Pelliza destacó la importancia
del estímulo constante y el estado de ánimo, por sobre
todas las cosas, a la hora de tocar el instrumento. Neuquén
> A simple vista, es un joven como cualquier otro. Inquieto,
con mucha energía y dispuesto a dar todo por sí para
alcanzar su sueño. Mientras que para algunos, el objetivo en
la vida es destacarse como jugador de fútbol y para otros escribir
un libro, para él su destino está asociado al mundo
de la música.
Su nombre es Jonathan Pelliza. Su logro: haber quedado primero en
un Festival Nacional del Acordeón realizado en Santa Fe, a
pesar de ser autodidacta. La consagración: representar a la
provincia y a todo el país en la italiana ciudad de Castelfidardo,
junto a una considerable de artistas de renombre internacional.
¿Cuál es la verdadera importancia de este
reconocimiento?
A pesar de ser un pueblo chico con tan sólo 20 mil habitantes,
es donde están las mejores fábricas de acordeón
de todo el mundo. Así que la tradición musical es muy
fuerte en la zona. El hecho de este pequeño detalle le da a
todo el asunto un significado muy grande. Es muy importante para mí,
porque voy a estar en la cuna de lo que tanto me apasiona.
¿Cómo fueron las circunstancias por las cuales
te premiaron?
El año pasado ya había participado de este festival.
En esa oportunidad, quedé en el cuarto puesto. Fue el gran
paso para que conociera el ambiente y saber cuales eran los requisitos
que la música exigía. Este año, quedé
primero y por eso viajo a Italia. En realidad, pude conformar, fuera
de la competencia, un grupo de amigos, todos acordeonistas. Todos
hacemos lo mismo y todos tenemos el objetivo de difundir lo que se
puede hacer con el acordeón. Por suerte, los celos profesionales
quedan a un lado.
¿Cómo fue que comenzaste a experimentar con
el acordeón?
Por pura casualidad. Mi hermano se había comprado uno hace
unos años y lo llevó a casa. Cuando yo lo veo, por curiosidad,
me acerco y empiezo a tocarlo. Poco a poco, lo fui conociendo mucho
más. También hay una gran cuota de la herencia familiar.
Un legado familiar del que me fue muy difícil escapar.
Lo primero que comencé tocando era música popular: chamamé,
cumbias regionales, rancheras y valses criollos. Cuando un pariente
mío me acercó un material casero de mi referente, Hildo
Patriarca que peleó por la cultura de la difusión y
el hacer música para escuchar, recibí un gran estímulo,
lo que me permitió redescubrir el instrumento y darme cuenta
que se podían invertir las botoneras y hacer melodías.
En pocas palabras, pude descubrir la riqueza armónica que tiene
el acordeón y la variedad de cosas que se pueden hacer con
él.
¿Cuánto tiempo te lleva sacar una melodía,
ya sea simple o compleja?
Depende de cada persona. Las hay aquellas que tienen muchas facilidades,
otras que les cuesta un poco más. Es cuestión de tiempo.
Pero lo que importa es que uno tenga un estímulo constante,
y sin sentir la motivación y el entusiasmo, se hace el doble
o el triple de trabajo. Es como dicen los grandes músicos.
Primero toca, después estudia.
¿Cómo son los trabajos de composición
y de la propia interpretación?
El estado de ánimo es fundamental. A veces estás con
todas las pilas y a veces no. Cuando hablas de arte, estás
hablando de expresividad y de creatividad. Si vos estás tristes
podes componer una melodía sobre lo que estás sintiendo.
En mi caso, hago valses franceses, algunos temas de jazz y los géneros
que antes mencionaba. De todo un poco.
¿Has adaptado temas que escapan a tu propio ámbito?
Sí, por supuesto. La música de películas y las
series de dibujos animados son cosas que nadie se imagina que puede
hacer con un acordeón. Por ejemplo, el tema de “Misión
Imposible”. Tuve que hacer algunos arreglos para la primera
melodía y los otros acompañamientos. Es adaptar a las
propias características del instrumento. También he
sacado marchas nacionales como la “Marcha de San Lorenzo”,
donde tuve que hacer todos los arreglos con las dos botoneras. De
todas formas, el rock nacional está entre todas las cosas que
me llaman la atención. Es una variante más que hace
a la riqueza del instrumento.
Festivales
Neuquén
> La relación de Jonathan Pelliza con la música
viene prácticamente desde su nacimiento, en la ciudad de Cutral
Co. Apenas comenzó a pasear sus dedos por las botoneras del
acordeón, su creciente interés por este arte fue en
aumento y su participación en los más diversos festivales
ya era una cosa de todos los días.
Una de sus primeras apariciones en escenarios fuera de Neuquén,
fue en el Festival Nacional Mirando al Sur 2004, desarrollado en la
localidad rionegrina de General Godoy.
Así fue cómo formó parte de la delegación
neuquina que viajó a la 39º edición del Festival
Nacional de Malambo a mediados de enero pasado. Fue en esta instancia
donde obtuvo el tercer puesto como solista instrumental, detrás
de Salta y Jujuy.
Tambien fue parte del grupo que viajó este año para
el Pre-Cosquín, junto a otros artistas como Marcos Riffo, Matías
Hermosilla, las cantantes Meli Hueney y Daniela Ormaechea, Emmanuel
Alvarez y su malambo, y la Agrupación Folclórica Centenario
en ballet, entre otros. En esta oportunidad, recibió el primer
galardón.
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