«Es importante modificar el modelo
escolar de pensar la igualdad»

 
 
«La casi totalidad de los recursos del presupuesto se destina a salarios docentes y en la gestión del sistema, lo que se denomina gastos corrientes. Hay otro porcentaje importante de recursos del presupuesto social que se destina a comedores, becas y programas compensatorios. Esto deja disponible pocos recursos para la innovación y para los cambios estructurales».
Daniel Pinkasz es licenciado en Educación y magister en Ciencias Sociales. En esta entrevista, plantea que la educación argentina tiene instituciones y sectores que coexisten con otros de muy baja aptitud.


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Por LAURA E. ROTUNDO

“Es necesario un modelo que recuerde que la desigualdad tiene que ver con la injusticia y que ésta no debe ser aceptada”, asegura Daniel Pinkasz, licenciado en Educación.
En este reportaje, el magister en Ciencias Sociales -egresado de Flacso- plantea además que la educación argentina tiene instituciones, sectores y circuitos de calidad que coexisten con otros de muy baja aptitud.

A grandes rasgos, ¿cómo describe usted el actual panorama educativo de la República Argentina?
Ante todo, es necesario hacer una aclaración importante: el nuestro es un sistema fragmentado y el hecho mismo de que sea fragmentado es un obstáculo para dar una “visión panorámica”. Me voy a referir a la situación de la educación básica y la educación media, que son los niveles en los que me puedo detener con más propiedad.
Existen lógicas de funcionamiento y de articulación diferentes según las provincias y, en muchas de ellas, las diferencias se multiplican según las localidades. Existen diferencias por sectores sociales y por niveles de inclusión social de las familias.
El retiro del Estado ha dado lugar a que las comunidades escolares tengan mayor peso en la definición de los rumbos escolares pero, como la sociedad se ha fragmentado también, esta situación contribuye a generar servicios educativos de distinta naturaleza y calidad, y con significados diferentes para los alumnos y sus familias. Si bien no deberíamos idealizar una escuela del pasado que nunca tuvimos, podemos decir que esa escuela proporcionaba una experiencia escolar homogénea y que esto contribuyó a la cohesión de la sociedad argentina. Con esto quiero decir que un panorama debe tener conciencia de la complejidad de la situación actual y al mismo tiempo anticipar que necesariamente va a ser parcial.
El Nivel Inicial es un nivel en expansión, que alcanza importantes niveles de cobertura en centros urbanos y bajos niveles en regiones rurales. En los centros urbanos, la oferta privada cubre el porcentaje mayor de la demanda y en el resto del país hay mayor proporción de servicios públicos. La obligatoriedad de la sala de cinco años es todavía un objetivo a cumplir en algunas regiones y es necesario el incremento de la cobertura de la sala de cuatro años.
La educación básica entre los 6 y los 12 ó 13 años ha incorporado a casi la totalidad de la población en edad escolar y su funcionamiento ha sido lo suficientemente flexible para asimilar los enormes cambios sociales de la Argentina en las últimas dos décadas.
¿Y cuál es su opinión sobre esto?
Considero que la flexibilidad ha estado de parte de los actores (docente, directivos, supervisores) pero no se ha plasmado en cambios en las estructuras (modos de funcionamiento institucional, normativas). Esto tiene también costos, como el debilitamiento del tejido normativo dentro de las instituciones y en el sistema, deterioro de la calidad de la enseñanza en algunos casos y de la confianza entre los actores: los maestros frente a los directores, los docentes frente a las autoridades, los padres hacia la escuela, etc.
La escuela secundaria aumentó su cobertura en los últimos años a partir de la extensión de la obligatoriedad pero, al mismo tiempo, es evidente que persisten muchos de los problemas históricos del nivel. Hay más jóvenes en las escuelas secundarias y durante más años de escolaridad, pero persisten el abandono o la expulsión, la repitencia y hay una distancia cada vez mayor entre la cultura juvenil y la cultura escolar (me refiero a lo que la escuela piensa que está bien y mal, sus representaciones acerca del “buen” o “mal” alumno o sobre la familia “bien constituida”, sus ideas sobre normalidad, etc.), que genera obstáculos importantes para las relaciones dentro del aula, así como para la función
de la enseñanza. En este sentido, es mucho lo que la escuela secundaria tiene por hacer.

¿A qué motivos atribuiría el desgaste del sistema educativo?
Prefiero hablar de insuficiencias en lugar de errores. El tratamiento de la desigualdad, que no es un problema de la escuela solamente sino de la sociedad argentina, tiene que ser abordado de nuevas maneras.
En primer lugar, es necesario un modelo que recuerde que la desigualdad tiene que ver con la injusticia y que ésta no debe ser aceptada. Que frene a la fragmentación social, a las nuevas desigualdades de género, geográficas, de acceso a prestaciones sociales, a servicios públicos, necesitamos una escuela que no profundice estas desigualdades y que le enseñe a la sociedad argentina que las desigualdades no son naturales. Además, es imperioso modificar un esquema de escuelas para pobres y escuelas para no pobres.
En este sentido, es importante recuperar el horizonte de la igualdad y concebir una política de sistema y no focalizada que fortalezca las escuelas de todos los niveles que concentren alumnos en situación de pobreza. Finalmente, es importante modificar el modelo escolar de pensar la igualdad. Este modelo ha sido el de proporcionar una oferta uniforme que igualara las diferencias. Actualmente, la equivalencia entre igualdad y homogeneidad ya no parece ser adecuada y necesitamos un modelo de igualdad que no excluya la diferencia.
Pensando específicamente en los niveles educativos, la escuela secundaria sigue basada en un modelo escolar elitista. En ese modelo, la selección era una de las funciones principales del colegio y la responsabilidad por el fracaso recaía exclusivamente en el alumno. Como herencia de este modelo, a la escuela secundaria le resulta difícil preguntarse qué es lo que ella puede hacer para que los alumnos aprendan más y mejor y no interrumpan sus estudios. Al mismo tiempo, existen problemas nuevos que la escuela tiene dificultades para encarar.
Estos problemas, en parte, se derivan del hecho de que nuevas poblaciones acceden al nivel con prácticas culturales y posiciones antagónicas frente a la cultura legítima que la escuela y los profesores no están preparados para afrontar en forma sistemática. En este punto es importante tener en presente que los estudiantes siempre cuestionaron la enseñanza, que la rebeldía estudiantil forma parte del “oficio” de ser alumno y que este cuestionamiento es parte necesaria del proceso de transmisión. Pero junto con este reconocimiento ocurre que las formas actuales que tienen los jóvenes de expresar esta disidencia son desconocidas para los adultos. En este escenario no es fácil distinguir entre la disidencia juvenil, las posiciones francamente contraculturales o las prácticas originadas en la ruptura de la unidad cultural que la sociedad argentina había construido y que las transformaciones de las últimas décadas disolvieron progresivamente.
También hay problemas que podríamos denominar invisibles para la agenda pública: las escuelas de adultos, que alojan en su mayoría a jóvenes expulsados de la escuela secundaria y que no tienen una oferta adecuada para la situación y las necesidades de su población. En esos establecimientos se encuentran numerosos jóvenes que luchan, por así decirlo, por su escolarización, que han sido desalojados de la “escuela común” porque sus trayectorias vitales no se corresponden con las trayectorias escolares ideales. Como decíamos antes, a nuestra escuela le resulta difícil pensar esto como diferencia y que no todas las trayectorias de los alumnos tienen que ser iguales. A ellos el sistema debería darles una opción, flexible y a la vez jerarquizada y de calidad óptima. Son personas entre 20 y 35 años en plena vida activa, que están allí por factores sociales y por la inadecuación del modelo escolar a la que antes me refería.

En este sentido, ¿cree que hay inconvenientes en modernización?
Sí... de modernización y de capacidad de gestión del sistema. El sistema educativo es una maquinaria burocrática y administrativa muy compleja en la que es dificultoso introducir la renovación y el cambio. La descentralización y la reforma educativa de los noventa pusieron de manifiesto las profundas diferencias entre las capacidades de los aparatos burocráticos provinciales. Esto pone en un primer plano la cuestión de la gobernabilidad del sistema educativo. El gobierno de la educación post descentralización se ha vuelto muy intrincado y es muy compleja la posibilidad de construir sentidos convergentes y direcciones definidas a los cambios, aunque esto no comprende solamente al sector educativo.

¿Cree que la falta de capacitación docente es una falencia fundamental?
Sin duda es un problema importante, pero no hablaría de “falta” de capacitación docente. Durante los últimos diez años se ha incrementado de forma exponencial la oferta de capacitación pública y privada, y los docentes en número importante han accedido a ella.
Se sabe hoy que las estrategias no han sido del todo adecuadas y probablemente haya que revisar los modelos de capacitación del pasado y avanzar en la construcción de nuevas formas.
Formas ligadas a las problemáticas singulares de cada escuela y que, al mismo tiempo, permitan renovar los rasgos del modelo escolar, las representaciones de los docentes sobre los alumnos y las familias, etc. El papel pedagógico se ha vuelto más complejo y la tarea docente no es exclusivamente la de “dar clase”. Es importante proteger la función de transmisión específica estableciendo roles que puedan ser atendidos por profesionales docentes especialmente formados para esto: tutorías, asesorías pedagógicas, orientadores. Para esto es importante revisar la carrera docente abriendo la posibilidad de especializarse en éstas y otras funciones con diferentes opciones para la promoción, concursos u otras formas de probar idoneidad.

¿Considera que la Ley Federal de Educación tiene mucho que ver en los problemas que enumeró?
La ley tiene aspectos que pueden mejorarse. De hecho, la Ley de Educación Técnica o el proyecto de ley de financiamiento educativo van en esa dirección. En el caso de la educación técnica, reforzando un aspecto no contemplado adecuadamente en la Ley Federal y, en el otro, proponiendo mecanismos concretos de asignación de recursos, un aspecto que falló en la implementación del capítulo de financiamiento.
A mi modo e ver, la cuestión es la capacidad de los actores públicos para llevar los consensos sociales a la práctica y la gobernabilidad del sistema a la que antes me refería. Es un hecho que los actores públicos (partidos políticos, instituciones de gobierno, gremios) tienen su legitimidad cuestionada Entre una ley y su implementación hay mucho trecho para andar. Y si la Ley Federal tiene que modificarse, es más importante el proceso de construcción política por el cual se llegue a determinar qué aspectos deben cambiarse y hacia dónde deben dirigirse los cambios. Para esto, es importante contar con información confiable, acumular conocimientos y debate informado y tener conciencia de que las leyes no cambian la realidad por sí solas.

¿En qué plazo cree que podrán revertirse los defectos mencionados?
La educación argentina tiene instituciones, sectores y circuitos de calidad que coexisten con otros de muy baja calidad. Insisto en que no suscribiría un diagnóstico global, entre otras razones por el carácter fragmentado del sistema.
El problema es entonces incrementar la calidad y al mismo tiempo ofrecer la misma calidad a todos los sectores de la sociedad. Esto es importante porque nos da prioridades. En segundo lugar, es perfectamente posible ofrecer un sistema de calidad en todos los niveles pero es muy difícil calcular los plazos. Esto implica estudios de prospectiva que no son mi especialidad.
Por otra parte, hay algunos cambios que no son educativos en sentido estricto y que dependen de acuerdos sociales y políticos más amplios, como por ejemplo una mejor distribución de los recursos coparticipados en educación.

Algunos especialistas en educación sostienen que se puede revertir el deterioro existente en el área sin grandes recursos, ¿usted qué opina?
La casi totalidad de los recursos del presupuesto se destina a salarios docentes y en la gestión del sistema, lo que se denomina gastos corrientes. Hay otro porcentaje importante de recursos del presupuesto social que se destina a comedores, becas y programas compensatorios. Esto deja disponible pocos recursos para la innovación y para los cambios estructurales. También es cierto que no todas las dificultades se deben a falta de presupuesto y que los problemas de gobernabilidad del sistema y de desactualización normativa pueden licuar las inversiones en innovación. Pero hay algunos nudos críticos que exigen incrementos presupuestarios importantes... por ejemplo, la transformación del régimen de contratación docente de horas cátedra a cargos (tema que no está en la agenda en la actualidad) exigiría un incremento considerable de los gastos corrientes.
La extensión de la jornada escolar, la renovación y ampliación del parque edilicio, la introducción y el mantenimiento de nuevas tecnologías a escala del sistema, la renovación, creación y mantenimiento de bibliotecas, mediotecas, centros de recursos pedagógicos para alumnos y docentes ya sea por distrito escolar o por escuela, la recomposición de los salarios docentes, todo esto exigen esfuerzos presupuestarios importantes.
También existe un problema de distribución de recursos entre las distintas provincias y con la nación; el gasto por alumno es muy desparejo entre provincias, aún en proporción con sus respectivos PBI y la capacidad innovadora está en el Ministerio nacional dada su mayor disponibilidad de recursos ya sea de origen fiscal o de préstamos internacionales. Algunos de estos temas están contemplados en el debate que ha abierto el proyecto de Ley de Financiamiento Educativo. En síntesis, se puede trabajar sobre lo que se denomina la eficiencia del gasto y al mismo tiempo pensar cuáles son los puntos estratégicos sobre los que tiene que operar un incremento del presupuesto.

 

 


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