Katrina dejó heridas difíciles de cerrar

 
 
Un año atrás, el poderoso huracán hizo trastabillar las entrañas de EE.UU. La ciudad de Nueva Orleáns desapareció bajo las aguas.


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Una historia que todavía no tiene fin. Nueva Orleans puso sobre el
tapete la importancia que, para un gobierno de blancos, tienen los
habitantes de la América negra

Nueva Orleans, EEUU (AFP-NA) > Para los millones de estadounidenses que creían que el movimiento por los derechos civiles había llegado a su fin, el caos que siguió al huracán Katrina expuso las profundas diferencias raciales y las privaciones originadas en un racismo y una pobreza institucionalizados.
La nación se horrorizó al ver las imágenes de miles de rostros negros clamando por una ayuda que demoró días en llegar y al conocer historias de policías que apartaban a punta de pistola a evacuados desesperados que intentaban salvar sus vidas.
Para muchos de los que crecieron en la ciudad que fue centro del comercio de esclavos, el impacto inicial se transformó en ira al constatar que sus sospechas eran ciertas: al gobierno estadounidense, los negros poco le importan.

Crudeza
«El racismo es muy crudo aquí», dijo Barbara Major, una activista comunitaria que co-presidió la comisión «Bring New Orleáns Back» (trae de vuelta a Nueva Orleáns)». La gente estaba enfurecida de que hubieran personas muriendo», señaló. «Deberían haberse enfurecido porque los niños no tenían una educación decente; de que no hubiera viviendas decentes, como en cualquier otra ciudad de Estados Unidos».
Más de 140 años después de la abolición de la esclavitud y a más de 50 años de un histórico fallo que determinó que la separación racial no es igualitaria, Nueva Orleáns seguía siendo una ciudad segregada. La pobreza se extendía, mientras quienes asistían a las arruinadas escuelas públicas quedaban confinados a los sectores de servicios de bajo salario, base de la industria del turismo masivo de la ciudad.
Major afirmó que antes de Katrina, no se hizo nada para combatir las enfermedades e inequidades sociales que plagaban Nueva Orleáns. La activista culpó a la debilidad de los líderes locales y al racismo institucionalizado que encontró, cuando intentaba crear un plan de reconstrucción.
Algunos líderes locales y estatales dijeron que no se podían proteger de futuras tormentas las zonas bajas de Nueva Orleáns, decisión que borraría del mapa a varios de los más arraigados vecindarios negros.
El escándalo hizo que el alcalde abandonara el plan de reconstrucción, lo que dificultó aún más la situación de los residentes que no tienen los recursos para rehacer sus hogares por sus propios medios, para poder volver.
Así, más de la mitad de la población sigue desperdigada a lo largo y ancho del país, y una ciudad que tenía una población con dos tercios de habitantes negros, ahora es mayoritariamente de blancos.
Muchos blancos de la ciudad responden a la defensiva a las preguntas sobre temas raciales. Cuando se estrenó el documental de Spike Lee sobre Katrina, «When the Levees Broke: A Requiem in Four Acts»(Cuando los diques se rompieron. Un Requiem en cuatro actos), el periódico de la ciudad publicó una crítica en primera plana donde se lamentaba que el filme no hiciera sentir las voces de las víctimas blancas.

Otra inundación masiva
La decisión de abandonar el plan de reconstrucción, para rehacer sólo las zonas de la ciudad que pueden defenderse razonablemente contra otra inundación masiva, enfureció a muchos residentes que ven en los esfuerzos de reconstrucción un desorden sin pies ni cabeza.
La policía rural continúa generando inquietantes titulares: en junio, el sheriff Jack Strain del vecino Saint Tammany deploró ante la televisión la afluencia de «matones y basura de Nueva Orleáns», y advirtió a la gente con «dreadlocks» (rizos al estilo rastafari) que se mantenga lejos de su ciudad.
La sensación de aislamiento social y frustración ayudó a incrementar la violencia en el área, aseguró John Penny, un criminólogo profesor de la predominantemente negra Universidad Southern de Nueva Orleáns.
«La única forma de cerrar la brecha que ya existía es diciéndole a la gente que es bienvenida a casa y ayudarla a regresar», dijo. «Existe la sensación de que al gobierno le importa un bledo la gente pobre. La guerra, comprar bombas y reconstruir otra ciudad parece que es su prioridad».

La pesadilla de otra catástrofe

Washington (AFP-NA) > Un año después del huracán Katrina, las autoridades deben demostrar que son capaces de lidiar con otra catástrofe similar para recuperar la confianza de los ciudadanos en los servicios públicos. «Tengo confianza. Estamos a años luz de donde estábamos el año pasado. Aún hay mucho trabajo, pero hicimos cosas necesarias en esta temporada ciclónica», aseguró el director de la agencia federal de gestión de situaciones de crisis (Fema), David Paulison.
Éste, designado cabeza de la Fema en setiembre de 2005, en plena crisis de Katrina, reemplazó a Michael Brown, criticado por su incompetencia.
El gobierno se puso en actividad por la nueva temporada ciclónica para evitar sorpresas. Altos funcionarios federales encargados de «coordinar» la ayuda del gobierno en caso de catástrofe fueron enviados a las regiones del Golfo de México y de la costa atlántica.

Marcado
El gobierno está marcado por los errores durante Katrina. El presidente George W. Bush y el secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff, fueron muy criticados por cómo manejaron la catástrofe.
Desde hace un año la Fema fortaleció sus medios logísticos y de comunicaciones y mejoró el sistema de intercambio de información. La agencia federal se equipó con teléfonos satelitales, colocó equipos de reconocimiento capaces de evaluar la situación en el terreno, cuadriplicó sus stocks de raciones alimentarias, se dotó de sistemas de geoposicionamiento por satélite GPS para seguir los desplazamientos de sus móviles.
Además, mejoró el sistema de registro de víctimas. Está previsto que se desplegarán empleados en albergues para registrar a las personas y realizarán estos procedimientos en móviles. Paulison admitió su nerviosismo y que la Fema será sometida a examen, en momentos en que «la opinión pública perdió la confianza en las capacidades», de su agencia.
En Nueva Orleáns, el cuerpo de ingenieros militares reparó y reconstruyó los diques que habían cedido el año pasado y que provocaron inundaciones que dejaron sumergida a parte de la ciudad. La población teme que no resistan un ciclón de la magnitud de Katrina.
El Parlamento expresó su escepticismo respecto a los progresos realizados y varios informes oficiales publicados estos últimos meses alimentaron la duda sobre las capacidades de las autoridades para enfrentar un nuevo ciclón poderoso.

Arma electoral de los demócratas

Nueva York (Univision) > El huracán Katrina convulsionó al país hace un año con daños ingentes. Ahora los demócratas quieren aprovechar el descontento del electorado para sacar a los republicanos del poder.
Los demócratas, desde Nueva Orleáns en Luisiana hasta New Haven en Connecticut, pasando por Nueva York, están lanzando un ataque coordinado para criticar la respuesta del gobierno del presidente George W. Bush ante la devastación que destruyó numerosas poblaciones de la costa del golfo de México. Dirigentes demócratas creen que el desempeño del gobierno de Bush tras los huracanes del 2005, y los problemas que persisten para reconstruir la región son tan graves a nivel político para el presidente, y por ende para los republicanos, como la guerra en Irak. «Lo malo es que sin importar lo que ocurra en Irak, lo del Katrina ya está hecho», dijo Howard Dean, presidente del partido Demócrata. «Eso ocurrió. No puede deshacer lo ocurrido. Es una cicatriz muy grande».
Una encuesta de The Associated Press-Ipsos efectuada entre el 7 y el 9 de agosto determinó que un 67% de los entrevistados rechazaron la forma en que Bush lidió con el desastre del Katrina.

Sobreviviendo

Nueva Orleáns (AFP) > Caridad es el segundo hospital público más viejo del país, fundado en 1736 para atender a los pobres. Su edificio original, de 1930, es un monumento local y hubo fuertes protestas por la decisión de reemplazarlo con un moderno complejo, que se inauguraría en noviembre.
El hospital sufrió muchos cambios. Dos tercios de los empleados fueron despedidos luego del huracán, entre ellos varios de los que lucharon por salvar a los pacientes en la oscuridad, mientras la temperatura subía y se cortaban la electricidad y el agua.
El personal de emergencias fue reincorporado después que el hospital fuera evacuado hacia el estacionamiento donde se armaron tiendas de campaña. Después vino el traslado a carpas en el Centro de Convenciones. Y, otra vez, a la gigante tienda Taylor en un centro comercial junto al Superdome.
En mayo, las carpas se reemplazaron por mamparas, lo que dio más espacio a los trabajadores y más privacidad a los pacientes.
En noviembre el nuevo complejo permitirá reincorporar 1.100 de los empleados despedidos luego de Katrina.
«La población ha disminuido pero la necesidad de asistencia ha crecido», indicó la portavoz del hospital, Marcia Kavanaugh, al explicar que miles de los que perdieron su trabajo, también quedaron sin amparo de seguros de salud. Los 725 empleados de Caridad atienden 4.500 pacientes al mes, en contraste con los 6.000 que eran tratados cuando el hospital contaba con un personal de 4.000 personas.

Situación límite

La situación de estrés que sufren los sobrevivientes de la catástrofe no coincide con las prestaciones médicas imprescindibles.

Nueva Orleáns, EEUU (AFP-NA) >En un cuarto de un improvisado hospital en Nueva Orleáns, levantado a escasos pasos de una vieja tienda de lencería, la enfermera Sheri Pellagalle trata de confortar a un hombre que intentó suicidarse.
Es una condición demasiado común en el único hospital de caridad en Nueva Orleans. La tensión de vivir en una ciudad todavía en pedazos por el huracán Katrina empieza a ceder ante la fuerza y el espíritu de aquellos que trabajan para reconstruir sus vidas un año después del desastre.
Algunos son empujados hacia el vacío por un acuerdo con las aseguradoras que se ha demorado, y que igual no alcanza a cubrir los costos de las reparaciones de las casas. Otros han perdido sus apartamentos por los alquileres en alza o han sido desalojados de los sitios en los que acampaban. La crisis de otros, es producto de los recuerdos de todo, de todo lo que se perdió.
«La gente está triste y está bajo estrés», dijo Pellagalle, durante una pausa en su trabajo.
El suicidio no es el único flagelo del estrés. La violencia doméstica y el abuso de drogas y alcohol han aumentado. Muchos llegan con cortes y dedos amputados por arreglos que quisieron hacer en sus hogares. Y una larga fila de pacientes espera horas por ayuda ante dolores estomacales y de cabeza.
«Uno se pregunta si eso no responde a la necesidad de tener a alguien que les hable o los cuide», dijo Pellagalle mientras sus ojos se empañan.
El rostro agradable y el comportamiento gentil de la enfermera seguramente sirven de ayuda. Pero ella y sus colegas tienen una sobrecarga de trabajo. Labor que realizan con recursos cada vez más limitados.
Un escáner se encuentra en un trailer, estacionado en un callejón; la farmacia no está completamente abastecida, y aquellos pacientes con traumas y los que requieren más de 24 horas de observación deben ser transferidos a hospitales pagos, donde se enfrentan con gastos que se les vuelven imposibles de pagar.
«Hacemos lo que podemos. Es lo máximo de lo que somos capaces», dice la enfermera Sheri Pellagalle, un ejemplo de tesón y amor por los sobrevivientes de Nueva Orleáns.

 

 


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