«Le vamos a poner las tres A»

 
 


José López Rega e Isabel Perón, en los años ‘70, cuando era el hombre fuerte de la Casa Rosada.

La Alianza Anticomunista Argentina fue un escuadrón de la muerte ideado por el ex ministro de Isabel Perón, José López Rega para eliminar opositores.


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La organización fue la piedra de toque del terrorismo de Estado
durante los años 70.

Buenos Aires > «Le vamos a poner tres A».
La frase fue pronunciada cuando comenzaba la década de los ’70 por el entonces ministro de Bienestar Social José López Rega. Fue para «terciar» en una discusión entre sus subordinados referida al nombre que debía llevar la «Alianza».
El juez federal Norberto Oyarbide evocó aquella escena al reconstruir cómo se gestó la agrupación de extrema derecha que proclamó como «objetivo la defensa de los ataques de la guerrilla». Y así fue que el 26 de diciembre del año pasado fue en encargado de emitir por primera vez un fallo donde equiparó los crímenes cometidos por la agrupación de extrema derecha «Triple A» a los perpetrados por la última dictadura militar en la década del ’70.
En efecto, López Rega fue detenido y acusado de ser el organizador y jefe de una asociación ilícita.
El 18 de setiembre de 1975, declaró en la causa el ex jefe de prensa de Bienestar Social, Salvador Paino y dio un extenso detalle sobre la fundación de la Triple A.
Según Paino, en octubre de 1973 López Rega «le expresó que debía organizar a todo el personal de la custodia para crear un dispositivo de seguridad eficaz por sistema de células para que un determinado grupo no supiera lo que iba a hacer el otro».
El ahora detenido ex comisario Rodolfo Eduardo Almirón fue denunciado desde el inicio de la causa como «muy cercano» a López Rega, quien lo llevó a trabajar al Gobierno pese a que había sido apartado de las filas de la Policía Federal, recordó el juez.
Esto ocurrió en octubre de 1973 junto a otros oficiales de esa fuerza e incluso Almirón partió luego hacia Europa junto a López Rega, designado Embajador ocho meses antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Oyarbide recordó que cuando fue solicitada la captura de Almirón el 23 de enero de 1984, la Justicia lo identificó bajo el nombre de Luis, lo cual derivó en la falta de constancias de ese pedido en Interpol.
La Alianza Anticomunista Argentina o Triple A fue un escuadrón de la muerte creado para liquidar opositores, al que se atribuyen centenares de asesinatos. Con esta organización, comenzó en Argentina el terrorismo de Estado que desde 1976 desplegaría la dictadura militar.
La Triple A nació en los años 70 al calor de la lucha interna del peronismo, entre los sectores de izquierda, esencialmente juveniles y en auge; y de derecha, agrupados en torno de los sindicatos y del ministro de Bienestar Social, José López Rega.
López Rega, un ex cabo policial que fue secretario privado del general Juan Perón en el exilio en Madrid, se convirtió, al regresar en 1973 el peronismo al poder, en influyente miembro de los gobiernos de Héctor Cámpora y del propio Perón, y en el hombre fuerte del de Isabel Perón.
El «Brujo», como también lo llamaban por sus actividades esotéricas, formó la Triple A cuando los Montoneros, ala militarizada de la Juventud Peronista (JP), acribillaron al jefe sindical José Rucci.
La organización alistó al luego jefe policial Alberto Villar y a una tropa de policías, militares, sindicalistas y políticos, y tenía una revista, El Caudillo, financiada por Bienestar Social.
En aquel breve y violento lapso democrático entre las dos últimas dictaduras en Argentina, del 25 de mayo de 1973 al 24 de marzo de 1976, hubo alrededor de 600 ejecuciones sumarias y unas 500 desapariciones de personas por causas políticas, según el informe Nunca Más, actualizado en 2006, por el gobierno.
Pero los organismos de derechos humanos agrupados bajo el lema «Justicia Ya» afirman que esas estadísticas sólo reflejan los casos en que se presentaron pedidos de reparación económica, y que el total es de 900 desapariciones y 1.500 asesinatos.

El caudaloso desvío de fondos

López Rega utilizaba todos los recursos a su alcance del ministerio de Bienestar Social para financiar a la Triple A.

Buenos Aires > José López Rega y Alberto Villar, organizaron la Triple A durante el gobierno interino de Raúl Lastiri, en 1973. Aprovechando que se encontraba al frente de un ministerio, López Rega desviaba fondos para financiar la organización y el armamento del grupo paramilitar.
El primer atentado registrado de la Triple A tuvo lugar el 21 de noviembre de 1973, cuando —como represalia por el asesinato del sindicalista conservador José Ignacio Rucci a manos de los Montoneros un mes antes— colocó una bomba en el automóvil del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen. El artefacto explotó y mutiló al senador, pero no logró matarlo; dos años más tarde repetirían infructuosamente el intento.
Durante los dos años siguientes, la Triple A llevó a cabo múltiples atentados, incluyendo algunos contra figuras gubernamentales, judiciales y policiales consideradas permisivas o afines a las organizaciones armadas.

Masonería
López Rega era miembro de la logia masónica Propaganda Due, dirigida por Licio Gelli, la cual trabajó en la Operación Gladio.
El general Jorge Rafael Videla, que derrocaría a Martínez de Perón poco después de la caída en desgracia y exilio de López Rega, era un simpatizante de la organización. Ahora está con prisión domiciliaria por apropiación de bebés.

El hombre que lo manejaba todo

Buenos Aires > Con el objetivo de explicar el proceso que convirtió a un policía sin demasiado talento en ministro de cuatro presidentes argentinos, el periodista Juan Gasparini inició una miniciosa investigación que recrea en «La fuga del brujo», biografía que describe la trayectoria política y delictiva de José López Rega.
Hasta la coyuntura política lo empujó a pasar a la clandestinidad, en 1975, López Rega manejó silenciosamente los destinos de la Argentina desde su doble perspectiva de secretario privado de Juan Domingo Perón -y de su esposa Isabel- y mentor de la Triple A.
En los once años que median luego desde su huida hasta su detención, el Brujo logró vivir fuera de la Argentina con su joven amante, rodeado de lujos, amparado por servicios de inteligencia, personajes influyentes y la complicidad de la justicia argentina.
«La fuga del Brujo», recién editada por Grupo Editorial Norma, es la narración del periplo delictivo que López Rega realizó durante ese tiempo por Espana, Suiza y el Caribe hasta que, al intentar renovar su pasaporte en los Estados Unidos, fue detenido y extraditado a la Argentina en 1986, donde murió en reclusión -solo y enfermo- tres años más tarde.
«Gran parte del material que indujo el libro surgió de lo que encontré en 2002 cuando Suiza decidió abrir los archivos sobre López Rega, un conjunto de documentos que se podrían englobar en lo que llamaría ‘la letra chica de la corrupción y el crimen’», destacó Gasparini.
«Todos sabíamos que López Rega tenía una responsabilidad política en hechos criminales y corruptos, pero no sabíamos cómo había hecho para esconder el dinero, para fraguar su identidad o para engañar a las autoridades de un país», detalló.
La obra describe cómo el «Brujo» organizó su vida clandestina en el exilio, a la vez que detalla los pormenores de su captura, el procedimiento de extradición, los conflictivos lazos con su hija, Norma Beatriz -que acude a socorrerlo- y evoca su obsesiva relación con Perón y con su tercera esposa.
«López Rega era un hombre que huía de su pasado: se pasó siete años escondido en Suiza hasta que, sorprendido por un fotógrafo de la agencia EFE y descubierta su falsa identidad, en noviembre de 1982 se vio obligado a continuar su fuga por las Bahamas -donde tenía un apartamento- y Estados Unidos», describió Gasparini.

«No hay una política judicial»

El abogado Carlos Slepoy cuestionó la falta de coordinación
para extraditar a Isabel Perón.

Buenos Aires (Corresponsalía) > El abogado Carlos Slepoy, quien tiene a su cargo en España la acusación popular en las causas por violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar argentina, salió al cruce de los cuestionamientos realizados por sectores de la Justicia y de la oposición política a los pedidos de captura internacional contra la ex presidenta María Estela Martínez de Perón, por su responsabilidad en el accionar de la Triple A en los años previos al golpe de Estado de 1976.
Slepoy está convencido de que esas críticas están movidas por la mezquindad personal y el temor al alcance que pueda tener la investigación sobre el rol de ciertos sectores de la sociedad civil con aquellos delitos, y advierte que “ya nadie debería osar opinar que perseguir estos crímenes es improcedente”.
Este abogado que reside en Madrid desde 1977, cuando fue expulsado de la Argentina tras integrar durante un año y medio la lista de detenidos-desaparecidos, habla con la autoridad que le concede haber sido él mismo una víctima del accionar de los grupos que actuaron antes del Golpe. Su detención se produjo en las semanas previas al 24 de marzo de 1976, cuando acababa de recibir su título en la Universidad de Buenos Aires y mezclaba su militancia en el PRT con la asesoría legal a los sindicatos.

¿Por qué cree que la oposición cuestionó los pedidos de captura contra Isabelita?
Yo creo que las personas que se oponen a esta acción tan importante para el futuro de la Argentina se califican por si mismas. Y me parece que las impulsan dos grandes motivos: la mezquindad personal, que les hace sentir que esto se identifica con el Gobierno de Kirchner y, como suponen que la acción tiene el beneplácito de la sociedad la rechazan porque tienen mirada corta, y en otros casos el temor. Hay políticos y empresarios que deben tener preocupación por el alcance que pudiera tener la investigación. Después están los juristas que están opinando, como Strassera y Ricardo Gil Lavedra, y eso me produce mas dolor, me parece mas grave porque no ven la trascendencia que esto tiene, no tienen conciencia de que lo único que vulnera el estado de derecho es la institucionalización de la injusticia. Hemos vivido muchos años así y los juristas honestos deberían ser los primeros en apoyar.

¿Puede haber temor a indagar sobre la complicidad y la responsabilidad civil en estos crímenes?
El proceso que se esta viviendo en la Argentina es muy singular. Primero revertir el proceso de impunidad cuando parecía que estaba sellado con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Por otra parte la profundidad con que se están llevando a cabo las cosas. Estoy convencido de que se cerrará el círculo cuando los responsables civiles también respondan ante la justicia. En el caso de la Triple A e Isabelita: Si se organizó todo esto desde los aparatos del Estado ¿cómo no se va a poder juzgar? Se corre el riesgo de que proliferen este tipo de opiniones y ya nadie debería osar opinar que perseguir estos crímenes es improcedente.

Strassera cuestionó básicamente la causa que lleva el juez de Mendoza y se aferra a que el decreto que firmó Isabelita no ordena aniquilar a la subversión sino el “accionar de la subversión”.
Es una opinión, pero en todo caso la responsabilidad de Isabel Perón en las Fuerzas Armadas es tan evidente como que ella era comandante en jefe de esas Fuerzas Armadas, convalidó con su firma el Operativo Independencia, las FFAA detenían a quienes querían en las calles. No se puede decir que ella no tenía responsabilidad.

¿Qué repercusión tuvieron en España los pedidos de captura?
En España hay mucha sensibilidad sobre el tema, por lo tanto acá se conoce mucho el problema, hay una sensibilidad natural. Lo que no se explicaban era la falta de coordinación de la Justicia Argentina con esto de tramitar dos extradiciones al mismo tiempo.

¿Y qué les dijo?
Que hay problemas muy serios. Destacamos los avances pero hay problemas y muchas limitaciones, no termina de haber una política clara por parte del Gobierno, no hay una política judicial para juzgar este tema. Esto que causa extrañeza es la manifestación de una de las grandes limitaciones que va a tener el proceso si no se unifican las causas. Yo creo que a partir del reconocimiento de que en la Argentina hubo un genocidio tiene que existir un gran Tribunal que tenga sus subsidiarios pero que actúe unificado, de modo que los jueces puedan ver globalmente los casos, que no estudien a un solo represor sino al represor en el contexto de un plan sistemático y que los testigos no tengan que ir a declarar una y otra vez. El otro problema grave es el tema inconcebible de la prisión privilegiada de la que gozan los represores, esto refleja una especie de impunidad más sutil. Ricardo Cavallo es probable que sea extraditado para ser juzgado en Argentina. ¿Qué va a hacer la Justicia una vez que lo tenga allí? Después de estar seis años detenido en México, en España, ¿le va a dar una prisión de privilegio?

Confía en que tarde o temprano Isabelita será extraditada?
Creo que si. El proceso va a ser largo pero depende de la celeridad que le quiera dar el tribunal o el propio Estado argentino que puede presentarse como querellante, los artilugios de la defensa para dilatar el proceso y la actitud de la propia Sala Penal española para darle celeridad al tema. Creo que cuando ambos pedidos estén en esa instancia lo más razonable es que se los unifique.

 

 


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