«El peronismo siempre se mostró
muy salvaje como oposición»

 
 
«La oposición está fragmentada y no tiene un discurso demasiado coherente», afirmó el abogado, escritor y distinguido historiador argentino Félix Luna.
Félix Luna es uno de los historiadores más importantes y famosos del país. En pocos días reeditará su libro «Encuentros a lo largo de mi vida», en diálogo con La Mañana de Neuquén opinó sobre la realidad nacional.


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Por LAURA E. ROTUNDO

Habla poco y dice mucho. Félix Luna nació en Buenos Aires en 1925 y su familia es de origen riojano. Se graduó de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1951 y, a lo largo de su vida, escribió numerosísimas obras de historia, ensayo, ficción, periodísticas y musicales.
En marzo, Editorial Sudamericana reeditará su libro, «Encuentros a lo largo de mi vida». En diálogo con La Mañana de Neuquén, el historiador argentino opinó sobre la actualidad y, obviamente, se refirió también a los momentos más importantes de la historia argentina.

Dentro de unos años, ¿cómo contaría en un libro de historia la coyuntura actual que acontece en nuestro país?
Creo que no la contaría de una manera muy distinta a la que ya he contado, relatando diversos momentos de la historia argentina. No va a suceder esto por supuesto, pero no creo que cambiaría mi estilo ni mi forma de encararlo.

¿Pero cómo ve la actualidad?
Como toda actualidad, la veo confusa y complicada pero si uno la mira con cierta perspectiva histórica, no puede no sentirse optimista. El país ha recuperado un ánimo que parecía haber perdido en 2001, en poco tiempo ha cobrado nuevas fuerzas, la economía funciona y las instituciones se han restablecido.
Aún queda mucho por hacer, pero noto que el país está encaminado.

¿Con qué momento de nuestra historia podría comparar el escenario político que vivimos hoy?
Con ninguno. La historia no es comparable, aunque se detecten procesos más o menos parecidos. Las circunstancias siempre van cambiando al igual que el mundo de creencias, de intereses y por eso no se podría establecer una comparación.

Hace algún tiempo ya, usted dijo que «la corrupción es una gabela que campea sobre casi todas las sociedades modernas». ¿Cómo evolucionó, en sus escritos de historia, este defecto que también caracteriza a nuestra sociedad?
Yo creo que se exagera bastante con este tema. Hay corrupción en Argentina, como hay corrupción en todas partes. No creo que haya más, ni tampoco menos. Lo que es importante destacar es que existe una conciencia de no aceptar la corrupción. En otros países, este defecto que tienen todos los gobiernos se observa como algo absolutamente normal, natural, aceptable.
Recuerdo una oportunidad en que me encontraba en México y un taxista me llevaba de un lado a otro e iba mostrándome las casas de algunos ex presidentes de ese país y me indicaba cuánto habían robado los ex mandatarios durante sus gestiones como algo absolutamente normal.
En cambio en Argentina, hay una conciencia de que al corrupto hay que gatillarlo.

Igualmente hoy en nuestro país, el tema de la corrupción no está tan en boga como sucedía en la década de los ‘90, cuando ésta se marcaba como una de las principales preocupaciones de la sociedad…
En realidad, lo que sucedió cuando Carlos Menem era Presidente fue que la corrupción se hizo pública, los corruptos se jactaban de eso y todo era un festival de corrupción.
Hoy ya no existe eso en nuestro país porque además hay un cierto ejemplo: creo que pueden acusarlo al actual presidente Néstor Kirchner de muchas cosas, pero no de corrupto.
El ejemplo que viene de arriba es muy importante.

En algunos casos, cuando se habla de la historia política de nuestro país, suele decirse que «en Argentina solamente puede gobernar el peronismo». ¿Qué opinión le merece a usted este comentario?
La verdad es que el peronismo siempre se mostró muy salvaje como oposición y se jactó de querer golpear y, en algunos casos golpear, a los gobiernos de signos distintos, que no era el de ellos.
Los peronistas tienen que aprender a ser oposición, pero por ahora son gobierno, de modo que ese ejercicio no tienen por qué hacerlo. Lamentablemente es así.
Sin embargo, yo pienso que la alternancia es fundamental en el sistema democrático. En lo personal, yo me alegré mucho cuando triunfó Fernando de la Rúa porque la victoria de la Alianza marcaba el principio de una alternancia que iba a ser muy profunda. Desafortunadamente, ese gobierno terminó como sabemos.

¿Considera que tendremos nuevos próceres en Argentina? ¿Usted cree que en la época de San Martín o de Belgrano se pensaba en ellos como próceres?
Se los criticaba, se les sacaba el cuero (sic) y se hablaba tan mal de ellos como se habla pésimo de los dirigentes actuales.
Por eso mismo, creo que pueden llegar a surgir nuevos próceres.

Desde su visión, ¿cuál es la enseñanza más importante que dejaron las dictaduras militares que azotaron al país en tantas oportunidades?
La enseñanza más destacada que dejaron los golpes militares es que no funcionan.
Fue tan importante esa demostración que en 2001, cuando Argentina estallaba por sus cuatro costados, nadie pidió una dictadura después del abandono del gobierno de De la Rúa.
No se solicitó un golpe porque la experiencia colectiva y la enseñanza de la historia revelaron que las dictaduras no sirven.

Haciendo una perspectiva histórica, ¿cree que podríamos llegar a sufrir una nueva dictadura?
Por lo que se observa actualmente, de ninguna manera… no creo que volvamos a sufrir este tipo de situaciones otra vez.

¿Qué es lo que más le apasiona de la historia argentina?
Lo que más me gusta es la evolución del país, que se da a veces silenciosamente sin que lo notemos pero que, sin dudas, existe.
¿Qué hechos o épocas indicaría como verdaderos puntos de inflexión en la historia argentina del último siglo?
Destacaría varios hechos…
Desde luego, lo que sucedió en 1945 cuando aparecen nuevos actores y se presentan opciones a la sociedad; la caída de Juan Domingo Perón, que pudo haber significado una apertura pero que lamentablemente se frustró con el derrocamiento de Arturo Frondizi.
También fue muy importante en nuestro país, la época del peronismo utópico que culminó con la elección de Héctor Cámpora, el golpe militar de 1976, la guerra de Malvinas y la recuperación de la democracia.

¿Qué herramientas cree que aporta la historia al estadista de hoy?
Estadista es una palabra muy fuerte. Digamos mejor, al dirigente.
El dirigente tendría que saber historia, pero un dirigente completo debería entender en profundidad muchas cosas más, pero no siempre las exigencias del día a día permiten que éste tenga una formación adecuada, como la que debería tener.

Pero cree, por ejemplo, que ¿muchos funcionarios de hoy no son cultos como otros dirigentes, que también protagonizaron la historia política argentina?
Es muy difícil evaluarlo.
No podemos relacionar a un dirigente del Movimiento Popular Neuquino, con uno de la UCD o de la Capital Federal… algunos conocerán menos que otros. No podría generalizar.

Durante el transcurso del tiempo que va desde la batalla de Caseros hasta hoy, ¿me podría indicar cuatro o cinco personajes realmente influyentes pero que, sin embargo, no tuvieron gran trascendencia pública?
Nombraría a Florentino Ameghino, Bernardo Houssay, Jorge Luis Borges y el general Enrique Mosconi fueron personas muy importantes.
Seguramente existen otras figuras, pero los que mencioné son hombres que, cuando correspondía, dieron lo mejor de sí para contribuir al óptimo desarrollo de la historia argentina.

De acuerdo con la experiencia histórica, ¿cree posible en la Argentina un sistema de partidos diferenciados, ideológicamente más conservadores o más socialdemócratas?
Lo ideal, dentro de un arco iris partidario, es que exista una fuerza de centroderecha que no sea reaccionaria, una fuerza de centroizquierda que no sea subversiva y una fuerza de centro.
En algún momento, pudo darse esto. En la época de la década del ’30, figuras como Lisandro de la Torre, Marcelo de Alvear y el general Agustín Justo representaron estas fuerzas. Pero después llegó el peronismo y revolvió todo…

¿Admiró algo del peronismo?
Sí, muchas cosas. Por ejemplo, su idea de que el Estado no puede permanecer indiferente frente a la suerte de los más desvalidos y frente a la injusticia social. También admiré algunos logros destacados del peronismo.
Fueron muy importantes -por nombrar algunos puntos-, la liquidación del paludismo o de la langosta; la creación de las obras sociales de los sindicatos y otros puntos positivos. Sin embargo y lamentablemente, Perón tenía una formación muy autoritaria, que no admitía de ningún modo a la oposición.

¿Cómo observa actualmente a la oposición?
Mariano Grondona, un periodista con el cual muchas veces no coincido, ha dicho una cosa muy sensata: «El problema no es el peronismo, el conflicto es el no peronismo». Yo también creo que es así.
La oposición está fragmentada, no tiene un discurso demasiado coherente, critica al gobierno pero no tiene alternativas para ofrecer.
Esta situación es también una cuestión de tiempo. Es probable que se vayan dando algunas afinidades concretas en el futuro próximo.

¿A quién ve destacándose en la oposición?
Está Elisa Carrió, Ricardo López Murphy y Mauricio Macri quienes, desde mi punto de vista, son figuras importantes en la oposición.

Guiándose por los comportamientos y diferentes elecciones de la sociedad argentina durante el último siglo, ¿cómo caracterizaría políticamente a nuestro pueblo?
Yo diría que el argentino es un pueblo que tiende a la democracia. Ésta es una marca que tiene la sociedad argentina, que se la debe al radicalismo y a la lucha de Hipólito Yrigoyen en su momento y que marca el sentido de la gran mayoría de nuestra población.

¿Qué actitudes y hechos valora de líderes argentinos y cuáles considera negativos?
Podría escribir un libro, respondiendo esta pregunta (…risas).
Siempre digo que los líderes políticos son aquellos que encarnan un valor determinado, que faltaba en la tabla de valores de los argentinos y que estos hombres, al personalizarlos, los insertan y les dan vida.
Yrigoyen contribuyó a la democracia, Julio Roca construyó la idea de progreso, Perón instaló luego, la idea de justicia social. Éstos son valores muy importantes, que cuando un líder logra representarlos, también cobra trascendencia y relevancia.

Por último, me gustaría saber ¿cómo ve el futuro político de nuestro país a mediano plazo? ¿Es optimista?
Yo soy muy realista. Creo que estamos mejor que antes, lo que no significa que estemos en niveles de perfección… pero que estamos mejor que hace unos años, es algo indudable.

 

 


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