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  Dos obreros de la construcción y sus sensaciones trabajando en las alturas, en una capital que que se expande hacia el cielo.


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Por Luis Castillo

Neuquén > De fondo el ritmo y la música es la misma pero en distinto dial. La pachanga y la cumbia son el ritmo escogido para estos laburantes del aire, que se pasean a gusto por las alturas, en una provincia rica, que cada año que pasa crece aceleradamente camino al cielo.
Es que hoy el mínimo espacio que pueda existir sirve para plantar las bases de un futuro edificio, que luego se convertirá en una más de las coquetas estructura, que desde lo más alto ofrecerá una panorámica única de gran parte de la ciudad o valle.
Más allá del “boom” de la construcción en estos tiempos dónde mientras salga petróleo el crecimiento será incalculable, quizá nadie distraiga su ojo óptico hacia arriba dónde cientos de obreros se ganan el “mango”, para llenar “la olla” trabajando cerca de la muerte.

Cerca del cielo
Piso 14. Una baranda de madera que sobresale de la construcción, es el habitat de trabajo para que Arturo Urizar se dedique a colocar ladrillos a la vista.
A primera impresión parece que nada lo inmuta a este hombre de 60 ’años, que de telón de fondo tiene el río Neuquén y todo un verde valle, que aparenta ser un cuadro envidiable para cualquier artista.
Sin embargo, las sensaciones de miedo y temor para quien no le ha tocado experimentar estar en ese esqueleto -que va tomando forma en pocos meses- son muchas. En fracciones de segundo el cuerpo tiende a paralizarse o bien las piernas se estancan al pegar un rápido vistazo para contemplar el inmenso panorama.
Una tabla de unos 40 centímetros de ancho es la plataforma dónde se mueve este obrero a más de 40 metros de la superficie. Pero, acostumbrado a estar en esta situación, lo único que le interesa es hacer bien su trabajo y que el pago este a la orden del día.
De 25 años de profesión en la albañilería, Urizar, desde el ’78 que se mantiene firme en la construcción, por eso se encarga de subrayar “antes el trabajo era más duro porque la pala, carretilla y alguna homigonera eran los elementos únicos para trabajar”. Sin embargo a pesar de su experiencia vivida en diferentes obras nunca imaginó que funcionaría como una especie de “equilibrista del aire”.
Es que hace dos años este hombre proveniente de Concepción (Chile) comenzó a poner el lomo en las alturas, algo que tomó con una cuota de miedo pero que logró superar.
“Al principio hay cierto miedo. Aunque si uno se encarga de hacer una buena espaldera se puede trabajar tranquilo”, dijo Urizar. ¿Usted se preguntará que será la espaldera?. Bueno, este elemento de madera es el que resguarda al albañil y a la vez funcionan como contención.
Urizar, quien vive en Cipolletti señaló “no es lo mismo si la espaldera está confeccionada por otro compañero, porque inmediatamente se producen dudas”, motivo por el cual recomienda que cada obrero se encargue de armar su elemento de protección.

Tensión permanente
Si bien en diferentes edificios de la ciudad que aún están en plena edificación no todos los trabajadores se arriesgan a realizar labores en las alturas, algunos optan por la experiencia.
En el caso de Urizar el mismo se encargó de escoger el pegado de ladrillos a la vista, que comenzó a realizar desde el primer piso.
Precisamente al emprender la tarea desde abajo hizo que no sufriera de vértigo o pánico, porque con el correr de los días sin darse cuenta se encontraba en un sexto piso.
De todas maneras el oficial dijo “no es lo mismo que trabajar en tierra firme porque la tensión es permanente” y agregó “uno se va aclimatando a medida que pasa el tiempo pero no es lo mismo comenzar el trabajo desde tierra que te manden directamente al piso once y con viento”.
Según comentó a uno de sus compañeros le tocó vivir un mal momento, cuando fue directamente a efectuar su quehacer en el último piso. Justamente el hombre en cuestión solo aguantó la altura un día, ya que sufrió mareos. En este caso el capataz de la obra es el que decidió al día siguiente reemplazar a la persona, para que pueda desempeñarse en otro sector.

La muerte a sus pies
Obviamente la muerte siempre está latente en este tipo de trabajo, y así, como todo ámbito laboral los comentarios o noticia llegan rápido cuando ocurre una tragedia.
En sus largos años de actividad a Urizar le ha tocado de cerca la muerte. En el ’82 un amigo se cayó del tanque de agua a una altura de 20 metros y quedó tendido a metros de distancia de él.
Como si ese momento no pudiera olvidarse del disco rigido de su memoria, Urizar, recordó “uno se siente mal por muchos días porque la imágen no se pueden sacar de la cabeza, ya que es un compañero que se está ganando el pan o el “puchero» igual que uno. Pero esto es así. A veces por más seguridad que se tenga, una madera mal puesta puede ocasionar lo peor”.

Inconsciente colectivo
Juan Ortega desde los 14 años que comenzó a trabajar en la construcción con su abuelo. Hoy dieciséis años después su labor continúa siendo la misma, pero haciendo su trabajo para una empresa.
Como todos los días a las ocho de la mañana lo espera “el monsstruo” –según sus propias palabras- que está anclado en calle Rioja y Sargento Cabral.
Al igual que su colega se desempeña en lo más alto “inconcientemente”, tal como definió en una palabra su actividad.
Sin dudarlo, Ortega, que en esto dos últimos años ha sido participe de cuatro nuevos edificios soltó “No pensas en el peligro. Uno trabaja inconcientemente. Por más casco o seguridad que tengas no te das cuenta en la altura que estás y, solo estás concentrado en finalizar tu trabajo”.
De acuerdo a lo relatado por este obrero, la magnitud del edificio y altura lo hace caer en razón cuando lo puede observar desde unas cuadras o bien cuando llega a su casa. Pero, 24 horas más tarde la rutina laboral sigue su curso.
“Vos te pones a prueba en cada momento allá arriba porque el trabajo así lo exige. Gran parte del cuidado es responsabilidad tuya. Antes por cuestiones de incomodidad nunca hice uso del casco o me sacaba el arnés por su peso. Está en la persona el utilizar bien los elementos”, dijo con total seguridad Ortega respecto a como cada persona se mueve en su área de trabajo.
A veces no hace falta estar 20 o 50 metros del piso para que suceda un accidente. Solo tres metros son suficientes para lo peor. Este fue el caso que le tocó de cerca a Ortega, quien se cayó de un andamio del piso 12. Como resultado. Sufrió la desfiguración de su rostro al lastimarse con un hierro un pómulo.
En ese momento se encontraba llenando una columna y por un perno que se le salió al caballete cayó gracias a Dios hacía dentro de la construcción.
Luego de la recuperación la vuelta al trabajo fue normal. Aunque en el interior de Ortega quedaba todavía esa sensación fea. “Obviamente se toma más precaución y respeto cuando te pasa un accidente. Pero por más firme que este una viga nada te asegura seguridad. Hasta un tornillo mal ajustado puede ocasionar una fatalidad” dijo el obrero que en una vez desistió del armado de un guinche en las alturas por sentir miedo al observar el cielo, acto insólito ya que a la mayoría de las personas los invade el temor cuando mira hacia abajo

De historias trágicas
Hasta el momento solo de casos producidos en otras obras le han llegado a sus oídos a la hora de tocar las tragedias. Es quizás por tal motivo que algo indignado Ortega se despacha con contundencia al expresar: “la gente ni sabe y ni se imagina lo que pasa en una construcción de edificios”. Por tal motivo entre los lamentables sucesos que ha recogido, en un edificio ubicado sobre Carlos H. Rodríguez un ayudante murió fatalmente. Una barra de hierro cayó desde un piso lo más alto y le atravesó el cráneo y luego le salió por el pecho, según lo comentado por Ortega. También entre las historias que almacena en su memoria, un obrero en la construcción de la represa del Chocón cayó desde 30 metros y pudo salvarse por el cinto que llevaba puesto al quedar enganchado de otros hierros de la edificación. Eso si, su cuerpo en un 90% quedó quebrado.

La familia
Dificilmente la familia sepa del riesgo que corre cada obrero diariamente. Sin embargo esta funciona como un cable a tierra cuando retronan a su hogar y las tensiones se aflojan.
Tanto Urizar como Ortega saben que es un tema delicado a charlar, por eso es preferible no dar detalles y solo limitarse a pasar un buen rato en familia y tomarse una cerveza bien fría luego de la jornada laboral. Después de todo en una provincia en la que el «Oro negro» comenzó a salir un 20 de octubre de 1918, que crece vertiginosamente con «paquetes» edificios, la música en las alturas seguramente será la misma en diferente dial, para que estos laburantes del aire que diariamente juegan con la muerte, se ganen el mango para llenar la olla, cerca del cielo, cerca de Dios.

Salarios Bàsicos

Categoría Sueldo
Ayudante 4,12 $ por hora
Medio Oficial 4,29
Oficial 4,60
Oficial Especializado 5,44
Sereno 724,50 por mes

El porcentaje que se incrementa al sueldo de acuerdo a la altura
De 4 a 26 metros 15%
De 26 a 40 metros 20%
De 40 metros en adelante 25%

Requisitos Empresas

Libro de sueldos y jornales Art. 52 Ley 20.744 o libro de personas Ley24.013.
Constancia de entrega de ropa de trabajo
Constancia de de entrega de elementos de seguridad (botines, cascos, guantes, etc)
Comprobantes de exámenes médicos pre ocupacionales, periódicos y post ocupacionales.
Comprobante de aportes al fondo de desempleo
Comprobantes de aportes previsionales, sociales y sindicales
Formularios 1001 y 003 de altas y bajas con legajos del personal, y formulario 931 de la D.G.I
Nombres de la aseguradora contratada y listado de personal asegurado
Título habilitante y nº matricula del cuerpo técnico en seguridad e higiene.
Poliza de seguro

Pocas víctimas

Luego de la devacle económica que sufrió el país en el 2000, el crecimeinto de la construcción en Neuquén ha sido una explosión. Con ello también comenzaron aumentar los accidentes de trabajos.
Si bien hoy no hay una cifra exacta en cuanto al promedio de muertes por trabajo, no es elevado el número de victimas en la zona, según lo manifestado por el secretario de Prensa de la U.O.C.A, Celso Queupan.

 

 


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