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Por LAURA E. ROTUNDO
El doctor José Ramón Granero es el encargado de la
Secretaría de Programación para la Prevención
de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico
(Sedronar) de la Nación.
En diálogo con La Mañana de Neuquén,
el secretario de Estado habló de los principales factores que
afectan a la población que consume estupefacientes en Argentina
(7,8%), dio su opinión acerca del conflicto Southern Winds
y detalló cuáles son los esfuerzos conjuntos que deben
hacerse para mejorar la prevención y reducir el narcotráfico.
En primer lugar, me gustaría saber cómo describe
el panorama actual del sector que lo ocupa.
Ante todo, me gustaría aclarar que la Secretaría de
Estado que conduzco se ocupa de coordinar políticas y depende
directamente del Presidente de la Nación. Si bien tenemos contacto
con todas las fuerzas de seguridad, la que está a mi cargo
no es una Secretaría operativa. Este área tiene algunas
características particulares que hacen que -por ejemplo- nos
ocupemos de la asistencia de los adictos que no tienen cobertura,
ni medios económicos como para recibir una ayuda y hacemos
también la tarea fundamental de prevención en el ámbito
educativo, comunitario, laboral y en todos los espacios donde se sufre
o se padece el problema de las adicciones.
La prevención es una cuestión más que importante
porque se trata de generar los valores necesarios en la sociedad,
y especialmente en la juventud y en la familia, para que no se consuma
ni alcohol, ni tabaco, ni droga.
¿Qué porcentaje de nuestra población
consume drogas habitualmente y qué edad tienen los adictos?
Las últimas estadísticas, que se basan en un estudio
realizado en todo el país y que ha sido realizado por el Indec,
con datos de los meses de junio y julio de 2004 -en una población
que va desde los 12 hasta los 65 años-, nos indican que un
7,8% de la población padece o acepta haber consumido drogas
o alcohol, en algún momento de su vida. Significa que hay más
de un 92% de la ciudadanía argentina que no consume.
Esto es la mitad del vaso lleno y la mitad del vaso vacío.
Si uno mira el último porcentaje, puede ser optimista en cuanto
al panorama que estoy describiendo. Si uno observa que de ese casi
8% que consume, la franja más afectada es la juventud -que
va de 15 a 23 años-, es una noticia mucho más pesimista.
Creemos que hay que trabajar en ambos índices y ocuparnos mucho
de las franjas sociales más afectadas.
¿Y a qué nivel socioeconómico pertenecen mayormente
los adictos?
En todos los niveles, existe la adicción. No podemos decir
que el problema de las drogas es un drama de la pobreza o de la riqueza.
Es una dificultad que abarca a todos los estratos sociales. La diferencia
es que los que tienen mayor nivel adquisitivo, consume de mejor calidad
y quienes tienen un bajo nivel de ingreso, se droga con menor calidad
muy ligadas a lo que son los restos del procesamiento.
Como el caso del paco…
Exacto. Como el paco que a los cinco o seis meses de consumido, ya
está generando lesiones cerebrales.
Y en relación a otros países de Latinoamérica,
¿cómo nos encontramos?
Argentina es un país que, dentro de Latinoamérica y
comparándonos con Brasil o con Colombia, presenta características
disímiles. Brasil es un país de consumo mucho más
notorio que el nuestro. Nosotros no somos más un país
de tránsito, como se solió decir durante años.
Somos un país de tránsito y de consumo.
Fue los primeros días de marzo de este año
que la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes
(Jife) reveló que durante 2004 se incautaron más de
3000 kilos de cocaína y usted manifestó lo mismo que
está diciendo ahora: que Argentina dejó hace mucho tiempo
de ser un país de tránsito.
Sucede que al decir que Argentina sólo era un país de
tránsito, se miraba para el costado y no se asumía la
problemática. Sin embargo, en los últimos 4 ó
5 años el consumo de algunas drogas se ha duplicado y en franjas
juveniles.
Colombia, Perú y Bolivia son países productores; nosotros
no lo somos y no estamos considerados como ‘peligrosos’
desde el punto de vista del análisis que hace Naciones Unidas
respecto a la producción.
La Comisión de la ONU relacionada con Adicciones, Estupefacientes
y Delitos nos observa como un país de tránsito, de escasa
producción y de bajo consumo. Lo importante es que, dentro
de Latinoamérica tenemos integraciones regionales importantes
en donde el trabajo en conjunto -tanto en la prevención como
en la lucha- se hace de una manera bastante fluida.
¿Cuál es el presupuesto de la Secretaría
y cuánto se gasta en prevención por cada ciudadano?
En junio de 2004, cuando nos hicimos cargo de esta Secretaría,
el presupuesto era de 11 millones de pesos. Sobre el final del año,
el Presidente nos aumentó en casi un 37% de ese capital y entonces
alcanzamos los 15 millones de pesos aproximadamente.
Este año partimos de una cifra de 10 millones pero habíamos
pedido prácticamente el doble de presupuesto y ya se nos amplió
en 3.600.000 pesos más. Tenemos la promesa de incrementarlo
casi hasta el doble, antes de finalizar el año. Tendríamos
que tener un parámetro de destinar un peso por habitante de
acuerdo con el dinero con el que contamos. Lo ideal sería disponer
de un dólar por cada ciudadano.
¿A qué factores atribuye usted la caída
en las drogas de este casi 8% de la población?
Los factores son múltiples. El problema de las adicciones es
hipermultifacético. Creo que cada individuo, cuando cae en
las adicciones, si uno se pone a investigar siempre va a encontrar
una carencia: puede ser afectiva o de inserción laboral o de
contención social. Esa falta es la fisura por la cual la droga
penetra y destruye la relación familiar, la relación
comunitaria y la vida misma de la persona.
Cualquier persona que consume droga, por el sólo hecho de consumirla,
nunca va a volver a ser la misma que era antes de comenzar a ingerirlas.
El ejemplo del paco es lo más palpable y, si no revertimos
esta realidad, estamos quemando generaciones de argentinos que el
día de mañana tendrían que tener una capacidad
dirigencial, que de hecho no van a tener porque su cerebro no va a
ser el mismo.
Por más recursos humanos y financieros que ponga el Estado,
si no conseguimos que la sociedad argentina tome conciencia de cuál
es este problema, lo cierto es que entonces estamos dando una pelea
debilitada. Estamos rengos, si la comunidad no entiende que debe cooperar
con el Estado para solucionar esta cuestión.
Sin duda es un trabajo conjunto. Para intentar solucionar la problemática
también se debería avanzar en la mejora de la calidad
educativa, trabajar en reducir el descreimiento hacia y la corrupción
dentro de la Policía, la Justicia, progresar en la recuperación
del poder adquisitivo y obviamente, lograr una disminución
considerable de la violencia y la reducción del alcoholismo.
Lamentablemente, la violencia va de la mano de la droga, pero también
del alcohol. El alcohol es una droga de venta legal y es la puerta
de ingreso a tóxicos más pesados y genera violencia,
no sólo familiar sino que en los hechos de violencia que se
dan por ejemplo en la Capital, el Conurbano Bonaerense y algunas provincias
vecinas está presente en un 67,8% de los casos, según
estadísticas de 2004.
Obviamente, gran parte de la inseguridad que se vive en toda la Argentina
está relacionada con el consumo de alcohol y de drogas.
¿A qué programas accede el adicto por parte
del Estado y cómo llega a recibir esa contención?
Contamos con un Centro de Orientación al que acuden muchísimas
personas todos los días para realizar consultas, que también
pueden hacerse telefónicamente en forma anónima y gratuita
al 0800-222-1133, desde cualquier lugar del país.
Éste es un servicio permanente que intenta satisfacer todas
las inquietudes del interesado e incluso, si así lo requiere,
puede efectuar denuncias.
La asistencia que le facilitamos al adicto es la que ofrecemos a través
de Organismos No Gubernamentales (ONGs) o de organizaciones del Estado.
Lo cierto es que hoy hay una demanda en la atención de los
adictos que está siendo insatisfecha, no solamente por parte
del Estado, sino que también la parte privada no da abasto
a atender todos los casos de adicciones que hay.
El tratamiento es básicamente de desintoxicación, de
rescatar al individuo que está bajo los efectos de la droga
y no puede superarlo, además de intentar lograr una reinserción
social, que muchas veces es el factor más complicado de resolver.
Nosotros podemos curar a una persona que consume, pero cuando tenemos
que reinsertarla en la sociedad, muchas veces la propia comunidad
la rechaza. Hay una estigmatización del adicto, que incluso
va de la mano del tipo de droga que consuma, ya que el alcohol o la
marihuana tienen más tolerancia social que la cocaína.
Nos va llevar muchos años cambiar esta situación.
¿La tendencia del consumo se acentuará este
año o disminuirá?
En este momento, hay una estabilización en el consumo de algunas
drogas. La idea es disminuir los índices, ya que en algunos
países con mayores problemas que los nuestros se está
comenzando a conseguir.
La herramienta para alcanzar cifras menores es precisamente la prevención.
En el caso de las escuelas, debe darse desde el jardín de infantes
porque si bien el chico no tiene noción de lo que puede ser
o causar una droga, hay que captar a la familia e inculcarle los valores
necesarios que deberán mantener durante toda la vida. La situación
es preocupante en función de que muchas veces por falta de
políticas o de recursos, no se pudo revertir una tendencia
que en muchos casos duplicó el consumo de algunas drogas durante
los últimos cuatro o cinco años.
Y respecto al tráfico de drogas -del que tanto se volvió
a hablar después del conflicto Southern Winds-, ¿cuál
es el panorama?
En 2004 hubo un nivel de incautaciones importante y esto tiene que
ser analizado en base a la eficiencia de seguridad -que aumentaron
su control- o también, alguna argumentación puede decir,
existe mayor producción y por eso hay más incautaciones.
Personalmente, creo que como país tenemos que dotar a Argentina
de la tecnología necesaria para efectuar un mayor control en
todas las entradas y salidas del país y el Estado tiene que
jugar un rol fundamental en esto; no puede estar ausente. Si no hacemos
esta inversión, nos puede volver a pasar lo que sucedió
en Ezeiza en donde los controles privatizados en la década
menemista hacen que cuando ocurre un problema como pasó ahora
con una empresa aérea, el Estado es el único que debe
hacerse cargo de los errores.
Esto significa que los muchachos de las empresas privadas que hacen
los controles en Ezeiza son socios del Estado en las ganancias; mientras
que cuando hay pérdidas, no lo son. Si el Estado tiene que
hacerse cargo del cien por ciento de las pérdidas, entonces
el Estado tiene que tener el cien por cien del control.
Pero… ¿cuáles son las políticas
de Estado que ya están trazadas para intentar solucionar las
problemáticas?
Durante muchos años a este país le reclamaron dos cosas
fundamentales que no había cumplido: no tenía un Observatorio
Argentino de la Droga (es decir que no se recababa ningún dato
sobre consumo, ni había estadísticas sobre edad de inicio,
motivaciones, tipos de estupefacientes) y no contaba con un Plan Nacional
contra la Droga.
Estos dos puntos, desde nuestra gestión ya se están
cubriendo y en los próximos meses, seguramente le elevemos
al Presidente de la Nación -para que después sea llevado
al Congreso- ese Plan Nacional, que contempla todos los aspectos que
globalmente el Estado tiene que llevar adelante, en conjunto con las
fuerzas de seguridad y ministerios como el de Salud, del Interior,
de Desarrollo Social, de Trabajo.
Lo fundamental es tener una estrategia de aquí a diez o veinte
años que pueda ser perfectible, pero que sirva para guiarnos
en esta dura lucha contra las adicciones.
¿Qué objetivo le gustaría cumplir categóricamente
antes de finalizar su gestión al frente de este organismo?
Primero, las dos cosas que le acabo de marcar: dejar un Plan y dejar
creado el Observatorio. Además, por primera vez integramos
un Consejo Científico Asesor con 14 profesionales de destacadísimo
nivel, algo que es un orgullo para el país.
Me gustaría rescatar a muchos jóvenes de este flagelo
que son las drogas y que les quema la cabeza, hay chicos absolutamente
rescatables que son necesarios para el futuro del país.
Por último, quisiera plantearle una situación.
Un chico que habita en el pueblo más carenciado y marginado
del país, que no va a la escuela, que vive en una villa, que
no tiene acceso a Internet y que no tiene siquiera la posibilidad
de llamar por teléfono al 0800 de asistencia al adicto, ¿cómo
recibe ayuda del Estado? y ¿cómo se entera de que existe
alguien que puede ayudarlo?
En cada provincia del país hay un representante que tiene nexo
con esta Secretaría. Cualquier persona que vea este problema,
sabe que puede comunicarse al 0800 o con los responsables de cada
distrito.
En la medida en que los gobernadores del país le den importancia
al tema de las adicciones, obviamente van a encontrar en este organismo
el nexo y el apoyo para encontrarles solución a los problemas
existentes.
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