Las movilizaciones en Buenos Aires
fueron decisivas para terminar
con el exilio de Perón en la Isla Martín García.
Buenos Aires (Especial de NA por Roberto Blanco) >
Las seis décadas que pasaron desde aquella fecha emblemática
no borraron la vigencia de un movimiento de masas que se construyó
sobre la imagen de Juan Domingo Perón y la devoción
que despertó la mujer que lo acompañó en esa
etapa de su vida, Evita.
El «aluvión zoológico», como la clase dominante
definió a la participación popular que literalmente
invadió el centro de la ciudad de Buenos Aires en reclamo de
la libertad de su líder, es hoy todavía un hecho que
pocas veces más se repitió en la historia nacional.
Más de 100 mil trabajadores - la mayoría
llegados de los suburbios del Gran Buenos Aires, que crecía
en esos tiempos aceleradamente - coparon desde temprano la zona de
la Plaza de Mayo con el reclamo de la libertad de Perón, que
se encontraba detenido en la isla de Martín García por
orden del presidente de facto, el general Edelmiro Farrell.
Desde la Secretaría de Previsión Social,
Perón había interpretado la necesidad de mejorar las
condiciones de estos trabajadores y desde su propia ambición
política dedicó gran parte de su gestión a otorgarles
ventajas a los obreros, como el salario básico, aumentos progresivos
por producción y beneficios sociales antes ignorados por el
empresariado.
El entonces coronel Perón había trepado
hasta la vicepresidencia del Gobierno de facto y ese crecimiento «desmedido»
fue el motivo por el cual un grupo de militares más refractario
a esos cambios realizó una movida para «cortarle las
alas».
La historia
Una semana antes del 17, los integrantes de la Escuela Superior de
Guerra donde se encontraban aquellos que no veían con buenos
ojos a Perón, decidieron levantarse contra el Gobierno exigiendo
la renuncia a todos sus cargos y el pase a retiro, algo que el mismo
coronel escribió de puño y letra.
Perón, junto a su pareja desde hacía
más de un año, Evita, aceptaron entonces una invitación
de un militar amigo y se instalaron en una isla del Tigre, mientras
el Gobierno de Farrell anunció elecciones democráticas
para el 7 de abril de 1946.
Sin embargo, la presión de los militares rebeldes hizo
que el 13 de octubre Perón fuera detenido en el Tigre y trasladado
posteriormente a la isla Martín García, previo paso
por la cañonera Independencia, anclada en el puerto de Buenos
Aires.
Esta novedad hizo estallar movilizaciones espontáneas de trabajadores,
que desde Avellaneda, Berisso y otra zonas se comenzaron a movilizar
hacia el centro porteño; también hubo convocatarias
en Rosario y La Plata.
El 16 de octubre, la conducción de la CGT, junto a otros sindicatos
autónomos, se reunieron para reclamar al Gobierno que se respetaran
las conquistas sociales de los trabajadores y se dispusiera la libertad
inmediata de Perón.
Ante la repuesta negativa de un Gobierno que se encontraba sin Gabinete
y al borde del colapso, se determinó una huelga de 24 horas
a partir de la medianoche del 18 de octubre, al tiempo que la Policía
se trenzó en una batalla campal con cientos de manifestantes
que desde Avellaneda habían logrado llegar hasta el barrio
de Barracas.
«Sin galera y sin bastón, los muchachos de Perón»,
los miles de trabajadores que ya estaban en la capital desde distintos
puntos del Gran Buenos Aires, se adelantaron un día a la huelga
y buscaron en la Plaza de mayo el refugio natural para insistir con
su reclamo de libertad del líder.
Cuando el Gobierno y los militares se dieron cuenta de
que no podrían dispersar a los miles de manifestantes que estaban
en la Plaza, cedieron terreno y dejaron la puerta abierta para que
el nuevo líder popular que nacía en esa horas enfrentara
por primera vez, desde el balcón de la Casa Rosada, a un pueblo
enardecido que lo aclamaba.
Perón salió a ese escenario luego de las
23:00 de aquel 17 de octubre, para dar pie a un ritual que se repetiría
decenas de veces más hasta su despedida el 12 de junio de 1974,
y desde allí, en el primer acto fundacional del movimiento
peronista, anunció su renuncia al Ejército «para
vestir la casaca de civil y ser uno más de los sudorosos trabajadores
que hacen grande la patria».
Las vidas de Perón y Evita sufrieron un giro inesperado: la
historia partidaria le reservaría a Evita un papel clave en
la liberación del líder que muchos investigadores dudan,
un protagonismo que la misma «abanderada de los humildes»
nunca asumió como tal.
Perón pensó que con su renuncia se acababa su carrera
política y desde la Isla Martín García le propuso
casamiento a Evita, a quien le prometió vivir en lugar tranquilo.
El destino les tuvo preparado otro escenario: ese lugar fue en el
centro de la vida política, en el tiempo que marcó un
antes y un después en la Argentina.
Cronología de los hechos
13-10: El Coronel Perón es detenido en el
recreo Tres Bocas de las islas del Delta para ser, luego, trasladado
a la isla Martín García.
15-10: Se deroga el Estatuto Orgánico de los
Partidos Políticos. Un recurso de habeas corpus interpuesto
en favor del Coronel Perón es rechazado.
16-10: La CGT se reúne en la sede de los tranviarios y tras
un largo debate, se aprueba una huelga por 24 horas, el 18 de octubre.
17-10: Perón es traído de la Isla Martín
García al Hospital Militar Central de Buenos Aires en horas
de la madrugada por una infección pulmonar. Desde la mañana,
la gente comienza a congregarse en la Plaza de Mayo.
17 horas: Más de cien mil personas llegan
desde los barrios de la ciudad y del Interior.El Gobierno de Farrell
visita a Perón en el Hospital.
23 horas: Perón llega a la Casa de Gobierno
y sale al balcón. Se escucha la voz de Farrell por los altoparlantes:
«¡Atención Señores! ... El hombre que por
su dedicación y su empeño ha sabido ganarse el corazón
de todos: el Coronel Perón...».
Desde el balcón de la Rosada
«El pueblo no engaña
a quien lo ayuda»
En pocas palabras, Perón destacó varias veces
la lucha de los trabajadores.
Neuquén >No será un día
más en la historia de la Argentina. Los sucesos previos a ese
17 de octubre daban cuenta de que el país no iba a volver a
ser el mismo. El pueblo, por primera vez, salía a reclamar
por las calles, no una causa, sino a un hombre: el coronel Juan Domingo
Perón. Sin saberlo, estaban inaugurando una de las fuerzas
políticas más fuertes, que llevaría el nombre
de quien pedían su libertad.
Finalmente, cuando la situación ya se tornaba “insostenible”,
Perón volvía de su exilio en la isla Martín García,
por decisión del entonces presidente de facto, el general Edelmiro
Farrell. Había sido trasladado al Hospital Militar por recomendaciones
médicas, pero, cuando la gente que estaba en la Plaza de Mayo,
acompañada por la CGT y otros gremios, tuvieron que llevar
a Perón al balcón de la Casa Rosada para que les hablará.
El siguiente texto es una selección de fragmentos del discurso
que dio en la fecha que quedó instaurada, en la memoria de
los argentinos, como el Día de la Lealtad Popular.
Fragmentos
“…He renunciado voluntariamente al más insigne
honor al que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles
de general de la Nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir
siendo el coronel Perón, y ponerme con este nombre al servicio
integral del auténtico pueblo argentino…”
“…Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor
de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria.
Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió
frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el
mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia
ni maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en
sentimiento y en número…”.
“…Esta verdadera fiesta de la democracia, representada
por un pueblo que marcha, ahora también, para pedir a sus funcionarios
que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo…”.
“…Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara
mis horas de día y de noche, habría de traicionarme.
Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña
a quien lo ayuda…”.
“…Ante tanta nueva insistencia, les pido que no me pregunten
ni me recuerden lo que hoy ya he olvidado. Porque los hombres que
no son capaces de olvidar, ni merecen ser queridos y respetados por
sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero
empañar este acto con ningún mal recuerdo…”.
“…hace poco les dije que los abrazaba como abrazaría
a mi madre, porque ustedes han tenido los mismos dolores y los mismos
pensamientos que mi pobre vieja querida habrá sentido en estos
días…” .
“…Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince minutos
más reunidos, porque quiero estar desde este sitio contemplando
este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en
estos días…”.
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