A 78 años, se transformó
en el medio de transporte más utilizado por la gente para poder
cumplir con sus obligaciones cotidianas.
Neuquén > Hoy se celebra en todo el país
el Día del Colectivero, y aunque los festejos pasen inadvertidos
para la mayoría de los trabajadores, lo cierto es que hace
exactamente 78 años comenzaba a circular por primera vez, un
colectivo en el país.
Con el correr de los años, el oficio se fue afianzando y hoy
son muchos hombres y muy pocas mujeres, los que trabajan al volante
de un colectivo transportando todos los días gente a sus trabajos,
hogares, lugares de estudio e infinidad de destinos que muchas veces
sólo es posible llegar en colectivo.
Antonio Nahuelquir, es un chofer de Indalo, que desde que la empresa
se instaló en Neuquén recorre a diario las calles de
esta ciudad. Hoy está al volante del ramal seis y transporta
a vecinos de Gregorio Álvarez, las 1099 entro otros barrios
del oeste neuquino.
A pesar del stress característico que implica un trabajo como
este, Antonio sabe como lograr que el ruido de la calle, la gente
enojada y el tránsito no lo afecte en su vida cotidiana. “Yo
me bajo del colectivo y me olvido de todo, hasta de los horarios.
Si me quedo con el uniforme puesto es como que no me puedo desconectar,
así que me bajo y me olvido de todo”.
Lo bueno y lo malo
Para Antonio lo mejor y lo peor que tiene el trabajo es la gente,
por un lado lo que más satisfacción le da, es poder
darles una mano “a pesar de toda la disconformidad, yo sé
que ellos necesitan del colectivo para llegar a sus lugares. Antes
de estar al volante yo también fui pasajero, y recuerdo que
cuando era chico y perdía el colectivo, debía esperar
una hora más, para tomar el otro”.
“Por eso trato de esperar a la gente y subir a todos los que
puedo por más que vaya completo, no me gusta por ejemplo a
veces que tengo que dejar a alguien en la parada y cuando regreso
de mi recorrido, después de media hora, encuentro a la misma
persona esperando el colectivo, eso no me gusta y trato que no pase”,
comentó el chofer de Indalo.
Lo peor de su trabajo también tiene que ver con los pasajeros,
cuando suben enojados por las largas esperas o por que van muy apretados,
“nosotros somos la cara visible y tenemos que escuchar muchas
cosas, por más que nosotros no seamos los culpables”.
“Una vez, hace muchos años, trabajaba en otra línea
era de noche y en una de las paradas no vi que tenía un pasajero
parando el coche. Cuando lo vi, paré algunos metros más
adelante el hombre subió, me quería pegar, me decía
que me iba a hacer echar y montón de cosas más».
«Yo no le decía nada, hasta que se calmó y fue
ahí que le pregunté ¿a qué se debe esto?.
El hombre me miró, se agarró la cabeza, me pidió
disculpas, y me dijo que ese día le habían pasado un
montón de cosas”, recordó el colectivero al contar
una de sus experiencias con la gente.
Antonio sabe que muchas veces los pasajeros suben enojados por otras
cosas y se descargan con ellos porque tal vez la espera del colectivo
o un viaje incómodo los terminó de fastidiar. Pero también
sabe que la gente necesita de sus servicios, necesita del colectivo
para cumplir con sus obligaciones cotidianas y eso lo hace sentir
que él forma parte de eso, de que la gente pueda llegar a su
destino con su trabajo diario y esfuerzo.
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