Por Darío Soto
Que muchos pequeños productores y algunos medianos vayan a
quedar fuera del sistema luego de la presente temporada, ya no parece
ser el delirio de una mente afiebrada sino una cruda realidad. El
20% o tal vez más de la pera William’s ha quedado en
la planta por no haber alcanzado el calibre requerido para su comercialización.
Desde algunos sectores se afirma que muchos productores no realizaron
convenientemente los trabajos necesarios (mayor raleo por ejemplo)
para permitir que la fruta alcanzara el calibre debido en el justo
tiempo.
Adjudican esta situación, en algunos casos, a la imposibilidad
de financiar la mano de obra, y en otros a que la indefinición
de un precio los habría llevado a no invertir lo que no sabían
si luego podrían recuperar.
En tanto los productores que hoy miran sus chacras con la misma tristeza
que miraron sus abuelos, algunos por última vez, la tierra
que abandonaban para buscar otro destino allende los mares, no comparten
este análisis y con los puños apretados y la bronca
que genera la impotencia, reniegan de los sucesivos gobiernos provinciales
que no acertaron en elaborar políticas para el sector, y hoy
se alarman ante un cuadro que ellos mismos generaron.
Muchos saben que si no llegan los anunciados fondos del gobierno nacional
deberán comenzar a despedirse de sus chacras.
Y para quienes observamos con preocupación este panorama, nos
preguntamos, si como sucedió en otro tiempo con la caña
de azúcar, por ejemplo, no tendrán razón aquellos
que aseguran que los siete u ocho grandes operadores del sector pretenden
achicar el volumen de producción para poder elevar el precio
internacional de la pera, teniendo en cuenta el peso que tiene la
Argentina como principal exportador de esta fruta.
Lo cierto es que los 0,05 ó 0,06 centavos que podría
pagar la industria puede tener el mismo efecto que un placebo en un
enfermo terminal.
Mientras muchos chacareros miran con desazón la fruta que les
quedó sin cosechar, se afirma que no se alcanzará a
cubrir la demanda de ultramar debido a que no se alcanzó la
calidad pretendida (calibre y presión). Es más, auguran
una situación similar para la manzana.
No faltan quienes muy por lo bajo afirman que también hay algo
de venganza por parte de los empresarios en represalia por los valores
que se vieron obligados a aceptar en la mesa de contractualización.
Sin lugar a dudas que el aumento autorizado por el Ministerio de Trabajo
de la Nación para los trabajadores rurales es otro ingrediente
que actúa como lastre para aquellos productores que están
enterrados hasta el cuello pero pretenden mantener la cabeza afuera
para continuar respirando. Mas allá de que públicamente
afirman entender que es necesario actualizar los valores de la mano
de obra, factor fundamental en el andamiaje productivo, en privado
critican que el Estado nacional que se queda con un alto porcentaje
del valor de la fruta decrete demagógicamente aumentos salariales
sin hacer nada por aquellos que deberán pagarlos.
La actividad frutícola del Valle del Río Negro continuará
brindando pingües beneficios para los grandes operadores en el
futuro cercano.
La pregunta es, ¿cuántos pequeños y medianos
productores sobrevivirán a la voracidad de la concentración,
y cómo afectará su desaparición en la desocupación
de la región?
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