A un año del tsunami
Sueños entre los escombros

 
 
9.24. Algunos de los primeros
integrantes del RIM 21 en llegar
a la cumbre.
Pese a que la mayoría lo perdió todo, en Indonesia la gente sigue luchando por reconstruir lo que alguna vez los hizo felices junto al mar.


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Por Frank Brandmaier

Nada más en Banda Aceh hubo más de 120 mil casas destruidas por el maremoto.

Banda Aceh/Phuket (dpa) > La gente lo llama soñador, y puede que lo sea. «Venga para aquí», dice y camina a paso firme en dirección a la costa. «Aquí estaban mis bungalows, y aquí los volveré a construir».
Entre suaves dunas amarillas, Joel, que en realidad se llama Zulfitri, quiere volver a instalar sus cabañas turísticas. A sólo unos metros de allí, el mar acaricia la playa con olas muy suaves y una cadena de colinas con árboles limita la amplia bahía. Un bosquecillo de cocoteros se mece con la brisa. El lugar en el que el hombre de 32 años quiere empezar de nuevo es un paraíso. Pero hace un año, aquí, en Lampuuk, a media hora en coche de Banda Aceh, se vivía el mismísimo infierno.
Quien sobrevivió a aquel 26 de diciembre de 2004 en la punta Norte de la isla indonesia de Sumatra nunca lo olvidará. Fue un domingo. Los mercados estaban repletos de compradores. Algunas personas estaban relajadas en sus casas. Y los pescadores, en el mar, que los alimenta. Entonces, la tierra se rebeló delante de la costa y se sacudió con una violencia inimaginable. En las profundidades del mar se levantó el suelo y envió una ola a velocidad de avión a realizar un viaje de Este a Oeste que culminó como asesino al llegar a tierra: la ola midió 30 metros de altura en Aceh, según calcularon los expertos.

Más pequeña
Bastante más lejos, en Tailandia y Sri Lanka, la ola fue más pequeña, pero también allí causó sufrimiento y destrucción.
Indonesia es el país más afectado. Pasaron meses hasta que se calcularon las cifras de víctimas. Se estima que hubo en torno a 170.000 en Banda Aceh. Un tercio de la capital de la provincia fue borrado. A lo largo de la costa de Ulee Lhue, el barrio de Banda Aceh más cercano al mar, durante meses reinó el silencio. El balance para el Norte de Sumatra fue de 120.000 casas destruidas o dañadas, a las que se sumaron casi 370 clínicas o centros médicos, más de 2.220 escuelas y 1.500 puentes. Los daños se estimaron en 3.800 millones de euros (4.500 millones de dólares).
Joel tuvo suerte. En el momento de la catástrofe estaba en el Sur de Italia, donde trabajaba en turismo. «Salvo un hermano, los perdí a todos», relata Joel, y parece tímido por primera vez. Luego vuelve a su tema favorito: «Actualmente, hay 5.000 extranjeros en Aceh, y ellos también quieren relajarse por fin». Comenzará con cuatro o cinco bungalows.
Los extranjeros a los que se refiere Joel son aquellos que llegaron a Sumatra por encargo de organizaciones y agencias internacionales. La agencia de reconstrucción indonesia BRR calculó a fines de noviembre que hay más de 400 organizaciones diferentes. Todas quieren ayudar, todas quieren contribuir a recuperar la región afectada por la catástrofe y todas tienen mucho dinero. Todo el mundo donó más de 7.000 millones de dólares (5.800 millones de euros) para los proyectos de reconstrucción.

Reconstruirlo todo
Un año después del tsunami los comienzos parecen vacilantes, pero no pueden dejar de percibirse. Donde el poderoso puño del agua sólo había dejado los esqueletos y fundamentos de las casas, se aprecian ahora varias obras. Pequeños asentamientos de diversos colores y estilos se levantan en diferentes sitios.
La naturaleza, cubrió con su manto verde los escombros. Sobre él crecen flores salvajes de color azul. En el centro de la capital provincial ya no se nota el desastre. En el mayor mercado de Banda Aceh, las tiendas, que hasta hace poco estaban vacías, vuelven a ofrecer sus productos.
No todos tuvieron la suerte de adquirir una de las 15.000 casas nuevas levantadas hasta comienzos de diciembre. Según la BBR, hacen falta 120.000 alojamientos para que todos los desamparados vuelvan a tener un techo bajo el cual dormir.
Como Sukiya Hadi. El hogar de su familia es una tienda de campaña, que tras meses de sol ardiente y lluvias está sucia y gris. Ciento setenta de los habitantes de su pueblo - de los 2.700 que vivían allí, el tsunami se llevó a la mitad - viven en estas condiciones. En los estrechos pasillos entre las carpas, se acumula la basura. Las personas se lavan en una fuente pública. Todo el mundo lo puede ver.
«Muchas organizaciones de ayuda pasaron e hicieron preguntas, pero ninguna regresó», relata el jefe del pueblo Hadi. «Aquí nos va bastante mal. No sabemos a quién nos tenemos que dirigir».
Quienes tienen que valorar la reconstrucción en Indonesia se encuentran ante la pregunta de si el vaso esta medio lleno o medio vacío. «En cuanto a la cantidad de casas construidas, aún queda mucho por hacer. Todos nosotros deseábamos más», dice un alemán, que conoce muy bien la situación en Aceh. «El plan era demasiado optimista».
Por otra parte, Indonesia y la comunidad internacional tuvieron que enfrentarse a una catástrofe sin precedentes. Los pueblos no pueden reconstruirse allí donde estaban porque el suelo se convirtió en lodo. Los propietarios de los terrenos están muertos o desaparecidos. Las escrituras desaparecieron con el agua. La infrastructura está completamente destruida. La mayor parte de los funcionarios administrativos murió en el tsunami. «Esto no es una carrera, es una maratón», dijeron ya hace meses los cooperantes, que conocen muy bien las inhóspitas condiciones en la zona.
Además, Aceh era una zona en crisis ya antes de la catástrofe. Un foco de conflicto ardiendo entre los soldados del gobierno y el movimiento separatista Aceh Libre (GAM). Si el tsunami trajo algo bueno, es el fin del derramamiento de sangre. A mediados de agosto, ambas partes firmaron un acuerdo de paz. Hasta fin de año, los rebeldes entregarán sus armas. A cambio, el gobierno en Yakarta retirará a más de 21.000 fuerzas de seguridad de la provincia.
Cuánto más sencillas parece las cosas en Tailandia. La ola asesina tocó el sudoeste, una de las zonas turísticas más lucrativas del reino en temporada alta. Aproximadamente la mitad de los 5.400 muertos oficiales eran turistas extranjeros.
En comparación con Aceh, los daños aquí parecen menores. En la isla de Phuket, ya pocos meses después de la catástrofe las huellas habían desaparecido. Pero en torno a Khao Lak, unos 50 kilómetros al norte de Phuket, aún permanecen.

Resignación
También allí hay quienes no se resignan, o no pueden hacerlo, como Joel en Aceh. Vitya Chakrabandhu es uno de ellos. Justo seis semanas antes del tsunami, había abierto su lujoso «Le Meridien Beach & Spa Resort». El hombre de 62 años se salvó por poco, pero perdió a una de sus cuatro hijas. Nunca pensó en levantar su hotel de 240 camas en otro sitio a causa de la catástrofe. «Hubiera sido demasiado fácil», dice el empresario y fuma un cigarrillo. Y lo construyó en Khao Lak, en el mismo lugar en el que estaba antes.
Nada en el hotel de Vitya recuerda las horas dramáticas de hace un año. Invirtió alrededor de 18 millones de euros (unos 21 millones de dólares) en reconstruir el lujoso alojamiento. Mientras tanto, los turistas vuelven a reunirse en la playa con forma de hoz, y sólo la altura de las palmeras indica que fueron plantadas allí hace no demasiado tiempo. Y Vitya tiene más sueños. Quiere ampliar el hotel, pero en 2006. Y no teme a un nuevo tsunami. «Estas cosas sólo ocurren una vez en la vida».

La obra del cambio climático

Por josé pablo lópez

Madrid (dpa) > Graves desequilibrios climáticos caracterizaron el año meteorológico 2005, con catastróficas lluvias, huracanes y tifones, y, al mismo tiempo, fuertes sequías y anomalías térmicas que parecen confirmar que el planeta se halla en pleno cambio climático.
Hoy casi nadie niega el cambio climático. Sólo falta saber cuándo y cómo ocurrirá. Para la Agencia Europea del Medio Ambiente, «importantes cambios en el clima y sus impactos son ya visibles globalmente y se espera que se vuelvan aún más pronunciados».
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el calentamiento global estaría contribuyendo ya a más de 150.000 muertes y cinco millones de enfermedades por año en todo el mundo, balance que podría duplicarse en 2030.
El primer estudio de la OMS sobre el impacto del cambio climático sobre la salud, firmado por científicos de la Universidad de Wisconsin, afirmaba en octubre que el cambio climático está elevando ya las cifras de malaria, desnutrición y diarrea en el mundo.
«Los más vulnerables al cambio climático no son los responsables de causarlo», apuntaba el jefe del estudio, Jonathan Patz. Datos publicados en noviembre por la OMS culpaban al incremento de las temperaturas y a las lluvias torrenciales en el sur de Asia del peor brote de dengue en muchos años, que infectó allí a 129.000 personas y mató al menos a mil.
La OMS no descarta una vinculación climática al surgimiento y propagación de enfermedades como el sida, la neumonía atípica (SARS) o la gripe aviar, que amenaza al mundo con una pandemia antes de marzo próximo, al iniciarse la primavera europea.
No hay región del mundo que sea menos vulnerable que las demás: el cambio afecta a todo el planeta, desde el Artico hasta la Antártida, del Himalaya a los Andes. Y ese cambio, el más brusco experimentado por la Tierra los últimos milenios, obliga a la humanidad a una rápida adaptación, so pena de perecer como los dinosaurios.
Lo más obvio: el planeta se calienta cada vez más rápidamente, pudiendo aumentar la temperatura hasta fines de esta década en hasta cuatro grados centígrados, advertía el Instituto Max Planck de Meteorología, en un estudio publicado en septiembre pasado en Hamburgo.
Mientras mediciones científicas constatan ya desde hace cuatro años un retroceso de los hielos en la Antártida y el Artico, el nivel de los mares podría elevarse en los próximos años en una media de hasta 30 centímetros. Se trata «del cambio climático más fuerte que se ha producido en la Tierra en los últimos millones de años», según el científico alemán Harmut Glassl, del Instituto Max Planck.
Los años 1998, 2002, 2003 y 2004 han sido los más calurosos de que se tiene registro. En 1993 desapareció la décima parte de los glaciares alpinos, la reserva de agua dulce de Europa y fuente de sus ríos históricos, y los glaciares suizos están condenados a desaparecer en 75 por ciento hacia 2050, según el último informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA), publicado a comienzos del mes de diciembre.
Esto amenaza con la desertificación de Europa, un continente donde los niveles de vida se han incrementado en los últimos decenios, con mejoramiento de los índices medioambientales, mientras los registros acusan inquietantes cambios.
En los últimos 100 años, mientras las temperaturas medias globales subieron en 0,7 grados C, en Europa se incrementaron en cerca de 1,0 grado, debiendo subir de 1,4 a 5,8 grados hasta el año 2100. Las precipitaciones se incrementaron en el norte de Europa entre 10 y 40 por ciento entre 1990 y 2000, mientras en el sur del continente - Grecia, Italia, España- bajaron en 20 por ciento.
Asimismo, el régimen de precipitaciones se ha incrementado en Europa central, con riesgo de inundaciones, aunque el volumen de descarga de los ríos europeos haya disminuído a lo largo del siglo XX en el sur, mientras se ha registrado importantes aumentos en el norte del continente.

 

 


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