El juicio se reanudará el próximo
jueves, con los testimonios del personal de la compañía
que realizó el servicio fúnebre
Zapala
> “No puedo estar tranquilo si la responsabilidad
administrativa es mía”, declaró ayer el director
del cementerio municipal de esta ciudad, Sebastián Aliaga,
al testimoniar en el juicio oral que tiene como acusados a dos agentes
comunales. Los empleados están sospechados de haber borrado
las huellas que habrían dejado los autores materiales de la
sustracción de un féretro con los restos mortales de
una conocida vecina de la localidad
Los imputados Francisco Puel y Jorge Retamal comparecen desde el último
lunes en la sala de audiencias del fuero correccional por el delito
de “encubrimiento agravado por la calidad de funcionario público”.
El robo del féretro ocurrió en el cementerio local en
noviembre de 2003. El hecho nunca fue completamente esclarecido, ni
se halló el ataúd con el cadáver.
Tampoco fue registrado el ingreso de ese féretro a la necrópolis
local, tal como Aliaga declaró ayer, en calidad de testigo.
Una de las tantas hipótesis tejidas sobre el móvil del
delito que terminó con restos desaparecidos de la vecina Angélica
Díaz de Carro, apunta a la supuesta venta del ataúd.
Pero esta presunción resulta endeble para algunos investigadores.
Funcionario vapuleado
Lo cierto es que el director del cementerio zapalino debió
responder ayer a las incisivas preguntas y planteos realizados por
el fiscal Marcelo Jofré y por la querella ejercida por los
abogados de la familia Carro, Eduardo Del Río y Juan Martín
López.
También fue muy contundente el interrogatorio del juez en lo
correccional Hugo Saccoccia, quien le hizo saber al propio funcionario
que buena parte del personal a su cargo reveló en el mismo
juicio que no todos los féretros ingresaban a la necrópolis
con la placa de identificación grabada.
Así, quedó en evidencia el supuesto desorden o descontrol
administrativo en el cementerio zapalino.
Encima de ello, Aliaga reconoció ayer que robaron dos veces
los cuadernos de registros utilizados en la necrópolis donde
la mayoría de los sepultureros y panteoneros manifestaron que
son analfabetos.
No enterado
Aliaga admitió en otro tramo de su testimonio que la empresa
fúnebre no dio cuenta del ingreso del féretro al cementerio,
situación que le pareció “extraña”.
Luego dejó en claro que el no estaba trabajando ese día
(7 de noviembre de 2003).
Enfatizó luego que nadie le comentó nada respecto del
ingreso de dicho féretro y que se enteró del fallecimiento
de Angélica Díaz “cuando el señor Miguel
(Carro, hijo de la difunta) se presentó en la comuna”,
para recabar datos sobre el paradero de los restos de su madre.
El juicio se reanudará el próximo jueves, con los testimonios
del personal de la compañía que realizó el servicio
fúnebre.
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