La eterna lucha con lo ya establecido

 
 
A lo largo de la función, la
protagonista de “Digo” intenta
orden los pedazos del
rompecabezas que es su
propia existencia.
La obra de teatro “Digo” de la compañía “La Pata agónica” refleja la fragilidad humana y otras cuestiones universales desde la óptica del unipersonal.


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  La última función es el domingo a las 20 en La Curtiembre Campocultural, ubicada en Juan B. Justo 648.

Neuquén > Decir que el hombre, desde el primer momento en que adquirió conciencia, comenzó a cuestionar todo su entorno es una obviedad tan grande como sentenciar, con la misma seguridad de alguien que cree saber todo, que para ganar en el fútbol hay que hacer goles.
Es algo inevitable. El ser humano, tal vez por necesidad o por que su propia naturaleza así lo demanda, tiene el eterno deseo de encontrar el por qué de las cosas y si puede, en el proceso, poder cambiarlas. Claro está que hay aspectos en la vida en los que esta urgencia es más que primordial, pero hay otros aspectos que superan las barreras de lo tangibles y pasan al plano de lo espiritual. Es decir, las cuestiones del alma y su tormentosa relación con la sociedad.
Durante el mes de septiembre y parte de octubre, la Curtiembre Campocultural, ubicada en Juan B Justo 648, se transforma todos los domingos en el escenario de la obra teatral “Digo”. Esta obra pertenece a la compañía “La Pata Agónica” ycuenta la historia de una mujer desesperada por sobrevivir en su lucha por ser ella misma en medio de todos los mandatos preestablecidos.
Este domingo a las 20 se realizará su última función en la ciudad, y, como es costumbre, se brindará una especie de banquete griego a todos los presentes.
“Esta vez va a haber frutas, cosas para picar y comer, mientras aparece un poco de teatro”, comentó Gabriela Díaz, la directora y coautora de la obra. “Con Ileana Brotsky, que es la actriz que interpreta la historia sobre el escenario, intentaremos repetir la experiencia en Cipolletti, pero todavía estamos a la búsqueda de una sala”.

¿Cómo surgió la idea de esta obra?
En principio, fue la combinación de varios aspectos. Desde el punto de vista mas practico, todo esto se materializa en un seminario de direccion teatral como un ejercicio para esta actividad. Teníamos que partir de un texto que ya estuviera hecho y a mí me pareció una oportunidad ideal para incursionar en la escritura.
Un poco entre la mirada de la persona que dictaba el seminario y la generosidad de la propia mirada de los compañeros teatristas nos impulsaron a realizarla, ya que veían la germinación de un espectáculo.
De repente, me vi envuelta en esta aventura que es escribir y dirigir. Siempre actué como actriz, integre el elenco de la compañía “Lope de Vega”, y esta etapa fue interesante para mi. Me hizo muy bien y me gusto como resultó el texto final. Yo le llevaba los textos a Ileana, ella me aportaba cosas, y por eso yo la considero como la coautora de la obra.

También es como si la persona que mencione el nombre de la pieza se apropiara de todo lo que ella contiene.
Si, es como un manifiesto. Si bien es a través de los ojos de una mujer, no quiere decir que la cuestión principal esté planteada desde este lugar. En sí, toda la cuestión de la fragilidad humana está tomada con un áspero y corrosivo humor. Hay un fondo bien universal y están presentes las tragedias por las que atravesamos todos.
“Digo” salió por que me atreví a hacer lío y un poco a desorganizarme, al igual que lo que se plantea el personaje de la obra. Es como si hubiéramos transitados por los mismos carriles, pero en algún momento tuvimos que bifurcarnos. Caso contrario, terminaría todo el día que yo me muriera. Por suerte, tenía algo que decir, tenía un lenguaje para expresarlo y pude encontrar una forma de combinar esas palabras y ese discurso de manera tal que fuera algo legitimo y que tuviera algo que ver con mi necesidad de decir lo que quiero decir.

¿A qué recursos apelaste a la hora de llevar estas necesidades al escenario?
En realidad, yo me fui enganchando con los recursos que mas me resultaban siempre con la mirada de actriz. “Ay, esto es divertido para hacerlo en escena” y PUM, lo proponía. Más allá de esta pulsión, es como que los caminos fueron apareciendo en este sentido. Claro está que era necesario después ir atando todas estas cosas para ordenarlas.
Pero estuvo buena está cuestión de “bola sin manija”, de decir y dejar que salgan las cosas. Esto de arriesgarme al libre albedrío y después dedicarme un tiempo a ordenar las ideas, hizo que aparecieran cosas que, en otro caso, no hubieran aparecido más.
La fragmentación es el eje en la obra y, en este sentido, el personaje dialoga con su propio cuerpo, que dice una cosa y ella otra. Ella intenta sumar todos los pedazos de su rompecabezas y lo único que cuenta.

¿Qué cambios hubo desde la primera función hasta la más reciente?
Hubo modificaciones necesarias. Todo lo anterior al estreno es intrauterino, y después nace el bebe, y recién empieza el baile. Todo tiene que ver con el diálogo con el público, donde aparecen cuestiones insospechadas y otras que uno puede prever. Por eso fuimos trabajando en algunas cuestiones que no permitían entrar en código y que nosotros pensábamos que sí. Siempre depende del público que tengas y de la energía que exista en ese momento sobre el escenario. Es un proceso que no termina nunca y, en este sentido, tanto Ileana como yo somos bastante metódicas.

¿Existió desde el publico masculino, algún prejuicio al saber que la
obra estaba dirigida y actuada por una mujer. ¿Hubo cambios en los
espectadores en este sentido?

Los hombres la vibran de la misma manera de las mujeres. No quise en ningún momento hacer un manifiesto feminista ni mucho menos, y no se planteó una perspectiva de este modo. La obra en sí es un planteo que tiene características de universalidad. Básicamente hablamos de una persona tratando ser ella misma, mientras lidia, en forma desesperada, con toda una serie de mandatos que existen desde hace tiempo.
En pocas palabras, se muestra hasta qué punto estamos condicionados por lo que nos rodea como entorno social y cultural. Es decir, hasta qué punto creemos que nos hacemos cuando ya está todo hecho.

 

 


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