Por Mary Milliken
Todavía se acuerdan de los muñecos que les enviaba,
a su nombre, el extinto canciller Guido Di Tella.
Puerto Argentino, Islas Malvinas (Reuters)> El
cementerio de los soldados argentinos que fallecieron en las Islas
Malvinas en el conflicto bélico con Gran Bretaña en
1982 es un lugar desolado, donde la helada lluvia quiebra la pintura
y azota los rosarios plásticos sobre las hileras de cruces
blancas.
Se trata de un conmovedor recuerdo de lo poco que Argentina tiene
a su nombre en estas islas del Atlántico Sur y cuánto
perdió en su intento por tomar por la fuerza a una pequeña
población que deseaba continuar siendo británica.
Y aún así, 23 años después de perder la
guerra de 74 días con Gran Bretaña, Argentina sigue
adelante con su reclamo de soberanía sobre las islas con una
nueva y más dura estrategia.
Las relaciones entre Argentina y las islas son hoy casi tan gélidas
como las aguas que las separan del continente.
Kirchner
Los políticos de las Malvinas culpan a Néstor Kirchner,
un presidente que justamente proviene de la provincia patagónica
más cercana a las islas, Santa Cruz.
Afirman que en sus 30 meses de gobierno, Kirchner se salió
de cauce al torpedear los pilares de la economía, la pesca
y el turismo, para presionar por reiniciar las negociaciones por el
reclamo territorial de Argentina.
«Lo que el gobierno de Kirchner ha hecho es destruir la incipiente
confianza entre los isleños y Argentina», dijo Mike Summers,
miembro del consejo legislativo que gobierna el territorio británico
de 2.900 habitantes, en conjunto con un gobernador designado por Londres.
Ofensivo
El conflicto rebotó bien lejos de las islas a mediados de 1982
cuando las potencias mundiales, incluyendo a Estados Unidos, intentaron
en vano evitar la guerra.
El enfrentamiento se convirtió no sólo en la primera
invasión de un territorio británico desde la segunda
guerra mundial, sino también en el único ejemplo de
una operación naval entre fuerzas modernas desde entonces.
Unos 900 soldados fallecieron en el conflicto, incluidos 650 argentinos.
En Argentina de hoy muchos condenan la invasión ordenada por
el general Leopoldo Galtieri para mejorar la imagen de la desacreditada
dictadura militar, pero pocos cuestionan el derecho sobre los territorios
heredados de la corona española y tomados por los británicos
en 1833.
Los niños argentinos aprenden en las escuelas que «las
Malvinas son nuestras», llaman a Stanley «Puerto Argentino»
y una llamada telefónica a las islas tiene costo doméstico.
En las Malvinas la topografía es similar a la Patagonia argentina
y algunos vestigios quedan de la migración de un lado al otro,
durante los alrededor de 100 años que precedieron a la guerra.
Estilo de vida
Pero el estilo de vida es completamente inglés, con los bares,
los juegos de dardos y el omnipresente té.
«Mi familia ha vivido aquí por ocho generaciones»,
dijo otra consejera legislativa, Jan Cheek. «Compare eso con
los recientes presidentes de Argentina, que son sólo segundas
generaciones. Yo encuentro ofensivo el reclamo».
Los políticos locales miran la década de 1990 con cierta
nostalgia. En ese período, el canciller del presidente Carlos
Menem, el fallecido Guido di Tella, enviaba tarjetas y osos de peluche
a los isleños para conquistar sus mentes y corazones, una estrategia
ampliamente satirizada en la actualidad.
El enfoque de Kirchner parece ser «mi modo o ningún modo».
Buscó obtener un vuelo a las islas y cuando no lo logró,
eliminó la autorización para que los «charter»
a las islas atravesaran el espacio aéreo argentino.
Esa medida dejó a la industria turística de las Malvinas
con sólo un vuelo comercial a la semana con la aerolínea
chilena Lan, aparte de los vuelos de la aviación militar británica
y no hay esperanzas de una segunda opción en el mediano plazo.
«Están poniendo presión para entablar negociaciones
por la soberanía y eso simplemente no va a suceder»,
dijo el gobernador Howard Pearce.
No en esta vida
El director de la cancillería para las Malvinas y el Atlántico
Sur rechaza las insinuaciones de una política más dura
del país pero afirma que el gobierno está focalizado
en el objetivo de recuperar la soberanía sobre las islas.
«Para este gobierno, la esencia es la existencia de la soberanía
y eso debe resolverse diplomáticamente como la Asamblea General
de las Naciones Unidas lo ha determinado», dijo Eduardo Airaldi,
un diplomático de carrera que nunca visitó Malvinas.
Nadie en Argentina se atreve actualmente a mencionar una intervención
militar cuando se habla sobre Malvinas. Pero los británicos
mantiene unos 2.000 soldados, una denominada «disuasión
creíble», en la base Mount Pleasant, construida luego
de la guerra.
El gobernador Pierce dice que la mayoría de los habitantes
de la isla no cree que una incursión militar argentina sea
posible, pero los 13.000 kilómetros de distancia a Inglaterra,
la campaña argentina por recuperar las islas y la historia
reciente son razones suficientes para mantener el status quo.
Sin garantías
«No hay garantía de que no vuelva un gobierno militar»
en Argentina, dijo Pearce.
Pocos civiles fallecieron y Argentina se muestra orgullosa sobre el
trato que dio a los isleños durante la guerra. Pero feroces
batallas se produjeron en las puertas de los hogares isleños
y 255 soldados británicos fallecieron para defender su modo
de vida.
Hay algunos signos, sin embargo, de que la gente común está
dejando atrás el conflicto.
Los isleños ahora viajan de compras a Buenos Aires para aprovechar
los precios luego del colapso de la economía y la devaluación
del 2001, mientras que quienes viven de la industria del turismo no
tendrían problemas en que argentinos viajen a las islas.
Pero incluso aquéllos que lograron dar un paso adelante no
esperan ningún quiebre en el escenario.
«Creo que nos volveremos buenos vecinos, pero es probable que
no sea durante mi vida», dijo Adrian Lowe, de 49 años.
«Eso quedará para las generaciones más jóvenes».
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