«Lo que hay en el país es un choque no resuelto de memorias contrapuestas»

 
 
«El Mercosur hasta hace muy poco no era una comunidad de paz, sino que había hipótesis de guerra con todos».
Natalio Botana, doctor en Ciencia Política y director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Torcuato Di Tella, reflexiona sobre la actualidad de la justicia argentina y mundial.

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  Por mariana percovich

Su último libro, «El horizonte del nuevo siglo», se centra en retomar el antiguo diálogo entre la paz y la justicia.

En el inicio del siglo XXI, ¿por qué cree que es interesante reflexionar a partir de estos dos conceptos?
El diálogo entre justicia y paz, plagado de conflictos, confrontaciones, atrocidades, retrocesos y avances recorre la historia. Desde que se constituye la ciencia política, justicia y paz son dos términos ineludibles, tanto en el plano interno de las naciones como en el plano de las relaciones de las naciones entre sí. Entonces, lo que buscamos fue circunscribir este diálogo a tres problemas, que son cruciales en el mundo actual, que se ha achicado por los procesos de globalización. Primero abordamos la justicia y la paz en la esfera internacional. En segundo lugar, los problemas de justicia y paz en el plano interno de las naciones en relación a ese problema crucial como es el problema de la legitimidad - mucho más problemático para los argentinos que para los europeos-. Y por fin, enfrentamos un problema que es central en la Argentina de los últimos 30 años, que es el problema de la justicia y la paz frente a los crímenes del pasado. Es decir, el tema de aquellos países que llegan a montar procesos democráticos y tienen que lidiar con una herencia del pasado teñida de sangre. Esto no sólo toca a los argentinos respecto de la antigua dominación militar, también toca a los chilenos. Y en Europa se están planteando problemas muy interesantes porque no hay que olvidarse que los países del Este, que han vuelto a la democracia y que ahora se han incorporado a la Unión Europea, también heredan regímenes de violencia severos de toda la etapa comunista.

¿Cómo concebir la justicia en un mundo que nos dicen está en permanente guerra contra el terrorismo?
Ahí viene el gran problema. Por un lado está el concepto de paz, que puede evocar la tranquilidad en el orden, como decía la famosa frase de San Agustín, la tranquilidad en el orden justo, como lo retoma Calvez; lo que evocaría un clima de justicia al que muy pocas naciones en el mundo se han aproximado; ahora, en el plano de las relaciones internacionales, lo que hay es pax, en el sentido que los romanos hablaban de pax romana. Es una paz impuesta que resulta de conflictos, guerras y hoy en día de la expansión imperial. Porque la novedad de este comienzo del siglo XXI es que el sistema internacional ya no está más constituido por la balanza entre dos o más superpotencias, sino que es el resultado de una superpotencia que tiene imperio militar en todo el planeta. ¿Qué se entiende por imperio militar? La capacidad de hacer la guerra en cualquier punto del planeta. Entonces la cuestión se plantea en dos niveles. En primer lugar, qué se puede hacer en el plano general de las Naciones Unidas, daría la impresión que en este momento estamos pasando por una etapa opaca en esta materia porque la guerra en Irak es resultado de que pasaron por encima de cualquier ordenamiento internacional. Pero, por otro lado, los ordenamientos internacionales en algunos aspectos siguen teniendo vigencia, los últimos ejemplos son los juicios por tribunales internacionales a los genocidas de Ruanda y Kosovo y la intervención en Haití.

Una de las críticas más escuchadas hacia el Penal Tribunal Internacional es que su banquillo de acusados está pensado únicamente para los vencidos.
Eso descriptivamente es cierto, pero no quita que el vencido haya sido un genocida. Porque de esa manera no hubiéramos justificado tampoco los tribunales de Nüremberg y los que fueron a los tribunales de Nüremberg, aunque vencidos, fueron los responsables del holocausto de seis millones de judíos.

¿Cuál es la tarea en el orden regional?
Lo que postula el libro es una salida interesante que se expresaría en esta fórmula: si no podemos hacer la paz perpetua en el sentido de Kant en el orden mundial, por lo menos procuramos hacerla en el orden regional. Y aquí sí creo que los hallazgos de los últimos años en algunos aspectos son positivos. La partera de la guerra moderna es Europa, las dos guerras mundiales son en su origen guerras europeas, y este continente ha hecho la increíble hazaña de que ahora es una zona de paz y de garantía absoluta de los derechos desde el Atlántico hasta los Urales. ¿Quién hubiese pensado eso? Yo, con mis 67 años si me hubiera hecho esta pregunta hace 40 años, hubiese contestado un no rotundo. Este mismo debería ser el objetivo del Mercosur y yo creo que en alguna medida hemos avanzado, pese a las enormes dificultades de índole económica y social que afectan a nuestras democracias. En el Mercosur no hemos tenido efectos económicos muy importantes, pero es muy importante que sea capaz de crear comunidades de paz entre las naciones. El Mercosur hasta hace muy pocos años no era una comunidad de paz, era un territorio donde las hipótesis de guerra estaban a la orden del día. No hay que olvidarse que estuvimos al borde de entablar una sangrienta guerra con Chile, esto para un historiador está muy cerca, pasaba a fines de la década del 70, principios de los 80. Luego tuvimos una guerra en Malvinas, donde felizmente algunas
naciones latinoamericanas no se volcaron al lado del Reino Unido, pero otras sí. Es decir, había problemas de guerra muy serios, lo que pasa es que como en este ciclo de declinación la Argentina no hace más que mirarse a sí misma, la mayoría de los argentinos ni se daban cuenta de esto, pero el país y los otros países estaban rodeados de hipótesis de conflicto. Teníamos hipótesis de conflicto con Brasil, hipótesis de conflicto con Chile, ¡hasta hubo hipótesis de conflicto con Uruguay! Un absurdo. El Mercosur ahora es una comunidad de paz de protección de la democracia; y creo que ha tenido una acción muy eficaz frente a crisis de desestabilización democrática como las que han soportado Bolivia, Paraguay y otros países.

En sus escritos habla de que se está formando una ciudadanía regional y global por sobre la nacional. ¿Cómo puede percibir una persona que vive en una pequeña ciudad de la Argentina la idea de ciudadanía regional y global?
Bueno, es muy difícil porque en general cuesta mucho trabajo percibir los conceptos de ciudadanía nacional. Es posible que no todos lo vean, pero el hecho de que algunos ya lo vean es muy importante. Lo que tratamos de transmitir en el libro es una percepción que tenemos del mundo que es el apetito por el largo plazo, el apetito de futuro. En algún momento de su historia Argentina lo tuvo. La obra de Sarmiento, Alberdi y Mitre da cuenta de cómo allá por 1850 ellos estaban pensando el siglo XX, de cómo iba a ser la Argentina en el siglo XX. Eso Argentina lo perdió desde hace muchas décadas, no logra recuperar el largo plazo. Ahora si en algún momento recuperamos el largo plazo, estas ideas de las ciudadanías y las legitimidades superpuestas son muy importantes porque son una doble garantía acerca del goce de los derechos.

Ahora a nivel continental tenemos el Tribunal de Justicia de Costa Rica...
Que ha dado resoluciones importantes en el plano del sistema interamericano, sistema raro porque tenemos la jurisdicción del tribunal de Justicia de Costa Rica para nosotros pero no para los Estados Unidos. Porque el gran problema que hay en el mundo es que los Estados Unidos no se pliegan a ningún ordenamiento jurídico internacional con excepción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Esta posición de Estados Unidos, ¿puede llegar a cambiar en el mediano o corto plazo?
En el corto plazo no. Si gana Kerry yo creo que lo menos que podríamos esperar en una perspectiva razonable es que Estados Unidos salga de esta trampa terrible de la guerra en Irak. Los Estados Unidos tienen que volver al espíritu de 1945 y 1948, el espíritu que sopló sobre la fundación de las Naciones Unidas.

La Corte Suprema argentina revocó esta semana un fallo que beneficiaba a un agente de inteligencia chileno que asesinó en nuestro país a un militar y su esposa en 1974, lo que da a entender que para la Corte los crímenes de lesa humanidad no prescriben. ¿Qué análisis hace de este fallo?
Es en un caso, no es una regla general. Hay varios caminos para lidiar con la herencia del pasado. En algunos países el camino de la amnistía funcionó, como en el caso de España, aquí no funcionó. Entonces, cuando no se dan esas circunstancias, porque la amnistía requiere un consenso, hay que jugar a fondo la carta de la legalidad y reconocer que las democracias con división de poderes, como es el caso de la Argentina, hay una última instancia que es la Corte Suprema de Justicia y esa última instancia debe ser obedecida.

Quiere reinstalar el apetito de futuro, la perspectiva del largo plazo, ¿le parece que en la Argentina hay a veces un apetito de pasado?
Lo que hay en la Argentina es un choque no resuelto de memorias contrapuestas, memorias blindadas. Es el blindaje del pasado, memorias que no terminan de entenderse. Entonces uno se pregunta, este museo de la memoria que van a hacer en los terrenos tan trágicos de la ESMA, ¿qué va a representar? ¿va representar todo un ciclo de violencia o va a representar una parte de ese ciclo de violencia - tal vez la más importante en cuanto el número de víctimas que cobró-? No hay que olvidarse que también hubo otra violencia, en términos menores en cuanto al número de víctimas.

¿Quién es hoy la oposición en la Argentina?
Hay dos tipos y un partido hegemónico. Una es la oposición de la calle, que se expresa en manifestaciones, en forma de piqueteros o de reclamos de seguridad. Eso significa una movilización. Pero que no resuelve el problema de las democracias contemporáneas que es la mediación representativa. Una buena democracia funciona cuando hay un partido de gobierno y un partido de oposición que ofrece una alternativa. Ahora, en el vértice superior del triángulo está el partido hegemónico del justicialismo, en un vértice de la base están los piqueteros y las manifestaciones; y en el otro hay una mirada de partidos de oposición, todos desarticulados. En el plano de centroderecha está lleno de caciques con poca tropa y lo mismo está pasando en el plano de la centroizquierda, con un agravante que es la declinación de la Unión Cívica Radical que era el partido de alternativa.

 

 


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