Esta es la resumida historia del
raíd realizado por los deportistas Julián Lafuente,
Juan Carlos López, Miguel Martínez y Juan Schmitd.
Se trata de un relato fantástico al que los medios de prensa
de la década del ’50 le dieron amplia difusión.
En la actualidad, uno de sus protagonistas realiza un pormenorizado
relato de la que fue una gran aventura. No sabemos si las apasionantes
narraciones del ayer, de Julio Verne o de Emilio Salgari, puedan haber
influido en el ánimo y el espíritu de esos cuatro muchachos
del alto Valle de Río Negro y Neuquén. Lo cierto es
que esas cuatro voluntades jóvenes sureñas, acometieron
la difícil prueba de un raíd náutico de 1.400
kms en frágiles canoas.
Miguel Ángel Martínez, uno de los protagonistas de la
travesía, es hijo de Miguel Martínez González
y de Celedonia Llamazares, ambos españoles de la provincia
de León quienes llegaron a la Argentina a principios del siglo
XX. En 1927 a raíz de la lucha entre españoles y moros
por el Peñón de Gibraltar, con sus hijos mayores Audelino,
Pilar, Celestina y Ramira llegaron a la Argentina.
Don Miguel fue un hombre de trabajo y se prestó para desempeñar
cualquier labor en esta tierra de promisión que abría
sus brazos a todos los hombres de buena voluntad. Así fue que
trabajó de jornalero, albañil, comerciante y transportista
logrando un bienestar acorde a las necesidades de su familia. Falleció
el 7 de septiembre de 1952 y la revista editada para el Cincuentenario
de la capitalidad neuquina lo recordó como un hombre que contribuyó
al progreso de nuestra ciudad.
Miguel Angel, partícipe de la travesía por el Limay,
es el único que nació en nuestras tierras “Mi
padre creo, fue el primer basurero de Neuquén, porque cuando
la municipalidad licitó la recolección de basura, en
la década del 40’, él se presentó y ganó,
pero como no tenía camión, don José Rosa le prestó
el dinero para que lo comprara. También fue carnicero a domicilio,
iba con una jardinera transitando por las calles.”
Miguel Angel trabajó en el Correo en el puesto de telegrafista.
Por esta razón, cuando se decidió a hacer el itinerario
lacustre-fluvial, se comunicaronn por medio del sistema morse, en
las estafetas ubicadas en cercanías del río.
La idea de realizar el trayecto por agua, nació debido a que
hacía mucho tiempo que entre los aficionados a la náutica
fluvial se comentaba el propósito de hacer una gran excursión
por el río.
Amantes de la naturaleza
Todos eran amantes de la naturaleza y de las bellezas de nuestra región
sureña y pensaban que ningún río sería
mejor que el Limay para la concreción del sueño compartido.
A medida que lo soñado iba cristalizándose, se encontraron
con grandes inconvenientes para la realización del proyecto:
el tiempo disponible y la escasez de recursos económicos. Por
esta razón se lanzaron a hacer conocer la idea a los cuatro
vientos por medio de la revista nacional “Pesca y Náutica”
y la prensa del Valle. Este gran raíd debía unir Chile
con Viedma, para obtener el récord sudamericano, y tal vez
americano, de distancia por río montañoso en canoa a
remo, ya que la distancia a cubrir sería superior a los 1.400
kilómetros.
Miguel cuenta que recurrieron al apoyo moral del Club Biguá.
“Pero nuestra idea era mirada como irrealizable por demasiado
temeraria, de manera que fue imposible llegar a un acuerdo”.
Muchos jóvenes que se anotaron, poco tiempo después
desistieron.
“Por todas estas razones”, continúa Miguel, “es
que decidimos realizar un baile para recaudar fondos para poder llevar
adelante la empresa. El “Club Pacífico” les ofreció
las instalaciones y en tres días realizaron el primer baile
de los “Potomojas” con un éxito extraordinario,
con el apoyo incondicional de LU5 y Fama Publicidad.
El viaje
Después de una cena que les ofrecieron de despedida los amigos
de Cipolletti, en la pensión “La Fama”, y tras
terminar los primeros preparativos a las 7 de la mañana del
11 de abril de 1956, salieron de Neuquén, en el camión
de Hernán García, los cuatro expedicionarios rumbo a
Bariloche. Hernán trasladó a Juan Carlos López
(Toro Bravo), Miguel Martínez (Caballo Loco), Juan Schmitd
(Toro Sentado) y Julián Lafuente (Pata de Oso) acompañados
por dos canoas: “Tiburón” y “Cometa”.
Cuando llegaron a Bariloche recibieron el apoyo del intendente de
esa localidad, que les facilitó el traslado hasta Puerto Frías.
El 13 de abril a las ocho de la mañana navegaban en la “Modesta
Victoria” rumbo a Puerto Blest, desde donde un camión
de Parques Naciones los condujo hasta Puerto Frías.
La aventura
El 14 de abril, día de las Américas, después
de haberse labrado un acta firmada por los expedicionarios, autoridades
de Gendarmería y turistas testigos, comenzó la gran
excursión.
Sin dificultad atravesaron el Lago Frías. A las once de la
mañana llegaron al nacimiento del Río Frías que
une al lago con Puerto Blest. Aquí fue donde comenzó
la aventura. El río estaba lleno de troncos y piedras. Cinco
veces tuvieron que levantar las canoas y pasarlas por enormes troncos
que les cerraban el paso, además de los choques contra las
piedras. Con uno de los troncos tuvieron el primer accidente que provocó
un rasgón de unos treinta centímetros en la canoa. Por
esta razón apelaron al hilo, aguja y tela adhesiva. En Puerto
Blest repararon la avería.
Adrenalina
Luego de almorzar a las cuatro de la tarde, salieron de Puerto Blest.
Las aguas estaban tranquilas y navegaron sin dificultad. Acamparon
en una playa y al día siguiente continuaron viaje rumbo a San
Carlos de Bariloche. Acamparon para comer cerca de Puerto Pañuelo.
Luego llegaron a Bariloche y se alojaron en el Hotel “Allekan
Rucá”. Al día siguiente continuaron el viaje.
El lago estaba algo picado, pero prácticamente navegable en
su totalidad. Los expedicionarios tuvieron la compañía
de muchachos de Bariloche que fueron a recibirlos en sus kayaks biplaza.
A la media hora de navegación empezó a picarse el lago
de una manera alarmante. Las tres canoas que hasta entonces habían
viajado juntas se separaron impulsadas por las terribles olas. El
viento del norte seguía levantando olas de espuma blanca.
La canoa “Tiburón” empezó a hacer agua.
Cada vez se hundía más y todavía estaba muy lejos
de la costa. Chapuceo desesperado de remos, cuerpos empapados luchando
con la muerte. Cuando faltaban doscientos metros para llegar a la
costa Schmitd y López fueron despedidos de la canoa por un
poderoso golpe de agua y pudieron llegar a la costa nadando. “Toro
Sentado” fue en busca de ayuda. Luego de correr seis interminables
kilómetros llegó a Gendarmería y así se
movilizaron todos para socorrerlos. Mientras tanto, los otros jóvenes
seguían en “Cometa” sin saber qué les había
pasado a sus otros dos compañeros. De pronto se fueron acercando
a la orilla y divisaron a los compañeros que venían
en su ayuda.
Fueron alojados en las instalaciones de Gendarmería y en la
granja “El Gurí” secaron la ropa y se reconfortaron
con la generosidad de los dueños. Al día siguiente repararon
las canoas, se hicieron otra vez al agua y llegaron al puesto de Correos
Nahuel Huapi, donde el jefe les brindó hospitalidad.
El descenso
El día 18 a las once de la mañana, y totalmente repuestos,
iniciaron el descenso del peligroso y temido río Limay. Apenas
pasado el puente carretero donde dobla el río a la izquierda,
se inició la aventura de los rápidos, que provocó
el roce con las rocas. Sorteando situaciones de alto riesgo llegaron
a la “Confluencia Traful” cuando el sol se estaba ocultando.
Les quedaba aún sortear el más peligroso de los rápidos,
“La Resbalosa”, llamado por ellos “El Gran Rápido”,
donde varias embarcaciones se habían hundido y habían
perdido la vida sus tripulantes. Pero debido a la suerte y a la pericia
salieron airosos de tan difícil prueba.
Cuando el río se volvió manso dos de los compañeros
pescaron. Otro susto grande tuvieron cuando llegaron cerca del rápido
donde se encuentra el puesto de Gendarmería. Allí las
olas los envolvieron tapando la canoa, pero salieron a flote.
Los daban por muertos
En el puesto de Gendarmería habían captado un mensaje
radiotelegrafiado, sistema morse, desde Bariloche, en el que comunicaban
la desaparición de dos de los expedicionarios. Fue enorme la
alegría de los gendarmes al encontrarlos a todos sanos y llenos
de optimismo.
El día 20 llegaron a Piedra del Águila. Dos compañeros
fueron con la canoa “Cometa” a comprar pan. Cuando llegaron
al centro del río, donde se produce un remolino, el viraje
les dio vuelta la canoa y perdieron los últimos cien pesos,
únicos fondos de la expedición. Pero por suerte recibieron
el apoyo de los puesteros que les dieron de comer.
Contra reloj
“El 24 de abril por la tarde estábamos a la altura de
Picún Leufú y un avión Piper a baja altura nos
saludó” - dijo Miguel Martínez memorando palmo
a palmo aquel inolvidable raíd-. El día 25 llegaron
a Neuquén, donde los esperaban los familiares. Hicieron una
breve estadía de dos días para reparar las canoas y
el día 28 siguieron viaje a Viedma.
Todas las mañanas a la salida del sol lanzaban al aire palomas
mensajeras que llevaban las noticias de sus aventuras a LU5, la Radio
de Neuquén, para que fueran emitidas en el informativo especial
para los radioescuchas del Valle, en el programa “Varieté”
que transmitía Miguel Sander.
“Un día paramos cerca de una chacra que tenía
antena de radio. Le pedimos a los dueños que nos dejaran escuchar
el informativo pero la señora que nos recibió se asustó
de nuestro aspecto y no nos dejó entrar en la chacra.”
El 30 de abril “Caballo Loco” cumplía años
y quisieron celebrarlo con buñuelos pero no encontraron dónde
comprar huevos. Al pasar por Villa Regina se encontraron con algunos
socios del Club de Caza y Pesca que estaban haciendo una excursión.
El señor Lastra los invitó a pasar la noche en una isla
de su propiedad.
Mal tiempo
Los días siguientes, antes de llegar a Choele Choel, tuvieron
mal tiempo y mucho viento que les impedía navegar. Lo mismo
ocurrió camino a General Conesa.
El pueblo de Conesa los recibió con mucha cordialidad. Quisieron
hacer un baile de agasajo.
“El jueves 10 de mayo llegamos a la capital rionegrina. Después
de 23 días pudimos divisar a lo lejos las torres de la iglesia
de la histórica Carmen de Patagones y al poco tiempo entrábamos
en el muelle de Viedma, donde nos esperaban las autoridades de la
Provincia”, representadas por el Ministro de Asuntos Sociales
don Salvador A. Kossman y otras autoridades.
El 14 de mayo terminaron este raid de más de 1.400 kilómetros.
La afición deportiva de Neuquén y otros clubes les obsequiaron
trofeos como recuerdo del temerario viaje.En la actualidad Miguel
Ángel atesora estos recuerdos en una caja de chocolates que
compró luego de cumplir la gran aventura.
(Lic. Vicky Chávez, miembro de la Junta de Estudios
Históricos del Neuquén. Fotos gentileza M. A. Martínez)
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