Por Ángel castillo
Con violencia e impunidad sólo puede obtenerse repudio y rechazo.
La actitud encubre, con enojo, cualquier tipo de reclamo válido.
Además, deteriora cualquier viso de legalidad a la protesta.
Los estudiantes debieran saberlo o los mayores que los acompañan,
sean sus padres o no, debieran inculcárselo, porque es parte
fundamental de cualquier reclamo.
La impunidad de un adolescente para sacar un arma y disparar a mansalva,
aún con el peligro de herir a quien denomina par, es una imagen
que la sociedad en su conjunto quisiera ver desterrada para siempre.
Porque adolescentes con caras cubiertas, palos y bombas molotov no
forman parte de una lucha estudiantil, sino que transforman a la violencia
en un método de intimidación a sabiendas que la seguridad
pública «no puede actuar» justamente por su condición
de menores.
El pedido del boleto estudiantil gratuito o la entrega de más
viandas de comida no puede ser la excusa para generar caos.
Los destrozos del viernes están muy lejos de la reivindicación
estudiantil de aquellos jóvenes que, en 1918, provocaron una
reforma universitaria que fue ejemplo en el mundo. Tampoco se parece
a la histórica manifestación de 1968, conocida como
el «Mayo Francés», y menos aún tiene puntos
en común a la de aquellos estudiantes secundarios de la ciudad
de La Plata que en 1976 realizaban marchas «pacíficas»
reclamando también un boleto gratuito y que fueron víctimas
de la represión irracional en la conocida «Noche de los
Lápices».
El viernes, las consignas y la sana «rebeldía juvenil»
estuvieron ausentes. Ganó el descontrol, el caos, la violencia.
¿Responsables?
Cómo explicarle hoy a los dueños de esos autos quemados,
a los comerciantes que vieron sus negocios destruidos o saqueados,
que los responsables fueron estudiantes. Cómo decirle a una
persona que vio el esfuerzo personal, tal vez de años, dañado,
que la protesta fue de aquellos que por su edad son calificados como
el «futuro de la sociedad».
Si el futuro es violento, la preocupación es doble.
Seguramente el debate pasará por el lado de los padres. Algunas
de las preguntas serán ¿por qué les permitieron
estar dos semanas sin ir a la escuela?, ¿cómo les permiten
tomar un edificio?, ¿quiénes pagarán los daños,
los padres?, ¿deben ser los responsables o son los únicos
responsables?, ¿son responsables de la violencia de sus hijos?,
seguramente las respuestas serán de las más variadas
y la polémica no tenga fin.
La realidad es que los jóvenes estuvieron dos semanas «tomando»
el Consejo Provincial de Educación (CPE) y que casi todos eran
menores. Otra es que la marcha terminó con una violencia ilimitada
y fue un milagro que no haya que lamentar víctimas.
Tal vez, sea hora que los estudiantes y la sociedad en su conjunto
revisen los métodos de protesta. Porque desde las agresiones
verbales que enrarecen la convivencia, hasta la violenta gratuidad
de los jóvenes sólo pueden generar rechazo, provengan
del lado que provengan.
Sin argumentos
Nada resulta convincente para los dueños de los vehículos
que fueron dañados y la explicación que dieron los dirigentes
estudiantiles resultó frágil.
Adujeron que eran infiltrados y que la inexistencia de vigilancia
policial había impedido identificarlos.
De todas formas, quienes en su ingenua adolescencia apostaron a un
esquema de protesta que salía de los canales normales, también
terminaron frustrados.
Es lógico que levantar la toma del Consejo de Educación,
tras dos semanas, después de los quince minutos de violencia
irracional en el centro neuquino, no se podía inscribir en
el libro del diálogo.
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