas del
promisorio territorio patagónico y no dos o tres como en décadas
atrás. Surgió la necesidad de coincidir orgánicamente
ante la respuesta que los pacientes de aquellos años necesitaban.
Todos los médicos que integraron aquella originaria colegiación
podían prestar sus servicios a todos los neuquinos que pertenecieran
a mutuales u obras sociales adheridas desde ese momento al Colegio
Médico.
Presentes
En febrero de este año 2007 una serie de reuniones comenzaron
a congregar a pioneros con nuevas generaciones de representantes de
la medicina en la región. Una gran cena en el Hotel del Comahue
donde estuvieron presentes los “históricos” como
el Dr. Chevallier que llegó desde Buenos Aires especialmente
para reunirse con sus colegas y, hasta el momento, una misa en la
Catedral María Auxiliadora fueron los primeros hitos de un
año en que el cuerpo médico del Neuquén festeja
los primeros cincuenta años de coincidencias por y para la
salud de los habitantes de Neuquén.
Presidentes
Quince fueron los doctores que tuvieron el privilegio de presidir
las decisiones del Colegio Médico neuquino.
1962 Dr. Juan Orbanich
1964 Dr. Jorge Gervasoni
1967 Dr. Juan Gervasoni
1970-72 Dr. Rafael Scuteri
1974 Dr. Carlos Pereira Duarte
1975 Dr. Antonio Paz
1978-80 Dr. Enrique Coronel
1982 Dr. José A. Bello
1984-86 Dr. José G. Tuñon
1988 Dr. Nelson Iglesias
1990 Dr. Ángel Guido
1992 Dr. Amilcar Tognola
1994-96 Dr. Jorge Castro
1998-00-02 Dr. Héctor Pianciola
Desde 2004 Dr. Marcos Cohen Sabban
Nueva sede
En la actualidad, la moderna sede central de la asociación
se encuentra en la calle Entre Ríos al 600, donde se despliega
un importante número de oficinas y un salón dedicado
a los socios fundadores. Aquella improvisada reunión dio paso
a una organización dedicada especialmente a la convergencia
de los cientos de médicos que, cada uno en su especialidad,
eligieron Neuquén como lugar donde desplegar su profesionalismo.
Rescatando el pasado
Martha Ruth, nieta de Eduardo Talero, completa su libro sobre
sus experiencias de vida.
Neuquén > Apasionada por la historia del
Neuquén, Martha tiene presente la epopeya realizada por sus
abuelos en el traslado de la capital histórica, Chos Malal,
hacia la soñada capital oficial delineada por Carlos Bouquet
Roldán y Eduardo Talero Núñez.
Martha participa intensamente en la recuperación histórica
de documentación gráfica y escrita que se convierte,
a la luz de los años, en auténticos tesoros para la
tradición «nyc».
Muchas son las propuestas que, al igual que su abuelo, Martha sueña
para la Neuquén donde pasó su infancia y donde vivió
momentos muy difíciles su padre, Eduardo (h) durante la tristemente
célebre fuga de presos en los primeros años de vida
territoriana.
La recuperación de La Zagala, conocida popularmente como Torre
Talero, es una de las motivaciones más grandes que mueven a
Martha pensando en esa obra arquitectónica, que se encuentra
abandonada, pudiera convertirse en un lugar turístico ya que
se trata del único gran edificio que está enlazado con
la historia de los primeros pobladores de la región.
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