Volver a empezar

 
 

A dos meses de la crecida del río Neuquén que dejó a Sauzal Bonito bajo el agua, los pobladores iniciaron un proceso de recuperación de su producción. Sin embargo, las heridas aún no cicatrizaron.

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Varias viviendas de la localidad aún no pueden ser habitadas porque hay peligro de derrumbe.

Sauzal Bonito > Una mezcla de impotencia y esperanza. Los pobladores de Sauzal Bonito, a casi dos meses de la peor crecida del río Neuquén en 100 años, que dejó a la localidad bajo el agua, trasuntan esa sensación.
Coinciden en que es “un volver a empezar” y que, con la importante ayuda recibida de las autoridades, podrán “salir adelante” después del desastre.
Sin embargo, hay huellas que no se borran fácilmente y que a cada instante hacen recordar los días en que la peor inundación obligó a evacuar a gran parte de la comunidad.
Las viviendas tienen marcas de humedad por el paso del agua que rondan entre uno y dos metros. Filas de cercos de las chacritas quedaron en el piso. Álamos derribados. Herramientas arrastradas. Casas que aún no se pueden habitar por el peligro de derrumbe. Habitaciones en las que no se puede dormir por la humedad, que se siente hasta los huesos.

Huellas
“Tenemos esperanza pero esto no me lo voy a olvidar jamás. Uno entra y lo primero que ve es la marca del agua en las paredes”, se entristeció Norma Flores, una vecina que perdió una importante cantidad de animales, igual que más de la mitad de los habitantes de Sauzal Bonito.
Para los pobladores, el apego a los animales es enorme porque centran su vida en el cuidado de su producción, la que luego se vende en los mercados locales.
“Tenía 50 pollos listos para entregar”. “Se me llevó una chancha de 250 kilos”. “Las colmenas desaparecieron”. “No me quedó ni una gallinita”. Son frases de vecinos que sienten esas pérdidas como las de un ser querido. La producción es una forma de subsistencia y el agua prácticamente los dejó sin alma.

Retomar el trabajo
Algunos ya volvieron a producir, pero en menor escala. Aquel que tenía 70 colmenas de abejas, hoy posee 10. El que trabajaba con 300 pollos, arrancó con 50. Todos están abocados a la tarea de recuperar las pérdidas y son conscientes que llevará un tiempo que no pueden precisar.
“Algún día nos vamos a recuperar”, afirmó Norma López, quien espera poder construirse una casa unos metros más arriba. La mujer todavía no puede ocupar la totalidad de su vivienda porque en varias habitaciones las paredes están rajadas.

Impotencia
La impotencia no sólo se refleja en sus palabras sino también en sus expresiones corporales. El trabajo de años se les fue en un día, pero el arraigo a la tierra es más fuerte.
“El agua arrasó con todo el tiempo y el esfuerzo que nos costó levantar los cercos. Habrá que volver a levantarlos”, puntualizó Alejandra Álvarez, mientras mostró las filas de troncos que derribó el paso del río Neuquén.
“Perdí todo el capital que tenía. Me quedé en la calle. Se llevó todo”, reflexionó Fernando Egea, un abuelo que salvó su vida en forma milagrosa el 13 de julio cuando el agua prácticamente se tragó su casa.

A orillas del río

Sauzal Bonito es un pequeño poblado a orillas del río Neuquén, aguas arriba de las represas. Todos los años sufre la crecida del curso de agua, pero el 13 de julio, de 600 metros cúbicos por segundo el río pasó a 11.300 metros cúbicos por segundo, lo que provocó que se perdiera la gran mayoría de la producción. Tiene alrededor de 350 habitantes.

Recuperar el trabajo de años

La «chacrita» de Alejandra Álvarez quedó destruida después del paso del agua.

Sauzal Bonito > Con lágrimas en los ojos y una gratitud inmensa por la ayuda recibida después de la crecida, Alejandra Álvarez recordó la inundación que la obligó a evacuarse junto a su familia.
“Se empezó a avisar a la mañana, pero como la crecida jamás había llegada a mi casa, no nos fuimos. Sin embargo, a las 7 de la tarde el río estaba adentro y nos tuvimos que ir. Nunca nos imaginamos que podía pasar esto”, comentó Alejandra, mientras señalaba la marca de un metro y medio que había dejado el paso de agua en las paredes de su hogar. También mostró el estado de su auto, que quedó inutilizado luego de la inundación.
Otro drama por el que tuvo que atravesar Alejandra fue la contención de sus hijos. “Se pusieron muy mal, ellos lloraban. Esto se veía por televisión, nunca pensamos que podía pasar acá. Lloré mucho pero había que consolar a los chicos. Tuve miedo de que se cayera mi casa”, destacó.
También fue un problema los días que estuvieron fuera de casa. “Estábamos en un lugar que tenía un dormitorio y teníamos que dormir en el piso y sufrir las heladas”, relató.
Para la mujer fue un milagro cómo salvó su vida uno de los caballos que tiene la familia. “Estuvo todo el día bajo el agua, se quedó ahí paradito. Los bichitos también se sorprenden con estas cosas”, ejemplificó.
Alejandra tiene una chacra detrás de su vivienda que antes de la crecida estaba cercada. El paso del agua destruyó las barreras que había instalado para cuidar sus animales arruinando años de trabajo, esfuerzo, sacrificio y dedicación.
“No podés bajar los brazos, aunque tengamos miedo de que vuelva a pasar. La próxima vez que digan que viene el río, salgo y no me quedo a ver qué pasa”, explicó la vecina, quien agradeció a las autoridades porque les arreglaron los electrodomésticos que se dañaron.
Con mucha pena, recordó el estado deplorable de la flamante escuela luego del desastre.

Un milagro

Dos abuelos fueron rescatados cuando estaban a punto de ahogarse.

La mujer de 67 años fue sacada desmayada por la ventana. Antes de perder el conocimiento, no quería salir de su hogar.

Sauzal Bonito > “Teníamos el agua hasta las rodillas, pero ella no quería salir y yo no iba a dejarla sola después de 55 años de casado. Si había una desgracia, nos moríamos juntos”.
El dramático relato es de Fernando Egea, quien junto a su mujer -Santos Oyola- fueron rescatados milagrosamente por dos vecinos, en la jornada en que Sauzal Bonito quedó bajo el agua.
El matrimonio -que vive allí desde hace 13 años- estaba dentro de su casa cuando el río ingresó a la vivienda. La mujer no quería salir de su hogar y estaba dispuesta a quedarse allí. El hombre quería convencerla, pero no lograba su cometido.
La desesperación de Santos la llevó al desmayo. A Fernando, con sus 73 años, se le hacía imposible cargarla. Lo invadió el miedo, según relató. La puerta ya estaba anegada. En ese momento llegaron dos vecinos, quienes cargaron a la señora y la rescataron por la ventana de la humilde construcción.
“Un milagro”, coincidieron los pobladores que conocen la historia.

Miedo
Uno de los “héroes” es Luis Miguel Méndez, un joven poblador de Sauzal Bonito. Mientras cavaba un pozo en la casa de un vecino, contó tímidamente cómo fue el rescate de los ancianos. “No querían salir, el agua les tapaba buena parte del cuerpo y encima la abuela estaba desmayada. Los agarramos y los sacamos”, comentó Luis, quien admitió que tuvo miedo por los metros que había subido el río.
Para lograr el rescate, el joven se movilizó en camioneta con otros vecinos.
“También les ayudamos a sacar los animales porque acá para la gente tienen mucho valor. Íbamos recorriendo y mirando dónde hacía falta la ayuda”, afirmó Luis, lleno de orgullo.

A baldazos
Fernando describió que afuera era “un mar de agua”.
“Al principio sacaba el agua en un balde de 20 litros, hasta que me di cuenta que ya no podía hacer nada y tiré el recipiente para intentar ayudar a mi señora. Yo la quería sacar, pero no podía; menos mal que me ayudaron y la sacaron por la ventana. De mis cosas, no alcancé a sacar nada”, comentó.
Su mujer recordó que “entraba el barro por todos lados. Me senté en la cama y me largué a llorar. No quería salir”.
Todavía asombrados por la situación vívida, el matrimonio contó que el agua ingresaba a la vivienda también por unas grietas que hay en suelo.
Con mucha pena, Egea recordó que el agua le llevó una chancha de 250 kilogramos. Mostró también el desastre que quedó en su chacra: las cercas por el piso, un carro arrastrado por más de 50 metros, dos álamos derribados, una garrafa de gas de 40 kilos virtualmente desaparecida y un gallinero del que no hay rastro.

Sueño de la casa

Sauzal Bonito > Un anhelo de los abuelos Egea y Oyola es tener una casa que les brinde seguridad y tranquilidad para vivir en el pueblo.
“Puede ser que nos hagan la casita ahora después de este desastre. Se me hace muy difícil vivir así como estamos”, se esperanzó la mujer.
Los pobladores recordaron, con tristeza, que la del 13 de julio fue la séptima vez que el “rancho” se les inundó.
“Queremos una casa, no lo que parecen que van a hacer, porque esos módulos tienen una sola habitación y nosotros necesitamos dos piezas. Nuestro nieto de 18 años vive con nosotros en el verano y necesitamos ese espacio”, explicaron.
El matrimonio indicó que ellos son “como los padres” del joven porque lo criaron desde pequeño.
Por último, los abuelos destacaron la ayuda económica que les brinda una hija que tienen en Cutral Co.

El díficil regreso

Sauzal Bonito > Un momento traumático para el matrimonio Egea fue la vuelta a casa. Si bien Fernando regresó a los pocos días para tratar de recomponer el desastre en su chacra, a Santos le costó muchísimo despegarse de esa imagen de su hogar lleno de agua. Cuando el poblado comenzó a retomar su actividad normal, la señora todavía no se sintió preparada para regresar a su hogar. “No me daban ganas de volver porque estaba todo patas para arriba. Me quedé un mes en Cutral Co”, destacó. En tanto, el abuelo reconoció que es muy difícil dejar abandonado el producto del sacrificio de años. “No voy a abandonar a esta altura. Tendremos que empezar de nuevo. Cuando compré esto, lo levantamos entre los dos solos”, aseguró. Además, se quejó porque perdió más de 300 animales, entre conejos, pollos, gallinas, pavos y chanchos. También sufrió la pérdida de electrodomésticos, muebles y colchones.

«Voy a producir nuevamente, es como volver a vivir»

Sauzal Bonito > Norma López vive de la producción de miel. Al momento que el agua se llevó todo, tenía 70 colmenas. “No me quedó nada”, precisó con nostalgia.
Regresó a su casa un mes después de la gran inundación y aún no puede habitar la totalidad de su hogar porque hay habitaciones que no están en condiciones. La humedad en esos espacios es elocuente y todavía hay riesgo de derrumbe ya que las paredes están rajadas. “Tengo ganas de habitar, pero me da miedo”, dijo.
Norma tiene mucha confianza en la recuperación. El gobierno le entregó un subsidio para comprar 10 colmenas. “Voy a producir nuevamente. Es como volver a vivir”, afirmó contenta.
Cerca de allí, pero varios metros más arriba, hay una pila de ladrillos con los que la mujer y su marido piensan construir una nueva vivienda: “Nos prometieron que nos van a hacer la casa y nosotros nos estamos preparando”, puntualizó.
“En el momento de la crecida, pensé tantas cosas. Sufrí mucho”, recordó.
Con un tono de tristeza, Norma relató la desesperación que le generó la llegada de la crecida a su vivienda. “Desde el mediodía empezamos a pelear con el agua, y tipo 6 de la tarde se nos fue de las manos porque se nos rompió la defensa que habíamos hecho con mi marido. Tuvimos que acarrear para la loma unas pocas cosas”, contó.
Esa noche, la mujer no pudo “pegar un ojo”. Mientras su esposo dormía en una casa vecina metros arriba, Norma amaneció merodeando su hogar.
“Me quería venir a mi casa porque los animales estaban acá y había que cuidarlos”, concluyó.

Más oficios

Otra de las actividades a las que se dedica Norma López es al tejido. Con una eficiente rueca, la mujer realiza sus frazadas, pulóveres y todo lo relacionado con el rubro. Ella misma tiñe, con anilina, el pelo de chivo. Muchos de sus productos son para uso personal. Otra parte es para la venta en las ferias de la región.
Norma también vende huevos en los mercados locales.

Los que se quieren ir

«Para mí no había nada como Sauzal», dijo Norma. Ahora, su opinión cambió.

Sauzal Bonito > “Nada va a ser como antes. Nací y me crié acá; para mí no había nada como Sauzal, pero después de esta crecida, me quería ir, estaba esperando que mi marido me dijera que nos vayamos a otro lado. No me aguantaría otra situación similar”, expresó -entre lágrimas- Norma Flores, una vecina que perdió cientos de pollos y una importante cantidad de maíz.
Con un tono de resignación, Norma explicó que el mayor dolor para ellos son los años que invirtieron en el cuidado de su producción y el daño que les ocasionó una jornada de catástrofe.
“Teníamos 50 pollos a punto de entregar”, recordó, con una tristeza que le invadía el rostro.
“La impotencia que sentí al ver todo el desastre es inexplicable. En el momento no tuve fuerza ni ganas de seguir con esto”, aseguró Norma, mientras mostraba unos electrodomésticos que quedaron sin utilidad después de la inundación.
Comentó que esa mañana les avisaron que habría una crecida de 6 mil metros cúbicos, por lo que se aprestaron a armar sus propias defensas en la casa como acostumbran cada vez que se avecina el agua. “Estábamos acostumbrados, creímos que iba a llegar al segundo escalón”, sostuvo, al señalar la puerta de entrada de su vivienda, que está a un par de kilómetros de la plaza central.
La señora dijo que no retiraron sus pertenencias porque creyeron que a la tarde volverían a su hogar. “A las 10 de la mañana nos fuimos y recién volvimos a los cuatro días. Fue la primera vez que se nos inunda”, contó.
Norma indicó que de encontrar un lugar al que “no llegue el agua”, se iría de Sauzal Bonito. Además, destacó la ayuda de su grupo familiar para salir del mal trance que vivieron dos meses atrás.
“Veníamos tan bien con la producción y ahora tenemos que empezar de nuevo. Lo bueno es que nos ayudan desde el gobierno y eso hace que arranquemos de otra forma”, concluyó esperanzada “Normita”, como la llaman las vecinas.

 

 


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