Por Ulrike Koltermann
Nairobi (dpa) > Durante está semana se
realizó en Nairobi una importante conferencia sobre el cambio
climático como parte del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA), cuyo jefe es, desde junio, Achim Steiner.
Sequías, altas temperaturas, derretimiento de los hielos, la
emisión de dióxido de carbono (CO2), el aumento del
nivel del mar son sólo algunas de las consecuencias que el
planeta deberá enfrentar en los próximos años,
afirmó el jefe del programa.
¿Siguen existiendo en la actualidad científicos
que no se toman en serio el cambio climático?
La discusión sobre si existe o no el cambio climático
está terminada. En todo caso, todavía hay algunos rezagados
a los que les cuesta modificar la estrategia de negación de
los últimos años. Tampoco en Estados Unidos se duda
ya en el fondo de la evidencia científica. El debate público
ya no gira en torno a la pregunta de ¿debemos reaccionar? sino
más bien a ¿cómo vamos a reaccionar? Eso significa
por un lado, reducir las emisiones de CO2 y, por el otro, desarrollar
estrategias de adaptación.
¿Puede mencionar ejemplos de cuáles pueden
ser las consecuencias
del cambio climático?
Por ejemplo, la agricultura. Las variaciones cada vez más fuertes
en las precipitaciones determinarán dónde se puede seguir
practicando la agricultura. O los diques de contención, que
están planificados en base a los análisis a largo de
plazo de las lluvias. Lógicamente, siempre hubo ciclos de sequía,
pero ahora se vuelven más extremos. En Uganda, las represas
este año estaban tan vacías, que el país sufrió
una crisis de energía. Esos extremos deberán tenerse
en cuenta en las planificaciones de infraestructura en el futuro.
Otro ejemplo son las altas temperaturas en verano en Europa. Varias
centrales atómicas tuvieron que ser apagadas, porque el agua
para refrigerar estaba demasiado tibia. Otro ejemplo: ¿Qué
pasa en los mares del mundo cuando se derritan las capas de hielo?
¿Qué tanto se verá afectada la utilización
de nuestras costas? El aumento del nivel del mar amenaza las casas
en la playa, los puertos, la pesca.
También hay que hacerse otra pregunta: ¿Cuánto
van a contribuir los cambios climáticos a que aparezcan enfermedades
en zonas en las que hasta ahora no existían? ¿Llegará
por ejemplo la malaria a Europa? Esas son preguntas que deben tenerse
en cuenta en la planificación de una estrategia sanitaria nacional.
¿Quién puede garantizar que en el futuro se
tome más en cuenta el cambio climático en las inversiones
en infraestructura? ¿Qué papel juega el PNUMA?
Trabajamos con muchos países. Durante la conferencia sobre
cambio climático, presentaremos iniciativas sobre cómo
el PNUMA apoya a los países para desarrollar estrategias de
adaptación. En Dinamarca, por ejemplo, ya se está analizando
toda la administración y se toman en cuenta los potenciales
peligros de los diversos escenarios.
¿Qué probabilidad hay de que se den esos escenarios?
El problema es que el cambio climático no es lineal. En los
últimos años, tuvimos que revisar varias veces nuestros
escenarios. Las consecuencias ecológicas de un cambio en la
temperatura son difíciles de predecir. No sabemos si la agricultura
tiene que contar con un 20 o un 50% menos de agua. Tenemos que invertir
más en la investigación.
¿La comunidad internacional tiene la elección
entre la reducción de las emisiones de CO2 y el desarrollo
de estrategias de adaptación?
Hace algunos años aún eran alternativas. Hoy ambas cosas
son necesarias. Y tenemos que tener en cuenta cómo vinculamos
ecología y economía. Tenemos que conseguir que los mecanismos
de mercado y los flujos de inversiones reduzcan, por un lado, radicalmente
las emisiones de CO2 y, por el otro, que se incluya una garantía
climática en el desarrollo de infraestructura.
¿Qué papel juega en eso la cooperación
internacional?
Lo que hoy nos paraliza muchas veces son sobre todo intereses económicos
y temores a desventajas en la competencia. Sólo avanzaremos
si conducimos a la comunidad internacional a un proceder conjunto.
Si todos los países actúan económicamente bajo
las mismas condiciones, podrán administrar los costos de una
economía sostenible.
¿Y quién puede convencer a Estados Unidos, que se sigue
negando a ratificar el Protocolo de Kyoto?
Lo harán por sí mismos. Ya demostraron varias veces
que a veces van un poco rezagados, pero al final actúan rápida
y radicalmente. En Estados Unidos ya hay más de 250 ciudades,
varios estados y el gobernador republicano Arnold Schwarzenegger que
llevan adelante una política climática activa.
Otro caso problemático son países como la India
o China, que a medida que con su veloz desarrollo económico
producen cada vez más CO2. ¿Cómo se puede comprometer
a esos países?
China será en los próximos uno o dos años el
tercer país más grande del mundo en lo que a emisiones
de CO2 se refiere. Pero China no carga con la responsabilidad de los
últimos cien años, y los gases quedan en la atmósfera
200 años. Ese es un asunto de solidaridad internacional. En
un principio, tenemos que aclarar qué responsabilidad histórica
tienen los países industrializados en el cambio climático.
Y tenemos que desarrollar estrategias de transformación económica
y políticamente defendibles. Los países industrializados
deben aceptar su responsabilidad, para que sea posible un proceder
conjunto. Países como China y Sudáfrica están
dispuestos a enfrentar el cambio climático ofensivamente. Pero
tiene que haber un juego limpio.
¿Cree que el sistema de la ONU debe ser reformado?
Se subestima lo mucho que realmente hace Naciones Unidas. La ONU hace
de bombero en cientos de lugares del mundo. Me sorprendió lo
altamente motivados y altamenta calificados que están algunos
expertos del PNUMA.
Pero lógicamente la ONU es un aparato de funcionarios, que
necesita una reforma estructural. Eso lo noté en mis primeras
semanas en el cargo. Puede demorar nueve meses para que se ocupe un
puesto. La ineficiencia con la que se llevan adelante esos procesos
es muy frustrante. O la implemetación de tecnología
de comunicación moderna. Justo la ONU, que trabaja a nivel
global, debería estar al día, pero nuestros sistemas
de información, la infraestructura de hardware y software,
están retrasados unos 15 años.
El Kilimanjaro se quedára sin su cima
nevada
Los hielos
retrocedieron un 82% desde su primera medición en 1912.
El deshielo de los glaciares del Monte Kenya y el Kilimanjaro representa
un signo de alarma del efecto del aumento de la temperatura global,
trascendió en la duodécima Conferencia sobre Cambio
Climático (COP12).
La montaña de 5.199 metros de altura da nombre al país
que acoge la magna reunión sobre el clima, pero su casquete
nevado que asombra por estar ubicado en pleno Ecuador, sufrió
un retroceso alarmante en la última centuria.
El pueblo kikuyu, grupo tribal más grande de Kenya, llama a
la elevación Kirinyaga (cosa blanca). Sin embargo, si el retroceso
de los hielos continúa y desaparecen en el próximo siglo,
ese nombre quedaría obsoleto.
Lo mismo ocurre con el Kilimanjaro, en la vecina Tanzania, cuya belleza
ponderó el escritor estadounidense Ernest Hemingway en una
de sus obras imperecederas.
Los hielos de esa elevación de 5.895 metros de altura sobre
el nivel del mar, retrocedieron en un 82% desde que en 1912 se midiera
por primera vez.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),
está preocupado por esa situación, pues constituye una
evidencia de los efectos del calentamiento del planeta.
«Esos son indicadores visibles del cambio climático»,
dijo Christian Lambrechts, funcionario de ese programa de la ONU.
Justo por encontrarse debajo de la línea del Ecuador, la presencia
de glaciares en Africa ha maravillado y desbordado la imaginación
de cuantos los ven.
El impacto del aumento de la temperatura global en ese continente,
el más vulnerable a aumento de la temperatura global- según
datos difundidos en Nairobi- se convirtió en un tema recurrente.
La situación de esos glaciares hizo que la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco) se preguntara si algunos sitios Patrimonios de la Humanidad
desaparecerían de la lista por el cambio climático.
Para que un lugar sea considerado patrimonio universal debe tener
cierto valor común, para la ciencia o la tecnología.
Pero si ese principio deja de ser efectivo, entonces el sitio es borrado
de la lista patrimonial.
«El derretimiento del glaciar es obviamente una señal
visible de que el cambio climático está teniendo un
efecto negativo en nuestro patrimonio mundial», indicó
un funcionario.
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