Un ascenso con espíritu de festejo

 
 
9.24. Algunos de los primeros
integrantes del RIM 21 en llegar
a la cumbre.
140 integrantes del Regimiento de Infantería de Montaña 21 hicieron cumbre en la cima del volcán Copahue para festejar el año desde la reapertura de la unidad.


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El grupo, del cual formó parte el intendente de Las Lajas Néstor Baiz, hizo cumbre a las 9.20 del lunes. Hubo alegría, discursos y hasta el Himno.

Neuquén (Enviado especial) > En sólo cuestión de un instante, el viento no era tal. El cansancio, un mero recuerdo olvidado. El tiempo no se detuvo, pero dejó de importar. El hito fronterizo, ubicado en la cima del volcán Copahue -a 3.000 metros sobre el nivel del mar, parecía dejar de lado su función formal para ser un cómplice que cacheteaba las mejillas haciendo reaccionar un alma que aún no caía en el momento.
Fue entonces cuando la vista ganó la batalla encarnizada con el resto de los sentidos, hasta reducirlos a cenizas. Mientras los 140 integrantes del Regimiento de Infantería de Montaña 21 de Las Lajas se acomodaban para la ceremonia, volcanes como el Domuyo, Lanín y Tromen en Argentina y Lonquimay, Callaqui y Antuco en Chile se prestaban en una postal privilegiada. Pero la imagen sólo supo combinarse con una enorme paz de ánima al observar esa increíble laguna turquesa ubicada metros debajo del hito. La nieve que potenciaba el increíble color del agua fue un disparador de sensaciones. Fue allí donde el alma se embargó del creíble sentimiento de que todo es posible. Es allí donde hasta se siente que la paz en el mundo puede dejar de ser una utopía para transformarse en realidad.
El objetivo de llegar a la cumbre estaba cumplido. Para todos y cada uno de los 140 integrantes del RIM 21.

Preparativos
El 21 de diciembre de 2004, 21 integrantes del RIM 21 hicieron cumbre en el volcán Copahue para festejar la ansiada reapertura del Regimiento, tan esperada por una localidad que supo cortar rutas cuando el entonces ministro de Defensa Jorge Domínguez decidió cerrarlo.
El festejo por cumplirse un año desde la reapertura implicaba un desafío mayor. Esta vez, irían todos. O casi todos. Salvo el personal que quedó de guardia, el RIM 21 realizaría el ascenso al volcán para celebrar los 365 días desde la reactivación de la unidad militar. Oficiales, suboficiales y soldados voluntarios, buscando la cumbre para reafirmar el espíritu de cuerpo.
Sin embargo, no era una tarea sencilla. El físico, el clima y la propia montaña aún indócil por estos tiempos, ofrecían lo suyo. El pasado domingo por la tarde, en Las Lajas, el sol parecía empecinado en destrozar lo que tuviera a su alcance. Una gran cantidad de vehículos estaba alistado en la tranquilidad del escondido RIM 21 para partir. Detrás de la hilera, se escondía un viejo colectivo Mercedes Benz (“la aceituna”) que ya ni siquiera festeja su cumpleaños. Con la enorme leyenda de “RIM 21”, guardaba aún un espacio vacío, junto a un simpático mendocino, el sargentino primero de infantería Gustavo David Ortiz.
Lentamente, el vehículo comenzó a desandar la marcha hacia el refugio militar de Copahue. Buscando ayuda casi metafísica, el motor no se resignaba y embestía con fuerza las subidas pese al obstáculo de los arreos. Los termos y termos de mate, ese fiel amigo capaz de adaptarse a los contextos más diversos, armonizaban el paso lento de los kilómetros. Poco menos de tres horas después, el viaje era una cuestión del pasado.
Mientras el viento adelantaba su presente, los 140 hombres perfectamente alineados escuchaban la bienvenida e instrucciones del teniente coronel Rubén Palomeque. Las viejas instalaciones del refugio militar, sufriendo todavía los efectos del invierno, servirían para pasar la noche. El grueso del regimiento se alojó en la clínica abandonada, mientras que una pequeña casita -que durante el invierno sufrió la rotura de un caño provocándole serios daños- servía como nuestro alojamiento. Con madera por donde se viera y un par de habitaciones que aún guardan el recuerdo de sus épocas de gloria, la pequeña casita de dos plantas fue el refugio por unas horas. En una pequeña pieza, junto al sargento ayudante Ricardo Olivera y el cabo Cristian Sandoval comenzaron los preparativos para lo que vendría.
Algunos eligieron descansar unas horas. Para otros, la pasión fue más y no pudieron obviar seguir minuto a minuto lo que sucedía allá lejos, bien lejos, en una Bombonera que resumía los deseos de una gran parte del país. Si algo se podía pedir para intentar refrescar un cuerpo no apto para lo que vendría, era que el partido no excediera el 0 a 0. Pero no. Goles, penales y más penales. Cada uno con su grito. Gritos que retumban en los viejos pisos de la casita. Gritos para una mente que necesitaba relajarse.

Arriba
El anticipo no quita el dolor. Sabido era que a las 3.30 había que estar arriba. Ni un minuto más. Ni un minuto menos. Pero de nada servía el anuncio. Cuando el reloj decretó el tiempo exacto, la precisión y la velocidad de estos hombres para volver a activar una mente que soñaba con aventuras de ciencia ficción eran asombrosas. Otros, apenas podían ajustar los viejos cordones de los borceguíes.
En poco menos de veinte minutos, la mochila para partir estaba lista. La que quedaba también. Y la ropa, ajustada y preparada meticulosamente. Mientras el cuerpo intentaba acomodarse a ese cuerpo extraño y dificultoso que eran los borceguíes, bajar las diminutas escaleras era un inconveniente.
La pregunta por el partido fue casi de rigor. Casi como un hola adaptado a la dificultad del horario. Era claro que tantos gritos -especialmente el extendido del final- habían anunciado la obtención de la Copa Sudamericana.
Por ese entonces, el mate cocido y un pedazo de pan se combinaban con pensamientos peligrosos, ayudados por el viento helado que entraba por un agujero de la ventana. Es que un ascenso siempre implica un desafío. Y ese desafío crece desmesuradamente cuando el cuerpo, la experiencia y la indumentaria son aliados de la montaña. Y enemigos personales.

Historia
La historia del RIM 21 arrancó allá por 1937, cuando el entonces ministro de Guerra, el General Basilio Pertiné creó la guarnición militar en Esquel. Y el 19 de agosto, se designó como “fuerza expedicionaria” a un destacamento de montaña sur.
Poco tiempo después, el destacamento de montaña sur, adquirió la denominación de Regimiento de Infantería de Montaña reforzada 21. Con el tiempo, se dividió en batallones y el primero de ellos comienza sus actividades en 1948 en Zapala. Poco más de diez años después, se transforma en Regimiento y en 1964 se inicia el traslado a la localidad de Las Lajas.
La historia pesa. Siempre. Y para este grupo de integrantes del RIM 21, lo sucedido en el tiempo con su regimiento es un pensamiento latente en los momentos previos a la ascensión.

Atención
Cuando la orden llega, se cumple. No hay vueltas. Y cuando llegó la hora de partir, el reloj apenas marcaba las 4.30. El convoy partió lentamente hasta el punto de inicio, lo cual no llevó mucho tiempo. Apenas unos siete minutos.
Bajar del vehículo fue, seguramente, el paso definitivo de la inconciencia a la conciencia de la situación. De repente, lo que venía dejó de ser palabras para transformarse en una realidad que ofrecía dos alternativas: disfrutar o sufrir. Ninguna de las alternativas permitía la elección propia. Todas dependientes de una serie de variables que no jugaban precisamente a favor.
Una inmensa luna intentaba ofrecer una mano para quienes no teníamos linterna. Sólo la potencia del geiser cortaba la paz en una noche tan tranquila como cerrada. Los primeros pasos comenzaron así, sin mediar palabras. Delante de la patrulla de rescate y llevando los borceguíes prestados entre un barro que no se observaba. Bien atrás de la columna de 140 hombres que encabezaban los dos guías y el Teniente Coronel Palomeque.
Mientras la mente trabaja a su gusto, alguien recordó alguna riesgosa escena de “Límite Vertical”, la película de 2000 de Martin Campbell. Fue más nafta para el incendio de una mente que ya estaba en llamas.
Doscientos metros después de una tranquila pero invisible caminata, llegó el momento de la detención. Del inicio oficial de la travesía. En una línea333
recta perfecta, que no permitió que el terreno conspirara en su contra, los 140 integrantes del regimiento escucharon las palabras del Teniente Coronel.
El agradecimiento a Dios se mezcló con un “el éxito de la misión implica que regresemos todos sanos. La cumbre se asegura acá, de regreso”. Palabras inspiradoras para un grupo de gente entrenada para la ocasión. Palabras duras para un acompañante ocasional.

Allá vamos
Mientras la cámara se negaba a iluminar tanta oscuridad, aparecieron los primeros manchones de nieve. Los primeros indicios de luz natural permiten asombrarse con el contexto. Mientras las piernas todavía transitaban por terrenos duros físicamente pero sin peligro alguno, la mente absorbe centímetro a centímetro un paisaje indescriptible. Palabras que pueden lanzar meros indicios, pero nunca transcribir la sensación de sentirse libre. Libre en serio.
El cuerpo relajado así como la mente disfrutaban del entonces paseo mágico, aunque con rigurosidad militar (por supuesto). No duraría mucho. Menos de una hora después del inicio, llegaron las complicaciones. Ya no era una cuestión de caminar con ganas, actitud y fuerza.
La nieve tiesa e impenetrable era producto del frío nocturno. Ni siquiera la potencia de los borceguíes conseguían hacerle daño. Nada. Fue entonces cuando asomó un enorme manchón de nieve. Ya no con una leve pendiente. Había llegado el tiempo de caminar por pendientes tan pronunciadas como peligrosas (“no revisten dificultad”, aseguró el Teniente Coronel en comunicación con LU5 desde la cumbre, destrozando mi pequeño orgullo para vencer las dificultades).
El cuerpo entrenado, con pasos bien cortitos, la ayuda del bastón y la mente en calma, la veía como una circunstancia necesaria. El cuerpo no entrenado, con pasos enormes e inseguros, el encariñamiento casi patológico hacia el bastón, la veía como un preludio de un final no acertado.
Mientras la columna parecía caminar como si nada, la distancia con el hombre más cercano se fue extendiendo y extendiendo. El cuadro visual enfocado sólo en el próximo paso impedía pensar en el riesgo (“una caída depende de donde termines. El problema es si terminás en una piedra”, me dijo alguien). ¿El inconveniente? Imposible determinar dónde terminaban semejantes pendientes. La mente se va acostumbrando a convivir con el riesgo. No tiene alternativas.
Superado el primer manchón de debut en pendiente, llegó la señal de descanso. Había pasado más de una hora desde el inicio. A varios metros de altura, los tres dedos en alto del Teniente Coronel Palomeque anunciaban que sólo serían segundos. “Hidratarse”, es la palabra de moda en esos segundos. La única que vale.

Lucha
Al superar los 2.500 metros, la orden era abrigarse. Al máximo. El cuerpo, caliente por el movimiento, sufre horrores cuando se detiene y el intenso viento de la cima hace de las suyas. “Eso que está allá es la cima”, aseguraba con firmeza entre sus anteojos espejados uno de los integrantes del regimiento.
Ya faltaba poco. Faltaban minutos para las 9, poco más de cuatro horas desde el inicio. El Teniente Coronel da la orden: “Descansar acá, preparar todo para la ascensión final, preparar los testimonios, porque el tiempo en la cima será lo más corto posible”. La llegada está llena de rituales. Tocar el hito –que parece vestirse de San Cayetano- para los integrantes del RIM es cómo tocar no sólo el objetivo sino una manera de agradecer y festejar la reapertura.
Los grupitos que van llegando se juntan para el intenso grito de “¡Cumbre!”, que busca hacerse oír pese al viento. El heroico integrante del bandín termina de subir con el bombo a cuestas, listo para interpretar lo que sea necesario.
Y el turno de las palabras y los actos. A 3000 metros de altura, el Teniente Coronel Palomeque –jefe del Regimiento de Infanteria de Montaña 21 “Tte General Rufino Ortega” realiza el relevo del Encargado de Unidad, cargo que recibe con orgullo en la altura del Copahue el Suboficial mayor de Infantería Felipe Marcelino Arroyo.
El himno, los agradecimientos a Dios y a quienes hicieron posible la reapertura y a todos quienes la viven día a día llevan algunos minutos. Aunque suene increíble, los celulares consiguen señal a metros del hito, sólo ahí.
La vuelta se vive con emoción. Con la alegría de haber podido festejar la reactivación con todos los integrantes que partieron haciendo cumbre. Y habrá que enfatizar la importancia de hacer cumbre para este grupo de hombres.
Lento y sin descanso, poco antes de las diez comenzó un descenso que se extendió hasta pasada las 13. Las pendientes ya sonaban más amigables, con una nieve que había cedido finalmente a los embates de los rayos solares, permitiendo al calzado afirmarse con mayor seguridad.
Un momento en la montaña permite mirar atrás para ver una inmensa columna que asoma a lo lejos como una fila de hormigas negras descendiendo por un enorme manchón de nieve.
Con la mente puesta en cumplir con aquella orden de las 4:40 del Teniente Coronel de asegurar la cumbre en la llanura, ninguno de los militares pierde la concentración del descenso. Apenas cuando el geiser de la partida ya es una realidad y no un mero punto visible, el relajo y el festejo final se extienden por unos minutos libremente.
Con el Teniente Coronel saludando uno por uno y el convoy regresando al estilo Hollywood, la tarea está cumplida. El Regimiento de Infantería de Montaña no sólo había cumplido con su gran festejo por el año de reapertura con todos sus integrantes sino también haciendo cumbre en su masivo grupo (volviendo a enfatizar lo que significa hacer cumbre para este grupo de hombres y mujeres). Eso sí, quedó flotando un horizonte: en marzo, el Lanín.

333 recta perfecta, que no permitió que el terreno conspirara en su contra, los 140 integrantes del regimiento que realizaron el ascenso escucharon las palabras del Teniente Coronel.
El agradecimiento a Dios se mezcló con “el éxito de la misión implica que regresemos todos sanos. La cumbre se asegura acá, de regreso”. Palabras inspiradoras para un grupo de gente entrenada para la ocasión. Palabras duras para un acompañante ocasional.

Allá vamos
Mientras la cámara fotográfica se negaba a iluminar tanta oscuridad, aparecieron los primeros manchones de nieve.
Los primeros indicios de luz natural permiten asombrarse con el contexto. Mientras las piernas todavía transitaban por terrenos duros físicamente pero sin peligro alguno, la mente absorbe centímetro a centímetro un paisaje indescriptible. Palabras que pueden lanzar meros indicios, pero nunca transcribir la sensación de sentirse libre. Libre en serio.
El cuerpo relajado así como la mente disfrutaban del entonces paseo mágico, aunque con rigurosidad militar (por supuesto). No duraría mucho. Menos de una hora después del inicio llegaron las complicaciones. Ya no era una cuestión de caminar con ganas, actitud y fuerza.
La nieve tiesa e impenetrable era producto del frío nocturno. Ni siquiera la potencia de los borceguíes conseguían hacerle daño. Nada. Fue entonces cuando asomó un enorme manchón de nieve. Ya no con una leve pendiente. Había llegado el tiempo de caminar por pendientes tan pronunciadas como peligrosas (“no revisten dificultad”, aseguró el Teniente Coronel en comunicación con LU5 desde la cumbre, destrozando mi pequeño orgullo para vencer las dificultades).
El cuerpo entrenado, con pasos bien cortitos, la ayuda del bastón y la mente en calma veían la pendiente como una circunstancia necesaria. El cuerpo no entrenado, con pasos enormes e inseguros, y un encariñamiento casi patológico hacia el bastón la veían como un preludio de un final no acertado.
Mientras la columna parecía caminar como si nada, la distancia con el hombre más cercano se fue extendiendo y extendiendo. El cuadro visual enfocado sólo en el próximo paso impedía pensar en el riesgo (“una caída depende de dónde termines. El problema es si terminás en una piedra”, me dijo alguien). ¿El inconveniente? Imposible determinar dónde terminaban semejantes pendientes.
La mente se va acostumbrando a convivir con el riesgo. No tiene alternativas.
Superado el primer manchón de debut en pendiente, llegó la señal de descanso. Había pasado más de una hora desde el inicio.
A varios metros de altura, los tres dedos en alto del Teniente Coronel Palomeque anunciaban que sólo serían segundos. “Hidratarse” es la palabra de moda en esos segundos. La única que vale.

Lucha
Al superar los 2.500 metros, la orden era abrigarse. Al máximo. El cuerpo, caliente por el movimiento, sufre horrores cuando se detiene y el intenso viento de la cima hace de las suyas. “Eso que está allá es la cima”, aseguraba con firmeza entre sus anteojos espejados uno de los integrantes del regimiento.
Ya faltaba poco. Faltaban minutos para las 9, poco más de cuatro horas desde el inicio. El Teniente Coronel da la orden: “Descansar acá, preparar todo para la ascensión final, preparar los testimonios, porque el tiempo en la cima será lo más corto posible”. La llegada está llena de rituales.
Tocar el hito –que parece vestirse de San Cayetano- para los integrantes del RIM 21 es no sólo agradecer y festejar la reapertura sino que se transforma también en una manera de concretar la obtención de un objetivo.
Los grupitos que van llegando se juntan para el intenso grito de “¡Cumbre!”, que busca hacerse oír pese al viento. El heroico integrante del bandín termina de subir con el bombo a cuestas, listo para interpretar lo que sea necesario.
Y el turno de las palabras y los actos. A 3.000 metros de altura, el Teniente Coronel Palomeque –jefe del Regimiento de Infantería de Montaña 21 “Tte. General Rufino Ortega”- realiza el relevo del Encargado de Unidad, cargo que recibe con orgullo en la altura del Copahue el Suboficial mayor de Infantería Felipe Marcelino Arroyo.
El himno, los agradecimientos a Dios y a quienes hicieron posible la reapertura y a todos quienes la viven día a día llevan algunos minutos. Aunque suene increíble, los celulares consiguen señal a metros del hito, sólo ahí.

Regreso
La vuelta se vive con emoción. Con la alegría de haber podido festejar la reactivación con todos los integrantes que partieron haciendo cumbre. Y habrá que enfatizar la importancia de hacer cumbre para este grupo de hombres.
Lento y sin descanso, poco antes de las diez comenzó un descenso que se extendió hasta pasada las 13. Las pendientes ya sonaban más amigables, con una nieve que había cedido finalmente a los embates de los rayos solares, permitiendo al calzado afirmarse con mayor seguridad.
Un momento de respiro en la montaña permite mirar atrás para ver una inmensa columna que asoma a lo lejos como una fila de hormigas negras descendiendo por un enorme manchón blanco.
Con la mente puesta en cumplir con aquella orden de las 4.40 del Teniente Coronel de asegurar la cumbre en la llanura, ninguno de los militares pierde la concentración del descenso. Apenas cuando el geiser de la partida ya es una realidad y no un mero punto visible, el relajo y el festejo final se extienden por unos minutos libremente.
Con el Teniente Coronel saludando uno por uno y el convoy regresando al estilo Hollywood, la tarea está cumplida.
El Regimiento de Infantería de Montaña no sólo había cumplido con su gran festejo por el año de reapertura con todos sus integrantes, sino también haciendo cumbre en su masivo grupo (volviendo a enfatizar lo que significa hacer cumbre para este grupo de hombres y mujeres).
Eso sí, quedó flotando un horizonte: en marzo, el volcán Lanín...

Historia del RIM 21, año a año

1937: Por una orden del entonces ministro de guerra, general Basilio Pertine, se crea una guarnición militar en Esquel,. El 19 de agosto, se designó como “fuerza expedicionaria” a un destacamento de Montaña sur, constituido por una plana mayor de destacamento, Sección Comunicaciones, Regimiento de Infantería de Montaña 21 y GAM 3.

1939: El destacamento de montaña sur adquirió la denominación de Regimiento de Infantería de Montaña reforzada 21.

1943: En diciembre, el Regimiento pasó a depender del VI Destacamento de Montaña, incluyendo al segundo batallón, ubicado en Bariloche.

1948: El primer batallón inicia sus actividades en la localidad de Zapala.

1960: El primer batallón se transformó en Regimiento y en 1964 se inicia el traslado a la localidad de Las Lajas.

1996: En el marco de la segunda reforma del Estado, el entonces ministro de Defensa Jorge Domínguez, ordena la disolución del RIM 21.

2005: El 1 de enero, por una resolución del teniente general Roberto Bendini, se reactiva el Regimiento.

El volcán Copahue

Altura: 3.000 metros sobre el nivel del mar.

Ubicación: A 18 kilómetros de la Villa de Copahue. Límite. Su cima es el límite entre Chile y Argentina.

Historia: El cráter del volcán se originó como resultado de la actividad volcánica postglacial y se encuentra ocupado por una laguna de dos o tres hectáreas de extensión, alimentada por precipitaciones y agua de deshielo.

Desnivel (desde la villa): 900 metros.

CarActerísticas: Las emanaciones gaseosas calientan las aguas de la lagia a temporaturas que oscilan entre 20 y 40 y la cargan de gases y sustancias minerales, dándole además un alto grado de acidez. La laguna desagua hacia el oeste, dándole origen al río Agrio.

Zona Protegida: Alrededor de 27.000 hectáreas.

 

 


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