Por Dario Soto
No fue un portazo, pero sonó tanto como uno y tuvo un efecto
de propagación de onda como una piedra arrojada en un espejo
de agua. Nadie pudo hacerse el distraído, el mensaje alcanzó
a toda la marea política provincial. Es que, si bien la bronca
del Diputado Nacional y virtual candidato a la vicegobernación
por el Frente para la Victoria, Julio Arriaga, tiene nombre y apellido
(Carlos Soria), sus consecuencias pueden ser devastadoras para la
arquitectura política que pacientemente viene diseñando
el Senador Nacional Miguel Pichetto para “derrocar” (Arriaga
dixit) a los radicales, en el poder desde hace 23 años.
Desde el principio de la sociedad que dio origen al Frente para la
Victoria en Río Negro hubo voces agoreras que vaticinaban que
mas tarde o mas temprano el cardiólogo rionegrino abandonaría
el barco, y lo justificaban esgrimiendo su historial político.
Mas allá de haber siempre reafirmado su pertenencia al frente
y su compromiso con la fórmula Pichetto-Arriaga, dirigentes
justicialistas observaban críticamente el accionar del Diputado
Nacional, que lejos de su banca en el Congreso recorría la
provincia más “como un candidato a gobernador que como
el segundo que se supone que es”, según coincidían
muchos desconfiados. Es que nadie desconoce que desde siempre el Cipoleño
tuvo la vista puesta en Viedma y no para ir a la Legislatura, su sueño
siempre fue el premio mayor.
Es por eso que ahora en la intimidad del justicialismo, mas allá
de los discursos, en privado creen, están convencidos, que
Arriaga encontró la excusa para salirse del frente, sin remordimientos
y con pretendido justificado enojo. El otro protagonista de este culebrón,
Carlos Soria, en público reafirmó sus diferencias y
en privado redobló la apuesta, “voy a romper la fórmula”,
dicen que aseguró ayer cuando se enteró del enojo del
médico. Más allá de las diferencias personales
y políticas que tiene el intendente de Roca con el ex intendente
de Cipolletti, un eventual triunfo del Frente para la Victoria en
las próximas elecciones, derrumbaría tal vez definitivamente
sus sueños de llegar a la gobernación provincial. Soria
tiene razones e intereses que lo justifican.
La política es en definitiva un juego de lealtades y traiciones
y en nuestro país esas lealtades y traiciones no se refieren
a ideologías, proyectos o convicciones, sino a personas individuales
o a proyectos personalistas. Estas actitudes personalistas derivan
inevitablemente en una sublimación del “Yo”, en
donde no se trata de liderar equipos para transformar la realidad
en beneficio de la comunidad, sino del convencimiento expreso del
“Yo” como elemento transformador. “Yo” soy
el único capaz de conseguirlo. El propio presidente Néstor
Kirchner es un ejemplo acabado de esta realidad que moviliza a la
política y a los políticos argentinos y Arriaga un buen
discípulo.
Tal vez sea por eso que algunos ya lo ven al líder del Frente
Grande negociando con el intendente Alberto Icare, que en definitiva
recaló en el Frente para la Victoria merced a sus buenos oficios.
El barilochense acusó una enfermedad que lo tiene alejado de
la función pública, pero eso no sería inconveniente,
un candidato a vicegobernador no necesita tanta exposición.
Quienes ya especulan con un posible nuevo frente opositor incluyen
también en su integración al actual vicegobernador,
Mario De Regge, que nunca quiso rozarse con peronistas pero en este
caso la cosa es distinta.
Mientras todo esto pasa, los radicales sonríen nostálgicos
como repasando una película conocida y en cuyo final, siempre
ganan.
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