“Nuestra decadencia es producto
del poco respeto de las instituciones”

 
 
“La inseguridad reinante, desgraciadamente, llegó para quedarse. Es uno de los aspectos -junto a los índices de pobreza y de indigencia vigentes- donde más se percibe la latinoamericanización argentina”.
Lo aseveró Vicente Massot, ex viceministro de Defensa de la Nación. También dio a conocer su visión acerca del actual gobierno y la falta de una estructura sólida en los partidos opositores ante las próximas elecciones.


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Por LAURA E. ROTUNDO

Directo al punto. Ésa es la dirección en la que van las respuestas del ex viceministro de Defensa de la Nación Vicente Massot, en este interesante diálogo que mantuvo con La Mañana de Neuquén.
Su visión acerca del actual gobierno y la falta de una estructura sólida en los partidos opositores ante la llegada de las próximas elecciones son algunos de los temas que se desarrollan en el reportaje.
Doctor en Ciencias Políticas, docente universitario (UCA y CEMA), Massot también hizo referencia a la crisis de valores existente desde hace décadas en Argentina. El autor del libro “Matar y Morir, la violencia política en Argentina”, habla del uso de la Prefectura y la Gendarmería para combatir el delito, en las circunstancias actuales.
Desde el punto de vista político, ¿cómo ve al gobierno y a la oposición en este comienzo de año y con vistas a las próximas elecciones legislativas?
El gobierno va a llegar en forma a las elecciones, teniendo siempre en cuenta que son de carácter legislativo y, por tanto, las supremacías que van a dirimirse en octubre se agotarán en el nivel provincial. Difícilmente el peronismo -cumplido el acto electoral- pueda retroceder en punto a los diputados y senadores que renueva. Es más… bien puede suceder que el partido oficialista obtenga más asientos en la Cámara Alta y Baja de los que actualmente ocupa, lo cual, claro está, representaría un gran éxito.
En cuanto a la oposición, es una incógnita que sólo el curso ulterior de los acontecimientos develará. En teoría, sobre todo en lo que concierne a la franja de centroderecha -por llamarle de alguna manera- tiene una oportunidad casi única de crecer y hasta de convertirse en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados. Ello dependerá, como es obvio, de la capacidad que demuestren sus principales figuras para acordar una estrategia común y de que sepan hacer de lado las riñas de campanario.
Las banderías de centroizquierda opuestas -ARI- o independientes del gobierno -socialismo rosarino- seguramente cumplirán una excelente performance en la Capital Federal y en la primera ciudad santafesina. Por ahora no se las ve como alternativa a nivel nacional.

¿A qué atribuye la falta de una estructuración sólida en la oposición, tanto por centroderecha como centroizquierda?
Cuando hablamos de la oposición hay que hacer una distinción entre aquellas fuerzas que, pocas si acaso, alguna vez pudieron conformar un partido o una alianza, cuya organización fuese algo más que un rejunte electoral -caso del centroizquierda y el centroderecha no peronista y no radical- de los partidos que sí tienen una historia.
Las primeras siguen siendo una promesa que tendrán una traducción práctica en términos de poder si (Mauricio) Macri y (Ricardo) López Murphy logran unirse, por ejemplo, y si (Elisa) Carrió consigue superar su dimensión básicamente metropolitana. En cuanto a la UCR, el peligro que enfrenta es el de quedar reducido a su mínima expresión. Los unos por falta de organización y el partido de Alem por su manifiesta decadencia, representan hoy lo que podríamos denominar una oposición mediática. De momento, hay un partido excluyente en la Argentina: el PJ.

¿Cree que habrá alguna fuerza opositora que logre incomodar al oficialismo en los próximos comicios?
Depende de lo que signifique incomodar. Si lo que sugiere es la posibilidad de que corra riesgos la hegemonía oficialista, no hay incomodidad a la lista para el PJ. Si, en cambio, por incomodar se entiende que en el 2005 nazca una alternativa de cara a los presidenciales de 2007, entonces todo dependerá de lo dicho antes. No creo que la UCR ni las banderías de centroizquierda logren avances significativos. Si, inversamente, Macri y López Murphy forjan una estrategia adecuada, pueden transformarse en algo serio.

¿A qué referente político ve con más proyección a nivel nacional?
De momento nombraría a Carrió, López Murphy y Macri. El gobernador Jorge Sobisch también está en carrera, pero carece, por ahora, de la proyección nacional de los tres políticos nombrados antes.

¿Qué temas conflictivos considera que podrían complicar electoralmente al gobierno en la prevista elección para 2005?
Fuera de los imponderables, sólo un rebote inflacionario o un cambio drástico de los precios internacionales de las commodities, sobre los cuales descansa el sector externo argentino podrían complicar al gobierno.

Yendo a uno de los temas más preocupantes para la sociedad argentina, como lo es la inseguridad, ¿cómo observa su evolución a nivel nacional y en los focos donde más agudamente se expresan?
La inseguridad reinante, desgraciadamente, llegó para quedarse. Es uno de los aspectos -junto a los índices de pobreza y de indigencia vigentes- donde más se percibe la latinoamericanización argentina.

¿Cree que algunas de las medidas que se están tomando en cuanto a este último punto van en la dirección correcta? O bien, ¿observa apropiado complementarlas con otras como cuáles?
Por supuesto, del hecho de decir que la inseguridad llegó para quedarse no puede concluirse que estemos condenados, fatalmente, a sufrir sus flagelos sin poder hacer nada. (León) Arslanián, en la Provincia de Buenos Aires, ha puesto en marcha un plan importante. Otro tanto acaba de hacer el gobernador (José Manuel) de la Sota en Córdoba, y los recientes cambios en la Capital Federal apuntan, creo, a lo mismo. No se pueden esperar soluciones rápidas ni mágicas, pero marchamos en el camino correcto.

¿Observa apropiado el uso de la Gendarmería y la Prefectura para el combate contra el delito en las circunstancias actuales?
No es lo ideal, pero como reza el adagio, lo mejor es enemigo de lo bueno. En las actuales circunstancias haberse valido de esas dos fuerzas para acumular mayor poder represivo contra el delito, no me parece desatinado.

Refiriéndonos a un tema más estructural, ¿cómo considera la idiosincrasia del argentino promedio frente a las normas y la calidad de control del Estado en todos los ámbitos de la sociedad?
En la Argentina, declaramos la existencia de instituciones pero, en realidad, su peso es mínimo. Instituciones en término no de organizaciones sino de lo que en el mundo sajón se denomina rule of law. En este orden de cosas son instituciones desde el valor de la moneda hasta las reglas de tránsito. Creo que en buena medida nuestra decadencia -que lleva seis décadas- es producto del poco respeto que suscitan las instituciones.

¿Y cuáles cree que son las medidas que deberían tomarse para que las instituciones vuelvan a ser revalorizadas y a lograr más respeto, por parte de la sociedad? ¿Cuánto tiempo cree que llevará esto?
El proceso de licuación de nuestras instituciones lleva décadas, razón por la cual sería desaconsejable pensar que, en el mejor de los casos podremos desandar ese camino rápidamente. Nos llevara años. En cuanto al ¿qué hacer? sólo puedo adelantar lo que para mí sería el escalón inicial: la independencia del Poder Judicial traducida en el hecho de que el nombramiento y remoción de los jueces no sea monopolio de la clase política. Mientras no logremos esto, todo lo demás que pueda hacerse servirá de poco. Ahora bien: ello supone una reforma estructural y constitucional como la que nunca antes se ha intentado. De ahí, su gran dificultad.

La siguiente sería una pregunta más relacionada con lo cultural. ¿Cree -como aseguran otros especialistas- que existe una crisis de valores en la sociedad argentina? Y si es así, ¿desde hace cuánto tiempo y por qué causas principales?
Que hay una crisis de los valores que yo llamaría tradicionales, no me cabe ninguna duda. La palabra que define a nuestra sociedad es lo que en la jerga sociológica se denomina anomia. Fijar en el tiempo cuándo comenzó esta crisis es imposible y respecto de sus causas son varias. Ningún fenómeno de semejante envergadura y complejidad puede explicarse con arreglo a una sola causa.
Si usted carece de instituciones; las que tiene no las respeta; no hay premios y castigos; se fomenta el vale todo; de la educación nos acordamos sólo en los discursos electorales; no hay redes de contención y las que hay son insuficientes… lo lógico es pensar que habrá una carencia alarmante de valores. En eso estamos.

Hay un tema que no está en el centro de los intereses de la opinión pública, pero que en cierto círculo se trata y es el de la utilidad y el mantenimiento de las Fuerzas Armadas, ante un escenario sin conflictos bélicos a la vista. Hay algunos sectores que consideran que habría que eliminarlas y utilizar esos fondos para fines más provechosos, por lo menos para el corto y el mediano plazo… ¿coincide con esta visión?
Tamaña visión no sólo es disparatada. Es, básicamente, suicida, porque el mundo político es un mundo donde rige la enemistad, con la particular coincidencia que ningún país puede saber, a ciencia cierta, sobre todo en un momento tan incierto y peligroso como el presente, dónde está y cuál es el enemigo.
Claro que ello implica el deber, entre nosotros no cumplido, de reestructurar el sistema de defensa en consonancia con un mundo que ya no es el de la Guerra Fría. Si las nociones de guerra, enemistad y disuasión han sufrido una transformación cualitativa, es necesario pensar de nuevo. Por ahora es una asignatura pendiente.

En el mediano plazo y culturalmente hablando, ¿cuál es su expectativa respecto de la sociedad argentina y de la clase dirigente?
Me da la impresión de que somos una sociedad extremadamente débil que ha terminado bajando los brazos y se ha acostumbrado a la decadencia en la que vivimos. También creo que, por efecto de las sucesivas desilusiones generales, para cada uno de los argentinos la salvación -no en el más allá sino en el aquí y ahora- se ha vuelto una empresa individual. Ello, claro, conspira en contra de la idea de la Nación que, de suyo, es siempre una empresa colectiva.
De la clase política y de las clases dirigentes en general, que también forman parte de la sociedad argentina, creo que no las hay menos formadas intelectualmente y menos capaces, en todo el resto de la América española.

 

 


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