“En nuestro país, el empleo en
negro es la base de la exclusión social”

 
 
“Hay una gran diversidad de situaciones laborales en la República Argentina. Creo que el distrito que se encuentra en un contexto muy complicado y con una pobreza extrema es el Gran Buenos Aires, que no siguió el mismo ritmo de recuperación que mostraron otros centros urbanos”.
El economista Ernesto Kritz, especialista en estudios laborales, analizó la situación actual del empleo en Argentina y opinó que se debe desligar la seguridad social del trabajo formal.


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  Ernesto Kritz es director ejecutivo de SEL (Sociedad de Estudios Laborales) Consultores y un economista con más de 25 años de experiencia internacional. Ocupó altos cargos técnicos en agencias especializadas de las Naciones Unidas y realizó trabajos de consultoría para el Banco Mundial y el BID, entre otros organismos.
En diálogo con La Mañana de Neuquén, Kritz habló de las perspectivas laborales para 2005 y de las iniciativas que debería encarar el actual gobierno para crecer sostenidamente y disminuir aún más la tasa de desocupación.

¿Cómo observa el panorama laboral para este año? ¿Cree -por ejemplo- que aumentará el empleo formal como consecuencia del crecimiento registrado en el PBI durante 2004?
Es cierto. En 2004 hubo un aumento importante del empleo formal y ésta es la buena noticia del año que terminó, que acompañó al crecimiento de la economía. No obstante, hubo un primer semestre no tan bueno, pero el segundo sí lo fue. Es posible que durante 2005 esta tendencia continúe aunque quizás a un ritmo menor. Yo diría que este año seguramente estaremos ya con niveles de empleo mejores de los que teníamos antes de la agudización de la crisis, aunque en términos totales, incluyendo no solamente a las personas que se declaran desocupadas, sino también teniendo en cuenta a aquellos que están empleados en planes sociales y que estadísticamente aparecen como ocupados pero, en el sentido estricto del término, son también desocupados, tenemos todavía un nivel de desempleo sensiblemente mayor al que teníamos antes de la crisis.

¿Y durante 2004 en qué sectores del mercado laboral se destacó mayormente el incremento del empleo?
En el último año hubo un aumento que comprendió a la mayor parte de los sectores de la economía. La recuperación del empleo había sido liderada, en una primera etapa, por la industria y también por la construcción: dos sectores que habían perdido mucho durante los peores momentos de la crisis. Pero también, en 2004 se registró un fuerte incremento en los servicios, que habían quedado rezagados y esto tuvo que ver con la mejora del consumo que hubo también el año pasado.

A nivel provincial y laboralmente hablando, ¿cuáles son los distritos que peor se encuentran o que no logran recuperarse y por qué?
Hay una gran diversidad de situaciones en la República Argentina. En general, creo que el distrito que se encuentra en una situación laboral muy complicada y con una pobreza extrema es el Gran Buenos Aires, que no siguió el mismo ritmo de recuperación que otros centros urbanos mayores, como el caso de Rosario, Córdoba o Mendoza, a los que le fue mejor que la zona metropolitana. Sin embargo, hay otras zonas del país ligadas a las economías regionales y algunas ni siquiera están cubiertas por la Encuesta Permanente de Hogares, donde la situación ocupacional es mejor. En algunos casos es evidente e incluso se llegó a situaciones de escasez de mano de obra pero esto, insisto, es muy variado y muy disperso en nuestro país. El mayor foco de déficit ocupacional, de baja calidad laboral y de pobreza extrema, sin duda, es el Gran Buenos Aires.

Desde su punto de vista, ¿considera conveniente que el gobierno aumente los salarios por decreto o sería más sano que esto surja de una negociación entre empresarios y empleados?
Yo creo firmemente en la negociación colectiva. Me parece que las partes, en un proceso de negociación y de concesiones recíprocas, saben cuáles son los salarios que pueden establecerse en cada sector, en cada región, en cada empresa y, cuando digo salarios, digo también condiciones de trabajo. Considero que los aumentos generalizados y de sumas fijas que se dan por la vía del decreto quizás tuvieron sentido en el peor momento de la crisis -en 2002- cuando no existía por parte de los trabajadores y de los sindicatos, ninguna clase de negociación y hoy recuperaron buena parte de esa capacidad, por lo menos en el sector formal de la economía con los trabajadores registrados. Hay sectores del mercado laboral que pueden continuar absorbiendo tal vez aumentos salariales, a otros me parece que les resultará más difícil.
Más allá de eso, hay un segundo problema y es que estos aumentos de suma fija achatan más la pirámide salarial porque aumenta, en términos proporcionales, la base de la pirámide y distorsionan la equidad interna en la estructura salarial. Esto me parece que es un problema y, por último, existe otro tema que es el más importante: los aumentos de suma fija llegan solamente a los trabajadores registrados y entonces no los reciben los trabajadores más pobres. En la mitad pobre de la población, la proporción de trabajadores en blanco es muy baja, casi todos trabajan en negro y no les llega ese incremento.
Una consecuencia, ciertamente no buscada, pero que en todo caso existe a partir de esa política de aumentos de suma fija, es que desde mediados de 2002 -cuando comenzó a aplicarse- aumentó sensiblemente la brecha entre empleados en blanco y trabajadores no registrados.

¿Cree entonces que algunos sectores continuarán con su reclamo de mayores salarios al gobierno o que crecerán los conflictos laborales por haberse afianzado algunos índices económicos?
Yo diría que los reclamos por mejores salarios sí van a continuar y esto es una consecuencia de una mejor situación ocupacional, por lo que visto desde esa perspectiva debe ser bienvenido. En una proporción importante de sectores van a existir negociaciones colectivas. En las encuestas que nosotros hacemos periódicamente a las empresas sobre perspectivas para los próximos meses encontramos dos cosas relevantes: que la mitad de las empresas esperan reclamos salariales y esperan, en una proporción también muy elevada (cercana al 30 por ciento), comenzar negociaciones con los sindicatos. Sólo un 10 ó 12 por ciento aguarda conflictos que deriven en suspensiones o que afecten el desenvolvimiento normal de las empresas.
Me parece que vamos a tener un incremento importante en la negociación colectiva pero primero, creo que esencialmente -en una gran parte de los sectores- va a darse en una manera muy normal sin alcanzar situaciones de conflicto.

Y saliendo de este punto, ¿cuál cree que es la visión del empresariado local respecto a la Argentina de hoy?
Percibo que existe una confianza en que continuará el proceso de recuperación que tuvimos en los casi tres últimos años. Esto se reflejó incluso en el índice de la tasa de inversión que está cercana al 20 por ciento y con una mejora en su composición y a favor de la ampliación de las plantas. Sin embargo, hasta 2004 todavía la capacidad productiva no mejoró y la inversión durante el último año se dio en una proporción mayoritaria, destinada a resolver cuellos de botella, no a hacer grandes ampliaciones de capacidad. Creo que para que lleguen las inversiones que el país necesita, lo cual significa elevar esta tasa varios puntos más para tener un crecimiento sostenido, aún debe consolidarse la confianza en el mediano plazo y esto toca más que las oportunidades de negocios, los factores institucionales que aún no están resueltos.

¿Ve factible que el desempleo alcance un dígito en Argentina? ¿En cuánto tiempo y aplicando o manteniendo qué políticas?
Tenemos dos formas de verlo. Una es a través de la tasa de desempleo como es medida por el Indec, al cual creo que no estamos excesivamente lejos de alcanzar el dígito. Seguramente para fines de 2005, cuando conozcamos los datos del último trimestre del año, vamos a estar cercanos a un 12 por ciento de desempleo abierto. Creo que con un crecimiento de la economía del 5 ó 6 por ciento, en 2005 podríamos alcanzar una tasa de desempleo de un dígito y sino en 2006.
Pero si uno examina el déficit total de puestos de trabajo, para lo cual hay que agregar a desocupados abiertos y los ocupados en planes sociales, nos encontramos con niveles de desempleo sensiblemente mayores, que se aproximan al 17 por ciento. Por esto creo que necesitamos varios años más de crecimiento alto del orden del 5 ó 6 por ciento para llegar al dígito.

En una nota escrita por Usted el año pasado afirmaba que “la disminución de la extrema pobreza no implica necesariamente una mayor inclusión social” y que “los números de Economía y el Indec divergen sobre la cantidad de indigentes y pobres, pero no dan respuestas sobre la verdadera magnitud”. En otro artículo -también publicado en 2004- afirma que “el salario de los nuevos empleos no cubre la canasta básica”. ¿Cómo cree que debe actuar el oficialismo para revertir esta situación?
Acá hay dos caminos esenciales. Primero: aunque a veces se tiende a disminuir la importancia que tiene, debe reiterarse que no hay posibilidad de una disminución de los desocupados con un crecimiento bajo. El crecimiento tiene que ser alto y sostenido. No alcanza con crecer mucho un año y otro, no tanto.
Argentina, para resolver sus problemas sociales, precisa crecer sostenidamente con tasas del 6 por ciento, lo que exige que la inversión sea varios puntos mayor a la que alcanzamos hasta hoy, del orden del 23 ó 24 por ciento.
La segunda cuestión, y creo que tenemos señales favorables en este sentido, se trata de lograr que los empleos que se creen sean empleos registrados, formales. La informalidad es increíblemente elevada en nuestro país y el empleo en negro es la base de la exclusión social. Hay que considerar esencialmente la situación de las empresas muy pequeñas, que es donde se concentra el empleo en negro. Habrá que revisar el sistema de financiamiento de la seguridad social.

Justamente… dada la alta evasión que se registra en los impuestos a la seguridad social y que algunos califican como estructural, ¿cree entonces que debería estudiarse alguna reforma en el sistema previsional y en su financiamiento?
Sí. El 70 por ciento de los gastos del sistema público de seguridad social es financiado, no con sus recursos propios, sino con transferencias que hace el Tesoro y que provienen de otros recursos tributarios, los cuales son aportados por todos, sean o no beneficiados en este tema. Una de las grandes inequidades que hay en Argentina es que la mitad pobre de la población, que no tiene acceso a la seguridad social, está contribuyendo a su financiamiento con el pago de impuestos.
Deberíamos examinar seriamente la posibilidad de desvincular el acceso a la seguridad social de la forma de inserción al mercado de trabajo. Hoy en día, la seguridad social está indisolublemente ligada al trabajo formal, en un país donde apenas la mitad de la población activa tiene un empleo en blanco. Esto debería modificarse o, por lo menos, pensar en modificarlo de modo que todos los ciudadanos tengan acceso a una seguridad social básica y que se puedan sí establecer regímenes complementarios por la vía de la negociación colectiva, entre empleadores y sindicatos o bien, entre un mercado privado de seguros de retiro o mecanismos de este tipo.
Hay que quebrar la diferencia que hay entre seguridad social y asistencia social para poder lograr una exclusión de la mitad de la población que hoy está excluida.

¿Considera que tendrían que flexibilizarse algunas normas laborales -sobre todo en las PyMEs- para tomar y despedir empleados?
La legislación laboral actual es claramente más pro empleo a la que rigió durante la mayor parte de los años ‘90 y ciertamente que la de los ‘80. No creo que deban hacerse grandes cambios, ya que la reglamentación vigente es bastante razonable. Lo que sí hay que modificar es -como ya detallé- la base de financiamiento de la seguridad social, sobre todo para las empresas más pequeñas... esto hay que hacerlo.
No me parece que el costo laboral, que era lo que estaba por detrás de los proyectos de flexibilización de los ‘90, represente actualmente un problema. Precisamente, una de las consecuencias de la devaluación fue una caída inédita en el costo laboral y que en muchos sectores, particularmente en las áreas transables de la economía, todavía se mantengan. Por ejemplo, en la industria el costo laboral en términos reales es un 35 por ciento más bajo que el registrado antes de la devaluación y para el conjunto de la economía es aproximadamente de 15 puntos menor. Por esto, no modificaría demasiado el panorama con cambios en la legislación.

 

 


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