24 de marzo ’76, la puerta a la muerte

 
  El sexto Golpe de Estado del siglo XX no fue
uno más, sino que marcó un antes y un después
en la historia argentina.


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El Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 fue un acto planificado por las Fuerzas Armadas con más de cuatro meses de antelación, quebró a la debilitada democracia de entonces y dio inicio a la operación de persecución y aniquilición más sangrienta de la historia argentina.
La Junta Militar que asumió el poder en la madrugada del 24 de marzo de 1976, que no encontró resistencia en su acceso al Gobierno, desató la represión ante una sociedad ya golpeada por la violencia de los años setenta.
Con el objetivo concreto de erradicar la «subversión», pero a la vez con el concepto ideológico de atacar todo foco de resistencia militante, sindical y política, las Fuerzas Armadas utilizaron la herramienta del terrorismo de Estado como método para alcanzar sus objetivos.
El llamado Proceso de Reorganización Nacional que asumió el poder tras el derrocamiento de la presidenta María Estela Martínez de Perón se comenzó a gestar a mediados de 1975, a partir del vacío de poder y el crecimiento del descontento popular por la escalada inflacionaria.
El sexto golpe militar del siglo XX no sería una asonada militar más, de las que ya acostumbraban las Fuerzas Armadas desde 1930, sino que se convirtió en un acto que fijó un antes y después en la historia argentina.
Si bien no tuvo resistencia popular, y hasta en algunos casos hubo cierto beneplácito por la llegada de los militares, el plan orquestado desde la cúpula de las Fuerzas Armadas abrió la puerta a un túnel que recorrió a partir de la muerte y la tortura uno de los caminos más siniestros que se recuerden.
Las excusas que esgrimieron los ideólogos del golpe ya estaban perimidas desde su inicio, ya que desde octubre de 1975 contaban legalmente -tras la aprobación de una ley por el Congreso- de la facultad para «perseguir y erradicar la subversión».
Además, desde fines de ese año la debilidad que jaqueaba al Gobierno de Isabel Perón hacía que cada uno de los reclamos militares fuera escuchado y hasta cumplido en sus más mínimos requerimientos.
Sin embargo, desde el discurso que el general Jorge Rafael Videla dio desde los montes tucumanos en la víspera de Navidad de 1975 dio inicio la cuenta regresiva a uno de los golpes más anunciados que se recuerden.
El ultimátum fue sólo el aperitivo que los militares pusieron en una mesa que ya estaba servida y que tuvo durante ese verano sólo la ejecución de los últimos detalles de cómo concretarlo y de un trabajo de engaño por parte de los tres comandantes de las Fuerzas Armadas.
En ese juego macabro de respetar la legalidad constitucional, los tres comandantes, Videla (Ejército), Emilio Massera (Armada) y Orlando Ramón Agosti (Fuerza Aérea) montaron una puesta en escena para dejar correr los días, dilatar la grave situación y atacar a la «Dama» en un jaque mate totalmente planificado.
El gelatinoso piso de la democracia comenzó a evidenciarse a partir del 1 de julio de 1974, cuando se produjo el fallecimiento del presidente Juan Domingo Perón, quien luego de 18 años de exilio había regresado al país para ganar las elecciones y asumir por tercera vez en su vida la primera magistratura.
La salud del viejo líder se fue debilitando a menos de nueve meses de su asunción, y en medio de una batalla declarada entre la derecha y la izquierda peronista su vida se apagó sin poder resolver una interna que gestaría un clima de represión y muerte mucho antes del golpe.
Ese huevo de la serpiente tuvo como protagonistas en primer plano a la esposa del líder, Isabelita, quien como vicepresidenta asumió el poder sin experiencia política sobre sus espaldas y con el sindicalismo y el ala derecha del peronismo como sostén institucional.

Un cultivo peligroso
El paso a la clandestinidad de la agrupación Montoneros y la continuidad de las acciones militares de grupos más radicales de la izquierda como el ERP fue el caldo de cultivo para que los militares, replegados a sus cuarteles desde mayo de 1973, vieran la oportunidad de asumir su rol de «salvadores de la patria».
El Gobierno peronista que había ganado las elecciones de septiembre de 1973 con más del 62 por ciento de los votos, se sumergía en un espiral de violencia y caos económico que llevó en 1975 a registrar una inflación de 335 por ciento y devorarse en 21 meses de gestión de Isabel a 38 ministros (siete de ellos de Economía).
El plan orquestado por la futura Junta Militar no sólo determinaba un ataque a las organizaciones políticas y a sus militantes, sino que se proponía ejecutar «por más de diez años» un programa económico liberal que tuvo un claro ejecutor: José Alfredo Martínez de Hoz.
Por ese motivo, a fines de febrero, cuando ya el golpe era un acto anunciado, el futuro ministro de Economía fue sacado de un safari que realizaba en Kenia y colocado en una especie de Gabinete paralelo que ya funcionaba en el Edificio Libertador.
Las horas previas al golpe sólo estuvieron cargadas de escenas ridículas de idas y venidas con reuniones entre los comandantes y los ministros del Gobierno con el fin de detener una ejecución que ya estaba en marcha.
Los diarios del 23 de marzo ya detallaban en sus portadas la inminencia de la asonada militar que se concretó con la detención de Isabel a las 0,50 del 24 de marzo, cuando el helicóptero que la trasladaba a la quinta de Olivos bajó en el sector militar de Aeroparque.
La captura de la presidenta abrió la compuerta para que cientos de militares ejecutaran el plan imaginado y ocuparan las áreas clave del país, en un acto que no tuvo un solo hecho de violencia.
Durante las primeras horas del 24 de marzo de 1976, en la oscuridad de una noche fría de otoño, la Argentina comenzó a transitar por el hielo de una dictadura que se extendió por siete años, con un saldo de heridas lacerantes que aún la sociedad no logra apaciguar.
«Correrán ríos de sangre cuando el pueblo se entere de esto y salga a defenderme», disparó Isabel Perón a los militares que la detuvieron.
La mujer de Perón se equivocó en parte: el pueblo no la defendió, pero la sangre, definitivamente, fue parte de la historia que continuó.

Últimas horas de democracia

El 23 de marzo de 1976 se vivía un clima tenso y la sensación del final
anunciado era innegable.

Las últimas 24 horas del Gobierno de María Estela Martínez de Perón estuvieron signadas por la intriga y la incertidumbre del momento exacto en que se iba a realizar el Golpe de Estado pergeñado por las Fuerzas Armadas.
Por ello se realizaron reuniones entre el ministro de Defensa y los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, en las cuales los militares siempre negaron el inminente alzamiento contra el Gobierno democrático.
En tanto, en la Casa de Gobierno, la presidenta de la Nación, sus ministros y los funcionarios nacionales sufrían en carne propia el aislamiento de su administración, mientras la sensación de un final anunciado se materaliza minuto a minuto.
Éstos son algunos momentos clave de aquel martes 23 de marzo, en horas finales hacia el Golpe de Estado:

10: la presidenta de la Nación desayuna en la quinta de Olivos mientras las radios hablan de un inminente Golpe de Estado.
11: María Estela Martínez de Perón arriba al helipuerto de la Casa de Gobierno en un helicóptero de la Fuerza Aérea. Inmediatamente se recluye en su despacho.
11: comienza en el Ministerio de Defensa una reunión entre el titular de la cartera, Jose Deheza, y los comandantes Jorge Rafael Videla (Ejército), Eduardo Emilio Massera (Armada) y Orlando Agosti (Fuerza Aérea). Los militares niegan el golpe pero recriminan el vacío de poder.
12.30: termina la reunión y los comandantes acuerdan con Deheza un nuevo encuentro para la tarde.
13: se reúnen en el despacho presidencial la jefa de Estado y el ministro de Interior, Roberto Ares, con el fin de buscar una solución a la renuncia del intendente de la ciudad de Buenos Aires, el general retirado José Embrioni.
13.30: el titular del Partido Federal, Francisco Manrique, un ex militar, declara por radio Rivadavia: «Se acaba una historia nefasta para el país».
15: llegan a la Casa de Gobierno el secretario general de las 62 Organizaciones, Lorenzo Miguel, y el vicepresidente del PJ, Deolindo Felipe Bittell, quienes niegan ante la prensa la posibilidad de un golpe militar.
17: desde el despacho de Isabelita se realizan innumerables llamados para consultar sobre los movimientos militares.
17.30: la edición quinta del diario La Razón titula en su portada «Inminente Final».
18: se reúnen la presidenta de la Nación y el ministro de Defensa. Acuerdan llevar a los comandantes un nuevo mensaje: «Adelantar las elecciones» previstas para diciembre de 1976.
19: nueva reunión del ministro Deheza con los tres comandantes. Les hace llegar la nueva propuesta. Invita a formar un Gabinete nuevo con inclusión de militares. Los tres jefes de las Fuerzas Armadas se muestran intransigentes.
19: En Campo de Mayo y en el Regimiento de Palermo se hacen aprestos para asaltar la Casa de Gobierno o la quinta de Olivos para detener a Isabel.
19.45: en un departamento de Rivadavia al 600 se reúnen el titular de la UCR, Ricardo Balbín, y algunos allegados. Le solicitan el llamado a la Multipartidaria que venía funcionando desde hace algunas semanas, pero el «Chino» es lapidario en su respuesta: «La suerte está echada», dice.
20: los pasillos del Congreso están completamente vacíos, sólo permanecen los titulares de las bancadas oficialistas. En todo el día hubo movimiento de mudanzas.
20.30: el titular del Partido Intransigente, Oscar Alende, hace uso de la cadena nacional -un sistema que el Gobierno ofreció para que los partidos políticos apoyen el sistema democrático- y desde allí ataca a la corrupción del PJ y repudia la posibilidad del golpe.
21: se convoca a una reunión de Gabinete.
22: se levanta la reunión en el Ministerio de Defensa luego de tres horas, sin novedades. El aliciente de Deheza es que el general Videla acuerda una nueva entrevista para la mañana siguiente (24 de marzo) en el Edificio Libertador.
22.30: el secretario de Prensa, Osvaldo Papaleo, aporta un cable de NA a la reunión de Gabinete, donde se anticipan los nombres de quienes detendrán a Isabel dos horas después. La presidenta desestima el dato.
22.45: «Si mañana hay una reunión, hoy no hay golpe», dice Deheza. Deciden levantar el encuentro del Gabinete e ir a descansar.
23: un llamado del Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación , alerta al titular de la cartera, Pedro Arrighi.
Fuerzas militares ingresan en cantidad al lugar. «Es por una amenaza de ataque terrorista», le contestan desde el Ministerio.
23.15: hay un llamado de la presidenta a Videla y la pregunta es directa: «¿Hay golpe?». El general niega terminantemente y le desea «feliz descanso».
23.45: se levanta la reunión de Gabinete. Ante los periodistas de la Casa de Gobierno, Lorenzo Miguel y Bitell desestiman el golpe y se dirigen al Ministerio de Trabajo, a 400 metros de la Casa de Gobierno.
0.30: la presidenta desoye el pedido de que se quede a dormir en la Casa Rosada y decide partir a Olivos en el helicóptero.
0.40: el jefe de la Casa Militar despide en la terraza a la nave. Adentro van Isabel, su secretario Julio González y dos custodios: el personal, Rafael Luisi, y el policía Mariano Troncoso. También el edecán, el capitán de navío José María Fernández. Abajo, sobre la explanada de la avenida Rivadavia, un grupo de 30 mujeres conducidas por Norma Kennedy la despiden con la marcha peronista.
0.50: el helicóptero se desvía hacia el Aeroparque y su piloto aduce problemas técnicos.
0.55: la presidenta es detenida por tres integrantes de las Fuerzas Armadas y se le anuncia el Golpe de Estado.
1.05: son tomadas la Casa de Gobierno y otras reparticiones públicas en una tarea de estrategia militar previamente organizada. Comienzan las detenciones masivas. El golpe se ha consumado.
1.45: el Tango 01 parte de Aeroparque hacia San Carlos de Bariloche con una sola pasajera, María Estela Martínez de Perón. El destino: la residencia del gobernador de Neuquén, El Mesidor, donde cumplirá la primera parte de su detención, por casi un año.
2: Todos los canales de TV y radio entran en Cadena Nacional.
3.40: se escucha el comunicado número 1 de la Junta.
4: Isabel Perón llega a su destino, Villa La Angostura.
10: el proceso está en marcha; se escucha el comunicado 25.
15.30: asume en el Edificio Libertador la Junta Militar de Gobierno, encabezada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti.

Isabel: «Este general no existe»

Los medios de comunicación tuvieron hace 30 años un rol protagónico, y en la vorágine de las horas más tensas de aquel momento histórico Noticias Argentinas se destacó en la difusión de los hechos estuvo presente en uno de los momentos culminantes de esa fatídica noche. En la última reunión de Gabinete del Gobierno de Isabel Perón, que se realizó en Casa de Gobierno ante los rumores de un inminente golpe de Estado.
Cerca de las 22.45 del 23 de marzo, mientras la presidenta y su Gabinete escuchaban el relato del ministro de Defensa, José Deheza, sobre la entrevista que habían mantenido minutos antes los comandantes de las Fuerzas Armadas, un cable de NA generó un grado de incertidumbre. El secretario de Prensa de Gobierno peronista, Osvaldo Papaleo, ingresó a la reunión con un cable que señalaba los nombres de los tres militares que tenían la tarea de detener esa misma noche a Isabel Perón. La nota periodística nombraba al general José Villarreal, al almirante Pedro Santamaría y al brigadier Basilio Lami Dozo, quienes según la información eran los designados por los comandantes para apresar durante las próximas horas a la presidenta de la Nación. «Este general Villarreal no existe», dijo en voz alta Isabelita cuando leyó el cable, repasando la lista de los generales en actividad, por lo que desestimó la noticia. La presidenta no sabía en ese momento que Villarreal había sido un coronel que fue ascendido por Videla al cargo superior en los últimos días, sin que ella fuese notificada. Posteriormente sería uno de los que la detuvo en Aeroparque.

«Nunca Más»: una inolvidable experiencia

Por Magdalena Ruiz GuiñazÚ

La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) se constituyó en diciembre de 1983, pocos días después de la asunción del primer gobierno democrático que siguió a la dictadura.
Creo que no exagero si recuerdo que fue para todos sus integrantes la línea que marcó un antes y un después. Nadie queda indemne después de tomar contacto con el horror y las zonas más oscuras del alma humana. Tan es así que, cuando en un primer momento, se llamó a funcionarios del Ministerio del Interior para que recibieran los testimonios de los sobrevivientes de la dictadura, fue tal el impacto emocional que no pudieron resistirlo. Fue menester, entonces, acudir a voluntarios de los organismos de Derechos Humanos que cumplieron allí una magnífica labor.
Si bien no había cargos específicos decidimos que la presidencia de la Conadep fuera ejercida por Ernesto Sábato que imprimió un fuerte ritmo de trabajo a toda la investigación que luego se corporizó en el informe «Nunca Más» para la Justicia. Se formaron subsecretarías y la tarea de reconstruir el horror y la verdadera significación del término «desaparecidos» constituyó un testimonio que se ha ido completando con el tiempo.
En un primer momento el miedo impidió (aún en democracia) que algunos se acercaran a testimoniar y otros, lo hicieron desde el exterior.
Ocupábamos todo un piso del Centro Cultural Gral. San Martín sobre la calle Sarmiento y  puedo decir que se trabajó allí en un clima de emoción y respeto. En nuestras interminables reuniones se pedía el uso de la palabra por riguroso orden e incluso Sábato como presidente se sometía a la espera de llegar a su turno.
Como todos manteníamos nuestras tareas laborales (el trabajo de los diez miembros titulares de la Comisión era absolutamente ad honorem) solíamos llevarnos trabajo a nuestras casas con lo cual creo que durante aquellos nueve meses no pudimos pensar en nada más.
Personalmente una de las cosas que más me impresionó fue ver, en el legajo de los torturadores, cómo esas personas que no titubeaban en aplicar los peores tormentos a otros seres humanos, tenían en lo formal una vida común. Aparecían, junto a los testimonios de las víctimas, fotografiados con sus familias, frente a sus casas, sentados en su jardín. Personas absolutamente comunes en su aspecto y que imagino (sino no hubieran podido llevar a cabo esa tarea) se habían acostumbrado a usar el tormento como un medio de información y sometimiento.
Incluso, algunos acompañaban sus declaraciones con la palabra «trabajito» como forma de identificar sus procedimientos.
Entre las experiencias más impactantes que vivimos en la Conadep recuerdo la visita a la Esma. Junto con Graciela Fernández Meijide, el Dr. Albor Ungaro, el arquitecto Ocampo y el Diputado Lopez fuimos el primer grupo de civiles que entró allí. Los sobrevivientes que nos acompañaron se dirigieron inmediatamente al casino de oficiales en el que, básicamente, funcionó el campo de detención ilegal. De allí también salían, cada miércoles, los helicópteros que epilogaban en los vuelos de la muerte.
Contrariamente a lo que yo suponía los prisioneros no eran ubicados en el sótano sino en dos altillos: Capucha y Capuchita desde los cuales se escuchaba, amortiguado, el tránsito de la Avenida del Libertador. Como una tremenda ironía, aún hoy en el pino ubicado a la izquierda del edificio se colocan luces de colores para las fiestas navideñas. Resultaba entonces difícil imaginar, durante la dictadura, que allí más de 5.000 personas iban rumbo a la muerte.
También, tras los muros de la Esma, nacieron muchos de los niños que fueron robados a sus madres. Jugando a Dios, las Fuerzas Armadas de Argentina decidieron cambiar el destino de cada uno de ellos. Un crimen de lesa humanidad cuya triste autoría no nos ha disputado ningún otro país.
Sí, fue imborrable el informe «Nunca Más». Los que fuimos convocados para elaborarlo pensamos que nuestra mayor esperanza es su permanencia en el tiempo y en el alma de los ciudadanos de este país.

Jaime, siempre presente con el dolor de las Madres

El padre Magín Páez llegó desde Rosario en 1977. Era diácono y sus
votos sacerdotales los hizo con don Jaime. Periodista, creó el «Centro
de capacitación laboral y organización solidaria». Guarda recuerdos y
testimonios del obispo De Nevares.

Fue testigo de la actividad de don Jaime De Nevares a lo largo de varias décadas. En la sede de Radio Comunidad trabaja a diario, a la vez que edita la revista del mismo nombre.
Con aire pausado, reflexivo y envuelto en una profunda emotividad, nos relató detalles de la actividad del obispo neuquino en los años de la última dictadura militar.
«Llegué a la Catedral el 7 de junio de 1977, el Día del Periodista. El Golpe de Estado hacía un año que funcionaba a pleno. Yo ya había palpado cómo era la situación estando en Rosario, en los barrios. Conocí a don Jaime y dos años después decidí venirme al Sur. En Rosario, lo conocí a Angelleri y estuve a punto de irme a La Rioja, pero antes de hacer las valijas, lo mataron.»

Amenazas y persecuciones
«En el ‘75 hubo amenazas y persecuciones a sacerdotes y grupos juveniles en distintos barrios de Neuquén. Atacaron la escuelita de Pampa del Malleo, donde fueron secuestrados curas y algunos docentes.
Apenas el obispo se enteró, aunque estaba en Buenos Aires en una reunión de obispos, dejó todo y se vino urgente. Pidió audiencia con el comandante, en ese momento el general Guaso, y al estrecharle la mano, tal como expresó su secretario, Juan San Sebastián, don Jaime ni llegó a saludarlo y le dijo: ¡Usted me dice dónde está el padre Antonio! Y el general le contestó: Está en la «U9», a lo que don Jaime respondió: ¡Inmediatamente me lo entrega! Así fue como logró visitarlo, hablar con él y con otros detenidos. Supo cómo fueron los hechos y no duró mucho esta situación. A Guaso lo retiraron y al padre Antonio y otros detenidos los dejaron libres. Todo esto sucedió antes del Golpe. Después del Golpe, hubo hechos más cruentos como tiroteos en la puerta de la Catedral, cuando se reunía la APDH, de la que don Jaime fue fundador en diciembre del ‘75. También entre el ‘76 y el ‘78 tirotearon la parroquia del San Lorenzo. Hubo frecuentes amenazas, persecuciones. Con algún sacerdote vecino, como Capitanio, nos pasábamos los datos de los autos que nos estaban vigilando y a don Jaime también. Pensamos que a partir de lo que sucedió con el general Guaso hubo cierta precaución de meterse con la Iglesia. También porque Neuquén tenía, frente a las otras provincias, grandes diferencias. Nunca estuvo gobernada por el peronismo; los cambios políticos fueron siempre de la cabeza; los otros cargos quedaban intactos y mucha gente venía acá desde otras provincias. La región siempre tuvo un aire de poder respirar y poder hablar con un poco más de libertad, sobre todo en la Iglesia, donde don Jaime dio testimonio.»

Cartas desesperadas
«Mientras viví en el Obispado, ayudaba en las tareas de administración. Un día, se acercó don Jaime a la oficina, hasta la bandeja donde se ponía toda la correspondencia de los familiares de desaparecidos. Todos los días, y cada día llegaban más cartas. Tantas, que se imprimió en mimeógrafo una respuesta formal para todos. Les pedía datos de la persona, dónde fue, cómo fue. Y siempre de su puño y letra agregaba algo más. Un día me dijo «leélas, no hay ningún problema». Así fue que el tema de los familiares lo conocí directamente. Uno de los casos que leí era de una familia de Bahía Blanca. Al hijo lo había conocido en La Plata. Era universitario, estudiaba Filosofía, era un excelente chico.
Con Jaime había una confianza plena. En el comedor, en el pasillo, en cualquier lado, o en el despacho, de acuerdo a las características de cada tema, se podía conversar todo con él y con entera libertad. A los quince días de haber llegado me sentía como en mi casa. Algunos lo sufrieron por cierto carácter, porque les estaba encima. A otros los ignoraba. Yo me sentí muy bien, muy cómodo, muy respetado,
Cierta vez, ya estaba dirigiendo la revista «Comunidad», y había un artículo que hablaba de los salesianos. Él pensó que a algunos curas no les iba a gustar. Y me sugirió que era mejor prevenir ; yo le dije que renunciaba. Si él quería, que lo pusiera. Fue la única vez. Nunca me lo hubiera imaginado de censor.»

Las madres, los pedidos
«Inés era catequista y de trabajo permanente en la parroquia Rayito de Sol. Lolín y varias de ellas acudieron a él ante la de-sesperación por la desaparición de sus hijos. Cierta vez fuimos a la Gobernación unas veinte personas a presentar el primer petitorio con las madres y padres, y el obispo. También éramos doce sacerdotes, laicos y militantes de aquellos tiempos. Eso fue a fines del ‘77. Luego vinieron situaciones donde en cada reunión o misa se nos sentaba gente de pelo cortito, de bigotes, de a dos; eran de “los servicios.”
Cuando Jaime cumplió los 25 años de sacerdote, en el ‘81, se realizaron unos cuantos encuentros con los distintos sectores sociales: periodismo, obreros, docentes y jóvenes. De ahí, por ejemplo, surgió Aten. Con los jóvenes hicimos varias charlas sobre temas religiosos. El documento de Puebla había salido hacía poquito. Algunas charlas las dio Jaime y otras un cura que era vicario de Hesayne en Río Negro, el vasco Bengoechea. Después de esta charla me estuvieron buscando tres tipos en un Renault rojo. Cuando me encuentran me piden la grabación de las charlas. Les dije que no les podía dar nada; que hablaran con el obispo. Cuando vi que iban al obispado, me adelanté por otra calle y al llegar encuentro al padre Juan San Sebastián y le cuento qué pasaba. Juan los atendió sabiendo quiénes eran y a qué venían. Los agarró para «la joda» y los mandó a pasear.»

Amigos
«Si recuerdo a alguien muy amigo de Jaime, tengo que recordar también al padre Carlos Mugica. Jaime lo conocía de mucho antes; lo quería y lo admiraba muchísimo. Tenemos grabaciones y escritos que los publicamos en la revista «Comunidad», con el aniversario de Mugica. Casi siempre se visitaban en Buenos Aires. Jaime iba a las reuniones de obispos, se quedaba una semana, se veían con Carlos, tenían mucha confianza.
Don Jaime no entró en la formalidad del movimiento del Tercer Mundo si bien compartía casi todos los puntos. Carlos estuvo mucho más expuesto. Estuvo en los orígenes de los grupos juveniles que comenzaron a misionar en zonas indígenas del Norte y después se ideologizaron. Esto derivó en los grupos que conocemos y que está documentado en todos lados. Y Carlos fue como que se abrió de ellos, pero ya era tarde. Él era uno de los sacerdotes del Tercer Mundo de mayor peso. Coincidía con don Jaime por su origen en familias «muy bien», del Barrio Norte de Buenos Aires.»

Gran compromiso
«Yo no sé si lo consultaron. Sé que aceptó y le puso todas las pilas. De entrada hubo gente de la militancia de derechos humanos muy importante en Neuquén que decía que no tenía que meterse porque iba a ser todo un fracaso Me acuerdo de una persona que me llamó, me invitó a tomar un café para decirme que no podía ser. Pero Jaime se metió igual. Laburó. Se iba todos los domingos a Buenos Aires, el lunes volvía, se reunía con la comisión y dejaban el trabajo para seguir.
Esta misma persona que me llamó para decirme que no tenía que ir fue el que más participó y trabajó a la par de todos. Esto fue después de la asunción de Alfonsín.
Jaime renunció a la APDH porque estaba representada por delegados partidarios que después iban a disputar espacios políticos. Él presentó la renuncia precisamente por eso.
Años más tarde durante la Asamblea Constituyente también dimitió porque todo se hacía votando por paquete de leyes sin discutir punto por punto cada una de ellas. En la provincia del Neuquén había sacado más del 70% de los votos. En aquél entonces se empezaba a formar el «Frente Grande», que luego derivó en la «Alianza».
En todo el Valle hasta Cutral Co, creo, hubo unos 60 casos de desaparecidos. Don Jaime vivió profundamente todo lo que se vivía en el país. En el obispado se levantaba con el café y el diario. Los dos diarios regionales se los leía de punta a punta. Después, a la hora de la siesta, leía La Nación y el Buenos Aires Herald, sobre todo las editoriales de James Neilson.
Don Jaime estuvo un poco al margen de lo que hacían sus compañeros obispos. Él cabalgaba sobre los mismos hechos. La historia fue tomando rumbos en los que él tuvo encrucijadas. Tuvo que optar por comprometerse y asumir determinadas posturas.
Sabemos que sufría la marginación y la incomprensión de los obispos. Él junto a cinco o seis más del país tuvieron una postura frontal: Hesayne, Angelleri, Devoto en Goya, Brasca en Rafaela, Ponce de León en San Nicolás y Zaspe, después del primer tiempo, en Santa Fe. Porque Zaspe primero apoyó «el Golpe», pero después, se enfrentó totalmente. De su muerte se presume que fue un “accidente” provocado. Pero por mucho tiempo no se supo nada. El accidente fue más alevoso que el de Angelleri. Con el tiempo algunos se silenciaron, a otros los silenciaron. Los pocos que siguieron hablando y nunca callaron nada fueron Jaime y Hesayne. Brasca murió también en esos años. A Devoto le llevaban mucha gente y silenció. Debe haber recibido un reto de sus superiores o del Vaticano. Recuerdo que cuando Juan Pablo II vino a Viedma lo recibieron Jaime y Hesayne. Sé que en una de las visitas que hacen los obispos cada cinco años, Jaime llevó toda la documentación que pudo y con el Papa, que todavía era Pablo VI, habló del problema de los desaparecidos. Pero Pablo VI estaba en sus últimos años, viejo y decaído. Hay un dicho famoso en la Iglesia que dice: «De Roma viene lo que a Roma va». Esto es que el Papa recibe los informes de los obispos y actúa en función de eso.
De hecho, la mayoría del episcopado, las cabezas más altas, estaban todas complacientes con «el Golpe» y con lo que los militares hacían. Todos miraban para otro lado. En ese entonces creo que ni a Jaime se le hubiera ocurrido que Aramburu estaba negociando una isla y que la Marina la estaba usando para “tapar”a los detenidos. La isla era del episcopado o del arzobispado de Buenos Aires. Jaime seguía, pero como quien camina medio solo. Entre sus hermanos no tenía mucho apoyo. Más bien, lo criticaban.
La Conadep lo puso en foco, asumió y laburó con todo. Pero había empezado con sus dolencias. Se iba los domingos a Buenos Aires y volvía el lunes por la noche. Todas las semanas igual. Yo creo que nunca faltó a una reunión de comisión. Y si lo hizo fue porque estaba en un pre o post operatorio».

La Conadep

El presidente electo en democracia, Raúl Alfonsín, llamó a determinados ciudadanos con la misión de llevar adelante la investigación sobre la desaparición de personas de manera independiente y ad honorem. Así se formó la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) integrada por Ricardo Colombres, Dr. René Favarolo, Hilario Fernández Long, Carlos T. Gattinoni, Dr. Gregorio Klimovsky, rabino Marshall T. Meyer, monseñor Jaime F. de Nevares, Eduardo Rabossi, periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y el escritor Ernesto Sábato (presidente). Formaron parte, además, Santiago Marcelino López, Hugo Diógenes Piucill y Horacio Hugo Huarte, nombrados por la Cámara de Diputados de la Nación. La comisión creada por el primer presidente democrático después de la dictadura militar tuvo cinco secretarías a cargo de Graciela Fernández Meijide, Daniel Salvador, Raúl Aragón, Alberto Mansur y Leopoldo Silgueira.

Testimonios del horror

“La ausencia de Oscarcito nos obligó a entrar en un período de nuestra vida nunca imaginado, donde empezamos a utilizar otros elementos con un objetivo claro: que todos los que actuaron en apoyo de ese gobierno genocida paguen con justicia terrenal todos sus desmanes”, Oscar Ragni (Padre de Oscar Ragni, desaparecido el 23 de diciembre de 1976).

“Nuestros hijos viven en vos, en un obrero, en un estudiante; nuestros hijos viven en todos los que caminan por la calle. Los años pasan, pero no hay olvido”, Inés Ragni (Mamá de Oscar Ragni, desaparecido el 23 de diciembre de 1976).

“La madre de desaparecidos es aquella que está padeciendo un dolor igual que el nuestro, pero no es Madre de Plaza de Mayo. Serlo significa asumir el compromiso de nuestros hijos, seguir levantando sus banderas y ser fieles a nuestras consignas, intransigentes, pero primordiales para analizar la historia de 29 años de lucha que tenemos todas la Madres”, Lolin Rigoni, Madre activa de Plaza de Mayo.

“Mi lucha no tendrá fin hasta el día que exista justicia; eso es lo único que me dejará tranquila. Quiero una justicia formal que encarcele a todos los responsables y otra condena social, porque es fundamental para que la democracia siga creciendo”, Adriana Metz (Hija de Graciela Romero y Raúl Metz, desaparecidos. Y busca a su hermano que nació en cautiverio).

“A partir de ese momento uno empezó a darse cuenta que existía otro mundo: el infierno. Es traspasar una puerta y encontrarse con otro mundo en el que uno empieza a darse cuenta de la mentira, de los manoseos y de la bicicleteadas que nos hizo la fuerza de seguridad”, Susana Brescia (Esposa de Rodolfo Marinoni, desaparecido el 29 de setiembre de 1977).

“La dictadura no sólo destruyó la vida de las personas en su cuerpo, sino que destruyó las ideologías, los pensamientos y las redes solidarias. Hoy vemos que el no meterse es un proceso puramente del argentino. Éste es el país con dictaduras y consecuencias nefatas”. Noemí Alemani (vicepresidenta de la AProDH).

“No bajaremos la consigna hasta que exista justicia, de lo contrario la llevaremos a nuestra tumbas”, Inés Ragni, Madre activa de Plaza de Mayo.

“Había que juntar todas las fortalezas del mundo para superar situaciones límites que uno nunca se imaginó tener que enfrentarlas. Incertidumbre, angustia y el temor por saber dónde y cómo terminaría mi vida”, Oscar Radonich (detenido en ‘La Escuelita’ desde el 13 al 19 de enero de 1977).

“Después de la desaparición de mi esposo sentí que vivía prestada y de regalo, sólo para cuidar a los chicos. Mi vida se partió en dos y no la concebía sin él, porque era un presente ausente permanente. Estaba al lado mío, pero a la vez sentía un dolor inmenso por su ausencia. De todas maneras no quería morirme sino vivir, cuidar y acompañar a mis hijos en su crecimiento”, Serena Gutiérrez (Esposa de Rodolfo Teberna desaparecido el 16 de abril de 1977).

“Comencé a vivir con mucho temor y debí alejarme de Neuquén ocultándome en casa de compañeros y amigos solidarios. En medio de este clima me fui enterando diariamente de la muerte, detención y desaparición de compañeros, lo cual es algo que la sociedad nunca perdonará”, René Chávez (exiliada en México durante el Proceso).

“Mi exilio significó salir de las manos de la dictadura militar y encontrarme con un pueblo muy solidario”, Jorge Ruiz (Detenido desde junio del ‘77 hasta el 1 de junio de 1978, cuando se fue exiliado a México hasta el ‘86).

“El estar detenido genera climas inoportunos, sentimientos profundos y, sobre todo, momentos de soledad absoluta. Son momentos en que se ponen en juego las cosas más profundas de nosotros y donde el deseo de vivir es cada día más fuerte en busca de reafirmar nuestras convicciones y lograr una sociedad más justa”, David Lugones (secuestrado desde el 28 de marzo al 30 de diciembre de 1976).

“Como Hijos tenemos 10 años de lucha, pero son 30 de vida. Por eso nosotros miramos a las madres y las aplaudimos, porque ellas transitan desde hace 30 años por las calles en busca de la verdad, verdad robada de la manera más cruel”, Gervasio Díaz (Agrupación Hijos de Neuquén y Alto Valle).

“No existe un basta hasta que no hallemos la justicia. Inclusive, con justicia y habiendo logrado que los genocidas paguen en la cárcel hay que seguir porque hay mucho por hacer dentro de una sociedad en la que muchos no conocen su verdad, y otros hemos crecidos bajo el miedo y el silencio”, Paola Panizza (Agrupación Hijos de Neuquén y Alto Valle).

“Nunca pensé que llegaría a recordar los 30 años del Golpe en vida. Es recordar todo lo que nos pasó, pero también es celebrar todo lo que se luchó. Hoy en día no existen posibilidades de un nuevo Golpe, porque la lucha de muchos lo pudo y la mayoría del pueblo eligió el camino de la vida y no el de la muerte”. Rubén Capitanio (sacerdote amigo de Don Jaime de Nevares).

“Hablar del 24 de marzo es hacer referencia al parto de Juan Sebastián. A él lo parí con cinco tipos apuntándome con ametralladoras. Por un lado, me aferraba al pibe, que era sinónimo de vida y, por el otro, era estar rodeada de la muerte. Es recordar la impunidad y el estar a merced de estos locos de mierda que jugaron con nuestra vida y reafirmar que nunca más suceda un Golpe como el que sufrimos todos”, Alicia Luna (detenida desde el 9 de setiembre del ’75 hasta el 25 de enero de 1981).

“Para mis padres fue muy duro vivir y sobrellevar todo este proceso. Porque no sólo tenían un hijo desaparecido, sino que otro estaba exiliado”, Ricardo Fonseca (hermano de Juan Fonseca, desaparecido en el ‘78).


“Nunca más los militares van a volver, porque saben de la voluntad que hay del otro lado. Ellos hicieron desastres y mataron a cuantos se les cruzaron, pero hoy están donde deben estar”, Edgardo “Chicato” Caso (detenido el 18 de diciembre de 1975 y liberado el 18 de diciembre de 1981).

“Son 30 años los que se cumplen del Golpe de Estado de 1976. Son 30 años que aún hoy no son fáciles de llevar, porque cuando me ha tocado vivir situaciones difíciles me he preguntado: ‘¿Viejo, dónde estás?’, o también me ha tocado tirar una frase al aire diciendo: ‘Vieja, te quiero mucho’. Siempre es así, no logro acostumbrarme y despegar de mi conciencia la pregunta ‘¿por qué?’; porque mis viejos están desaparecidos”, Pablo Marcelo Hodola (hijo de Oscar Hodola y Sirena Acuña desaparecidos el 12 de
mayo de 1977).

“Son 30 años los que se cumplen del Golpe de Estado de 1976. Son 30 años que aún hoy no son fáciles de llevar, porque cuando me ha tocado vivir situaciones difíciles me he preguntado: ‘¿Viejo, dónde estás?’, o también me ha tocado tirar una frase al aire diciendo: ‘Vieja, te quiero mucho’. Siempre es así, no logro acostumbrarme y despegar de mi conciencia la pregunta ‘¿por qué?’; porque mis viejos están desaparecidos”, Pablo Marcelo Hodola (hijo de Oscar Hodola y Sirena Acuña desaparecidos el 12 de
mayo de 1977).

“María Paz fue la prolongación de mi vida; entonces, tener a mi hija en brazos era sinónimo de esperanzas, de que no todo estaba perdido y que tenía otro motivo por el cual estar bien, sana y seguir la lucha a pesar de la tortura psicológica”, Amalia Jara (detenida desde el 9 de marzo de 1976 hasta el 7 de enero de 1981).

“Uno permaneció con la esperanza de ver a mis padres siempre unidos. Fueron años de espera a que llegase el circo con ellos como partícipes, pero la realidad me los entregó por separado”, María Paz Caso (nació en la cárcel de Olmos, La Plata, el 28 de julio de 1976).

Viaje al más allá

Sin dudas fueron todas personas que entregaron testimonios fuertes. Duros. Testimonios que sirven para conocer de cerca una parte de la historia argentina que, para algunos, hasta ahora se resumían en comentarios o lectura de algún documento.
Hurgar en los testimos fue una experiencia increíble. Desde observar un documental o un relato, una parte de la historia se abrió ante la sola inquietud de realizar una pregunta. Todos los interrogantes fueron cubiertos sin necesidad de mirar para todos lados, por pensar que alguien los observaba, como sí ocurría por aquellos años oscuros.
Los testimonios recopilados confesaron los sufrimientos de los diversos episodios del horror. Sufrimiento que, en muchos casos, salió a la luz después de 30 años de una dolorosa quietud. Para la mayoría, fue llorar en presencia de recuerdos imborrables de una película que va en pleno retroceso.
Las décadas pasan y la justicia no llega. Los años van y vienen y los culpables siguen sueltos o encarcelados en sus propias viviendas.
Los entrevistados balbucearon, lagrimearon e instalaron su memoria en el más allá. Todos dejaron por varios instantes de mirar a los ojos sabiendo que la historia de su pasado más oscuro durante la última dictadura militar fue triste, pero interesante a la vez. Es que ellos viajaron en el tiempo y permanecieron, delante de ojos indagadores, atados y encapuchados. Sentían las repetidas descargas eléctricas, la falta de apetito, la mala higienización y por su mente no paraban de deambular las torturas psicológicas. También hubo quienes mientras contaron su historia se instalaron en las arduas caminatas por las comisarías y los más de 390 Centros Clandestinos de Detención en busca de un hijo, esposo, amigo o familiar que, entre el 24 de marzo de 1976 y diciembre de 1983, fueron víctimas de los “años de plomo”; víctimas de la historia más sangrienta de nuestro país.
Los años pasaron. Las respuestas no llegan. Las luchas no cesan. Las causas siguen estancadas. Los familiares piden por el esclarecimiento. Y los detenidos, secuestrados, hijos nacidos en cautiverio y familiares que sufrieron algún atraco indirecto continúan observando la misma película desde hace años sin ver la palabra crucial: FIN.
Todos ellos dejaron una enseñanza: lo peor del horror tocó en carne propia a los seres humanos; pero también que, de aquella época en adelante, nada malo puede entrar a nuestro mundo sin pedir permiso.


Pablo Truffa

Entre poesías y chicos

Presos políticos, desaparecidos e hijos escribieron sobre el Proceso militar. Los jóvenes se sumaron y dibujaron sobre lo que saben de aquellos años.

Madres-Coraje

A punto estuvo Dios de darse vuelta
para ver el horror y, más, para mirar la gesta
de las madres-coraje de la Plaza de Mayo.
Pero Dios, asido a su cayado,
prosiguió distraído por el espacio-tiempo.
Y es además sabido que mirar hacia abajo le molesta.
Sin embargo, las madres por su cuenta
enfrentando a los fríos asesinos,
prosiguieron con instinto divino
luchando, por la vida predispuestas.
A punto estuvo Dios… pero en la cuesta
de una galaxia a otra un viento repentino
lo habrá empujado fuera del camino
que, tal vez, lo acercaba a este planeta.
Las madres, cada día más alertas
al amor que a todo lo sufrido,
con sus pañuelos blancos adheridos
vencieron a la hora más siniestra.
A punto estuvo Dios…¿o estarías de fiesta?
Y no sintió los gritos, conmovidos.

Ricardo Fonseca (exiliado en México desde el ‘78
hasta 1984).

El reflejo de las palabras

Por Natacha Donadio

San Martín de los Andes > “De eso acá mucho no se habla, viste”. Aunque parezca mentira, estas palabras fueron pronunciadas por un joven en la ciudad de San Martín de los Andes, sólo unas semanas atrás. No fue hace 30 años, fue hoy. El joven se mostró sorprendido porque había leído en «Revista La Grieta» del mes de enero un recuadro donde se recordaba los 58 años que hubiera cumplido el 21 de ese mes Rodolfo Mario Teberna, nacido y criado en San Martín de los Andes, desaparecido en La Plata el día 16 de abril de 1977. Pocas palabras las de ese joven, pero que tanto dicen. Sí, pocas palabras, pero que alcanzan para pintar los rasgos de una sociedad –la que habita esta llamada aldea de montaña- regida sólo por los avatares superficiales y artificiales que inundan la vida diaria.
San Martín no es sólo turismo, lagos, nieve, asfalto y puentes. Los habitantes de este lugar deberían sentirse orgullosos no sólo por la limpieza de sus calles sino también porque entre su gente –hace no tantos años- surgió un hombre digno de ser recordado, tanto porque hoy forma parte de los 30.000 desaparecidos, como por su historia de vida, por los valores que defendía, por los objetivos por los que luchaba, por las acciones que realizaba en consecuencia con sus ideas.
Pensar, decir y hacer, con altruismo y humanidad, eso era «Fito» Teberna. La ausencia de información y de conocimiento sobre nuestro pasado reciente conlleva la involución de las personas; de eso dan cuenta palabras como las que abren esta reflexión.

1976, año del dragón

Va a nacer un dragón,
póngale cadenas a la madre.

Va a nacer un dragón,
maten al padre.

Va a nacer un dragón,
róbenselo.

Va a nacer un dragón.

«De cenizas entre cenizas de ceniza»
Juan Sebastián Villarreal, 2004.

La cárcel late
 
La cárcel late
el arte decora los muros de nuestra prisión
la cultura que nace de la tierra está proscripta
por métodos delicados como el desprecio
 
la cultura que no nace de la tierra
sirve contra nosotros
por ella los muros de nuestra prisión no parecen paredes
 
está prohibido que la tierra dé cultura
en la mente alien de la cultura que no nace de la tierra
la cárcel late en tu mente alien
y la cultura que no nace de la tierra no te dio corazón.

Juan Sebastián Villarreal, 2004.

«El cristiano»

Para el cristiano no hay cosas grandes
o cosas chicas.

Para el cristiano todas las cosas son grandes.

Pues para el cristiano no existen
cosas chicas o cosas grandes.

Sino hombres grandes y
hombres chicos.

«La fe»

La Fe: es aquello que me permite
seguir buscando
lo que no encuentro.

La Fe: es un ver cara a cara
en medio de una gran
oscuridad.

Fe: Capacidad de soportar las
dudas.

La Fe: No es tener luz plena, sino
tener la «luz necesaria» para
soportar la oscuridad.

(Escritos de Oscar Hodola, desaparecido en 1977)

Una semana de memoria

El recorrido comienza a las 20 desde el Monumento a San Martín.

Durante toda la semana, las diferentes organizaciones en defensa de los Derechos Humanos de Neuquén capital y el Alto Valle realizaron actividades recordando los 30 años del último Golpe militar iniciado el 24 de marzo de 1976.
Los eventos tuvieron lugar en toda la provincia, centrándose en esta ciudad. El inicio fue el domingo pasado con el evento artístico cultural desarrollado en el Monumento a San Martín, y continuó día a día con conferencias, charlas con testimonios personales, la visita de las Madres Activas de Plaza de Mayo por ciudades vecinas de la provincia y un recorrido por las instituciones escolares. El cierre será hoy a las 20 cuando dé comienzo la tradicional marcha convocada por los organismos de Derechos Humanos y organizaciones sociales y que estará encabezada por el lema: “A 30 años del Golpe genocida: por siempre juicio y castigo a los culpables”.
La concentración será en el Monumento a San Martín, para desde ahí dirigirse hasta a la Monumento a la Madre, pasar por el Comando del Ejército (Avenida Argentina entre Sargento Cabral y Antártica Argentina) y regresar al Monumento al general San Martín. Por último, ahí se realizará un acto en el que hablará un orador por cada grupo organizador.
“La convocatoria es solamente en recordación del 24 de marzo, en repudio al Golpe y al terrorismo de Estado implementado entonces y reivindicando a nuestros treinta mil desaparecidos y todas las victimas de aquel terrorismo”, expresó Oscar Ragni, integrante de la Corriente de Militantes por los Derechos Humanos.
“Los organismos reafirmamos que no hay otra movilización más que ésta y que cualquier columna que se desprenda de este recorrido, lo hará por su exclusiva cuenta y responsabilidad”, agregó.

Un día de actividades
La jornada de hoy estará centrada en los actos que servirán de recordatorio por los 30 años del Golpe. En toda la provincia se llevarán a cabo actividades de distintas índole.
Temprano habrá un acto en la localidad de Centenario, donde en la biblioteca popular Jorge Fonseca se recordarán aquellos “años de plomo”. También se realizarán actividades en Cutral Co y Plaza Huincul.
A media mañana, la movilización tendrá lugar en Cipolletti. El evento dará comienzo a las 11 y la concentración se dará en el lugar donde está el recordatorio a las víctimas del Golpe.

Descubriendo la historia del pasado

Neuquén > Las instituciones educativas de la capital neuquina trabajaron en la busca de la historia. «Son los chicos quienes tienen que descubrir lo que pasó en el país», dijo un docente. Esta labor, motorizó a los chicos quienes se interiorizaron por conocer más de cerca «la historia más negra de la Argentina», haciendo mención a los siete años del proceso militar.
Una de las actividades consistió en observar el documental «Historias cotidianas». Se trata de la película dirigida por Andrés Habegger y editada en 2001. La cinta cuenta la historia de seis hijos de personas desaparecidas durante la última dictadura militar de Argentina. Sus vivencias, recuerdos y sensaciones son relatadas desde el presente mientras el directorplantea un escenario humano atrapante.

Cutral Co espera su acto en la plaza central

Cutral Co - Plaza Huincul > El aniversario de los 30 años del golpe militar que tomara por la fuerza el poder en 1976, será recordado hoy en un acto central promovido por ambos municipios, que se llevará a cabo en lo que será la plaza de la Memoria, frente al hospital Complejidad VI a partir de las 10.30.
Ayer se realizaron actividades relacionadas con la conmemoración de la fecha. La Casa de la Cultura fue el lugar de encuentro para adolescentes que se sumaron al debate sobre el valor de la democracia; escucharon testimonios sobre los «años de plomo» y participaron de un recital de músicos locales, además de observar material fotográfico y bibliográfico sobre el periodo militar.
En el Concejo Deliberante de Plaza Huincul se realizó un emotivo homenaje al concejal Pedro Maidana, quien sufrió la detención por parte de los militares por su vinculación política.
“Nosotros los detenidos, los hijos y familiares de los desaparecidos hemos realizado charlas para mantener viva la memoria, relatamos hechos que nos han hecho sufrir y que asumimos como un sacrificio necesario e importante en esa etapa para poder dar lugar a la reciente democracia, hoy a 23 años con sus falencias y problemas se sigue manteniendo”, dijo Maidana al agradecer el homenaje.
Por su parte el edil por la UCR, Julio Tolosa, aseguró que se debe “reivindicar esa actitud de memoria de todo el pueblo argentino, comprometido para seguir manteniéndola” y agregó que “en el reconocimiento a usted, concejal, agradezco a todos los que se sacrificaron para que tengamos la democracia de hoy”.
El presidente del Concejo, Carlos Miguel, dijo: “Quiero pedir un homenaje y un reconocimiento, porque si revisamos la historia vamos a ver que había gente con una luminosidad intelectual que nos va a llevar mucho tiempo recuperar”, reflexionó.

Vecinos relataron sus vivencias

San Martín de los Andes > Como parte de las actividades en recuerdo de los 30 años del Golpe militar del 24 de marzo de 1976, se realizó en esta ciudad un panel de debate conformado por varios vecinos que expusieron sus experiencias durante los años del Proceso de Reorganización Nacional.
Bajo la denominación “Todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia”, y ante casi un centenar de personas que se dieron cita a la sala de la Biblioteca Popular 9 de Julio; se revivieron momentos muy duros y a la vez se compartieron historias vividas en la época de la dictadura militar.
El panel estaba integrado por la escritora Delia Boucau, quien contó los días en que fue detenida junto a un cura y dos maestras mientras trabajaba en la Escuela Albergue “Mamá Margarita”, ubicada en la zona de Pampa del Malleo a unos 30 kilómetros de Junín de los Andes. También hicieron lo propio Graciela Vicente, Stella Maris Solanas y Carlos Pérez, que en varias oportunidades fueron alojados durante varios días en los calabozos de Gendarmería, lo mismo que el matrimonio conformado por María Luján Gómez y Eduardo Ubaldini., quienes ante la imposibilidad de poder trabajar debieron emigrar a México con sus hijos; y que después de 25 años retornaron a San Martín de los Andes. Más trade fue el turno de Eduardo Buamscha, que en esa época era diputado provincial por el peronismo, y contó su odisea que incluyó detenciones en Bahía Blanca y en la cárcel de Rawson, Chubut, hasta su liberación y posterior exilio en México.
Por su parte, el doctor Tomás Rodríguez hizo pública una nota presentada al Concejo Deliberante solicitando que se coloque el nombre de Rodolfo Teberna a una calle o lugar de la ciudad; como homenaje al único sanmartinense desaparecido durante la dictadura militar.
En cuanto a las actividades, hoy desde las 11 está prevista la proyección en el salón de usos múltiples del Barrio El Arenal del video “La última marcha” de las Madres de Plaza de Mayo, y el panel de debate “Tiempos de dictadura en la vida cotidiana”. Ambas actividades se reiterarán a las 19. El cierre será a partir de las 20 cuando actúen grupos locales en homenaje a los desaparecidos, y se leerán poemas y adhesiones.

El triunfo de la persistencia

El rock argentino era considerado como un acto colectivo que debía ser censurado. A pesar de las prohibiciones, la mayoría de los cantantes logró sobrevivir al Proceso.

Siempre se dijo que cuando el mundo se acabe, los artistas están destinados a salvarlo, porque el arte persiste a lo largo de los años. La razón puede encontrarse en cada una de sus formas que permiten expresar los sentimientos del hombre o eternizar un hecho histórico, una figura, próceres, lugares y escenas de la naturaleza, entre otras tantas opciones.
Pero hay una de todas estas posibilidades que siempre se vio vulnerada y perseguida por quienes detentan el poder: la canalización del derecho a la libertad de expresión. Por lo general, quienes tomaban este derecho como una herramienta de trabajo eran censurados o criticados desde ciertos sectores, que impiden que alguien manifieste su forma de concebir el mundo, que denuncie hechos que permanecen ocultos o que critique situaciones de la sociedad.
Algo similar sucedió en la década de los ‘70 y que se profundizó cuando la Junta Militar dio su trágico Golpe de Estado el 24 de marzo de 1976. La música, corporizada en su manifestación más rebelde hasta ese momento que era el rock, y cada uno de sus intérpretes sufrieron varios intentos de silenciamiento en los que la prohibición y el exilio eran cada vez más frecuentes. Y aun así, a pesar de las persecuciones, tanto los que se quedaron como los que se vieron obligados a viajar a otro país, seguían luchando a través de las letras de sus composiciones. Y fue, por esta valentía de no callarse, que muchos de ellos se mantienen en vigencia.

Crecimiento
A medida que se fue acentuando el clima de lucha social y que las Fuerzas Armadas comenzaban a ganar una mayor presencia al comienzo de los años 70, algunos compositores comenzaron a incorporar en sus repertorios canciones con connotaciones políticas de carácter testimonial, a las que se llamó «canciones de protesta». El trabajador, el idealista, el que no quería quedarse con la historia que le contaban y el que se oponía al sistema eran figuras predominantes. Apuntaban a demostrar al mundo que existía un grupo que sentía que las cosas debían cambiar y que no era una mera ilusión de una minoría.
Pero toda forma de reunión colectiva era peligrosa y, por lo tanto, debía ser controlada. El rock, en los peores momentos del régimen, no tardó en ser víctima de la represión. No sólo se prohibieron los grandes recitales, sino también las actuaciones por la televisión y la radio que, al igual que la industria discográfica, fueron cuidadosamente censuradas, debido a la «búsqueda de pruebas de subversión». De esta manera, los músicos debieron movilizarse de forma cautelosa y a apelar a recursos de la poesía para que sus mensajes en sus letras pasen para los censores desapercibidos, por decirlo de alguna manera.
Pero la música no dejaba de escucharse. La cantidad de las pequeñas salas en míticos bares, e incluso las que existían en las casas de los propios artistas, aumentaba con el transcurso del tiempo. Cada vez tenían más público y aparecían más agrupaciones, que tomaban la posta que habían dejado las precursoras del género.

Medidas
¿Cómo se podía apaciguar semejante crecimiento? Una forma fue la tristemente habitual represión y encarcelamiento, con la que desaparecieron muchos de los que exteriorizaron sus ideales y con la que otros debieron exiliarse. Pero había un método mucho más eficaz, que vino de la mano del cine y que enaltecía la figura del muchacho correcto, familiero y que no andaba en cosas raras. Este nuevo ser era el eje de las comedias familiares y las de acción, donde las fuerzas del orden eran representadas como alguien que estaba para el bien de la sociedad, dispuesta a ayudar al ciudadano.
Las canciones solían cantarle al amor per se. No había críticas sociales y todo apuntaba al rescate de los valores sociales que «parecían» haberse perdido. Y, al igual que sucedía en la gran pantalla, si la persona era un buen samaritano si había algún problema, éste tenía una rápida solución.
El clima reinante no era propicio y eran pocos los medios que se animaban a darles voz a los «muchachos de pelo largo». Todavía impactado por el fenómeno de The Beatles, Juan Alberto Badía, desde su «Imagínate» le dio espacio al rock y a todas las nuevas corrientes del tango y el folklore. Pero no era el único, y muchos otros, con más o menos compromiso, se iban sumando a la ola que estaba en contra de la censura de cualquier tipo.
Aún así, la Junta de Comandantes Generales reprimía con la pena de reclusión por tiempo indeterminado «…al que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo».

Triunfos
Luego del Mundial de Fútbol, la Argentina musical se llamó al silencio. Los pequeños espacios se habían quedado en eso y la «Fiebre del sábado a la noche» y lo disco inundó las tiendas discográficas. La discoteca reemplaza al recital. El baile sustituyó al canto y el inglés, al castellano. Los rockeros habían perdido la batalla.
Los años pasaban y el agobio del pueblo, paradójicamente, iba in crescendo. Una situación que se hizo explícita cuando en una contradictoria pero masiva convocatoria en Plaza de Mayo anunciaba que el país entraba en guerra.
La toma de Malvinas significó para el rock nacional la posibilidad de su difusión masiva en los medios audiovisuales que hasta entonces le habían negado sus espacios. Ante la decisión de las autoridades de no transmitir más música en inglés, las radios debieron apelar a la música que desde hacía años esperaba ser reconocida.
Muchas figuras recuperaron sus lugares. Los conciertos habían vuelto y los artistas se convirtieron en virtuales aspirinas para tantos dolores de cabeza. Y por ello, su presencia fue fundamental cuando la democracia recuperó su lugar, tras seis años de estar ocultada.

“Los dinosaurios”
(Charly García)

Los amigos del barrio pueden desaparecer,
los cantores de radio pueden desaparecer.
Los que están en los diarios pueden desaparecer,
la persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire
pueden desaparecer en el aire.
Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle (...).

“Retrato”
(Mercedes Sosa)

De amplia miel
Era su corazón en agraz
Y su boca locuaz
Como un viento fluvial
La corriente total
De su sangre en acción
La arrastraba en turbiòn
Convencido y caudal
No fue extraña al telar
Por la usina pasó
A la greda volvió
Regresó de la mar
Y a mi lado durmió (...).

“Inconsciente colectivo”
(Charly García)

(...) Mamá la libertad, siempre la llevarás
dentro del corazón
te pueden corromper, te puedes olvidar
pero ella siempre está.
Ayer soñé con los hambrientos, los locos,
los que se fueron, los que están en prisión
hoy desperté cantando esta canción
que ya fue escrita hace un tiempo atrás.
Es necesario cantar de nuevo,
una vez más.

“Como la cigarra”
(María Elena Walsh)

Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui, solo y llorando.
Hice un nudo del pañuelo, pero me olvidé después que no era la única vez y seguí cantando.
Cantando al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra (...)

“La historia ésta”
(León Gieco)

Alguna vez sentiste mucha gente
tener quebradas sus fuerzas
O alzar del suelo un poema
que guardaba en un rincón
de su inocencia (...)

“Todavía cantamos”
(Víctor Heredia)

Todavía cantamos, todavía pedimos,
todavía soñamos, todavía esperamos;
por un día distinto,
sin apremios ni ayuno,
sin temor y sin llanto,
porque vuelvan al nido
nuestros seres queridos.
Todavía cantamos, todavía pedimos,
Todavía soñamos, todavía esperamos (...)

“Ayer nomás”
(Moris)

Ayer nomás
Mis familiares me decían
Que hay que tener
Dinero para ser feliz.
Hoy desperté,
Miré la calle y vi la gente.
Y es todo gris y sin sentido
La gente vive sin creer (...)

Engañados por la redonda

El Mundial ‘78 fue la mejor pantalla que usaron los militares para matar, mientras millones de argentinos estábamos «idiotizados» con la Selección de Menotti.

Por Silvio ricci

Aquel 1 de junio de 1978 quedó grabado en la memoria de cada uno de nosotros como «la mejor fiesta de inauguración de un Mundial». Y obviamente que para los que en esa época éramos chicos (10 años en mi caso) todos esos comentarios fascinantes que salían de nuestras bocas al otro día en el cole eran metidos en nuestras cabecitas por la propaganda gubernamental de aquella época, que nos bombardeaba con cortos publicitarios alusivos a esa «fiesta» del fútbol del cual éramos anfitriones por primera vez en la historia, el Mundial de 1978. ¿Y quién no recuerda la pegadiza «25 millones de argentinos jugaremos el Mundial...»?
Una Copa del Mundo que se ganó -¿en buena o mala ley?- a esta altura del partido ya no importa, hay cosas mucho más importantes que rescatar de aquellos años tortuosos para nuestro país.
Y ahora, 30 años después de esos oscuros momentos, y uno se hace cargo, muchos nos damos cuenta o descubrimos lo que fue aquella farsa futbolística. Da vergüenza, ¿no?

Desborde popular
¿Qué pasaba por la cabeza de los argentinos en aquella época? Sin dudas, por la mayoría y sobretodo de los más chicos, lo único que existían eran los goles de Kempes, las atajadas de Fillol, los cabezazos de Passarella. Todo era fútbol para el «pueblo futbolero argentino». ¿Todo era fútbol?
Desgraciadamente, varios años después pudimos ver que no. Que la fiesta era de los «milicos» que asesinaban y torturaban a miles de compatriotas a escasos metros del «Monumental, remodelado por la trilogía Videla-Massera-Agosti».
Se le ganó la final a Holanda y todos a la calle, locos de contentos. Y pensar que más de uno habremos pasado por la casa de alguna familia destrozada y ni nos dimos cuenta. Éramos corderitos hipnotizados. Los más chicos, y no es excusa, no sabíamos nada, y nuestros padres, ignorantes del tema o temerosos de hablar, jamás nos contaron la verdadera historia. Pase de factura.
La perversa inteligencia de los militares fue casi perfecta ¿?, y sí, si tuvieron a millones de personas embobadas durante casi un mes (y sólo refiriéndome al Mundial) con una pelotita.
La memoria de aquellos años no se nos borra, como tampoco, de ahora en más no se nos deben olvidar las caras de los «milicos que vendieron y mataron a la Nación».

Los 26 deportistas desaparecidos
durante la dictadura militar

Miguel Sánchez (atletismo)
Daniel Schapira (tenis)
Carlos Alberto Rivada (fútbol)
Santiago Sánchez Viamonte (rugby)
Otilio Pascua (rugby)
Pablo Balut (rugby)
Mariano Montequín (rugby)
Hernán Roca (rugby)
Jorge Moura (rugby)
Rodolfo Jorge Axat (rugby)
Alfredo Reboredo (rugby)
Luis Munitis (rugby)
Marcelo Bettini (rugby)
Abel Vigo (rugby)
Eduardo Vavajas (rugby)
Mario Mercader (rugby)
Pablo Del Rivero (rugby)
Enrique Shorton Sierra (rugby)
Hugo Lavalle (rugby)
Julio Álvarez (rugby)
Ricardo Posse (rugby)
Negro Cordero (rugby)
Ricardo Dakuyaku (rugby)
Ricardo Omar Lois Navarro (rugby)
Carlos Williams (rugby)
Daniel Eliabe (rugby


 

 

 


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