Testigo

La noche se transformó en tango

 
 
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  Neuquén > Argentina tiene tantos géneros musicales, tantas variantes artísticas, en todo su acervo cultural, que pasarían semanas para nombrar a cada una de ellas y a sus más fieles representantes.
El tango es un género que, al igual que algunos temas en la pantalla grande, resucita cada un cierto tiempo. Por suerte para muchos, en su última venida, lo que parecía ser una simple moda, se transforma, otra vez, en algo más que una tendencia. La música de los guapos y las malevas ya no es una característica exclusiva de una generación que pelea año a año para no desaparecer. Hoy por hoy, son muchos los jóvenes que se animan a visitar estos lares. Y también son muchos los que, con gracia y gentileza, les permiten hacerlo sin ponerles trabas en el camino.
Tal como se vio el lunes en el Teatro Español de la mano de Rubén Juárez, mítico personaje que supo estar con verdaderas leyendas.
Un hombre que ofreció, con su clásica gracia y su característica dicharachera con el público, un espectáculo como muy pocos artistas pueden hacer.

Objetivo cumplido
Todo comenzó media hora más tarde de lo pautado. El público, fiel a su costumbre de no llegar nunca a horario, se fue sentando poco a poco en las butacas, comentando, en voz baja y celular prendido, cuanto sabían de tango y cuál era, a su modesto entender, el mejor cantante de tango. Discusiones al margen, todos callaron cuando las luces se apagaron y el locutor anunció el nombre de Rubén Juárez.
Primero ingresó su orquesta y luego él, a los gritos, pidiendo que no empezaran. Su ronca voz fue aclarándose con el transcurso de los segundos y, luego de un fuerte trago de una bebida servida para la ocasión, tomó su bandoneón y comenzó a dar lo mejor de sí.
Fiel a su estilo, a los cinco temas puso a descansar su instrumento sobre la silla, se secó la transpiración y anunció que él tenía un amigo con el que había crecido durante toda su vida. «Negro, querido, ¿por qué no te venís a cantar unos tangos conmigo?». Y ahí subió Raúl Lavié, acompañado por un fuerte aplauso de todos los espectadores. Tres tangos fue los que regaló, tres momentos que el público supo apreciar.
Al igual que en su última visita, Lucila Juárez fue de la partida. «Y pensar que cuando le dije que estaba después del Negro, ella ni se mosqueó», comentó su orgulloso padre.
Su actual estado físico fue el tema obligado. Sometido a una operación quirúrgica para bajar de peso, Juárez se permitió bromear al respecto, pero no le dejó a nadie que le dijera «gordo. «Es ofensivo», aseguró.
La velada se extendió por unos 45 minutos más. Atrás quedaron el sentido homenaje a la ya desaparecida Eladia Blázquez, «La humedad» donde el público fue coro y protagonista al mismo tiempo y el repertorio que el propio Juárez armó a pedido de los presentes.
El cierre no pudo ser mejor. Justo a la medianoche, cuando Neuquén cumplía el 102º aniversario de su fundación. Se extraño que no se haya cantando algún tema para la ocasión. Todos habían ido a presenciar un espectáculo.
Todos se retiraron con el objetivo cumplido.

 

 


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