San Juan (Télam) >
El consumo de aceite de oliva se expande de la mano de investigaciones
científicas que destacan sus propiedades nutritivas y saludables,
y San Juan, por su suelo y su clima, es la provincia argentina más
favorecida por ese fenómeno.
Esa tendencia, simultánea al auge de la llamada cocina mediterránea,
generó cambios de hábitos alimenticios en los países
desarrollados y provocó una sostenida demanda externa que estimuló
el crecimiento de los cultivos y la producción industrial locales.
Dentro de ese escenario, la Argentina está proyectándose
a paso firme como un actor importante de la olivicultura mundial, compitiendo
en calidad con España e Italia, los dos mayores productores globales.
Durante buena parte del siglo XX, el cultivo del olivo en la Argentina
tenía lugar en pequeñas fincas familiares, de acuerdo
con la tradición de los inmigantes de las diversas regiones mediterráneas.
En la última década, sin que esas unidades productivas
hayan dejado de existir, se incorporó tecnología de punta
-fertilización y riego por goteo, y monitoreo computarizado,
entre otros aspectos-, lo que permite producir con estándares
internacionales de productividad y calidad.
La gran ventaja de la Argentina es la calidad y el precio de la tierra,
según señalaron técnicos de la Secretaría
de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación.
«Una hectárea apta para el cultivo de olivo es muy accesible
aquí si la comparamos con lo que vale en cualquier país
europeo -que son nuestros principales competidores- y lo prorrateamos
por unos 100 años, que es el ciclo vital de un olivo»,
explicó uno de los expertos consultados.
«Si a eso le incorporamos tecnología de punta y buenos
recursos humanos, nuestras chances son inmejorables», agregó.
San Juan ofrece grandes ventajas comparativas y la mayoría de
los capitales nacionales y extranjeros que ingresan al negocio la eligen
por sus condiciones óptimas para el cultivo.
Luis Feld dirige Cuna de Olivares, primer fideicomiso olivícola
del país, con más de 100 hectáreas plantadas en
San Juan -entrarán en producción dentro de cuatro años-,
otras 500 compradas y el proyecto de superar las 1.000.
«Nosotros propiciamos la figura del fideicomiso, que tiene dos
grandes virtudes: una es la mayor garantía jurídica existente,
lo que luego de las crisis que hemos pasado no es poco, y la otra es
que permite el ingreso del mediano inversor argentino al negocio agroindustrial,
que lo tenía vedado por el volumen de inversiones necesario»,
explicó Feld.
El ejecutivo aseguró que se trata de «una inversión
segura, en un mercado tradicional y de largo plazo, con una muy buena
renta anual dolarizada, ya que casi toda la producción se exporta,
y que también puede considerarse como un buen seguro de retiro».
La olivicultura se ha convertido así, junto a la vitivinicultura
y la minería, en uno de los motores que impulsa el crecimiento
de la economía sanjuanina.
El gobierno provincial que encabeza José Luis Gioja ve con buenos
ojos esta clase de iniciativas privadas, ya que confluyen con su estrategia
de alentar la inversión, tanto local como extranjera.